jueves, 31 de diciembre de 2020

2020 y el comodín de la pandemia

Llegadas estas fechas toca hacer balance del año que se va. Normalmente huyo como las locas de este trámite porque me deja un regusto amargo de lo poco que me han cundido los 12 meses anteriores. Como os podéis imaginar este fucking 2020 eleva ese sentimiento a la enésima potencia porque con la que se nos ha venido encima ninguno hemos podido hacer gran cosa mas que sobrevivir a duras penas. Yo seguramente he hecho menos que nadie. 

Por un lado no me quedaba mucho más remedio porque estaba salvando vidas desde el sofá y bueno, en ese sentido no me parece mal. Me compensa. Pero por otro he de reconocer que la ansiedad se me apoderó durante más tiempo del recomendable y luego cogí un poco el "comodín de la pandemia". No sabía por donde tirar (mi vida en general, digo) y terminé no haciendo nada de nada (incluso de lo poco que SÍ se podía hacer) poniendo de excusa permanente el Apocalipsis. Los "déjate, déjate", "con la que está cayendo", "para qué" y "qué necesidad" no se me caían de la boca y así me luce el pelo ahora, claro.

Os daría el dato de mi NADA absoluta en campos de fútbol para que os hicierais una idea, pero mejor os pongo dos ejemplos clarificadores. El pasado junio este blog cumplió 10 años ¡¡10!! y ni lo celebré. No es que se me pasara la fecha (que ni que decir tiene que se me pasó, por supuesto) es que cuando me di cuenta de la efeméride pensé: "No voy a decir nada, pa'qué". Para qué decir nada de 10 años, ¡¡de UNA DÉCADA!!, escribiendo chorradas por estos lares y de seguir disfrutándolo como el primer día. Para qué. Así de voraz era la NADA que se me comía por los pies.

Tan voraz que se cumplieron dos años del Jamacuco Supremo y tampoco dije ni pío. Dos años sin arrechuchos (no daba yo un duro por esto cuando estaba en el hospital) y por ahora (cruzo los dedos) escapando del bicho maléfico. Para qué celebrar la salud y la vida en una año mierder como éste. Pa' qué.

Así que ahora que parece que la NADA empieza a replegarse sobre sus posiciones, voy a tratar de quedarme con lo positivo. Con que parece que empiezo a vislumbrar en la lejanía, aún tenue y desdibujado, un hilillo del que empezar a intentar tirar para ver si encarrilo mi vida. Con esa habilidad (que hemos potenciado todos, yo creo) de sacar lo poco bueno que hay entre la mierda absoluta. Con la capacidad de dejar de luchar contra lo malo y tan sólo aceptarlo para poder empezar a cambiarlo. Porque el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.

Así que, chavales, os deseo un buen 2021, que a poquico que se esfuerce, ya mejorará en algo a su predecesor. Aunque bueno, tampoco lo voy a decir muy alto porque parece que a los 2miles les gusta mucho eso de marcar hitos y como el nuevo se tome como un reto superar a su antecesor en lo malo estamos fritos.

Total que bajiiiiiito, moderadamente y con los dedos bien cruzados os digo


¡¡FELIZ AÑO!!

domingo, 27 de diciembre de 2020

Cicatrices apoteósicas

Las cicatrices tienen mala prensa. Son feas, dicen. Bueno, unas más que otras. Y depende con qué las compares, pero bueno, sí, os lo compro, el tejido cicatricial no suele ser bonito. Pero es más fuerte. Y mejor.

Las cicatrices son el recuerdo constante de una batalla ganada. Aquí dolió, aquí sanó. Eso, lo que sea, no pudo contigo y lo que no te mata te hace más fuerte. Tú eres quien eres ahora a pesar y GRACIAS a aquello. Una yo nueva, una yo más resistente, una yo mejorada. Las cicatrices son medallas de campeón.

Este puto bicho nos ha puesto contra la cuerdas. Se está haciendo eterno, sí, pero ya falta menos. Cada día que pasa uno menos para el final. Eso es irrebatible.

La cicatriz de esto va a ser apoteósica. Para bien.


martes, 22 de diciembre de 2020

Be kind

Leo habitualmente a una bloguerA que escribe requetebien. Su estilo es triste, melancólico y habla a menudo sobre su realidad diaria así que da la sensación que experimenta esos sentimientos en su vida. No, no, eso nos pasa a todos, no EN su vida, sino RESPECTO a su vida. Es decir, parece (puede que sea sólo una cuestión de estilo literario, no la conozco en persona) que no está contenta con su vida. Y yo, claro, flipo en colores.

Porque ella tendrá como mi edad (quizá algo menos) y tenemos la misma formación superheroica. Mis primeras prácticas fueron rescatando gatos de árboles y cosas así y ella enseguida empezó a participar en misiones para detener meteoritos que venían directos a destruir la Tierra. Desde entonces está en bastante primera línea de la estratosfera jefacial heroica y se gana  la vida haciendo lo que le gusta. Se la gana bien, además, a juzgar por los sitios a los que ha viajado y que las últimas zapatillas megacarísimas de moda son una inversión aceptable aunque el plan sea correr 5 minutos a la semana. 

Lo que son las cosas, el otro día leyendo a otro bloguerO que me encanta y que escribe requetebien me enteré de que habían estado juntos en Nueva York. Yo, con mi pasaporte recién renovado juuusto antes del ApocalipsisPandémico, intacto, como es lógico, desde entonces y pidiendo a gritos desde hace años el sello de la Gran Manzana, pensaba. "Pues BloguerA, hija mía, no sé que más quieres. Estás en el ciudad ideal con el que es lo más parecido al hombre perfecto que he leído jamás. Y cuando vuelvas tienes esperándote un trabajo estupendo que te encanta. No sé, chica, a qué vienen tanto lamento..."

Pero BloguerA llora. Se intuye que por un amor que no salió bien o que no llegó a cuajar pero a saber, porque tampoco vas a contar tu vida tal cual en internet, que ya somos todos mayorcitos. Que igual es una cuestión de voz literaria, yo que sé, pero parece percibirse un alma triste. Y desde otras realidades cuesta entender por qué.

Es lo que pasa siempre, supongo. Habrá muchos que no comprenderán por qué me quejo yo teniendo, por ejemplo, un techo bajo el que vivir y otros que no pillarán que estos últimos se lamenten si conservan, pongamos por caso, la salud. Lo único cierto y fijo es que aquí cada uno tiene lo suyo, los demás no tenemos ni repajolera idea y más vale callarse un mes y recordar siempre eso de...




jueves, 17 de diciembre de 2020

Panolis salvando vidas

Una de las cosa que más veces pienso a lo largo del día es que hay gente que parece vivir en mundos distintos al mío, en galaxias diferentes, en una dimensión alternativa en la que nada es igual a mi realidad. Me pasaba ya en el mundo feliz prepandemia en el que veía las casas increíblemente ordenadas de los instagramers y pensaba: Pero eso será un decorado, no su piso de verdad, ¿no? O me topaba en internet con un video de algún multimillonario que contaba sus planes de vacaciones de esquí en Aspen, justo antes de broncearse diez días en el Caribe para no desentonar en el mega master blablabla business que estaba a punto de empezar en California y mi reacción era como ¿de qué película te han sacado? Pero no, no era una ficción, hay gente que vive así y yo flipo, claro.

En el actual CoronaSuplicio me ocurre, si cabe, aún más. Me alucina ver gente que se comporta como si no pasara nada, como si el bicho no estuviera haciéndonos la pascua a más no poder. Que no percibe riesgo de enfermar, ni de perder seres queridos, ni de sufrir el apocalipsis económico que va a traer todo esto. Y que por supuesto les importa un mierdo lo que les pase a los demás. Pero da igual lo mucho que me sorprenda. Es un hecho que hay peña que está en su propia onda, con sus movidas. No hay más que ver lo bien que se lo siguen pasando en Bélgica.



Que yo aún no he comido en el SpeedyHogar por si abrir una ventana no es suficiente ventilación para que no tengamos de invitado al putoBicho y hay peña que se junta con otros 20 a hacer de TODO  por TODOS los orificio posibles y tan campantes. Y no sólo una vez, no. Que les han pillado dos veces en dos semanas. Y las que no les habrán pillado




Que ya no es ni siquiera por vergüenza torera de que en tu país ha muerto hasta el apuntador,  hay restricciones severas y el resto de la gente está encerrado en su casa mientras tú vives la juerga extrema. Es ya por ti mismo: ¿No crees que con tanta peña en el bullullu hay muchas posibilidades de que lo cojas? ¿No te da miedo acabar en la UCI?

Para mi es inexplicable. Cuando veo a unos notas pasarse todas las normas por el arco del triunfo primero me cabreo y luego me siento bastante idiota, como si hubiéramos decidido poner bote para pagar una cena y todos aportáramos pasta menos unos pocos caraduras que pretendieran cenar por la cara. Y luego leí esto... y bueno, ya me lo tomo de otra manera. Ahora creo que estoy salvando vidas. Haciendo lo único que puedo hacer para suavizar y acortar este infierno. Y a mi me vale.



domingo, 13 de diciembre de 2020

"Yo antes de ti"

Las ojeras me llegan hasta los pies mientras escribo esto porque ayer me dieron las tantas de la madrugada leyendo "Yo antes de ti". Hacía tiempo que no me pasaba eso de no poder cerrar un libro, así que es un dato relevante además de una memez como otra cualquiera para empezar esta entrada.

Total, al lío. ¿Habéis visto la peli? ¿Habéis leído el libro? No voy a hacer ni un resumen ni una crítica, ya hay miles por ahí, pero me apetece debatir y lectores de blogs y antiguos blogueros temporalmente en periodo sabático (guiño, guiño) sois de los pocos que pueden meterse al nivel de detalle absurdo al que pretendo llegar.

Yo vi la peli y después NECESITÉ leer el libro. No tanto porque fuera el filme de mi vida (me gustó, pero vaya, tampoco de ataque al corazón) sino porque tenía curiosidad de como se había contado eso sin imagen.

Aquí hay para todos los gustos, claro. Unos prefieren la narración y otros la pieza audiovisual. Yo creo que la película refleja muy bien la historia (aunque se deje algún detalle importante) y suaviza momentos que no había necesidad de que fueran tan dramáticos por escrito. Vamos, que me parece bien. Sólo pensé que la relación entre los dos protas (Lou y Will) cambia demasiado bruscamente, que (como es habitual en las comedias románticas, por otra parte) él y ella pasan de llevarse mal a llevarse bien de un día para otro y sin razón aparente. Y quería saber si en el libro es así.

En el original eso se gestiona bastante mejor gracias a la gran ventaja de que está narrado casi todo el tiempo por la protagonista. Podemos oír sus pensamientos, lo que simplifica mucho las explicaciones. Y aunque tampoco es muy paulatino el nacimiento de la amistad entre ellos, lo que sí que creo que está muy bien contado es como surge el amor. Y de esto es de lo que quiero debatir, amiguis.

Porque Lou no se da cuenta hasta muy muy muy al final de que está enamorada de Will. O más bien no se lo reconoce a sí misma. No es que no lo diga en voz alta, es que no lo pone en palabras ni en su mente. Los lectores la oímos pensar y eso nunca está en su cabeza tal cual hasta las últimas páginas. Sin embargo, mucho antes nosotros ya sabemos que se ha pillado. 

Eso es lo que me gusta, lo que admiro de los que escriben bien: como nos cuentan las cosas sin contárnoslas. ¿Cómo descubrimos que ella está colgada? Ni idea; porque repara en lo bien que huele él, porque quiere siempre impresionarle, porque se enfada cuando Will se enfada con ella, porque todo lo demás (su novio, especialmente) pasa a segundo plano en su cerebro. Ella no lo ha dicho, no lo ha pensado, pero los lectores lo sabemos. Y aunque no hace falta, por si hay algún despistado por ahí un capítulo lo narra otro personaje que percibe lo que pasa desde fuera y nos lo confirma. Así  a nosotros no nos quedan dudas. Pero Lou sigue sin decirlo, sin pensarlo y sin saberlo.

Esto pasa en la vida real, que a veces el interesado es el último en identificar sus propios sentimientos. Contarlo por escrito cuando la voz del que narra es, precisamente, la del implicado es lo que entraña dificultad. Creo que en el libro se resuelve muy bien y es lo que quería comentar: Debatamos.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Una perspectiva dura de la vida

"El problema de ser la hermana del primer ministro es que te da una perspectiva un poco dura de tu vida. ¿Qué ha hecho hoy mi hermano? Dar la cara y luchar por su país. ¿Y qué he hecho yo? Una cabeza de langosta de cartón piedra."


(Love Actually)

Una de las cosas malas del gremio de los superhéroes es la exposición pública. O sea, que llevamos máscara, usamos identidad secreta y tal, pero que al final tus hazañas y las de tus compañeros están siempre en las cabeceras de las noticias y los demás no sabrán quién eres pero tú sí, y ahí te ves retratado, con tus aciertos, con tus errores y con tus piradas de pinza. Y las de los otros compañeros, insisto.

Esto da un poco igual e incluso mola cuando todo sale bien. Pero en el mundo real, a diferencia de las pelis de aventuras, no siempre va todo bien. A mi en concreto me fue muy mal durante muuuuuucho tiempo. Me esforcé años y años por hacer un buen trabajo que fuera reconocido con condiciones aceptables, ascensos o como mínimo algo de estabilidad laboral que nunca terminó de llegar. Así que cuando me harté de que me subestimaran, me marearan y me tomaran el pelo tomé una de esas buenas decisiones que van seguidas de un "y a tomar por c*lo" y me quedé más ancha que pancha.

De hecho, ahora creo que tardé demasiado en partir peras. Supongo que me costó porque como una idiota vinculé el éxito profesional a la valía personal y fracasar en ese ámbito me hacía verme como un infraser completamente inútil e inferior a todos los demás. Una gilipollez, ya lo sé, pero en mi mente era tan real que no me permitía dejar de luchar para conseguir lo que otros parecían alcanzar con mucho menos esfuerzo.

Tuvo que darme el Jamacuco Supremo y dejarme casi lista pa'papeles para tomar conciencia de que vivir tranquila es mucho más importante que el trabajo y que además ser superheroína en realidad ya no me molaba tanto. De hecho ahora creo que nunca me gustó demasiado. Lo que quería era sentir que había conseguido detener el meteorito peligroso o vencer al villano de turno. Pero lo que es disfrutar de cada misión, no la disfrutaba mucho la mayoría del tiempo, la verdad.

Ahora estoy en la casilla de salida, en el origen de coordenadas, sin saber qué hacer con mi vida y con el cuentakilómetros a cero mientras mis compañeros de promoción superheroica son ya medio jefes y les dan premios a su trayectoria y cosas así. Con nuestra edad es lo que toca, claro. Me imagino que pasará en todos los sectores pero en el mío sale cada día en la portada de los periódicos y en las cabeceras de las noticias, no hay manera de escapar, tienes que verlo. Y las comparaciones son odiosas por mucho que trates de no compararte porque, es verdad, no se pueden comparar manzanas con bicicletas.

Así que más a menudo de lo que me gustaría me sorprendo a mi misma pensando lo mismo que decía Karen en Love Actually: "Ser la hermana del primer ministro te da una perspectiva un poco dura de tu vida"

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Convivientes

Creía que la palabra que más iba a terminar odiando en este horror de 2020 era pandemia. O coronavirus. O covid. O pcr. O confinamiento. Y no. Resulta que el término que más voy a detestar en el final de este CoronaSuplicio es CONVIVIENTE. Yo y (supongo) todos los que como yo vivan solos.

A mi normalmente me encanta vivir a mi bola. ME ENCANTA. Me ahorra la ingente cantidad de conflictos domésticos que provoca el titánico caos y desorden que me es imposible no generar y es la única manera de conseguir hacer algo con mi vida. Es decir, me distraigo con tal facilidad y hablo tanto que cuando vivo con gente no hago nada más que estar con ellos: no escribo, no leo, no estudio... No sé qué leches pasa pero el tiempo no me cunde cuando hay más personas donde yo resido.

Pero claro, ahora ha llegado el apocalipsis pandémico y...

-Prohibidas las reuniones de más de seis personas que no sean CONVIVIENTES

-Las navidades este año deberemos pasarlas sólo con nuestros CONVIVIENTES.

-Supriman todo contacto con personas no CONVIVIENTES

-¿Se puede viajar? ¡Claro! Dentro de los límites de tu confinamiento municipal, provincial y regional y sólo con personas CONVIVIENTES

Y yo que vivo sola...




Tengo mucha vida interior. Hablo mogollón conmigo misma y a veces hasta me río de mis propios chistes. Pero esta restricción de los convivientes está empezando a ser demasiado incluso para mi. Estoy hartiiiita de mi misma. Har-ti-ta.

¡¡¡¡PUTO BICHO VETE YA!!!!

sábado, 28 de noviembre de 2020

Acéptalo

Si me quieres tendrás que aceptar que:

No soy desordenada, soy el caos absoluto. La entropía pura. Acéptalo, no se puede luchar. Otros lo intentaron sin éxito.

A veces tengo la risa de Patan, el perro de Pierre Nodoyuna, de los Autos Locos, el villano de dibujos animados con el mejor nombre de la historia.

Puedo encontrar, perfectamente y sin un estrés ni medio, migas de galleta por dentro de mi top deportivo. Porque hacer ejercicio y comer (mas o menos) sano no está reñido con automedicarse diariamente con algún dulce quitapenas Se siente.

Me paso la vida apuntando nombres propios poco habituales y molones que escucho por ahí. Me parecería el colmo de la tristeza escribir alguno bueno y que mis personajes se llamen Juan o María porque no se me ha ocurrido nada mejor. 

Cada vez que cambian la hora me cuesta un siglo ajustar todos los relojes de la casa y del coche. Siempre pospongo esta tarea porque, total, ya sé que hora es, una más o una menos de la que marca el dispositivo. A veces tardo taaaanto que llega el siguiente cambio de hora, aún los pilla con la anterior y ya no hay que modificar nada. Y en el fondo siento hasta un poco de orgullo de haberme ahorrado un esfuerzo innecesario.

Me gustan las camisetas con mensaje tipo "keep kalm y come chocolate" o chorradas parecidas. No lo puedo evitar. Me gustan.

Para quitarme de la mente un pensamiento negativo o inoportuno tengo que sacudir la cabeza o pasarme la mano por la frente. FÍSICAMENTE. Como si eso tuviera algún efecto real sobre lo que hay dentro de mi cerebro. 

El 90% de las veces que voy a una habitación a coger algo cuando llego allí no me acuerdo lo que buscaba y en nueve de cada 10 ocasiones en las que estoy en la cocina se oye un ruido de algún utensilio cayéndose al suelo. Diría que es casualidad pero las estadísticas demuestran lo contrario.

Me encantan las acotaciones (sí, ACOTACIONES) de algunas de mis obras de teatro favoritas. Las hay que son arte puro. Me flipan las descripciones previas de los personajes en los guiones de algunas de mis series preferidas. Es como conocerles un poco antes de verles reaccionar... Ojalá se pudiera hacer en la vida real.

Mi emoticono de whatsApp favorito es el de la muñequita encogiéndose de hombros en señal de no saber, o no entender nada. Lo uso cada tres frases, tirando por lo bajo. 

Acéptalo. 

Es lo que hay.

domingo, 22 de noviembre de 2020

SpeedyCabreo futuro

Uno de los rasgos que me gustan poco de mí es que en algunos tema huyo hacia adelante. Son asuntos complicados que me da pereza afrontar y en cuanto puedo los dejo para mejor ocasión, pasándole el marrón a la Speedy del futuro. Como os podéis imaginar cuando le llegan a mi yo futura se caga 100 veces en la pasada porque las dimensiones del marrón lejos de reducirse se han multiplicado y ahora es más difícil de solucionar. Claaaro que sí. 

El ejemplo perfecto de esta horrorosa costumbre mía es el calzado de verano. Me cuesta un mundo encontrar unas sandalias que no me hagan daño, así que cuando al fin encuentro unas las uso hasta que las destrozo. Si hay suerte sobreviven hasta el final de los meses estivales, en cuanto llega el fresquito me pongo otros zapatos y meto esos restos inservibles en el zapatero esperando que sanen mágicamente para la próxima campaña veraniega. Eso no ocurre, claro, y cuando una acaloradísima Speedy futura busca desesperada unas zapas abiertas para aguantar los 40 grados a la sombra que ya empiezan a caer en mayo se tiene que seguir poniendo botas altas porque los despojos esos del zapatero no sirven para nada y menos para andar sobre asfalto incandescente.

Bien, pues esta inteligentísima jugada la hago aaaño, tras aaaaño, tras aaaaño y ahora ha llegado 2020 y su apocalipsis pandémico y ya os podéis imaginar. Como el maldito bicho no nos ha dejado hacer NADA, ni siquiera he necesitado calzado nuevo. Para andar los escasos metros que separan mi casa del coche, el coche de mi curro y vuelta podría haber ido incluso descalza. Además comprar con aforos limitados y sin poder probarse las cosas era una experiencia ma-ra-vi-llo-sa que evitaba todo lo que podía así que en mi zapatero ahora hay unos zarrios que ya ni se intuye que en su día fueron sandalias y que sólo van a servirle a la Speedy del futuro para cagarse en la del pasado, porque desde luego para andar no.

Aunque, bueno, quién sabe. Como este CoronaSuplicio lo ha vuelto todo del revés, no se puede organizar la vida y pensar en pasado mañana ya es planificar a largo plazo, el verano que viene todos calvos. Igual estamos todavía confinados. O me he ha podido la presión y me he ido a la montaña a asar castañas y hablar con Dios, en albornoz y descalza. O llega el asteroide ese del que tanto avisan que roza la tierra, impacta por fin (que estamos en 2020 y este añito se las trae) y morimos todos de una vez por todas, en cuyo caso tampoco me hacen falta sandalias. A saber.

La tristeza de esta nueva Anormalidad se ve en que me regalaron ropa por mi cumple que no he llegado a estrenar porque no ha habido ocasión de ir a ningún lado, en que lo poco que he usado está lleno de manchas de lejía, hidrogel y desinfectante y que mi zapatero está en horas más bajas que nunca. Así que ahora mismo tengo una única certeza: si llegamos al verano que viene la Speedy del Futuro va a tener un cabreo soberano con la Speedy pasada. SO-BE-RA-NO..

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Elegir entre lo malo y lo peor

Que levante la mano quien necesite gafas de ver de lejos, se las haya olvidado algún día al salir de casa y no se haya sentido como si caminara en bolas por la acera. Desprotegido, inseguro. Pocos cegatos se libran de esto, yo creo. Sin ver bien te parece que te acechan todo tipo de peligros, que no puedes protegerte de nada con suficiente antelación. Pero si incluso se oye peor sin gafas. Sí, sí, se OYE peor, porque cuando te hablan de lejos, o con ruido y el sonido no llega perfectamente a tus oídos, los gestos, la cara, los movimientos, te ayudan (y mucho) a decodificar el mensaje. Anda que no habré dicho yo veces "Espera que me pongo las gafas, que no te entiendo bien". Y quien no tenga la vista perfecta fijo que me comprende total.

Bueno, pues este maldito CoronaSuplicio y sus mascarillas incorporadas han traído nuevas y emocionantes aventuras para los cegatos. ¿Por qué? Porque ha llegado el frío, amiguis y con él uno de los peores enemigos de las lentes: el vaho. Ya era duro parecer Bartolo cuando en la antigua normalidad entrabas en un bus atestado o un sitio con calefacción y se venía la niebla absoluta por el cambio brusco de temperatura entre el interior y el exterior. Era incómodo y vergonzante pero pasaba en escasas ocasiones y duraba poco. Ahora las máscaras hacen que las gafas se te empañen INCLUSO andando por la calle. Y no se empañan un poco, no. Ponen tal velo blanco delante tus ojos que no te queda otra que quitarte las gafas y jugártelo todo a lo poco que distingues con tu vista defectuosa sin correcciones. Es eso o no poder ni cruzar la calle al no diferenciar el color de los semáforos ni los pasos de cebra. Incluso los coches los intuyes por el ruido del motor, porque desde luego verlos, de cerca o de lejos, no entra en la ecuación.




Y así, una vez más, te enfrentas al perpetuo dilema de esta maldita pandemia: escoger entre lo malo y lo peor. Dejarte las gafas, que te rodee la niebla y te atropellen en el primer cruce o quitártelas, ir medio cegata, tirar de intuición y esquivar bultos para conservar la integridad física el máximo posible. Seguir como si nada, que se colapsen los hospitales y que muera hasta el apuntador o cerrar parte de la actividad económica y que se arruine todo perro pichichi. Pasar las navidades sola en la triste línea de este maldito año del demonio o juntarte con tu familia y a afrontar las consecuencias de las desgracias que, con mucha probabilidad, vengan después.

Ninguna opción es buena. Es lo que tiene este puto 2020, que sólo trae coronadecisiones de mierda.

domingo, 15 de noviembre de 2020

¿Os lo creéis? I

(Aquí va el primer intento de experimento que os conté en esta entrada. En resumen, para los que no les suene el tema: Estoy probando diálogos de FICCIÓN. Quiero saber si os suenan falsos, poco naturales o si no os chirriarían si los leyerais en un libro o lo vierais en una peli. Leo vuestras impresiones en los comentarios.)

(Chocando las manos al final del entrenamiento.)

-Pero tío, ¿tú qué crema hidratante usas?

-(...)

-Es que estás supersuave y no entiendo como, si con todo el ejercicio que haces te ducharás un montón, ¿no?

-(Mirándola extrañadísimo) Suave...

-Bueno, a ver, yo que sé, tienes suaves la partes del cuerpo que te he tocado, del resto ni idea... Ay, por favor, qué mal ha sonado eso, como si te hubiera tocado muchas partes... Las palmas de las manos, sí, sí, eso, me refería a las palmas de las manos, que son tus únicas partes que he tocado.. Ay por favor, pero qué estoy diciendo, por qué no paro de decir tus partes, me refiero al chocar esos cinco y eso, que se rozan las palmas. Sí, eso quería decir. (Intentado desesperadamente cambiar de tema) Ay, mira, han colgado fotos nuevas del equipo...Menos mal, en estas estáis mejor... en las anteriores tú me recordabas a Fetido, de la familia Adams. (Dándose cuenta de lo que acaba de decir y poniendo aún más cara de pánico) Por las ojeras, digo, que te sacaron muy blanquito y con muchas ojeras, no por lo demás. Me refiero a que en las fotos sales peor de lo que eres... O sea, peor, no digo que estés mal, ni que salgas mal, digo que en las fotos no se ve la sonrisa de mil watios que tienes.

-¿De mil watios?

-Sí, tienes una supersonrisa, podría iluminar una ciudad de tamaño medio. Te lo dirán mucho, ¿no? Es lo que más llama la atención de ti y tienes unos hombracos así (separa mucho las manos en un gesto para enfatizar el tamaño). Para que llame más la atención tu sonrisa... (Dándose cuenta de que está quedando como un loca stalker) O sea, no es que yo me haya fijado en tus hombros, digo, así, en general, vaya, es un descripción objetiva no otra cosa... Bueno, mira, mejor me voy antes de meterme en otro jardín. ¡Buen finde!

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-¿Pero no decías que a partir de ahora te ibas a comportar normal con él? ¿Llamarle Fétido es comportarte normal, tronca?

-Ya, tía, no sé que me pasa hoy, parece que me han inyectado el suero de la verdad.

-O que te has metido un tripi...

-Ya, qué horror...

miércoles, 11 de noviembre de 2020

¿Os lo creéis? 0: La explicación

Estoy intentando escribir. Escribir algo de verdad, digo, no sólo dar la turra aquí. Y lo que son las cosas, oye. Después de una década de bloguerismo extremo y no tanto, he adquirido un estilo definido, una voz literaria muy reconocible, lo cual, bueno, no me parece mal. Me gusta. El problema es que dificulta bastante escribir otras cosas, ficción fundamentalmente, porque no puedo evitar que se me oiga por todas partes, lo que resta enteros de verosimilitud, credibilidad. Y si una ficción no se la cree nadie... ya me contaréis. Una chufa total.

Me cuesta todo, pero lo que más, los diálogos. He aquí el problema: en mi vida en 3D soy una negada en las conversaciones. Total. O sea, hablo un montón pero casi nunca digo lo que me gustaría. Suelto chorradas y absurdeces y lo que de verdad querría haber preguntado o respondido me viene a la mente 5 minutos después de acabar la interacción. Eso se me queda dentro, resonando en mi cabeza y luego quiero usarlo cuando escribo, pero siempre pienso que le falta verdad. Normalmente las conversaciones en la vida real son bastante mierdosas, ¿no? Las mías al menos. Por eso pienso que es difícil escribir diálogos buenos y que el espectador, el lector, se los crea.

No hay nada peor que se te ocurran frases brillantes y que con ellas sólo logres alejar a tus personajes y a tu historia de la audiencia porque les falta naturalidad y no permiten empatizar. ¿El ejemplo perfecto de esto? La peli Nuestros Amantes.  Me encanta la idea, me en-can-tan muchos de los diálogos pero hay tantas ocurrencias y tan juntas que no me creo nada. No me llega. Nadie habla así. Las películas, los libros, son mentira, lo sabemos, su magia es hacer que lo olvidemos por unos minutos. Si no lo logran, no son nada.

Los grandes escritores, los mejores guionistas, lo consiguen. Sus personajes dicen cosas grandilocuentes y profundas y sin embargo no suenan falsos. Ric puede soltar "siempre nos quedará París" y nos va directo al corazón. Baxter puede confesarle a Fran en El Apartamento que era una naufrago entre millones de personas hasta que vio sus huellas en la arena y no nos queda ninguna duda de que es sincero total. 

Los clásicos lo son por algo, pero también en mierdillas más actuales y mucho menos solventes se encuentran a veces buenas frases que nos creemos. Yo por lo menos. Dos ejemplos tontos.

Henry, el mejor personaje de Anatomía de Grey y uno de mis chicos favoritos del mundo, hace una de las más certeras descripciones rápidas de una persona. Si no os sabéis la historia es largo de contar, pero en resumen viene a ser esto: él se casa con la rubia por su seguro médico, después se enamora de ella, ella no de él y le va pidiendo opinión de los tíos con los que sale. En cuatro rasgos que entresaca de una conversación de media hora le convence de por qué no le conviene. Es un diálogo buenísimo, es TOTALMENTE irreal, pero me lo creo. No sé por qué

Me pasa igual en algunas pelis maluchas con los intentos de ligue del típico prota simpatiquete pero no especialmente guapo. Son conversaciones que chavales de esa edad no tendrían ni de coña y que si las tuvieran acabarían en cortazo total y drama, es decir, fracaso seguro. Y sin embargo, presenciadas a través de la pantalla, leídas en papel, me las creo. No sé. O al menos no me chirrían tanto como otras cosas.

No sé si me he terminado de explicar... espero que sí porque vais a ser mis conejillos de indias. Voy a probar aquí diálogos del estilo de los que querría usar en ficción para saber si os los creéis. O sea, son mentira, claro, pero si los leyerais, si los vierais en una peli, ¿os sacarían de la historia por falsos? Ya sé que es difícil decidir si os sacan de una historia que no os he contado, pero bueno, esto es un experimento... A ver qué sale. Los voy a poner en una serie de entradas que se llamarán ¿Os lo creéis? y esta es la precuela. Ya me contaréis.

sábado, 7 de noviembre de 2020

¿No os pasa?

-Oigo ambulancias, todo el rato, a todas horas. Habrá más que antes, supongo o yo reparo más en ellas. Seguramente las dos.

-El tiempo pasa rápido y lento a la vez. Febrero de 2020 con sus conciertos, bares llenos, deporte con público y hospitales tranquilos me parecen otra vida, como si hubieran pasado siglos y a la vez cada mes que acaba pienso ¿ya es agosto? o ¿ya es noviembre? El tiempo pasa volando porque los días están vacíos. No, no vacíos, más bien llenos de nada, la NADA absoluta de todo lo que antes era posible y ya no.

-El tic tac de los relojes suena más alto que antes. Atronador.

-A veces tengo ganas de matar (a los que están sacando tajada de este infierno, a los que pasan de todo porque sólo les importan ellos mismos). A veces tengo ganas de desaparecer hasta que todo esto acabe, hasta que vuelva la vida. A veces tengo ganas de rendirme porque no puedo más.

-Siempre estoy cansada, AGOTADA. Paradójico, porque me muevo tan poco que la app que mide los pasos en mi teléfono me pregunta a menudo si me han secuestrado. Y sin embargo llego a casa, me arrastro hasta la cama y no me da tiempo ni a quitarme lo zapatos antes de que mi cerebro desconecte. Porque no me duermo, me apago, como un móvil con la batería vieja que ya no aguanta encendido más que un instante.

-Me asombra que la gente sepa tan poco del bicho este del demonio. De como se contagia, de lo nuevo que se va descubriendo, de como evolucionan los datos. De cuestiones superbásicas que yo oigo o leo mil veces al día. La peña prefiere no enterarse (para no angustiarse, supongo) y luego se sorprenden de que le prohíban cosas que desde que empezó todo este infierno se desaconsejan. "Otra vez a no poder tal o cual", se lamentan. Ah, pero, ¿desde marzo estabas haciendo eso que por activa y por pasiva te dicen que hay que evitar? Me quedo flipada, en serio. Es como si viviera en mundos distintos al mío. Alucino.

-Nunca sueño nada bonito, o al menos no lo recuerdo al despertar. Sólo me acuerdo de lo malo o lo muy extraño.

-Me cuesta imaginarme como será todo cuando tengamos DE VERDAD dominado al bicho, cuando ya no haga falta distancia de seguridad, cuando ir a un bar ya no sea vivir al límite al estilo de tirarse en paracaídas. De verdad que me cuesta imaginarme "tocando" (ya me entendéis) a gente nueva. Es como si mi cerebro dijera "no te vayas ahora pa' lo hondo, que luego va a ser un dolor volver a la cruda realidad", así que no me deja ni imaginármelo.

-Tengo ganas de llorar la mayoría del tiempo y a veces me dan ataques de risa incontrolada. Igual más de reír por no llorar que otra cosa, pero al menos no son lágrimas.


¿No os pasa?

domingo, 1 de noviembre de 2020

Mal de muchos... ningún consuelo

Ahora que se ve claro que, si no ocurre un milagro, otro confinamiento is coming me acuerdo mucho del de marzo que para mi fue la NADA absoluta. Estaba taaaan asustada, taaaaan angustiada, que no conseguí hacer NADA en la mayor parte de la cuarentena. ¿Sabéis que vosotros hicisteis pan y tiks toks y carteles para los balcones y reordenación de armarios y un montón de ejercicio en casa? Bueno, pues yo no. Yo hice unos pocos abdominales y flexiones diarios y toooooooooooooodo el resto del tiempo me dedicaba a leer toooooooooodo lo que salía sobre el bicho. Un contenido que después resultó ser papel mojado porque la ciencia constató evidencias distintas más tarde y porque los datos y tendencias cambiaban cada poco y porque en general todo era confuso y absurdo y leerlo TODO no aportaba, en realidad, ningún valor. Sin embargo yo no podía dejar de hacerlo con un montón de cargo de conciencia, además, por saber que era inútil y que me quitaba la oportunidad de abordar otros proyectos que podrían servir para algo en mi vida.

Aquello era un mierdo total y traté de invertir la tendencia. La angustia me llevaba a leerlo todo, así que quise ir al origen del problema: reducir la angustia. Y para eso a mi a veces me servía pensar que "lo que es igual para todos no es ventaja para ninguno", una digievolución de "mal de muchos consuelo de tontos" pero en plan práctico. Me preocupaba no solo la salud y los muertos sino todas las demás consecuencias de la pandemia: la ruina, los daños psicológicos, sociales... Por eso, pensar que todo el mundo estaba pasando por lo mismo a la vez significaba que iba a quedar una realidad parecida a todos, un horror que todos tendríamos que afrontar sin que unos tuvieran mejores condiciones que otros y por tanto más probabilidades de hacernos la vida imposible a los demás. Era un consuelo mierdoso, lo reconozco, pero era el único consuelo que conseguía encontrar en aquel apocalipsis.

Luego pasó el primer asalto de esta pesadilla, en España nos propusimos ser los peores del mundo en gestionar lo siguiente y como eso de "soy español, a que quieres que te gane" siempre funciona, gracias a unos políticos inútiles e irresponsables, un sistema territorial que falla claramente en educación y sanidad y un nivel medio-alto de hijoputismo gratuito en la ciudadanía, lo hemos logrado. Hemos liderado todo el verano los rankings de mayor número de contagios y ahora se nos viene la segunda ola (para nosotros la tercera) en una situación infinitamente peor a la de los demás. Así que genial, estupendo, maravilloso, wooooooonderful. Ya no es igual para todos. Ahora nosotros partimos desde mucho más atrás que la mayoría y a saber como termina la cosa. Como nos venga aquí la olaza que está machacando a los otros europeos teniendo nuestras cifras no lo quiero ni pensar. Felicidades a los premiados.

A ver ahora qué milonga me busco para reducir la angustia y desengancharme de la información continua del bicho. Me tendrán que cortar internet, supongo. No va a quedar otra opción.

miércoles, 28 de octubre de 2020

27 veces absurda

Mi ordenador nuevo va como un tiro. CUANDO QUIERE, claro, porque yo ya he aceptado que la tecnología que me rodea tiene siempre mucha personalidad y planes propios y no puedo esperar que haga siempre lo que a mi me viene bien. Mi tele guadiana agonizó durante años encendiéndose SÓLO cuando le salía del unicornio y qué os voy a contar de mi antiguo portátil (predecesor del actual que tiene, por tanto, de quien aprender) que llegó, incluso, al chantaje. El de ahora no ha alcanzado esos límites pero disciplinado, disciplinado, lo que se dice disciplinado, no se puede decir que lo sea.

Así, en breve, el conflicto que tenemos es que cumple órdenes bastante bien y muy rápido hasta que se le hinchan las pelotas. Creo yo que es eso, vaya, porque explicaciones técnicas, lógicas y racionales no le encuentro. En un momento determinado decide que está hasta la pepitilla y que se bloquea un rato, hasta que se le pase el agobio. Y el problema no es que le mande muchas cosas a la vez, porque se china a veces recién encendido, con una sola tarea en marcha, con mil ventanas abiertas o cuando llevamos toda la tarde metiéndole caña. Trabajando en local y en remoto. Cuando hace calor y cuando caen chuzos de punta. En lo peor del confinamiento y cuando aún vivíamos felices (sin saberlo) en la era preBicho del demonio. De verdad, es que, de nuevo, no es posible detectar un patrón para este comportamiento y así poner en marcha medidas que lo prevengan. Por tanto, cuando llega, yo me limito a respirar muyyyyy profundamente, entrenar la serenidad y esperar a que escampe. 

Me resigno porque años de tormentosas relaciones con aparatos tecnológicos de todo tipo me han enseñado que contra esta característica concreta de mi vida no se puede luchar. También porque mi portátil tiene poca credibilidad en general: a la primera me dice que es imposibilisisérrimo ir a no sé qué web dado que mi navegador no tiene flash o java o lo que sea y al segundo intento entra sin problemas (vaaaaaaaaya, qué casualidad, el flash ese ya no es taaan necesario). YYYYYYYYYY por una cosa que no debería contar porque es de VERGÜENZA AJENA y que espero que no salga de aquí: dejaría mi reputación por los suelos en la vida en 3D. En el mundo virtual ya no tengo nada que perder.

Allá por el Pleistoceno superior, cuando estrené el predecesor de mi actual portátil, salió un recuadro rojo en la pantalla que no me dejaba usar nada. Que configurara no sé qué en no sé donde, decía. Mi escasa habilidad informática y el menor conocimiento de cualquier cosa que había por aquel entonces en Internet no me permitieron encontrar una solución, así que apliqué el único remedio que me quedaba: darle a cancelar.

CANCELAR, desaparece recuadro, CLIIIIINNNNNCCC, aparece de nuevo.

CANCELAR, desaparece recuadro, CLIIIIINNNNNCCC, aparece de nuevo.

CANCELAR, desaparece recuadro, CLIIIIINNNNNCCC, aparece de nuevo.

CANCELAR, desaparece recuadro, CLIIIIINNNNNCCC, aparece de nuevo.

27 veces aparecía el recuadro. 27. Después el ordenador debía de cansarse, decidía que no le merecía la pena mantener por más tiempo ese pulso con una loca como yo y que para mí la perra gorda y se rendía. El recuadro se iba... hasta la siguiente vez que encendía el portátil. El mismo proceso otras 27 veces. Así fue durante MESES, ME-SES. Finalmente ocurrió algún milagro que desconozco, un hacker anónimo de buen corazón se coló en mi casa para acabar con mi tortura informática o el ordenador se rindió definitivamente ante mi absurdez extrema (no lo sé) pero el recuadro maldito desapareció para siempre y yo no le di más vueltas.

Pero ahora sí. Ahora lo pienso bastante. Pienso en lo preocupante que es que yo supiera que a las 27 veces ¡¡a las 27!! el aviso porculero se iba. Como puede nadie insistir hasta en 27 ocasiones en algo que no ha funcionado antes. La definición de locura es hacer siempre lo mismo esperando resultados distintos. 

Fue casualidad que descubriera el número, claro. En realidad lo que ocurrió es que, frustrada porque mi precioso ordenador nuevo no funcionaba, le di como una loca a "cancelar" como forma de protesta, sólo para descargar mi rabia sin esperar nada y milagrosamente el recuadro desapareció. Y pensé, ¿y si pasa de nuevo? Y la siguiente vez ocurrió también, así que a la tercera conté las repeticiones que hacían falta para no desesperarme pulsando el botón eternamente. Qué horror. Qué manera de cronificar una situación incómoda y aberrante para la que lo más lógico sería encontrar una alternativa mejor.

Yo busco soluciones. Es un rasgo de mi del que me enorgullezco, de hecho. Para muchas cosas es guay. Pero mezclado con un tesón mal entendido y una fuerza de voluntad a veces peligrosa me confina (palabra de moda) en situaciones, en relaciones, lacerantes o simplemente absurdas en las que la opción correcta no es insistir sino CAMBIAR. Sí, con esto tiras pa'lante, es cierto pero es MAAAAAAALO. Busca algo mejor. Hay por ahí algo mejor. Te mereces algo mejor. Ponte las pilas. Pero rápido. No después de 10 siglos y 25 millones de intentos.

Supongo que esto explica muchas cosas de por qué ahora estoy como estoy. 

¡Madre mía 27 veces! Hay que ser absurda. No se lo digáis a nadie, por favor. Confío en vosotros.

sábado, 24 de octubre de 2020

El tipo de persona que me gustaría ser

Estoy en desacuerdo con muchos aspectos de mi misma, así que a menudo me sorprendo pensando cosas como "me gustaría ser el tipo de persona que recuerda datos cruciales y convence a todos en cualquier conversación", o "me gustaría tener la agilidad mental de Zrutanito" o "la habilidad social de Jaimito, que propone planes o quedadas y hace amigos nuevos a velocidad de crucero". Y bueno, todo eso estaría muy bien, por supuesto. Pero no. El otro día vi claro el tipo de persona que me gustaría ser. Y lo vi claro, quién iba a decirlo, en el gimnasio. Ahí lo lleváis.

Digo el otro día porque uso esa unidad de medida para cualquier espacio temporal entre ayer y hace tres años, pero vamos, en realidad a saber cuando pasó esto. Muy a mi pesar el CoronaSuplicio (la nueva digievolución del CoronaApocalipsis) no me deja aparecer por el gimnasio, así que esto ocurriría, supongo, en algún momento de la vieja (y taaaaaaaaaaan añorada) normalidad. 

Partamos de la base en que yo antes era una de las más habituales del lugar y tenía mucha confianza con varios profes. Las risas y las tontadas en clase estaban a la orden del día y yo daba bastante rienda suelta a mis lerdeces, la verdad. Aún así...

PROFE MAJÉRRIMO-LOCO.- Tenéis que estar un siglo en sentadilla isométrica sin incorporaros para descansar. Quien quiera levantarse, tiene que contar un chiste. Cuanto más malo, mejor.

Speedy (SÓLO mentalmente).- ¿Por qué los elefantes no montan en bicicleta? Porque no tienen dedo gordo para tocar el timbre.

Quería levantarme para descansar. Quería contar ese chiste, que es el rey ABSOLUTO de los chistes malos y (precisamente por eso) me encanta. Pero me callé. Por culpa del Troll PorCulero (PorCu) de mi cabeza.

PorCu.- No se te va a oír. Nadie va a entender esa mierdaca de chiste que es del año catapún. Nadie se va a reír. Vas a quedar como que quieres ir de graciosa y no tienes ni puta gracia. Vas a quedar como una idiota. Vamos, como lo que eres.

Todo eso dijo PorCu en tres milisegundos. Qué velocidad para dar por culo, oye. Y me callé. Por no quedar como una idiota, cuando en realidad, bueno... Sí que soy un poco idiota. Como todos, ¿no? 

Y entonces pensé que el tipo de persona que REALMENTE quiero ser es de esas que no tienen un PorCu en la cabeza dando la turra antes y después de hacer (o no) cualquier cosa. Que quiero ser de ese tipo de personas que disfrutan de la risa y que defienden a capa y espada CLASICAZOS de los chistes malos como esos. De ese tipo de personas que hacen lo que quieren y lo que les apetece en cada momento sin que en su mente se desate un tsunami de improbabilísimas e hipotéticas consecuencias negativas. De esas personas que les da igual lo que piensen los demás.

Ese es el tipo de persona que me gustaría ser.

sábado, 17 de octubre de 2020

Tíos drama Tinder

El misterioso algoritmo de Youtube trae a mi selección de vídeos recomendados opciones, CUANTO MENOS, sorprendentes. Viendo algunas de las recomendaciones me preocupa Y MUCHO lo que piensa la Inteligencia Artificial Youtubera de mi salud mental. En serio, ¿qué imágenes he visto que te hacen pensar que esta absurdez me interesa? Y ojo, que a mi me gustan las absurdeces como a la que más, ¿eh? Pero, leche, todo tiene un límite.

Total que una de estas carambolas algorítmicas trajo a mi pantalla una serie de vídeos de hombres (de todas las edades) quejándose y llorando por las esquinas de lo mal que les trata, a su vez, otro algoritmo: el de Tinder. "Ohhhh, la, la, el amoooor, siempre fuente de sufrimientos", pensaréis. Pero no, porque los tíos no se quejaban de lo mal que les había ido con Juanita o Zrutanita, sino que la malvada aplicación romántica no les dejaba ni siquiera empezar a hablar con ellas. Porque ¡oh, cielos Leoncio, qué horror! por lo visto en esta app hay muchos más usuariOs que usuariAs, así que debe de ser poco menos que un milagro que ellAs lleguen a ver el perfil de muchos de ellOs (hay demasiados) y que como tienen taaaaaanto para elegir, resulta que sólo hablan con los chicos guapérrimos de la muerte, a los normales o feuchines ni caso. ¡¡¡EN TINDER!!! Una app que consiste en ir pasando fotos y darle a SÍ o NO en plan supermercado. ¡QUÉ BARBARIDAD! ¡QÚE TRAGEDIA! No sé dónde vamos a ir a parar.

A ver, entendedme. A mi la superficialidad de Tinder y de las webs de ligoteo en general no me va, ya os lo he contado. A mi tampoco me mola que sólo se mire la foto, que nadie llegue ni a leer tu perfil... Me parece absurdo y empezar la casa por el tejado, así que les entiendo. Lo que me molesta es que la mayoría de estos llorones que ahora se indignan tantísimo porque sólo se tenga en cuenta el físico para dar una oportunidad a alguien lo han hecho y lo siguen haciendo así en su vida en 3D. A las mujeres siempre se les exige belleza. Para las chicas es un crimen que les sobren unos kilitos en el instituto, es motivo de insulto, de burla y una barrera gigantesca para conseguir novio. ¿Les pasa a los adolescentes gorditOs? A lo mejor, pero menos que a las gorditAs, reconocedlo. Y cuando se crece la cosa no cambia: es más difícil que a una feuchinA le den determinados trabajos que un hombre poco agraciado consigue sin problemas. Podría poner millones de ejemplos en cualquier sector, pero mirad vuestra tele: ¿Cómo son las presentadoras de informativos? ¿Y sus compañeros? ¿Os imagináis un bellezón de este calibre en versión femenina dando las noticias? No, ¿verdad? Pues, oye, los rasgos bonitos o feos no tienen nada que ver con manejar bien o mal la información. Quién lo diría ¿eh?

Me molesta que estos llorones de Tinder vengan ahora a quejarse y dramar por la injusticia de las malvadas guapas cuando ellos habrán dicho millones de veces en su día a día que si Pepita es un callo, que si Juanita es una vaca o simplemente no han llegado ni a ver a Menganita porque estaban persiguiendo a no sé qué tía buena. Ahora les dan de su propia medicina y ¡oh, cielos, Leoncio, cuánta crueldad, las mujeres no tienen corazón! 

¿Y sabéis lo PEOR? Que el 90% de esos que tanto se quejan harán exactamente eso 5 minutos después en otra web con otra pobre que no sea miss España. Yo he probado poco el ligoteo digital porque vi pronto que no me va, pero en mi corta experiencia me HARTÉ de tíos que no leen el perfil, sólo miran la foto, de iluminados a los que correos de 3 líneas les resultaban demasiado largos para concentrarse, de pesados que me pedían mil fotos más porque una de primer plano y otra vestida con neopreno no les parecían suficientes para decidir si me sobraba algún kilito o se podían arriesgar a quedar conmigo. Y lo más FUERTE es que ellos tampoco eran unos Adonis. ¿Pero tú tienes espejos en tu casa? No, no te voy a dar más fotos. No te voy a dar ni los buenos días. Anda a pastar, lerdo.

Y ahora estos pooooooooobrecitos desgraciados draman y se dan golpes en el pecho porque Tinder no les brinda una oportunidad. Y aseguran que el problema no es su imagen, sino que las chicas sólo se apuntan a la app para que les suban la autoestima con piropos y no para buscar pareja. Que son "unas subiditas", dicen. Porque, claro, cómo va a estar en ellos el problema, por favor, si sólo han estado toda su vida juzgando por el físico a las mujeres y ahora, caprichitos del karma, toda la sociedad (no sólo una parte) funciona de esta manera.

Siempre hay excepciones, por supuesto. No todos los hombres son así (espero). Pero creedme que los que han grabado los vídeos que yo he visto son de los que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Se huele a kilómetros. Y a todos ellos les digo...


A LLORAR, A LA LLORERÍA.

sábado, 10 de octubre de 2020

La maldición de las novias advenedizas

Los habituales de estos lares saben que el surrealismo es un elemento bastante constante en mi vida fruto, seguramente, de algún cóctel de maldiciones que me echó alguna bruja resentida porque mi madre era más guapa que ella o algún supervillano con mal perder al que SpeedyDad mandara en su día a tomar aire fresco. No sé, nadie me ha contado el origen del problema, pero el hecho es que las maldiciones son el pan de cada día en mis andanzas: la maldición del primerizo, el surrealismo teledirigido, la maldición de las novias advenedizas... ¡Ah! ¿Que no os he contado  nada aún de la maldición de las novias? Pues no os lo perdáis, que es de traca.

A verrrr, así en plan sencillo. Por emplear un eufemismo amable, yo soy la nemesis de Casanova, es decir, lo contrario a su superpoder: si él sabía hacer caer rendido a sus pies todo objetivo amoroso que se propusiera yo soy lo opuesto TOTALMENTE. El 99% de las veces no les gusto a los chicos que me interesan. Bueno, no sé si no les gusto o es otra causa porque casi nadie se molesta en aclararme el motivo, pero el hecho es que en pocas ocasiones acabamos juntos tipo final feliz de peli romántica. 

¿Cómo acabamos? Guay, en plan solo amigos, buen rollo total. ¿Y qué pasa? Que tarde o temprano termina llegando una novia que ocupa el puesto de mis aspiraciones fallidas y con la que, obviamente, no me queda otra que mantener la buena vibra. A ver, es la novia de un amigo, van en pack. Y además la pobrecilla no tiene la culpa de que el chico de turno no se enamorara de mi. Y eso sin contar con que los que me molan son siempre chavales cielazos, así que si a él le gusta, será que es maja. Y yo soy muy consciente de todo eso, el problema es que también soy humana y la mayoría de ellas me caen mal. Por lo menos al principio. Simple y llana envidia, claro, como me caen mal los millonetis dedicados en exclusiva a viajar por el mundo tomando el sol y bebiendo cocolocos. No los conozco de nada pero me caen gordos. Tampoco es que les desee ninguna desgracia, entendedme, simplemente estoy en desacuerdo con su felicidad eterna. Pues con las novias advenedizas un poco lo mismo.

Y diréis, "pues chica, Speedy, lo normal, nos pasa a todos, que maldición ni maldición". El problema es que, misteriosamente, el 99% de estas chicas se quieren hacer mis mejores amigas. Que si coincidimos en tal, que si vamos al mismo no sé qué, que si patatín, que si patatán... allí las tengo, hasta en la sopa. Y ellas son majas y yo les agradezco la amabilidad, en serio, pero es que a mi, al principio sobre todo, hasta que se me pasa el cuelgue, me caen mal. Me recuerdan mi propio fracaso, lo que no he podido conseguir. Son un trailer permanente de como debería estar siendo mi vida perfecta junto a Maromazo Maravilloso de Turno, sólo que las protas son ellas y no yo. Y claro, lo llevo regulero. Me da envidia. Me cabrea. Me hace sentir pequeñiiita e inferior. Una caca de la vaca Paca.

Y además me siento culpable porque ellas se empeñan en contarme que van a a hacer el plan que sea con Maromazo Maravilloso o en preguntarme qué le pueden comprar por su cumple y yo procuro que no se me oiga mientras pienso super alto: "A ver, hija mía, si me encontrara la lámpara de Aladdin el primer deseo que le pediría al genio es darle un muerdo a tu novio. De verdad, no estoy para discurrir regalos". Probad a sonreír e improvisar una respuesta adecuada mientras tenéis pensamientos de este calibre. Se pierden años de vida. Os lo digo sinceramente.

Pero yo disimulo, claro, qué remedio. Y Maromazo Maravilloso de Turno se alegra un montón de que el amor de su vida y yo nos llevemos tan bien y lo fomenta, lo favorece. Se mete en el bullullu. Y nos convertimos en el trío la la la. Uuuuna vez, y otra y otra. Si me dieran un euro por cada vez que he tenido que hacer guardias, o ayudar a preparar fiestas sorpresa o mediar en conflictos de Maromazos Maravillosos recién perdidos con novias advenedizas recién estrenadas, a estas alturas sería millonetis, me dedicaría a viajar y beber cocolocos y sería yo quién le caería gorda a una tal Speedy que escribe en blogs. 

En finnnnnnnnn... Si esto no es una maldición, que baje Dios y lo vea.

lunes, 5 de octubre de 2020

La turra del domingo. Parte 5000

El mundo entero se aparta ante un hombre que sabe adonde va. Yo no tengo ni puta idea. Pero ni de lejos. Y este blancazo mental me ha venido, para más inri, después de un chungo que a poco estuvo de llevárseme por delante y en medio de una pandemia que lo está destruyendo todo. Genial. El momento perfecto. Yo oportuna, como siempre.

Aunque bueno, sí, bien pensado en realidad es el mejor momento, porque si la cosa es PARARSE a averiguar dónde leches está el siguiente destino, cuándo mejor que cuando está todo PARALIZADO y tienes horas y horas de arresto domiciliario para darle al coco. Y eso estoy haciendo, claro, intentar resolver el puzle. Saber qué quiero para poder ponerme a ello. Y como no lo consigo, ni estoy mínimamente cerca, leo, me informo, veo videos de youtube, escucho podcast... Y cada vez me siento más lejos de la solución.

Porque claro, ahora parece que el principal problema en lo que llevo de periplo vital ha sido mi falta de seguridad en mi misma, mi necesidad externa de aprobación, mi baja tolerancia a la incertidumbre y mi escaso acierto a la hora de tomar decisiones. Bien, pero es que si tomo decisiones de mierda, cómo voy a fiarme de mi a la siguiente, ¿no? Y no sólo eso. Resulta, además, que parece que en mi cerebro aparte de una yo inútil que no da una, tengo también otra yo que se dedica a buscar explicaciones racionales, sensatas y convincentes para no hacer cosas que igual tendría que hacer. Que me convendrían. Que me acercarían a lugares a los que quiero (¿creía que quería?) llegar. Una yo que me la da con queso, vaya. Y nunca he podido (y ahora menos que nunca) distinguir la yo timadora de la yo real. Porque la tía es muy buena en lo suyo, sus bolas son indetectables y no tengo claro hasta qué ámbitos llegan. De verdad que ya no sé lo que es cierto y lo que no, sobre lo que pienso de mi misma, de mis capacidades, sobre lo que percibo de la realidad, de mi relación con los demás, de mi trayectoria hasta ahora. Que igual todo lo que creía saber que era de una manera es de otra. Que a lo mejor llevo toda la vida pensando que soy una manzana y resulta que soy un melocotón y por eso no cuadra nada. No funciona nada. Eso explicaría mi caos perpetuo, ¿no? La cosa es que si yo no consigo distinguir los invents de mi yo timadora de la realidad, alguien tendría que venir a iluminarme desde fuera, en plan, "no, no, mira, esto es blanco, esto es negro y tú eres una sandía. Parte de ahí y tira pa'lante". Pero, ¡ay, amigos! Volvemos al principio del párrafo: ¿No hemos quedado que toda esta movida empezó porque no me fiaba de mi misma y buscaba fuera la información, la validación que no encontraba dentro? Pues eso, la pescadilla que se muerde la cola.

Así las cosas, aplico eso de "si no puedes deshacer el primer nudo del ovillo, simplemente pon el ovillo a un lado y sigue a lo tuyo". Y eso hago. O lo intento. Y vuelvo a preguntar, con la mente en blanco: ¿Dónde quiero ir? Y os podría escribir otro infumable párrafo contando lo mal que va la búsqueda de respuestas pero por suerte para vosotros he encontrado una imagen en twitter que lo resume bastante bien. O por lo menos una parte del tema. Así que os libráis por hoy. 





Que tengáis buena semana. Y por la sombra, bombones.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Tetris



Siempre me ha pasado un poco, pero desde que empezó el CoronaApocalipsis este de los huevos mucho más. ¿No tenéis la permanente sensación de estar jugando al Tetris en la parte final ya, cuando la música empieza a ser estresante y las piezas aparecen más rápido y en posiciones imposibles?

Yo sí. Todo el tiempo me siento así. Haciendo lo que puedo por colocar bien los marrones que me van cayendo del cielo, sin lograrlo del todo y contribuyendo a formar la montaña de errores que me acercan cada vez más a la altura del GAME OVER. Porque lo PEOR de perder al Tretis es que era tu propia inutilidad la que creaba la situación que te empujaba de cabeza al final. Como la vida misma, vaya.

La velocidad creciendo. La puñetera musiquita agudizándose, taladrándote los oídos. Tu pulso acelerándose. Tus dedos cada vez menos precisos, menos ágiles, más temblorosos. Y que de las alturas no cae ni una sola barra de esas estiradas que arreglaban cualquier desaguisado en cualquier posición. Ni un cuadrado, que bueno, te hacían menos papel pero tampoco estorbaban demasiado. Ni siquiera un L, que mal puesta te la liaban pero en la posición adecuada tampoco eran el apocalipsis. Noooooooooooooooooo. Todo Z y la cosa esa que no sé ni como llamarla pero que te amargaba la vida cayera donde cayera y tuvieras la situación previa que tuvieras porque con esa protuberancia justo en el centro no encajaba en ningún lado. Qué horror de pieza. La odiaba.

El bicho lleva desde la fase cero tirándonos fichas. Primero a cámara lenta y poco a poco cada vez más rápido. Preocupados por que no se enfriara la cervecita que nos estábamos bebiendo, apagando la pantalla de vez en cuando para ahorrar batería, ignorando a los que sabían del tema y buscando culpables antes que soluciones hemos dejado que las piezas fueran amontonándose desordenadamente unas sobre otras hasta que se ha formado una montaña que llega casi a la parte alta de la pantalla, juuuusto donde aparece el GAME OVER. Y ya me explicaréis de donde vamos a sacar más monedas para seguir jugando.

Me alucina que la gente esté tan tranquila, de verdad, me alucina. No sé, igual jugaban al Tetris mejor que yo, supongo.

Será eso.

domingo, 20 de septiembre de 2020

El milagro de las risas

Tienes unas espaldas increíbles. Unos hombracos impresionantes. Un torso de Adonis de flipar tipo prota de peli de superhéroes. En la vida real nunca he visto unos biceps tan torneados y tan proporcionados (ni demasiado ni demasiado poco) como los tuyos y estás tan fibrado que no tengo dudas de que si me tropezara y me golpeara la cabeza con la parte blanda de tu brazo me haría un chichón. En serio, estoy convencida. En medio de mi sequía infinita, (inmisericordemente agudizada por este puto CoronaApocalipsis) a veces me quedo mirándote y me da miedo darte un mordisco porque no he podido contenerme (en plan Phoebe en esta escena de Friends pero sin que me sirvan los tobillos de Chandler de antídoto). No es una exageración. Puedo oír perfectamente a la YO cuerda de mi mente intentando desesperadamente agarrar a mi YO loca para que no se te acerque gritándole: "Pero ¿qué haces? ¡Que vas a conseguir que nos manden la trullo por acosadoras!"

Después de la turbia imagen que acabo de insertar en tu cerebro supongo que te haces una idea de las GANAZAS que tengo que darte un muerdo y aún así me apetece más que nos riamos. Pero de verdad. Que pase algo que nos provoque un rato de carcajadas incontrolables. De esas que no te dejan ni hablar para explicarle a los demás qué os hace tanta gracia. De las que se van apagando, uno de los dos se encuentra con la mirada del otro y vuelven a arrancar, sin razón. De esas.

¿Por qué?

Primero por el efecto terapéutico, claro. Creo que una buena sesión de risas de calidad podría mitigar, al menos, la mitad de los daños que el CoronaMierda está infligiendo en mi fortaleza mental. De hecho, creo que este infierno lo estoy llevando regulinchis porque no tengo mucha gente con la que reírme EN SERIO. No medias sonrisas o muecas de compromiso. Reírme a fuego, a todo o nada, casi sin poder respirar. Si voy a tener hipoxia o disnea, que sea por esto y no por el maldito bicho.

También me apetece reírme contigo para confirmar sospechas. Y es que me huelo que eres un compañero de risas high level, de los que no sólo aguantan el tirón sino que alimenta el motor con comentarios irónicos, agudos y exagerados hasta el absurdo. Me juego algo, además, a que tienes ese humor indignado que tanto me gusta, ese manejar el cabreo a base de bromas que es todo un arte menos reconocido de lo que debiera. Me apuesto lo que sea a que estás hecho todo un maestro de eso. Si no lo fueras esa cara de mal genio que sabes poner cuando quieres sería un triste desperdicio...

Y bueno... no lo voy a negar. Puede ser que, además, un poquito, en el fondo de los fondos de los fondos de los fondos, espere que ocurra el milagro de las risas. A veeeerrrr, no estoy loca, un poco como en la lotería de Navidad, que sabes que no te va a tocar pero juegas porque, bueno, al fin y al cabo, nunca se sabe, ¿no? A mi, el 90% de los chicos que me han gustado se abrieron paso hacia mi corazón después de una buena sesión de carcajadas. Teóricamente te puede pasar a ti lo mismo. 

Nunca se sabe...

lunes, 14 de septiembre de 2020

Truños navideños clónicos

Nunca se me han dado bien las matemáticas y jamás llegué a entender del todo el asunto turbio de los números racionales, irracionales y toda esa mandanga. ¿Infinito? ¿Qué es eso de infinito? El espacio es infinito. Los decimales de pi son infinitos. Pues muy bien, pues vale, pero qué queréis que os diga, no lo terminaba de ver claro. HASTA HORA.

Infinito. ¿Sabéis qué es infinito? El numero de películas de sobremesa relacionadas con la Navidad que hay en el internet profundo, medio y superficial. Qué barbaridad. Es inabarcable, inacabable, descomunal. No se terminan nunca, jamás. Increíble.

Bueno, las llamo películas de sobremesa para que nos entendamos y porque llamar bodrios a semejantes pestiños me da pena, pero vamos, me imagino que ya veis por donde voy. Me refiero a esas joyas del Séptimo Arte sin un mínimo argumento coherente, con unos personajes planísimos y unos diálogos que dan vergüenza ajena. Lo que viene siendo los requisitos indispensables para ser considerada peli de serie B de sobremesa pero con un extra: que esté relacionada con las celebraciones navideñas. ¿Hay un límite de veces en las que se pueda contar la misma sosísima historia plagada de clichés por todos lados y sin la más mínima originalidad? Parece ser que no.

Amor en Navidad. Navidades dulces. El chocolate de la Navidad. Aires navideños. Navidad en Roma. ¿Detectáis un patrón?

Y bueno, si los títulos se parecieran pero por lo menos contaran tramas distintas... pero no es el caso. 

Chico conoce a chica. La chica es periodista, o escritora o se dedica a organizar bodas o tiene una cafetería y/o pastelería. Siempre. Por lo visto es imposible enamorarse teniendo otro tipo de empleo o profesión. Él trabaja en una gran empresa o regenta un negocio. A uno de los dos le encantan las fiestas y el otro las odia. Coinciden por una casualidad absurda que de alguna forma aún más absurda se alarga y les obliga a pasar tiempo juntos. Él suele ser viudo con una adorable hija pizpireta y moñas a partes iguales. Ella suele estar sola con sus vástagos porque quien sea la ha dejado tirada. Al principio SIEMPRE se caen mal. SIEM-PRE. A los 2 minutos surge el amor todo el rato siempre. No os lo esperabais, ¿eh?

Pero las coincidencias de unas pelis con otras no acaban ahí, claro. Siempre se cocina en algún momento del metraje. Normalmente galletas navideñas o pan de gengibre. Las casas son gigantes, sus luces decorativas podrían divisarse desde la subestación espacial y hay muérdago por todas partes. Y siempre SIEM-PRE se compra y se decora un árbol de navidad. Otro sorpresón inesperadísimo, ¿verdad?

A mi lo que más me alucina del fenómeno de los truños navideños clónicos no es tanto que se cuente la misma historia una y otra y otra vez porque, bueno, en realidad la Humanidad lleva dándole vueltas a lo mismo desde los clásicos griegos. Temas atemporales, los llaman, o turra infinita para los amigos. Lo que me flipa es que ni se molestan en darle un giro, en explicarlo de manera mínimamente original. Son copias descaradas unas de otras. descaradísimas. Los personajes, las situaciones, los diálogos, los malentendidos... todo es idéntico. De hecho, hasta los actores suelen ser los mismos. Firmarán los proyectos en pack, supongo, en plan oferta del hipermercado. Tardarán poco en memorizar sus frases que son casi iguales en unas cintas que en otras. Lo complicado será distinguir en qué rodaje están, me imagino.

Y el tío trajeado del despacho que aprueba estos proyectos se irá a la cama cada noche descansado, satisfecho por un trabajo bien hecho, por su inconmensurable aportación al mundo del arte, ¿no? Las conversaciones con los guionistas convenciéndose mutuamente de que no ruedan LA MISMA peli una y otra vez tienen que ser de traca,

-Y, agárrate bien a la silla no te vayas a caer de culo con la innovación que he introducido, la protagonista de se llama Mary Anne y no Mary Sue y ¡OJO! tiene el pelo ondulado y no liso.

-Madre mía, que torrente de imaginación, si su hijo pequeño es moreno en vez de rubio rompemos el inventómetro.

-Te habrás fijado, además, que la portada de este guión es roja. ¡ROJA! El resto no lo he tenido que imprimir. Me quedaban copias del libreto de la anterior película y sirven igual porque para el caso patatas, pero la portada es un carrusel de emociones, no me lo negarás...

En finnn... Si las hacen es que las teles las compran porque la gente las ve, ¿no? Y luego me extraño de las los productos más locos de la teletienda... Tenemos lo que nos merecemos.

domingo, 6 de septiembre de 2020

La NO entrada de la NO queja

 


No me quiero quejar. Bueno, mejor dicho no me PUEDO quejar. El bicho aún no me ha pillado ni a mi ni a mi familia y ni siquiera se ha cebado SERIAMENTE con nadie de mi entorno cercano. Contra todo pronóstico todavía tengo un trabajo y por ahora no me echan de mi superguarida. Así que no, no me PUEDO quejar. Pero la cabrona de mi regla se está retrasando más que nunca y el hijo de la grandísima puta de mi síndrome premenstrual me está pegando con tanta fuerza que llevo una semana al borde de cortarme las venas, así que por necesidad terapéutica SÍ me voy a quejar. Se siente. Saltaos esta entrada y tan amigos. Nos vemos en la siguiente.  

Como dice en la foto de arriba el siempre acertadísimo Seth, no, al contrario de lo que esperas, cuando recibo tus correos no estoy bien. Indudablemente podría estar peor, pero bien no estoy. 

Este ha sido un verano bluff total. Ni siquiera se merece el calificativo de verano, pasará a la historia como el NO verano y estoy siendo generosa de no llamarle algo peor.

No me he bañado en la piscina. Ni una vez.

Por exigencias del guión no me queda otra que ir del trabajo a casa y de casa al trabajo desde ni me acuerdo.

No tengo grupo estable de convivencia. así que el reto no es sólo buscar un plan seguro y responsable que se pueda hacer sino encontrar con quien hacerlo.

Hace 7 meses que nadie me abraza, De otro tipo de contacto menos casto e igualmente necesario ni hablamos, claro.

La semana pasada quise jugar al Uno con los SpeedySobris al aire libre y toneladas de desinfectante mediante. Misión imposible. Dos metros de distancia de seguridad le impiden a cualquiera robar del mazo las cartas que le haya tocado robar. Y más con la escasa longitud que tienen todavía los bracitos de los SpeedySobris.

Hoy ha sido el primer día que he entrado en casa de los SpeedyPadres. Me he sentado en una banqueta de plástico que se pudiera desinfectar después, en la otra punta del salón, con mascarilla y con las ventanas abiertas. Ha sido una experiencia magnífica, como supongo que ya podréis imaginar.

Ni siquiera me puedo pintar las uñas porque no hay esmalte que resista mi frecuencia de lavado de manos. Me están saliendo escamas entre los dedos y dentro de nada tendré que ir a mi primera reunión de hidroalchólicos anónimos.

Estoy a tal nivel de desesperación que me he enganchado a las películas navideñas de sobremesa, que son igual de malas de que las serie B de asesinatos, tipo "Vigilada por su vecino" o "Amistad obsesiva" pero en tono más amable y relacionadas con la Navidad. Es increíble la gigantescamente ingente cantidad de bodrios que se hacen relacionados con este tema y que son, esencialmente, la MISMA historia contada una y otra y otra y otra vez con pequeñísimas diferencias. En serio, son infinitas. Nunca se acaban. Jamás. Y la originalidad de los títulos que tienen que incluir sí o sí la palabra "Navidad" ni os cuento. Pero vamos, que este asunto tiene tanta miga que merece su propia entrada, no os voy a hacer aquí spoiler. Nos leemos en el próximo post.

viernes, 21 de agosto de 2020

Inverosímil

Hay veces que me gustaría vivir en cualquier sitio menos en España. Últimamente, MUCHAS veces. Creo que este maldito bicho del demonio está decidido a amargarnos la vida y que nosotros le estamos poniendo la alfombra roja. Y me parece incomprensible, de verdad. Increíble. De hecho, si lo estuviera viendo en una serie o leyendo en un libro pensaría. "Aquí se han flipado para darle dramatismo a la historia, NADIE haría eso en la vida real. Qué inverosimil".

Por supuesto, me parece inverosímil lo increíblemente mal que están gestionando este infierno las administraciones. TODAS las administraciones, nacionales y autonómicas. Esperando milagros en lugar de buscando soluciones, echando balones fuera, pasándose el muerto unas a otras... y culpando al ciudadano, dejando todo en manos de una responsabilidad individual en la que, por desgracia, no se puede confiar de manera general. ¿Hay cárceles y leyes porque todos, como conjunto, somos unos santos? Va a ser que no, amiguis.

Pero tranquilos, que tengo para todos, porque igual de increíblemente inverosímil me parece el hijoputismo gratuito de la gente. Como masa y como individuos concretos. Si algo se ha llevado el coronamierda es la poquita fe en la Humanidad que me quedaba. La mayoría de las personas no somos más que unos gigantescamente descomunales montones de egoísmo extremo. Y da igual los muertos que haya habido y que se vean llegar desde el horizonte, el hostiazo económico que nos vamos a pegar TODOS sin excepción, el dantesco panorama que nos prepara este infierno previo en el que estamos metidos... Da igual todo porque el egoísmo es tan inmenso que nos bloquea el cerebro, no nos deja pensar más allá de mañana.

Gente escupiendo jaggermeister en discotecas atestadas, gente juntándose a celebrar "no fiestas" suspendidas, precisamente, para evitar juntarse, gente saltándose la cuarentena sabiendo que son positivos, gente haciendo vida normal pendientes de una PCR que les diga si están repartiendo el bicho o no, gente no poniendo los medios para poder currar sin pillarlo... Y muchísima gente, la mayoría, cerrando los ojos a la realidad, pasando de informativos y noticias para no enterarse de lo chungo que está el tema y seguir haciendo cosas que les apetecen pero que en el fondo saben que no deberían hacer dadas las circunstancias. Porque no os engañéis, el 99% de la peña sabe, en el fondo de su corazón, que el asunto está turbio, pero prefieren no verlo. Por egoísmo.

El coronamierda es un hijo de puta muy cabrón pero entre todos podríamos pararlo si hiciéramos frente común. Increíblemente, el titánico egoísmo que tenemos grabado a fuego en nuestro ADN va a conseguir que un bichillo microscópico haga saltar todo por lo aires. Como David y Goliat pero sin necesitar ni siquiera una honda.

Enhorabuena a todos. De verdad. No se puede ser más lerdo.

domingo, 16 de agosto de 2020

Se busca grupo estable de convivencia

Es lo que tiene la realidad pandémica coronamierder, amiguis. Que se den anomalías del espacio tiempo como que te venga la tía que traía lejía del futuro, que la perraca del infierno de ella no te de detalles de por qué la trae, pero aproveche que el túnel temporal es de ida y vuelta para secuestrarte y devolverte a los días del instituto. Que ya hace falta ser cabrita para llevarte a una de las épocas de la vida de la que a duras penas se consigue salir indemne, pero en fin.

Total, que aquí estoy, como en los años más tenebrosos de mi adolescencia cuando me tocó cambiarme de cole, hacer amigos y buscar un grupo nuevo. En aquellos tiempos lo quería básicamente para decir memeces y salir de copas y ahora para... bueno, teniendo en cuenta que las fiestas y el ocio nocturno están prohibidos, lo necesito para hacer cualquier actividad en la que pueda respetarse la distancia de seguridad y usar mascarilla. Señores, busco grupo de convivencia estable.

Y es que yo vivo sola, lo cual ha sido una tranquilidad impagable durante el confinamiento por la certeza absoluta de no estar contagiando a nadie pero sin dudad ha complicado la desescalada, Porque la gente ha ido avanzando hacia la nueva normalidad en equipo: han paseado con sus convivientes, han estado de terraceo con sus convivientes y se han ido de vacaciones con sus convivientes. A los que nos faltaba este team en cualquier actividad que hacíamos nos daba la contante sensación de estar empezando un brote. Y ese picorcillo en el cerebro con forma de cargo de conciencia le amarga un poco las cañas y la playa al más pintado, ya os lo digo.

Yo no he llevado demasiado mal el confinamiento en soledad, pero es cierto que para todo hay grados. Hablaba el otro día con uno que aseguraba haberlo gestionado tan bien que podría haber aceptado otros 6 meses más de encierro sin problemas. 

-A ver... has pasado la cuarentena con el amor de tu vida recién estrenado, con TODAS las necesidades fisiológicas (todas, también las de mimos) primarias cubiertas, con una bici estática y con un ERTE en un curro de un sector de los que tienen más posibilidades de sobrevivir a la megacrisis que nos espera. No te flipes con que aguantarías otros seis meses, porque eso ni es confinamiento ni es nada... Con una piña colada y un pai pai te computa como unas vacaciones en el Caribe, colega...

Pues los que tenéis team un poco lo mismo. Sólo necesitáis pensar qué hacer porque el "con quien" ya lo traéis  de casa, lo cual es como encontrarse la mitad del trabajo hecho. A lo demás nos veo dentro de poco poniendo un anuncio en el periódico:


"Se busca grupo estable de convivencia para navegar por las procelosas aguas de este Apocalipsis Coronavírico. Razón: portería".

domingo, 9 de agosto de 2020

Mis peli (casi) favorita

No tengo favoritos de casi nada. O de nada. No tengo un pintor favorito, ni una ciudad favorita, ni un color favorito, ni un número favorito. No tengo ni siquiera una peli y una canción favoritas. A veces me preocupa porque todo el mundo parece tenerlos, ¿no? Hasta lo niños pequeños. ESPECIALMENTE los niños pequeños. Ven con taaaaaaanta claridad lo que les gusta más... Yo dudo. No logro decidirme. Hay mucha música, muchos libros y mucho cine que me encanta. Y además varía con el momento de mi vida, con la edad, con mi estado civil, con la fase de mi ciclo menstrual... En fin, no nos vayamos para lo hondo.

Que es difícil decantarse por uno sólo, vaya. Aún así creo que si me apuntaran con una pistola en la cabeza y me obligaran a decidirme por un peli favorita diría Charada. Ese PELICULÓN (emplearía algo más técnico pero es el término que mejor lo define) cuenta una historia original con ritmo, humor y muchísima elegancia. Tiene de protas a dos de los mejores y más divertidos intérpretes de la historia del cine. Y concentra la solvencia, la picardía y la frescura (sí, la frescura) de los buenos clásicos.

Porque los clásicos llevan el sanbenito de serios, pero pueden meter en una trepidante historia de misterio una de las escenas más cómicas de la gran pantalla. Nadie ha hecho mejor de borracho que Roger Thornhill. No hay nada que debatir.


 


Porque los clásicos pasan por formalitos pero luego buscan al ganador de Premio Nobel más ligón, políticamente incorrecto y al que mejor le sienta una mini-toalla para escapar de los malos montando un numerito.


Y porque los clásicos van de puritanos, pero luego tienen algunas de las mejores frases para ligar ever, siendo ELLA y no él la que toma la iniciativa.

-¿Sabes que es lo malo de ti? 
-(...)
-Naaaada

 Frases para ligar, pero también para rechazar.

-¿Le puedo invitar a un café?
-Yo ya conozco a muchas personas y hasta que no se muera uno de ellos no creo que pueda conocer a nadie más
-Bueno, si alguno se pone muy grave avíseme

O para despistar y dar largas

-¿Existe la señora Dyle?
-Si pero estamos divorciados
-Creía que el divorciado era Joshua
-Es tan difícil convivir conmigo como con él

Y por supuesto la ducha más sexi y divertida del Séptimo Arte


 

Os pondría todos los diálogos de la peli pero ya cogéis la idea y esta entrada tiene que terminar en algún momento. Mejor la volvéis a ver y la disfrutáis en primera persona.

Buena semana,. Y por la sombra, bombones.

martes, 28 de julio de 2020

Un okupa en mi músculo aórtico

Soy muy pero que muy fan de Nadal y de Federer. Cada uno a su manera me parecen fenómenos extraordinarios del tenis, de verdad. Y aún con mi ceguera fanática puedo ver que se han mantenido tantísimo tiempo como cabezas de ranking no sólo por su valía (que es indiscutible, desde luego) sino porque no hay relevo. Y es que si ahora llegara uno con un talento mínimamente comparable al suyo o incluso algo menor pero con la potencia y el impulso de la juventud, los sentaba en el banquillo a la voz de ya. Y muy a mi pesar quizá fuera hasta bueno. La renovación es necesaria y sana.

Yo lo sé bien porque a mi me cuesta un mundo dar relevos en el alquiler de mi músculo aórtico (¡Toma cambio de tema! No os esperabais este salto fuera de lo deportivo, ¿eh?) Llega un notas, que ni siquiera es siempre un dechado de virtudes precisamente, se apoltrona entre mis aurículas y ventrículos y ya no hay manera de echarlo de allí, oye. En parte es porque soy una cabezota, en parte porque como me invento todo a veces les subo a pedestales que no tocan y en parte (sobre todo) porque no hay relevo. Me cuesta un mundo encontrar candidatos (y no es por exigir demasiado, que ya os veo venir, eso lo hablamos en otra entrada si queréis) y mientras no hay nadie nuevo, el antiguo sigue en el puesto. Con poco entusiasmo por parte de todos los implicados, todo hay que decirlo, pero allí sigue.

Tiburcio lleva de okupa en mi músculo aórtico desde ni se sabe. Yo lo calculé el otro día y flipé en colores así que si él llegara a enterarse se quedaría de piedra, el pobre. Sobre todo porque (por lo poquísimo que lo conozco si restamos lo inventado) tampoco es nada del otro mundo. A ver, que el chaval es majo, pero claramente ha batido el récord de permanencia por las circunstancias, claro. Primero me dio el Jamacuco Supremo (JS) que me dejó blandita y sin poder buscar alternativas durante bastante tiempo. Luego estuve colapsada con mis movidas varias y no tenía el coño para farolillos (nunca mejor dicho) y después ha llegado el puto bicho del demonio que ha paralizado todo y más que nada esta área donde la distancia de seguridad ya tal. Conclusión: Tiburcio inquilino cardíaco AÚN. Y sin pagar ni un duro, el tío. Qué morro.

Bueno, en realidad sí aporta, claro, si no ya habría encontrado la manera de desahuciarlo, supongo. Sin él saberlo, durante el JS fue mi lugar feliz y me ayudó a dormir en noches muy duras y llenas de miedo. Sin él saberlo, suplió la parte de fuerza de voluntad que me faltaba para hacer cosas que ahora me alegro de haber hecho. Y sin él saberlo ha contribuido a soportar este confinamiento, poniéndole cara a las esperanzas de una vida mejor cuando esta pesadilla acabe de una vez por todas. A veeeerrr, tranquilidad en el frente, que le ha puesto cara en plan light, ¿eh? No estoy loca ni soy una stalker. Si no hubiera estado él le habría puesto cara mi Zac o el protagonista super-majérrimo del último libro que me estoy leyendo. Vamos, que era una cosa más bien simbólica, ya me entendéis. Pero bueno, ahí ha estado, contribuyendo a la causa de no cortarme las venas. Sin saberlo, claro.

Tiburcio es un okupa duradero porque no da mal. No pone la música alta, ni causa problemas con los vecinos, ni estropea las paredes. Ayuda a aligerar la bruma en días grises pero no tiene entidad suficiente para provocar sentimientos negativos, así que es inofensivo. Por eso no le echo, me imagino.

Aún así, ¡qué ganas de que llegue su relevo! ¡Qué ganas!

domingo, 19 de julio de 2020

¡Espabilad o nos vuelcan la colchoneta!

Cuando el SpeedySobri más mayor era pequeñísimo, casi un bebé, se rompió un tobillo y tuvo que estar en silla de ruedas unos días. Era chiquitín, no entendía nada, sólo que no le dejaban saltar ni correr. Iba a ser sólo una semana de inmovilización pero tras ella el médico vio que aquello no estaba curado aún y lo alargó otra más. Al pobre peque se le cayó el mundo encima y a nosotros se nos partía el corazón oyéndole lamentarse:

-¿Pero por qué? Si he sido bueno y no me he movido, ¿porque tengo que llevar la escayola una semana más? ¡¡Si he sido bueno!!

Lloraba como una madalena. Pobrecito mío, criaturita.

Visualizáis el momento, me imagino. Desgarrador. Desolador. Trágico. Como para descomponer al más pintado.

Bueno, pues retened bien la imagen en la mente porque así me tenéis, pedazo de cabrones. Es que no me puedo creer que me estéis haciendo esto. Que no he podido ser más prudente, ni guardar más las distancias de seguridad, ni llevar más y mejor puesta la mascarilla. Que ni siquiera he entrado aún a casa de los SpeedyPadres, que les hablo desde el rellano. Que no he hecho nada de nada, ni cines, ni conciertos ni mucho menos bares. NA-DA. Y aún así ya está aquí, a la vuelta de la esquina, SE VIENE REBROTE.



¡No me lo puedo creer! ¿Ya? Dada la flaqueza de memoria de gran parte del personal que ha borrado de sus recuerdos ipsofácticamente el infierno de marzo, abril y mayo daba por supuesto que volveríamos a las andadas, pero nunca pensé que tan pronto. ¿En serio? ¿Ya? ¿¿¡¡YA!!??  ¡Si apenas hemos estrenado la nueva normalidad de los cojones!

Para mi el tema es más dramático si cabe porque, dado mi proverbial sentido de la oportunidad, el confinamiento me va a pillar juuuusto cuando me tocaba coger vacaciones, lo cual pasa a nivel recochineo PRO. Tardé un mes en decidir qué semana pillar (ni demasiado pronto por si retrasaban la desescalada, si demasiado tarde por si el bicho volvía rápido y desmadrado) y he ido a dar juuuuusto en la diana. Qué puntería, oye. Ni un triste día de playa he visto, amiguis. Increíble.

Tengo un cabreo que no os podéis imaginar. Me faltan palabras para expresarlo. Es que, vamos, cogía una metralleta y hacía una escabechina tal que el coronamierda iba a parecer un aficionado a mi lado. Me cargaba a los políticuchos de pacotilla que escurren el bulto pasando de una administración a otra la responsabilidad de vigilar al bicho, a los que no contratan suficientes rastreadores para controlar los brotes a tiempo, a los que miran para otro lado sabiendo que la cosa está mucho peor de lo que se reconoce. Me cargaba a los empresarios que no implementan las medidas necesarias porque priorizan el beneficio económico a la seguridad sanitaria. Me cargaba a la gente que no toma ninguna precaución porque supone que el riesgo para su salud es bajo y la de los demás le importa una puta mierda. Y me cargaba también a los que pasan de todo porque están cansados, hartos, aburridos de este infierno y justifican cualquier comportamiento con un "hay que seguir viviendo"



Pues claro que hay que seguir, pero las cosas no pueden ser igual que antes, como si el bicho no estuviera ahí fuera, preparado para montarnos otro pifostio en cuanto le demos la más mínima oportunidad. Hay cosas que no queda más remedio que hacer de otra manera y cosas que, durante un tiempo, no se podrán hacer. Se siente. Ajo y agua. No hay más tutía.

¿Estáis hartos? Pues claro, como todos. A ver si os creéis que a los demás nos encanta este Matrix de Hacendado que es la Nueva Anormalidad. A ver si os pensáis que a mi no se me ocurre nada mejor que quedarme arrestada en casa los 3 últimos fines de semana porque me han pasado rozando (¡¡ufff, por poco!!) dos positivos COVID. A ver si os parece que a mi me agobia menos que a vosotros la mascarilla y que no me muero de ganas de achuchar a los SpeedySobris.

TODOS estamos cansados, aburridos, desesperados, hastiados, fastidiados, saturados, ¡¡HAAAARRRRTOS!! TO-DOS, no sois los únicos. Pero estamos en el mismo barco. Bueno, ojalá fuera un barco. Vamos en una colchoneta de esas cutres de plasticucho rosa y el bicho intenta quebrar nuestro frágil equilibrio para tirarnos al agua. Los que habéis participado en estas batallas acuáticas sabéis bien que si todos los de arriba de la colchoneta no se coordinan y hacen lo posible para equilibrarla se van por la borda en dos milisegundos. Esto es una ley piscinera universal.

Así que, por favor, poned de vuestra parte y vamos a contener el bicho lo máximo que se pueda. Y dejadme que vea la playa 2 días aunque sea, cabrones, que sois unos cabrones.

sábado, 11 de julio de 2020

La pregunta del millón

(Preparad el diván que se viene sesión de psicoanálisis. Se siente)

El CoronaApocalipsis y sus consecuencias de todo tipo habrán puesto a más de uno frente al espejo, supongo. Ya sea por el confinamiento y las horas de más para pensar o porque el bichillo haya disparado a la línea de flotación de su familia, su salud o sus ahorros, algunos se habrán parado a reflexionar sobre la vida que llevaban, sus relaciones, su trabajo, sus prioridades, su futuro. Un proceso que no siempre es un camino de rosas.

Yo llevaba un tiempo ya en este empeño. En parte porque nunca he terminado de entender nada de mi día a día y en parte porque hace no mucho me dio un Jamacuco Supremo que podría perfectamente haberme dejado lista pa'papeles en el momento. Hubo suerte, no fue así y eso me impulsó a cambiar algunas cosas que no me gustaban y a atreverme a tomar decisiones que quizá antes me habrían costado más. Fueron apuestas arriesgadas que no salieron bien, que podrían haber resultado peor (bien es cierto) y de las que, en todo caso, no me arrepiento. Ya lo decían en los Puentes de Madison: "Los viejos sueños eran buenos sueños. No se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido". La cosa es que cerrar esa etapa me dejó en la casilla de salida, más que nunca antes. Y desde entonces, (right now, para más inri, con CoronaApocalipsis mediante) sigo dándole vueltas a la pregunta del millón: ¿Y ahora qué?

No lo sé. No tengo ni guarra de hacia donde quiero ir, sólo veo claro que lo que venga tiene que ser diferente y MEJOR que lo viejo. Como la definición de locura es hacer siempre lo mismo esperando resultados distintos, no paro de revisitar el pasado para intentar averiguar qué he estado haciendo mal. En algo la he tenido que cagar para tener este perpetuo panorama medio derruido, ¿no?

Como no encontraba respuestas pensé en buscar ayuda profesional y de pura casualidad me encontré con unas lecturas que me han calado del todo. TO-TAL. Han dado en el clavo. Soy yo cien por cien, como si me estuviera viendo por un agujerito. Y según esas lecturas parece que mi problema es, precisamente, ese: buscar fuera la información, la seguridad, la validación que no encuentro dentro. No fiarme de mi. Creer permanentemente que estoy equivocada. Tener siempre miedo al error. Al futuro. Dejar que el temor tome mis decisiones. Tolerar mal la inestabilidad, la incertidumbre, la frustración.

Vale, guay. Si ese es el problema, la solución es fiarme más de mi, confiar más en la vida. La cuestión es, ¿cómo fiarse de alguien que la ha estado cagando desde ni se sabe?

Difícil. ¿no?