La Speedyfamily es grande y numerosa. Esto tiene algunas cosas buenas, como
la gestión de crisis y otras cuantas malísimas, como la avalancha de regalos. Y precisamente ahora que estoy metida en uno de estos inmensos aludes, es un buen momento para contaros lo que son.
"Sicilia, 1948..." Que nooooo , tranquilos, no voy a soltaros las historietas de
Sofía, de Las Chicas de Oro. Sólo os diré que muchos de los miembros de la Speedyfamily tuvieron en su día la mala idea de nacer en fechas próximas entre sí en el calendario, lo que provoca que, en la actualidad, la celebración de cumpleaños y la consecuente compra de regalos, se amontonen en pocas semanas y se produzcan auténticos tsunamis regalísticos que acaban con la economía y la paciencia de cualquiera.
Uno de estos tsunamis se produce cada año cerca de Navidad y sus consecuencias arrolladoras se unen a los efectos de la fiebre compradora patrocinada por Papa Noel y los Reyes Magos. Como será, que cada vez que me acuerdo me entran ganas hasta de llorar, aunque no tantas como las que tengo cuando pienso la que se me viene encima los próximos días. Y es que la otra gran avalancha de regalos llega en verano y, contra lo que pudiera parecer, no es menos dolorosa que la de invierno. Tiemblo por mis huesitos.
Si os digo la verdad, ni sé el número de regalos de cumpleaños que tengo que comprar en total, porque prefiero no pensarlo detenidamente para no asustarme. Lo que sé es que son muchos. Muchísimos. En cada uno de ellos hay que aplicar a full el
arte de regalar: recuerda qué le regalaste el año pasado para no repetir, piensa algo que le haga ilusión y que no tenga ya, sal a comprarlo, encuéntralo, que se ajuste a tu presupuesto... el horror elevado a la enésima potencia y multiplicado por un número de regalos que tiende a infinito. El HO-RROR.
Pero es que el sufrimiento no acaba allí, porque si son muchos a los que hay que regalar, todavía son más los que regalan y esto añade al tema competitividad y confusión. Hay que ponerse de acuerdo entre unos y otros para no comprar todos lo mismo al homenajeado y estar rápido para que nadie te quite la idea, le compre antes que tú el regalo que habías pensado y te toque pensar otra cosa. Y en estos asuntos no hay que fiarse de nadie, que luego te encuentras con muchos como Speedymum con cara de no haber roto un plato en su vida y que como te despistes, te birla la idea. Y parecía tonta cuando la cambiamos por el burro, ¿sabes?
Total, que por si no fuera suficiente lío este tsunami regalístico, la cosa se ha complicado más con las últimas tendencias asociativas que reinan en la familia. Es verdad que la idea de base no está mal: juntar dinero entre varios para comprar menos regalos cada uno, pero mejores. El problema es que para asociarse, hay que entenderse, lo cual no es el punto fuerte de la Speedyfamily. Entre que yo sigo siendo la única española sin Whats App y que la especialidad de la familia es el teléfono roto, las negociaciones trascurren tal que así:
-¿Entonces a L le compramos la tienda de campaña?
-No, ¿no? Era el kashisabi ese.
-¿El qué?
-No sé si se dice así, el teatrillo ese para contar cuentos.
-Dudo mucho que ese sea el nombre y en todo caso eso era para E.
-¡Qué va, si E. quería una cosa para hacer álbumes de fotos!
-Mira que me extraña, teniendo en cuenta que E es un bebé que tres meses que no sabe hablar, andar y mucho menos hacer manualidades.
-Ah, no, yo decía E. madre
-Pero, ¿te acabas de levantar de la siesta o qué? La madre de E. es C.
-Ya, ya, pero que yo no me refería a la madre de E, sino la madre de L., que es E.
-¿Lo qué? Bueno, da igual, el caso es que ella había pedido una toalla de playa.
-Estoooooooo, no, la toalla es para mí.
-Ahhhhhhhh
Y todo el rato así. Imaginaos mi sufrimiento. Por cierto, si alguien tiene ideas de regalos buenos, bonitos y baratos, se admiten sugerencias. Que buena falta me hacen.