Perdón, he tardado en volver por aquí porque aprovechando la Semana Santa y tal he estado de viajecito interplanetario. Y bueno, bien, nos ha hecho buen tiempo, hasta he cogido un poco de colorcillo. Ah, eso sí, tengo que deciros que esto de que no haya atmósfera en casi ningún sitio y las temperaturas entre el día y la noche varíen tanto es un tostón. 200 grados de diferencia en el termómetro es un verdadero reto a la hora de hacer la maleta.
Pero en fin, que tampoco quiero aburriros con la crónica completa de mi salida espacial. Yo venía a hacer una denuncia, porque aquí todos tenemos la piel muy fina y que si me ofende esto, o respeta lo de más allá... y al pobre Plutón lo están bulleando como si fuera el marginado de la clase y nadie dice ni pío. Y yo me indigno, claro.
Primero, después de toda una vida con categoría de planeta, lo degradaron sin previo aviso. Que eso tuvo que llevarlo mal el pobre, no me digáis. Como es un cuerpo celeste resiliente y sereno, sin media queja y buena cara, siguió adelante, todo digno. Pero luego aquí los amigos de la Nasa, seguramente después de una ronda de chupitos por la jubilación de Mike (miembro veterano de la plantilla y capitan del equipo de baseball de su departamento) tuvieron EL IDEÓN. Decidieron que no podía esperar ni un minuto más, y que a la panda de chiquitillos que no fueron capaces de descubrir hasta que tuvieron telescopios tochos había que ponerles un nombre molón, con garra. Y achispados como estaban con los chupitos de licor de mora casero de la tía abuela de Mike, no se les ocurrió nada mejor ni más sonoro que planetas enanos. ENANOS. Ni planetas de volumen reducido, ni cuerpos celestes bajos de torax, ni de talla XXS. ENANOS. De verdad, qué falta de sensibilidad y de todo.
Pero bueno, como se les nota que son miembros del universo de escasa complexión física pero fuerte personalidad, no se achantaron y allí están, rotando sobre sí mismos para mostrar su mejor cara sin que les afecten las críticas ni las descalificaciones. A mi me caen guay y tienen nombres muchos mejores que los grandotes clásicos: Eris, Haumea, Makemake, Ceres. Ni punto de comparación, no me digáis.
El más simpatiquete es Makemake, con síndrome de hermano mediano, siempre moviéndose en escala de grises. Ni grande ni pequeño, ni muy cerca del Sol ni muy lejos. Difuminadamente rojizo, se le ven las ganas de imitar el marrón del gigantón de la pandilla: Plutón.
Haumea es el deportista. Corpulento y rápido, es el que a más velocidad gira. Tanto, que eso le da a su aspecto la forma ovalada de una pelota de rugby. Aún así, tiene que estar estresado, el pobre. Todo su día dura lo que cuatro horas en la Tierra. Qué agobio, ¿no?
Eris es el follonero que la lió parda y por el que empezó toda la movida que acabó con Plutón degradado de categoría. Casi tan grande como él, es una Luna 2.0 por su tamaño muy similar a nuestra Lunita. Eso sí, con un carácter bastante peor y un mal ambiente que lo hace inhóspito como pocos.-243 graditos marcan los termómetros allí. Poca broma.
Ceres es mi favorito. El benjamín del grupo, no tanto por su tamaño, sino porque lo llaman planeta embrionario (que no se terminó de formar, dicen. A saber a qué se refieren). Está muy cerquita del Sol, es el primero de los chiquitillos al que mandamos una sonda espacial y ¡¡tiene agua!! Y si tiene agua, algún extraterrerestre de alguna clase tiene que andar por allí, sólo que nos tienen miedo, se esconden y por eso no los hemos visto aún. Pero ya los encontraremos, ya...
Y en fin, hasta aquí mi TED talk sobre no discriminar a ningún cuerpo celeste por su tamaño. No seais bordes, hombre, no son enanos, son bajos de torax.