A pesar de que mi supervelocidad, a mi el tiempo no me cunde. Todo el que haya pasado por este blog alguna vez lo sabe, porque he dado la turra con el tema lo que no está escrito. Antes esto me extrañaba, me desesperaba, me sacaba de quicio. Ahora me preocupa porque tengo muchas cosas pendientes y a este ritmo se me quedan el 90% en el tintero antes de que cierre sesión de forma definitiva.
Y es que, además, me come la curiosidad. No me acabo de explicar por qué leches yo no consigo hacer nada en los mismos plazos en los que otros hacen de todo. Así que cogí lápiz, papel y la lupa de Sherlock Holmes para descubrir a mis particulares hombres grises, que como en Momo viven de robar el tiempo.
Antes de nada, hay que hacer unas aclaraciones previas. Mi asfixia temporal está ahora más acuciada que nunca porque tengo un curro a jornada completa con un horario partido infernal e incompatible con la vida y lejos de mi casa, lo que se traduce en nueve horas y media del día con las que no puedo contar. Otras tantas se me van por la ventana porque o duermo casi ocho horas o no soy persona. Esto nos deja sólo seis horas y medias para toooooooooodo lo demás. Nunca había hecho la cuenta y me quedé patidifusa. No me cunde porque tampo queda mucho margen, también te digo. Pero en fin, es lo que hay. Sigamos
Otra aclaración: sólo he hecho números de lunes a viernes. Los fines de semana son un maremagnum de ver series, tutoriales de youtube, cañas infinitas, sesiones de sobrinismo extremo y engancharse a libros en plan "¡anda! ¿cuándo se ha hecho de noche?" que ahí no hay manera de contar nada. Los doy por amortizados como sesiones de ocio y descanso y los desechamos para la estadística.
Total, que para hacerlo TODO tenemos 6,5 horas al día o lo que es lo mismo 390 minutos. Siendo bastante optimista creo que mi distribución habitual (sin catástrofes inesperadas, tipo tsunamis mierder ni complicaciones hospitalarias varias) sería esta:
-30%: comer, cocinar, limpiar (evitar morir sepultada por la mierda, más bien), buscar cosas que no encuentro y alguna distracción para cuando el cerebro ya no te carrula a última hora de la tarde.
-23%: intentos de mantenerme mínimamente activa para que no me de otro jamacuco supremo.
-19%: leer casi siempre, aunque a veces estos espacios pueden ser sustituidos /combinados con patinar.
-15,38%: enterarme de lo que pasa en el mundo, más aún en épocas de pandemia, erupciones volcánicas casi al lado, guerras mundiales y todo tipo de eventos imposibles que pasan a un ritmo que si parpadeas, te lo pierdes.
-11,53%: mínima relación con el resto de la humanidad. Responder whatsApp pendientes, llamar a los SpeedyPadres, mirar algo de redes sociales, comprar, montar el pollo a la multinacional de turno que me haya querido estafar ese mes... Lo típico.
No sé qué os parece a vosotros. Yo vi la distribución y me asusté. Es verdad que con cantidades tan pequeñas como 390 minutos los porcentajes se disparan enseguida, pero aún así, qué tristeza de estadística, ¿no?
Y eso que no os he contado aún los hombres grises particulares que vacían el reloj de arena de mi vida. Pero tendré que dejarlo para otra entrada porque, ¡OH, SORPRESA!, en esta ya no me da tiempo.
Qué cruz.