miércoles, 27 de abril de 2022

390 minutos

A pesar de que mi supervelocidad, a mi el tiempo no me cunde. Todo el que haya pasado por este blog alguna vez lo sabe, porque he dado la turra con el tema lo que no está escrito. Antes esto me extrañaba, me desesperaba, me sacaba de quicio. Ahora me preocupa porque tengo muchas cosas pendientes y a este ritmo se me quedan el 90% en el tintero antes de que cierre sesión de forma definitiva. 

Y es que, además, me come la curiosidad. No me acabo de explicar por qué leches yo no consigo hacer nada en los mismos plazos en los que otros hacen de todo. Así que cogí lápiz, papel y la lupa de Sherlock Holmes para descubrir a mis particulares hombres grises, que como en Momo viven de robar el tiempo.

Antes de nada, hay que hacer unas aclaraciones previas. Mi asfixia temporal está ahora más acuciada que nunca porque tengo un curro a jornada completa con un horario partido infernal e incompatible con la vida y lejos de mi casa, lo que se traduce en nueve horas y media del día con las que no puedo contar. Otras tantas se me van por la ventana porque o duermo casi ocho horas o no soy persona. Esto nos deja sólo seis horas y medias para toooooooooodo lo demás. Nunca había hecho la cuenta y me quedé patidifusa. No me cunde porque tampo queda mucho margen, también te digo. Pero en fin, es lo que hay. Sigamos 

Otra aclaración: sólo he hecho números de lunes a viernes. Los fines de semana son un maremagnum de ver series, tutoriales de youtube, cañas infinitas, sesiones de sobrinismo extremo y engancharse a libros en plan "¡anda! ¿cuándo se ha hecho de noche?" que ahí no hay manera de contar nada. Los doy por amortizados como sesiones de ocio y descanso y los desechamos para la estadística.

Total, que para hacerlo TODO tenemos 6,5 horas al día o lo que es lo mismo 390 minutos. Siendo bastante optimista creo que mi distribución habitual (sin catástrofes inesperadas, tipo tsunamis mierder ni complicaciones hospitalarias varias) sería esta:

-30%: comer, cocinar, limpiar (evitar morir sepultada por la mierda, más bien), buscar cosas que no encuentro y alguna distracción para cuando el cerebro ya no te carrula a última hora de la tarde.

-23%: intentos de mantenerme mínimamente activa para que no me de otro jamacuco supremo.

-19%: leer casi siempre, aunque a veces estos espacios pueden ser sustituidos /combinados con patinar.

-15,38%: enterarme de lo que pasa en el mundo, más aún en épocas de pandemia, erupciones volcánicas casi al lado, guerras mundiales y todo tipo de eventos imposibles que pasan a un ritmo que si parpadeas, te lo pierdes.

-11,53%: mínima relación con el resto de la humanidad. Responder whatsApp pendientes, llamar a los SpeedyPadres, mirar algo de redes sociales, comprar, montar el pollo a la multinacional de turno que me haya querido estafar ese mes... Lo típico.

No sé qué os parece a vosotros. Yo vi la distribución y me asusté. Es verdad que con cantidades tan pequeñas como 390 minutos los porcentajes se disparan enseguida, pero aún así, qué tristeza de estadística, ¿no? 

Y eso que no os he contado aún los hombres grises particulares que vacían el reloj de arena de mi vida. Pero tendré que dejarlo para otra entrada porque, ¡OH, SORPRESA!, en esta ya no me da tiempo.

Qué cruz.

domingo, 24 de abril de 2022

Verse desde arriba

Vi el otro día esta peli y no está nada mal. Cuenta cosas interesantes con toques de humor que me han molado. El profe me encanta, soy fan. Y el chico asiático enamorado de la prota es un cucazo máximo. Se supone que está dirigida a adolescentes por el tema que trata, pero yo hace unos cuantos años que dejé atrás esa edad maldita y me ha llegado bastante, así que igual os gusta, no sé. 

Tampoco la traigo aquí para recomendarla especialmente, sino por una cosa que dice la chica cerca del desenlace de la trama. Os pondría un vídeo, pero Youtube no quiere colaborar, así que os lo enlazo y lo veis allí. A partir del seg 55 ella explica que muchas veces le da sensación de flotar fuera de su cuerpo, observándose a sí misma desde arriba sin que le guste lo que dice ni como actúa y sin saber como cambiarlo. Y que tiene miedo de que esa sensación nunca desaparezca.

¿Es que eso se va alguna vez? ¿En serio?

A mi no...

miércoles, 20 de abril de 2022

Vacaciones literarias

Bueno, ya sé que este blog no lo lee (casi) nadie, pero es lo único que tengo yo para hacer un compromiso público. Quiero decir, que el famosillo de turno con tropecientos mil seguidores en Instagram dice en sus redes sociales que va a intentar tal o cual reto y eso ya le medio obliga a cumplirlo, porque seguro que alguien se lo va a recordar. Vale, pues aquí un poco lo mismo pero sin fotos, sin legiones de suscriptores y sin fama. Vamos, casi igual.

El caso: se me han ocurrido unos planes de verano y, a diferencia de lo que me pasa tooooodos los años, me gustaría, al menos, intentar llevarlos a cabo. Habitualmente la vida me atropella y, o pasa algo que me deja sin vacaciones, o no estoy suficientemente espabilada y me quedo sin plazas o la maravillosa tendencia de los últimos tiempos de viruses, pandemia, confinamientos perimetrales y bla bla bla bla. Así que si esta vez no lo impide ninguna causa de fuerza mayor (cruzo los dedos, porque números para la rifa tengo, la verdad) quiero montar estos planes y los dejo aquí escritos para que no tenga excusa después para no hacerlos. Nada de "se me ha olvidado", o "no se me ha ocurrido" o "no me ha dado tiempo". Es abril, colega. Espabila.

En un alarde de originalidad las voy a llamar vacaciones literarias y el hilo conductor va a ser, ¡oh, sorpresa!, escribir. Y quien dice hilo conductor dice excusa para pegarme la gran vida. Por ejemplo.

-Concurso literario para un festival de cuentos en... no sé, qué te diga yo... el paraíso canario. Por poner un sitio así random, que se me ha ocurrido al azar. Si ganas te piden que vayas a recoger el premio en persona y a ver como interpretan tu texto en el festival. Que bueno, si tengo que hacer el graaan sacrificio de ir a las islas afortunadas a sufrir al solecito pues voy, claro, que yo estoy muy comprometida con la literatura. Y que si luego fallan pequeños detalles como que igual no gano el concurso como me pasa en el 100% de los certámenes a los que me presento pues tampoco hay problema, ¿eh? Que tengo buen perder y se me da de MA-RA-VI-LLA aplaudir a mis rivales en la justa batalla. Aplaudir y luego irme a la playita a tumbarme al sol y beber cocolocos. Si hay que sacrificarse, yo me sacrifico. Faltaría más.

-Retiro de escritura en un pueblo remoto o piérdete en un lugar fresquito, desconecta el móvil y pásate varios días con unos cuantos chalados de las letras como tú a quitarte bloqueos, recargar el depósito de creatividad y coger carrerilla escritora. Otro sacrificio que estoy dispuesta a asumir.

-Finde de surf y yoga. Esto entra en categoría literaria porque me va a dar material para 100 o 200 entradas. ¿Y que es la escritura sin inspiración?

Esto es lo que se me ha ocurrido hasta ahora, pero no descarto que se puedan ampliar. Eso sí, siempre MÁS, nunca MENOS, que me conozco. Y para ello se quedan de testigos y de vigilantes los (pocos, pero buenos) lectores de este blog.

He dicho.

domingo, 17 de abril de 2022

El símbolo de la bondad humana

En Love Actually dicen que la zona de llegadas del aeropuerto les recuerda al amor, así en abstracto, porque en ellas se ven muestras de afecto de todas clases: madre e hijos, parejas, amigos... Lo que os explica él mejor en el video de arriba, vamos.  Bueno, pues para mi la bondad humana, así, en abstracto, se refleja cuando te quedas dormido en el coche.

Os pongo en situación. Pandemia. Viruses corriendo por todas partes para amargarnos la vida. Restricciones. Bares cerrados. Cualquier espacio interior donde respiren otros se considera prácticamente el infierno. Un frío que pela. 

Yo pasé una época en la que tenía que hacer tiempo entre una actividad y otra de mi día. El típico rato en el que te irías a tomar un café si en aquel momento de caos eso fuera poco menos que misión imposible. ¿Solución? Libro y a leer un rato al coche. No había más opciones.

Leía con el libro sobre las piernas, apoyando la cabeza en el puño y, por tanto, mirando hacia abajo. Supongo que con esa postura desde fuera podría parecer que estaba inconsciente o dormida. El caso es que muchísimas veces alguien terminaba tocándome en la ventanilla para preguntar si estaba bien. Gente de todo tipo: señoras mayores, abueletes, chicas jóvenes, repartidores de Amazon... Personas completamente distintas unas de otras unidas por la misma preocupación: mi salud.

En una época que no fue demasiado larga me ocurrió esto en mogollón de ocasiones y cada vez me sorprendía más que la anterior. Porque, en general, andas por la calle y la peña va a su bola, cuando no son directamente desagradables. Si se pueden colar en la fila del supermercado, se cuelan. No hacen ningún esfuerzo para que no choquen los paraguas cuando llueve a cántaros. Te apretujan y molestan en el metro. Te pitan sin razón en los semáforos. En general, la gente parece amargada y de intenciones regulinchis.

Y la clave debe de estar en eso, en que solo lo PARECE. En que hay montones de gente buena eclipsada por unos cuantos cabrones que hacen mucho ruido y por eso cunden más. Gente amable que cede el paso, que te avisa si se te cae la bufanda sin que te des cuenta, que te ayuda a atrapar el papel que se te ha volado con el viento, que te presta esos cinco céntimos que te faltaban para pagar el billete de bus. Gente que te toca la ventanilla para asegurarse de que no te ha dado un chungo cuando estabas aparcando.

¿Dudáis de la bondad humana? Parad el coche y haceos los dormidos un rato. Como la zona de llegadas de un aeropuerto, pero en versión mini.

domingo, 10 de abril de 2022

¡¡¡¡JERONIMOOOOO!!!!

Hay actores veteranos y reconocidos que se identifican con ciertas personalidades, ciertos rasgos de carácter que interpreten lo que interpreten están allí. No es que hagan siempre el mismo personaje, ni que sean siempre ellos leyendo el guion de turno. Tienen talento, dominan los matices y sin embargo esa impronta está allí. Morgan Freeman es la serenidad. Jack Nicholson la locura, en cualquiera de sus formas. Para mí Mel Gibson es el arrojo, la intrepidez, la osadía, pero también bastante a lo loco, en plan destalentao.

Muchos de sus papeles son así. ¿William Wallace? Un chalado de la vida. ¿El prota de Conspiración? Otro majareta. El de Payback, qué os voy a contar. El padre que interpreta en Rescate parece medio normal hasta que le presionan demasiado, entonces ya ahí reacciona en plan miura, contra todos, caiga quien caiga, aunque parezca que tiene todas las de perder. ¡¡JERONIMOOOO!!

Pensaba el otro día que hay personas que son así, que prefieren morir matando, que van con todo incluso aunque parezca que no tienen ninguna posibilidad de éxito. Y contra todo pronóstico, muchas veces les sale bien. ¿Ejemplos de esto últimamente? Muchos.

Los ucranianos iban a ser aplastados en dos días, su única opción era rendirse y allí siguen, resistiendo. Todo el PP dio por muerta a Ayuso un cuarto de hora después de la filtración de las comisiones y fijaos quien ha terminado saliendo por la puerta.

No pueden ser casos más diferentes, pero se entiende la idea, ¿no? Yo soy mucho de rendirme cuando se ven nubarrones negros en el horizonte y buscar un plan B. Y hay veces que me gustaría saber gritar ¡¡¡JERÓNIMO!!! y entrar a matar. Caiga quien caiga. Por si, contra todo pronóstico, sale bien.

La misteriosa mancha viajera

Para disgusto de SpeedyMum, yo no me miro mucho al espejo. Digo para su disgusto porque ella cree que si me mirara más, me daría cuenta de mi estilismo capilar desastroso perpetuo y le pondría remedio. Spoiler: eso no va a pasar. No se lo digáis a SpeedyMum, que no queremos quitarle la esperanza de un hipotético milagro estético en el futuro, pero da igual el número de espejos en los que te reflejes si algo no está lo suficientemente arriba en tu escala de prioridades. Y, por suerte o por desgracia, ir peinada no está en el top ten de las mías.

Cuestión, que no me miro mucho al espejo, menos que nunca en estos años marca CoronApocalipsis de mascarillas eternas, exigua vida social vía confinamientos reiterados y estado anímico regulinchi, en general. Así que para que me de cuenta de cambios en mi carrocería externa tienen que producirse hechos concretos que los evidencien. 

No me caben unos pantalones- habré engordado.

La gente me pregunta por la calle donde me he dejado la tabla de surf- hace demasiado que no me tiño y las raíces me llegan tan abajo, que la peña cree que llevo mechas californianas y que he venido directa desde la costa estadounidense a cabalgar las olas.

En esta secuencia de acontecimientos, el otro día se produjo un extraño suceso digno de Expediente X. O más bien de otro gran peli de extraterrestres: Los hombres de negro.  No sé muy bien ni como explicároslo, así que mejor que os lo cuenten ellos mismos.


 

Me está pasando lo mismo que al pobre Edgard, o más bien lo que a la cucaracha alienígena gigante que le roba el cuerpo a Edgard: que se me está escurriendo la piel.

Inquietante, que diría Iker Jiménez.

¿Que como lo sé? Pues porque este verano se me olvidó ponerme crema un día en la playa, me quemé la cara y se quedó una mancha marronácea justo en el puente de la nariz. Cómo llegó el sol a la única zona de mi rostro que estaba protegida (llevaba gafas oscuras) es otro misterio que deberá ser investigado en otra ocasión. El caso es que la mancha esa ha estado casi a la altura del entrecejo ocho meses y el otro día me la vi en medio de la  tocha, en plan disimulado. No se ha extendido, se ha desplazado.




No sé, a lo mejor ha sido algo gradual y como no me miro al espejo no me he dado cuenta hasta que ha estado, literalmente, no delante de mis narices sino en la misma punta de mi protuberancia nasal. O quizá ha sido un salto repentino, tipo movimiento ninja. A saber.

Lo más extraño del caso es que tengo dos lunares a cada lado de la cara que siguen más o menos donde estaban (o eso espero), así que no se han escurrido con el resto de la piel. A lo mejor son como dos chinchetas que sujetan el resto de la epidermis y como se suelten se me quedan todos los músculos al aire, en plan video de Robin Williams. A estas alturas ninguna hipótesis es descartable.

Pero siempre nos queda apostar. ¿Hasta donde creéis que llegará la maldita mancha en su emocionante viaje por la superficie de mi anatomía? ¿Se detendrá en el ombligo? ¿Continuará su expedición hasta mis rodillas? ¿Se desplazará hasta la punta de mi dedo gordo del pie, pondrá la bandera de terreno conquistado y saltará a otro cuerpo, en busca de nuevas aventuras?

Os mantendré informados. 

Mulder (y queridos lectores): la verdad está ahí fuera.

viernes, 8 de abril de 2022

Cambiar el final


 

En ello estamos.

miércoles, 6 de abril de 2022

Referencias viejunas

(Ojito con la antigüedad de las referencias que voy a utilizar en esta entrada. Al nivel de Sofía de las Chicas de Oro y su "Sicilia, 1920..." En fin, este es un blog de clásicos, yo tengo el alma viejuna y tenéis que quererme así. Sorry not sorry.)

Cuestión. ¿Os acordáis de unos anuncios que hizo El Tajo Británico hace la tira de años? Son tan antiguos que no he conseguido encontrar un ejemplo para linkarlo, pero los más veteranos del lugar igual los recuerdan. La cosa era que pedían voluntarios jóvenes para hacer la publicidad en papel de estos grandes almacenes en los periódicos. La gracia era que podías ir con tus amigos el día y la hora que ellos dijeran, entre todos los que acudían se elegía a unos cuantos (20 o 30 personas de todas las edades, de distintos perfiles), que se ponían ropa de la tienda y se hacía una foto colectiva variopinta que solía quedar bastante salada. Luego esa imagen se publicaba en prensa como publi y podías fardar ante amigos, familia y demás que eras "modelo" y habías salido en el periódico. Una tontada, ya veis, pero si eres adolescente y vas con tu pandilla, puede ser un rato distinto y original.

Total, que hablando en casa nos llamó la atención la idea y mis hermanos y yo fuimos con unos amigos a ver que se cocía allí. Hacías fila e ibas pasando delante de una señora (estilista, supongo) que decidía a quién escogía para salir en el anuncio. No sé qué criterios seguiría para elegir. La belleza sería uno de ellos, me imagino, pero ahora pienso que ni siquiera el más importante. La gracia era que la foto quedara variada, así que cogería a altos, bajos, mayores, pequeños, rubios, morenos... Ser guapo ayudaría, no os digo que no, pero no sería determinante.

Aún así yo, que era adolescente (y bastante boba), me veía allí como una intrusa porque ni soy ni he sido nunca precisamente Miss España. Me apunté a esa movida por curiosidad y por hacer la broma con la pandilla, pero, por supuesto, CON CERO expectativas de que me seleccionaran. Cuando me llegó el turno de pasar delante de la estilista lo hice mirando al suelo, como pidiendo perdón por estar allí, creyendo que ella pensaría una versión de "¿con este careto te presentas para ser "modelo"?" No sé si lo pensaría, la verdad, pero lo que me dijo fue: "¿Ni siquiera me miras para que pueda verte bien?"

Fijaos si hace años de eso (más de 25) y aún me acuerdo de la expresión de la señora y de como me lo dijo, como animándome, como extrañada de que yo misma me hiciera de menos, de que no me concediera ni siquiera la oportunidad de intentarlo. La fila sería de unas 150 personas y salieron en el anuncio 30. A una amiga de SpeedysisterPeque la seleccionaron y SpeedyBrother se quedó a las puertas, cayó en la segunda ronda. Quiero decir, que aquello tampoco era Miss Mundo, no era como presentarme a un casting profesional, sino una experiencia graciosa, sin más trascendencia. Tenía todo el derecho a estar allí, a probar, a participar sin sentirme ridícula. Sin embargo yo pasé mirando al suelo, no sólo segura de que iba a "fracasar", sino pidiendo perdón por siquiera atreverme a intentarlo.

Ahora pienso mucho en ese momento porque creo que llevo toda la vida haciendo eso en diferentes facetas: profesional, personal, amorosa. Me siento indigna de lo que sea (un chico, un trabajo) y no sólo me convenzo de que no lo voy a lograr (para no llevarme la desilusión cuando pase, me digo) sino que ni me permito fingir que me lo merezco en el proceso de intentarlo. No he llegado a decir en una entrevista de trabajo "ya sé que no soy lo suficientemente buena para que me cojáis" pero si me dieran un euro por cada vez que le he dicho "ya sé que no te gusto" al maromazo de turno ahora mismo sería millonaria. Que en casi todos los casos, efectivamente, no le gustaba pero, ¿qué necesidad de descartarme yo desde el principio? Ya decidirá él lo que tenga que decidir...

Sospecho por qué lo hacía (y lo hago), claro. Si ya sabes que no lo vas a conseguir, no te coge de sorpresa. Si eres consciente y dejas claro que no tienes nivel suficiente, no pareces una ilusa con ridículos delirios de grandeza. Ellos no te están rechazando, tú eres más rápida y te descartas sola para que no les de tiempo a hacerlo. Un plan sin fisuras.

Me imagino que por eso (y ojo que aquí va la enésima referencia viejuna de esta entrada) me sentía tan identificada con Kat de ese clásico de cine adolescente que es "Diez razones para odiarte". Ella lo hace con la decepción y yo con el fracaso. Y quizás, sólo quizás, eso explique un poco el desastre de vida que llevo.


domingo, 3 de abril de 2022

Deja de colarte

Ir a la playa un sábado y que el jueves siga saliendo arena de la funda de las gafas de sol que, en teoría, no habían llegado a mancharse.

Regar poco una maceta llena de tierra compacta y que al rato el agua que parecía que no sobraba termine filtrándose por debajo.

Cerrar la puerta de la cocina para que no salga el humo de la sartén y que igualmente toda la casa huela a croquetas.

Sellar bien las ventanas y que siga notándose corriente en el pasillo.

Ponerte ocho capas de ropa de abrigo y sentir el frío llegando hasta tus huesos.

 

Eres arena, agua, olor, viento, frío. 

Te cuelas en mi mente cerrada a cal y canto todavía no sé muy bien a través de qué resquicios. Te cuelas con canciones, con anuncios de televisión, con ojos de desconocidos que recuerdan a otros ojos, con formas de hablar que resultan familiares, con chascarrillos absurdos.

Te cuelas por todas partes como la arena, como el agua, como el olor, como el viento, como el frío.

Deja de colarte.