viernes, 26 de abril de 2019

Miedo con cosas




Miedo a hacer el ridículo.
Miedo a ser ridículo.
Miedo a convertirse en un cliché.
Miedo a ser uno más.
Miedo a no ser suficiente.
Miedo a lo desconocido.
Miedo a que fuera demasiado bonito para ser verdad.
Miedo a que sea difícil.
Miedo a que salga mal.
Miedo a no estar a la altura.
Miedo a equivocarte.
Miedo a perder el tiempo.
Miedo a que te hagan daño.
Miedo a perder lo poco con lo que te conformas.
Miedo a saber lo que viene después.
Miedo a que lo de después sea aún peor.
Miedo a que después no haya nada.

Al miedo ni agua.




domingo, 21 de abril de 2019

Canciones para convencer

Dicen que cuando tienes el corazón roto te parece que todas las canciones hablan de ti, de tu historia, de lo que te ha pasado y de lo mucho que estás sufriendo. En esos momento te das cuenta de el 90% de los temas musicales que escuchamos van de amor y de DESAMOR, porque al final las dos caras de esa moneda es lo que mueve el mundo.

Bueno, pues sí, claro, es verdad, pero yo tengo algo que aportar. Porque hay un spinn-off de este asunto al que no se le concede casi atención y que está también muy presente en la banda sonora de nuestras vidas: el momento persuasión. Convencimiento. Esa época en la que tú ya tienes clarísimo que el maromazo de turno tiene posibilidades, que funcionaríais estupendamente juntos pero el otro aún no está en el tema. Por lo que sea, ¿eh? Porque no se ha coscado y tú no se lo has dicho, porque está a por uvas, porque tiene sus propias movidas el hombre... Por la razón que sea el ínclito no se ha pispado pero tú lo ves tan cristalino que no paras de hacer listas mentales de motivos por los que ganaríais el premio a la pareja del año. Y mientras le miras tratando de disimular y de pensar eso más bajito (porque lo piensas tan alto que casi se te puede oír) por lo altavoces se oyen cosas como estas.



Y tratas de continuar la conversación sobre el tiempo o sobre cine o sobre lo que sea que esteis hablando mientras piensas, aún más alto que antes: "Maromazo, hijo mío, escucha a Inna y Daddy que tienen más razón que un santo. Deberíamos ser más que amigos. No sé si leen a Kierkegaard y puede que no estuvieran muy sueltos refutando a Kant, pero de lo que saben, saben. Hazles caso, anda"

Maromazo de Turno no parece reparar en el importante y profundo mensaje de la música, así que tratas de mantener la normalidad hasta que 10 minutos después desde lo altavoces te llega otra bomba.




Estos dos son otros que no tienen pinta de ser los próximos ganadores del Nobel, pero bueno, se nota que el José este y el otro colega han echado muchas horas en bares tratando de llevarse al huerto a pobres incautas, porque por lo menos lo dicen de manera original. De hecho, es exactamente lo que tú le dirías ahora mismo a Maromazo de Turno: voy a negociar con Cupido que seamos más que amigos. Pero vamos, que ya lo están diciendo estos dos iluminados de la gorra pa'trás por ti y Maromazo sigue a por uvas. Así que pasa al ataque nada menos que Meghan Trainor





Que a estas alturas piensas: Hay que ver la de gente que ha pasado por lo mismo que yo. Meghan, hija mía, ¿a ti te salió bien? Y como se lo dijiste, ¿con esta canción? Porque a mi este tema musical no me está funcionando, Maromazo no se da por aludido...

Podría seguir, porque os sorprendería la trascendencia que tiene este asunto en la historia sonora reciente, pero vaya, ya os hacéis una idea. De todas formas, es una tranquilidad saber que no soy la única que tiene este problema. Mal de muchos consuelo de tontos, pero por lo menos es un consuelo, ¿no?

viernes, 5 de abril de 2019

Speedy, no la cagues

A ver como resumo esto, porque no quiero dar la chapa, pero este tema lo tengo que contar, aunque sea en plan telegrama.

Estaba en una época bastante mierder de mi vida. Me dio el Jamacuco Supremo. Le vi las orejas al lobo. Empecé a pasar de todo y a hacer lo que me salía del unicornio, que en este mundo estamos dos días y uno nos lo pasamos durmiendo. Ahora ha aparecido de la nada una oportunidad para cambiar mi vida. Incluso diría que, si hay suerte, para mejorarla. Es una lotería con altísimas probabilidades de que no toque, es cierto, pero como en el Gordo de Navidad hay que jugar por si acaso, para dormir tranquilo no vaya a salir el número del curro, del bar de siempre o de la comunidad de vecinos y todos se hagan millonarios menos tú. Así que ahí estoy, comprando décimos metafóricos como una loca y sin pensar en las consecuencias si la cosa se tuerce. Ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a ese río.

El tema es que el 99% del resultado del sorteo no depende de mi pero hay un 1% que sí. Por eso TENGO que estar a la altura, para que, si al final no toca, esté claro clarinete que no ha sido culpa mía sino de la suerte, que es esquiva y desagradecida. Y ahí viene cuando la matan, claro.

Porque ya nos vamos conociendo. Quien haya pasado de vez en cuando por aquí sabe que cagarla en los momentos clave es mi superpoder más desarrollado. Me pongo nerviosa, vacilo, me ofusco, dudo de mi capacidad. Dejo que mi propia mente me boicotee y mine mi rendimiento. Un cuadro, vaya.

Esto ERA así. Últimamente un poco menos porque pasar de todo y hacer lo que me sale del unicornio ayuda a relajarse, la verdad, pero quien tuvo, retuvo, no os voy a engañar. Así que desde que me levanto hasta que me acuesto tengo un solo pensamiento en la cabeza, repetido una y otra vez. Decidlo conmigo, a ver si entre todos unimos fuerzas y funciona más. Venga, todos a la vez:

Speedy, no la cagues.

Por-fa-vor.