Supongo que como todos, a estas alturas del confinamiento mi montaña rusa emocional está llegando a extremos difícilmente imaginables. A las doce de la mañana estoy lavando los tomates con Fairy porque esquivar al bichillo es mi única aportación útil para aplanar la puta curva del demonio y a las ocho de la tarde pienso seriamente en cortarme las venas porque no me veo capaz de soportar la que se nos viene encima después de esto. Me imagino que os suena el tema...
A esto se suma que a los guionistas de 2020 les debieron de decir que el año estaba teniendo poca audiencia y le están metiendo de todo a ver si la reflotan. La peor pandemia de los últimos siglos no les parecía suficiente, así que están añadiendo incendios radioactivos, volcanes que despiertan y no me sorprendería que a la semana que viene tengamos tsunamis, porque claro, hace falta algo más de emoción.
Total, que cuando ya no puedo más intento agarrarme con uñas y dientes a la única verdad innegable de este apocalipsis del averno: que nadie sabe nada. NA-DIE. No se sabe como se contagia el cabronazo del bicho. No se sabe a qué órganos ataca más ni qué fármacos funcionan. No se sabe de qué depende que afecte de forma grave o leve. No se sabe si los infectados desarrollan inmunidad. No se sabe si se podrá encontrar una vacuna. No se sabe cuanto más tendremos que estar en cuarentena,
No se sabe qué pifostio económico nos va a quedar después del confinamiento terapéutico. No se sabe como tendrán que cambiar los sistemas productivos y las relaciones económicas entre países. No se sabe quiénes saldrán más perjudicados y quién conseguirá aprovecharse de que a río revuelto, ganancia de pescadores. No se sabe el panorama político mundial que surgirá tras este terremoto.
NADIE sabe NADA. Es la única verdad innegable que sabemos con seguridad. Así que yo me limito a esperar a que el partido acabe y recordar la mejor definición de suerte que se puede dar. La que contaban tan bien en esa preciosidad de serie que era Doctor en Alaska
Y ya sé que nos morimos de ganas de salir porque como gracia ya ha valido. Pero hay que aguantar un poco más para no tirar por las borda todo lo conseguido hasta ahora. Hay que aguantaaaaaaaaaarrrrrrrrrrr. Si no me hacéis caso a mi, hacedle caso a Máximo Meridio que es más guapo que yo y lo dice con más gracia en el minuto 1:40.
¡¡JUNTOS, AGUANTAD, QUIETOS!!
Ya estamos más cerca del final, un día más, un día menos
Yes, we can. De verdad.
domingo, 26 de abril de 2020
jueves, 23 de abril de 2020
Escribir en tiempos de coronavirus XVI: despedidas
Con todo esto del Apocalipsis Pandémico no había caído en que a lo mejor no te voy a volver a ver. Casi seguro que no, de hecho. Y no lo había ni pensado. Hombre, muy al principio, en una de esas listas de consejos psicológicos para sobrellevar la cuarentena leí "aprovecha el confinamiento para acabar tareas pendientes" y sí que se me ocurrió que era un buen momento para pasar el "mono" de ti, dado que por imperativo legal no íbamos a coincidir en el espacio-tiempo. Como quien aprovecha para dejar de fumar, vaya. Y me pareció hasta bien, porque la idea esa ya me rondaba y lo que me faltaba era fuerza de voluntad para implementar el cambio, así que no me venía mal que me obligaran. Pero la verdad, no pensé que era definitivo. Creía que me iba a desenganchar y que luego te seguiría viendo pero ya en plan persona normal y no yonki en rehabilitación.
Con tanto drama, caos y el puto bichillo dando por culo no había vuelto a reparar en ello y ahora que me ha venido a la cabeza compruebo que sí que he pasado el mono, que ya estoy rehabilitada pero que no creo que volvamos a vernos. Cuando salgamos el mundo estará patas arriba, tu y yo bastante tendremos con mantenernos a flote y veo difícil que la vida nos vuelva a reunir, la verdad. Y me da muchísima pena porque no he podido decirte adiós.
Ni siquiera sé si tú y los tuyos os habéis librado del cabronazo este. Tú supongo que sí, eres fuerte como un roble. Aunque, bueno, con esto del confinamiento estarás a punto de cortarte las venas, como si lo viera, porque menudo culo inquieto estás hecho... Te imagino aprovechando cada centímetro de tu casa para hacer ejercicio. ¡La de inventos surrealistas que te habrás sacado de la manga para entrenar! Creatividad al poder.
Te visualizo quejándote y a la vez bastante sereno porque si hay algo que envidio más que tu potencia física es tu fortaleza mental. Tienes una resistencia al sufrimiento y una capacidad de autosuperación titánicas y eso, con el marrón que tenemos encima, es un tesoro. Estarás resignado, yo creo, con tu cara de "qué se le va a hacer" mientras inventas soluciones y buscas alternativas para el futuro. ¿Sabes eso que no te iba a dar tiempo a acabar en junio por tu agenda imposible? Ya lo habrás finiquitado, fijo. Como si te viera por un agujerito...
Ojalá estés bien. Y ojalá nos encontremos un día por la calle, cuando el puto bichillo se haya ido a tomar por culo y salir a pasear nos parezca otra vez lo más normal del mundo. Ojalá nos topemos para despedirnos o para reencontrarnos.
Ojalá
Con tanto drama, caos y el puto bichillo dando por culo no había vuelto a reparar en ello y ahora que me ha venido a la cabeza compruebo que sí que he pasado el mono, que ya estoy rehabilitada pero que no creo que volvamos a vernos. Cuando salgamos el mundo estará patas arriba, tu y yo bastante tendremos con mantenernos a flote y veo difícil que la vida nos vuelva a reunir, la verdad. Y me da muchísima pena porque no he podido decirte adiós.
Ni siquiera sé si tú y los tuyos os habéis librado del cabronazo este. Tú supongo que sí, eres fuerte como un roble. Aunque, bueno, con esto del confinamiento estarás a punto de cortarte las venas, como si lo viera, porque menudo culo inquieto estás hecho... Te imagino aprovechando cada centímetro de tu casa para hacer ejercicio. ¡La de inventos surrealistas que te habrás sacado de la manga para entrenar! Creatividad al poder.
Te visualizo quejándote y a la vez bastante sereno porque si hay algo que envidio más que tu potencia física es tu fortaleza mental. Tienes una resistencia al sufrimiento y una capacidad de autosuperación titánicas y eso, con el marrón que tenemos encima, es un tesoro. Estarás resignado, yo creo, con tu cara de "qué se le va a hacer" mientras inventas soluciones y buscas alternativas para el futuro. ¿Sabes eso que no te iba a dar tiempo a acabar en junio por tu agenda imposible? Ya lo habrás finiquitado, fijo. Como si te viera por un agujerito...
Ojalá estés bien. Y ojalá nos encontremos un día por la calle, cuando el puto bichillo se haya ido a tomar por culo y salir a pasear nos parezca otra vez lo más normal del mundo. Ojalá nos topemos para despedirnos o para reencontrarnos.
Ojalá
sábado, 18 de abril de 2020
Escribir en tiempos de coronavirus XV: Hasta el Sol lo sabe
Hay un lado de mi casa en el que suele dar mucho el Sol. Al menos en tiempos normales. En esta pesadilla pandémica en la que todo parece estar alterado de alguna manera, la cosa ha cambiado un poco. Muchos de los últimos días han salido nublados, así que no había nada que debatir y en los que han tenido algo más de claridad Lorenzo ha lucido tímidamente y durante pocos minutos, a medio gas. Un ratito a primera hora de la mañana, como para acompañar el café del desayuno y otro poco por la tarde pronto, mientras rematas la comida con el bombón-salvavidas diario. Con escasas variaciones, estos horarios atípicos se han mantenido bastante estables, como al curva de contagios últimamente.
Y yo no he podido evitar imaginarme al Sol, todo agobiado por no saber qué hacer durante el estado de alarma. "Si luzco a tope no va haber policía suficiente en el mundo para retenerlos en casa, pero si tienen que aguantar un día gris, tras otro, tras otro, tras otro, a la semana se me tiran todos por el balcón después del aplauso de las ocho. Vamos a buscar un término medio...
Y así está Lorenzo, organizando días medio clarillos con nubes pasajeras que filtran sus rayos de forma intermitente: un momentito ahora para que absorbas vitamina D y luego un poco de sombra que te aplaque las ganas de coger la puerta y sentarte en el césped del primer parque que veas. Una mini sesión luminosa que te recargue las pilas cuando justo estabas llegando al nivel anímico de querer cortarte las venas y después ya un atardecer rapidito, que mañana será otro día.
Un día más, un día menos. Hasta el Sol lo piensa.
Y yo no he podido evitar imaginarme al Sol, todo agobiado por no saber qué hacer durante el estado de alarma. "Si luzco a tope no va haber policía suficiente en el mundo para retenerlos en casa, pero si tienen que aguantar un día gris, tras otro, tras otro, tras otro, a la semana se me tiran todos por el balcón después del aplauso de las ocho. Vamos a buscar un término medio...
Y así está Lorenzo, organizando días medio clarillos con nubes pasajeras que filtran sus rayos de forma intermitente: un momentito ahora para que absorbas vitamina D y luego un poco de sombra que te aplaque las ganas de coger la puerta y sentarte en el césped del primer parque que veas. Una mini sesión luminosa que te recargue las pilas cuando justo estabas llegando al nivel anímico de querer cortarte las venas y después ya un atardecer rapidito, que mañana será otro día.
Un día más, un día menos. Hasta el Sol lo piensa.
miércoles, 15 de abril de 2020
Escribir en tiempos de coronavirus XIV: el pico de la curva de la histeria
Hoy, por fin, he llegado al pico de mi particular curva de confinamiento, un punto crítico, una fecha clave que marcará un antes y un después en mi encierro.
Españoles: hoy me he vestido.
Ovación cerrada, que sólo me ha costado un mes. ¡Aleluya, hermanos!
Bueno, a ver, tampoco hasta ahora iba en pijama, ¿eh? No he aplicado un ERTE entre mis sujetadores, pero tampoco he salido en ningún momento de mi zona de confort (nunca mejor dicho) de chándal, mallas y sucedáneos. La excusa era que en algún momento del día iba a hacer deporte y que cambiarse pa'ná es tontería. Pero vaya, que excusas aparte, chándal computa como pijama aquí y en Lima, no hay nada que debatir.
Mi dejadez estética está bastante ligada a que, con pandemia o sin ella, el cuidado de mi imagen no está muy arriba en mi escala de prioridades pero también a que pienso demasiado a menudo que vamos a morir todos, de coronavirus, de hambre o en la Guerra Mundial que al final traerá este movidón. Y chico, si esto es el Apocalipsis, qué más dará lo que lleves puesto...
Mi YO racional intentó al principio ignorar y aislar a mi YO histérico, pero los pensamientos negativos se diseminan rápidamente y ya hay contagio intracomunitario, así que no ha quedado más remedio que rendirse, keep calm y tratar de aplanar la curva de la histeria. Y en ello estamos, pasito a pasito:
-Primero comencé a extremar las medidas de higiene mental y reducir el contacto con la información sobre el bicho. No lo he conseguido del todo en cantidad, pero sí en calidad: sigo leyendo todo el día del tema, pero cosas menos dañinas, lo que aminora considerablemente la carga viral. Algo es algo.
-La segunda fase contemplaba medidas capilares para explorar si hay vida más allá de la coleta de caballo. Las primeras experimentos con la plancha parecen apuntar a que es así y que sería posible andar por mi superguarida sin parecer una paciente recién fugada de una institución psiquiátrica.
-A tenor de los resultados, me he atrevido a iniciar una desescalada de la distancia social con algunas prendas de mi armario. Hasta ahora sólo había salido del confinamiento mallas, chandals y algún vaquero para las expediciones al super, pero hoy le he dado la oportunidad a unos pitillos y una chaqueta. Y en un arranque de optimismo pienso ponerme tacones para salir a aplaudir al balcón. Me los voy a quitar en cuanto acabe, claro, soy optimista pero no estoy loca.
-Los siguientes pasos del plan contemplan pintarme los labios con el color más estridente que tenga y continuar en sucesivas jornadas con otras áreas de la cara, pero como diría Fernando Simón, hay que ser muy prudentes porque los datos no son aún definitivos y no conviene extraer conclusiones precipitadas.
Parafraseando a todos los expertos, no hay que darle importancia a las cifras diarias, sino constatar una tendencia. Y la tendencia es que mi curva de la histeria se está aplanando y que confío en que pronto comience a descender.
Ojalá.
Españoles: hoy me he vestido.
Ovación cerrada, que sólo me ha costado un mes. ¡Aleluya, hermanos!
Bueno, a ver, tampoco hasta ahora iba en pijama, ¿eh? No he aplicado un ERTE entre mis sujetadores, pero tampoco he salido en ningún momento de mi zona de confort (nunca mejor dicho) de chándal, mallas y sucedáneos. La excusa era que en algún momento del día iba a hacer deporte y que cambiarse pa'ná es tontería. Pero vaya, que excusas aparte, chándal computa como pijama aquí y en Lima, no hay nada que debatir.
Mi dejadez estética está bastante ligada a que, con pandemia o sin ella, el cuidado de mi imagen no está muy arriba en mi escala de prioridades pero también a que pienso demasiado a menudo que vamos a morir todos, de coronavirus, de hambre o en la Guerra Mundial que al final traerá este movidón. Y chico, si esto es el Apocalipsis, qué más dará lo que lleves puesto...
Mi YO racional intentó al principio ignorar y aislar a mi YO histérico, pero los pensamientos negativos se diseminan rápidamente y ya hay contagio intracomunitario, así que no ha quedado más remedio que rendirse, keep calm y tratar de aplanar la curva de la histeria. Y en ello estamos, pasito a pasito:
-Primero comencé a extremar las medidas de higiene mental y reducir el contacto con la información sobre el bicho. No lo he conseguido del todo en cantidad, pero sí en calidad: sigo leyendo todo el día del tema, pero cosas menos dañinas, lo que aminora considerablemente la carga viral. Algo es algo.
-La segunda fase contemplaba medidas capilares para explorar si hay vida más allá de la coleta de caballo. Las primeras experimentos con la plancha parecen apuntar a que es así y que sería posible andar por mi superguarida sin parecer una paciente recién fugada de una institución psiquiátrica.
-A tenor de los resultados, me he atrevido a iniciar una desescalada de la distancia social con algunas prendas de mi armario. Hasta ahora sólo había salido del confinamiento mallas, chandals y algún vaquero para las expediciones al super, pero hoy le he dado la oportunidad a unos pitillos y una chaqueta. Y en un arranque de optimismo pienso ponerme tacones para salir a aplaudir al balcón. Me los voy a quitar en cuanto acabe, claro, soy optimista pero no estoy loca.
-Los siguientes pasos del plan contemplan pintarme los labios con el color más estridente que tenga y continuar en sucesivas jornadas con otras áreas de la cara, pero como diría Fernando Simón, hay que ser muy prudentes porque los datos no son aún definitivos y no conviene extraer conclusiones precipitadas.
Parafraseando a todos los expertos, no hay que darle importancia a las cifras diarias, sino constatar una tendencia. Y la tendencia es que mi curva de la histeria se está aplanando y que confío en que pronto comience a descender.
Ojalá.
lunes, 13 de abril de 2020
Escribir en tiempos de coronavirus XIII: INMUNIZADOS, los nuevos superhéroes
Por ahora estoy teniendo una suerte gigante con el puto bichillo que de momento (cruzo los dedos) está pasando de largo de mi familia y amigos. A los pocos que ha visitado lo ha hecho levemente y sin estridencias, así que todavía puedo hablar con ellos en modo coña. Y a todos les digo lo mismo: que son unos privilegiados porque cuando hayan mandado a tomar por culo al maldito bastardo estarán inmunizados lo que, en el mundo postpandemia, será como tener superpoderes.
Viniendo de una saga superheroica como la mía, comprenderéis que si de algo entiendo es de tener capacidades extraordinarias. A los que le den pal'pelo al bichillo les llamarán LOS INMUNIZADOS (alias poco original pero sin duda de la misma contundencia que LOS INMORTALES) y bueno, van a ser los reyes del mambo, amiguis. Para empezar irán por la calle sin miedo, porque ellos tienen un escudo para un virus contra el que la supervelocidad y la superfuerza de algunos de mis compas de gremio no sirven de nada. Serán los primeros que puedan volver a currar y seguramente los primeros a los que dejen salir sin causa de extrema necesidad. Ríete tú de los privilegiados que hasta ahora sacaban a pasear al perro, van a parecer unos pringados a su lado.
Y eso en cuanto a lo estrictamente sanitario, pero este maldito bastardo trae de regalo, dos por uno, un bofetón económico que lo vamos a flipar en colores. La que se nos viene encima a todos es de agárrate y no te menees. ¿A todos? Bueno, no, aquí también va a haber unos cuantos privilegiados a los que esto les ha pillado en medio, tienen mogollón de curro y se están haciendo de oro.Voy a excluir de esta clasificación a los infraseres que especulan con material sanitario pidiendo precios estratosféricos por artículos necesarios en todo el mundo para salvar vidas porque no creo que se les pueda calificar ni de humanos y me dan ganas de vomitar. No me refiero a estos hijos de la grandísima puta, sino a la gente que se dedicaba a una actividad tan necesaria que ni el virus ha podido pararla o que ha tenido posibilidad de adaptarla al confinamiento o de convertirse en una forma de hacer la cuarentena más soportable. Hay ganadores claros, desde luego:
-El jefazo de Mercamola, que no se ha visto en una así en su vida desde que se desató la histeria del papel higiénico y sucedáneos.
-Fabricantes de harina, levadura e ingredientes varios de repostería casera o, usando el término técnico, salvavidas de padres que ya no saben como entretener a sus pequeños.
-Productores de desinfectantes, jabón y alcohol, porque, quién se lo iba a decir a ellos, en realidad fabricaban armas contra el virus. Eran industria bélica y ellos sin saberlo.
-Marcas de alcohol del otro, del de "después de un copazo la vida se ve de otro color y la cuarentena es menos cuarentena".
-El jefazo de Netflix y plataformas parecidas de ocio audiovisual. Otros que tal bailan. Ni me voy a molestar en explicarlo porque sabéis que el encierro pandémico sin series y pelis acabaría pronto: saldríamos a las ocho a aplaudir al balcón y luego nos tiraríamos para no soportar más el sufrimiento.
-Internet y los que saben como arreglarlo si se rompe. Fundamentalmente porque sin Internet no hay Netflix ni porno y luego ya si eso por lo del teletrabajo, la enseñanza on-line y demás. Si, estoooo, por eso también, claro, claro.
Esos van a salir de esta pandemia como forzudos de circo o el primo de Zumosol y ya si luego les viene un tortazo económico lo van a encajar con más soltura. Quién estuviera en su equipo, oye...
Viniendo de una saga superheroica como la mía, comprenderéis que si de algo entiendo es de tener capacidades extraordinarias. A los que le den pal'pelo al bichillo les llamarán LOS INMUNIZADOS (alias poco original pero sin duda de la misma contundencia que LOS INMORTALES) y bueno, van a ser los reyes del mambo, amiguis. Para empezar irán por la calle sin miedo, porque ellos tienen un escudo para un virus contra el que la supervelocidad y la superfuerza de algunos de mis compas de gremio no sirven de nada. Serán los primeros que puedan volver a currar y seguramente los primeros a los que dejen salir sin causa de extrema necesidad. Ríete tú de los privilegiados que hasta ahora sacaban a pasear al perro, van a parecer unos pringados a su lado.
Y eso en cuanto a lo estrictamente sanitario, pero este maldito bastardo trae de regalo, dos por uno, un bofetón económico que lo vamos a flipar en colores. La que se nos viene encima a todos es de agárrate y no te menees. ¿A todos? Bueno, no, aquí también va a haber unos cuantos privilegiados a los que esto les ha pillado en medio, tienen mogollón de curro y se están haciendo de oro.Voy a excluir de esta clasificación a los infraseres que especulan con material sanitario pidiendo precios estratosféricos por artículos necesarios en todo el mundo para salvar vidas porque no creo que se les pueda calificar ni de humanos y me dan ganas de vomitar. No me refiero a estos hijos de la grandísima puta, sino a la gente que se dedicaba a una actividad tan necesaria que ni el virus ha podido pararla o que ha tenido posibilidad de adaptarla al confinamiento o de convertirse en una forma de hacer la cuarentena más soportable. Hay ganadores claros, desde luego:
-El jefazo de Mercamola, que no se ha visto en una así en su vida desde que se desató la histeria del papel higiénico y sucedáneos.
-Fabricantes de harina, levadura e ingredientes varios de repostería casera o, usando el término técnico, salvavidas de padres que ya no saben como entretener a sus pequeños.
-Productores de desinfectantes, jabón y alcohol, porque, quién se lo iba a decir a ellos, en realidad fabricaban armas contra el virus. Eran industria bélica y ellos sin saberlo.
-Marcas de alcohol del otro, del de "después de un copazo la vida se ve de otro color y la cuarentena es menos cuarentena".
-El jefazo de Netflix y plataformas parecidas de ocio audiovisual. Otros que tal bailan. Ni me voy a molestar en explicarlo porque sabéis que el encierro pandémico sin series y pelis acabaría pronto: saldríamos a las ocho a aplaudir al balcón y luego nos tiraríamos para no soportar más el sufrimiento.
-Internet y los que saben como arreglarlo si se rompe. Fundamentalmente porque sin Internet no hay Netflix ni porno y luego ya si eso por lo del teletrabajo, la enseñanza on-line y demás. Si, estoooo, por eso también, claro, claro.
Esos van a salir de esta pandemia como forzudos de circo o el primo de Zumosol y ya si luego les viene un tortazo económico lo van a encajar con más soltura. Quién estuviera en su equipo, oye...
sábado, 11 de abril de 2020
Escribir en tiempos de coronavirus XII: escudo sonoro
Llevo intentado escribir algo desde ayer, pero estaba metidísima en el pico máximo de la curva de la ansiedad y no levantaba cabeza: que si la mayor recesión económica desde la Segunda Guerra Mundial, que si los medianamente buenos datos del puto bichillo se van a chafar el próximo supermartes cuando se notifiquen todos los casos que se han quedado en el tintero desde Semana Santa, que si el lunes vuelven a currar los no esenciales y ya verás como volvemos a las andadas... Casi no podía ni respirar. Conseguí dormirme pensando que por la mañana lo vería todo de otra manera y lo primero que me encuentro en cuanto abro el ojo es que los volcanes se han sumado a la fiesta apocalíptica de 2020. ¡Claro que sí! Desde luego el año no está escatimando en presupuesto, ¿eh? ¡JODO PETACA!
Total que iba lanzada como un misil a introducirme y bucear en el más espeso fango del desánimo cuando me ha interceptado este salvavidas. Lo he escuchado en la radio, de casualidad. No conocía la canción, no conozco al grupo y me da igual si son buenos, malos o regulares, si me caerían bien o mal o si el resto de sus trabajos me gustarían. No lo sé y me da lo mismo. Lo único que me importa es que la música es mágica y que ha utilizado este tema como medio para obrar el milagro de parar en seco mi ansiedad y mi angustia. No sé ni cómo ni por qué, pero esta curva sí la ha conseguido frenar. No es la curva más importante, pero es mi curva y por algo se empieza. Os la dejo por aquí por si alguien también tiene un día de mierda y necesita con urgencia un escudo sonoro. Ojalá os sirva.
Total que iba lanzada como un misil a introducirme y bucear en el más espeso fango del desánimo cuando me ha interceptado este salvavidas. Lo he escuchado en la radio, de casualidad. No conocía la canción, no conozco al grupo y me da igual si son buenos, malos o regulares, si me caerían bien o mal o si el resto de sus trabajos me gustarían. No lo sé y me da lo mismo. Lo único que me importa es que la música es mágica y que ha utilizado este tema como medio para obrar el milagro de parar en seco mi ansiedad y mi angustia. No sé ni cómo ni por qué, pero esta curva sí la ha conseguido frenar. No es la curva más importante, pero es mi curva y por algo se empieza. Os la dejo por aquí por si alguien también tiene un día de mierda y necesita con urgencia un escudo sonoro. Ojalá os sirva.
martes, 7 de abril de 2020
Escribir en tiempos de coronavirus XI: pensamientos random
En este confinamiento no me está dando tiempo a hacer nada útil porque me paso todo el rato pensando. Pensando sobre lo que entiendo de lo que ocurre. Sobre lo muchísimo que no entiendo de lo que pasa. Sobre lo que me temo que nos espera. Sobre lo que ni sospecho de lo que nos queda por delante y que por eso mismo me aterroriza. Sobre lo que significan ciertos comportamientos. Sobre lo que implican algunos silencios.
Pienso un montón y no tengo a quien contárselo porque paso el confinamiento sola, porque en la Speedyfamily somos tantos que las videollamadas son el caos absoluto y porque mucho de lo que pienso es tan triste que en realidad me parece mejor no compartirlo para no minar la moral. Pero bueno, como este blog me lo tomo en plan terapia, a vosotros os ha tocado, lo siento. Vamos allá.
-Pienso que me enorgullece vivir en un país que ni se plantea dejar morir a sus mayores por su edad. Que lo da todo por salvar a todos los que se pueda, jóvenes o viejos, cueste el dinero que cueste (no como otros)
-Pienso que me entristece y me preocupa un montón vivir en un país en el que la ideología ciega hasta tal punto que se justifica cualquier cosa siempre que lo hayan dicho o hecho "los tuyos". Que se silencian errores evidentes sólo porque los ha cometido tal y no cual y que se comprenden deslealtades peligrosas en momentos cruciales sólo porque vienen de unos y no de otros. Me preocupa porque nunca seremos una democracia sana si la gente vota CEGADA por unas creencias previas. No debería ser así: ocurren unos hechos, hay una determinadas reacciones y a partir de eso juzgas si son acertadas o no y decides tu voto. Llevarlo ya decidido de antes pase lo que pase es ser una marioneta de otros.
-Pienso en que mucha gente está agobiada porque teletrabajar con niños en casa es misión casi imposible (y tienen toda la razón) pero que en su agobio no se paran a pensar que ellos por lo menos pueden teletrabajar. Y que quizás eso signifique que cuando esto acabe serán de los pocos privilegiados que conserven su trabajo. Porque muchos de los que no tienen la posibilidad de currar a distancia no están disfrutando de una felices vacaciones, sino temiendo a todas horas que no tendrán curro al que volver cuando esto pase.
-Pienso en las escalas del drama. En que a cada uno nos preocupa lo nuestro, como es normal. En gente cabreada porque ha tenido que devolver sus entradas para musicales de Broadway, en familias desasosegadas porque no pueden planificar sus vacaciones de verano y en padres al borde del colapso porque no saben si sus hijos tendrán algo que comer el mes que viene.
-Pienso en que incluso las cosas pequeñas reflejan la magnitud de lo que ocurre. En que hay personas que deciden pagar la cuota de abril de su gimnasio tratando de poner su granito de arena y ayudar a que no despidan a monitores, que después de muchas horas de sudor y esfuerzo, son casi amigos Y que nada más pagarlo piensan que en mayo casi seguro que no tendrán dinero en la cuenta para el próximo recibo y que no les quedará otra que devolverlo, pero que ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a ese río.
-Pienso en que estar sola a veces se hace duro, pero que la tranquilidad de tener la absoluta certeza de no estar contagiando a nadie no se paga con dinero.
-Pienso que estos días grises y lluviosos no ayudan nada a mantener el ánimo y luego pienso que sería peor si hiciera sol y no pudiéramos salir a disfrutarlo porque aún resultaría más duro quedarse en casa. Pero por lo menos haría sol.
-Pienso que yo que sé ya...
Pienso un montón y no tengo a quien contárselo porque paso el confinamiento sola, porque en la Speedyfamily somos tantos que las videollamadas son el caos absoluto y porque mucho de lo que pienso es tan triste que en realidad me parece mejor no compartirlo para no minar la moral. Pero bueno, como este blog me lo tomo en plan terapia, a vosotros os ha tocado, lo siento. Vamos allá.
-Pienso que me enorgullece vivir en un país que ni se plantea dejar morir a sus mayores por su edad. Que lo da todo por salvar a todos los que se pueda, jóvenes o viejos, cueste el dinero que cueste (no como otros)
-Pienso que me entristece y me preocupa un montón vivir en un país en el que la ideología ciega hasta tal punto que se justifica cualquier cosa siempre que lo hayan dicho o hecho "los tuyos". Que se silencian errores evidentes sólo porque los ha cometido tal y no cual y que se comprenden deslealtades peligrosas en momentos cruciales sólo porque vienen de unos y no de otros. Me preocupa porque nunca seremos una democracia sana si la gente vota CEGADA por unas creencias previas. No debería ser así: ocurren unos hechos, hay una determinadas reacciones y a partir de eso juzgas si son acertadas o no y decides tu voto. Llevarlo ya decidido de antes pase lo que pase es ser una marioneta de otros.
-Pienso en que mucha gente está agobiada porque teletrabajar con niños en casa es misión casi imposible (y tienen toda la razón) pero que en su agobio no se paran a pensar que ellos por lo menos pueden teletrabajar. Y que quizás eso signifique que cuando esto acabe serán de los pocos privilegiados que conserven su trabajo. Porque muchos de los que no tienen la posibilidad de currar a distancia no están disfrutando de una felices vacaciones, sino temiendo a todas horas que no tendrán curro al que volver cuando esto pase.
-Pienso en las escalas del drama. En que a cada uno nos preocupa lo nuestro, como es normal. En gente cabreada porque ha tenido que devolver sus entradas para musicales de Broadway, en familias desasosegadas porque no pueden planificar sus vacaciones de verano y en padres al borde del colapso porque no saben si sus hijos tendrán algo que comer el mes que viene.
-Pienso en que incluso las cosas pequeñas reflejan la magnitud de lo que ocurre. En que hay personas que deciden pagar la cuota de abril de su gimnasio tratando de poner su granito de arena y ayudar a que no despidan a monitores, que después de muchas horas de sudor y esfuerzo, son casi amigos Y que nada más pagarlo piensan que en mayo casi seguro que no tendrán dinero en la cuenta para el próximo recibo y que no les quedará otra que devolverlo, pero que ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a ese río.
-Pienso en que estar sola a veces se hace duro, pero que la tranquilidad de tener la absoluta certeza de no estar contagiando a nadie no se paga con dinero.
-Pienso que estos días grises y lluviosos no ayudan nada a mantener el ánimo y luego pienso que sería peor si hiciera sol y no pudiéramos salir a disfrutarlo porque aún resultaría más duro quedarse en casa. Pero por lo menos haría sol.
-Pienso que yo que sé ya...
domingo, 5 de abril de 2020
Escribir en tiempos de coronavirus X: elipsis narrativa
No es ningún secreto por aquí que me gustan los finales felices. En pelis, en libros, en la vida... donde sea. Me da igual que la tragedia presente más posibilidades artísticas, que tenga más verdad y bla, bla, bla. Yo me meto mucho en la ficción y sufro con los protagonistas como si lo que les ocurre fuera real y convendréis conmigo en que, tal y como está el panorama, bastante sufrimiento hay ya en la vida en 3D como para añadirle más. Con pandemias mundiales o sin ellas.
Por eso me encantan los recursos literarios o cinematográficos que contribuyen a mi tranquilidad como lectora /espectadora. Que la prota de Titanic cuente en primera persona el hundimiento del barco implica que sobrevivió, así que la acompaño con menos angustia en sus casi 3 horas de peripecias a pesar de pensar, como todos, que Jack cabía en la tabla. Que un libro comience con "el mundo cambió después de aquello" quiere decir que, de algún modo, la vida se abrió camino y hubo un "después", mejor, peor o diferente, pero que lo hubo. Y con esa esperanza final, ya estoy preparada para leer lo que venga.
Ahora querría que el guionista de la vida hiciera una elipsis narrativa. Que pudiéramos saltarnos el horror que estamos viviendo y todo lo que nos espera y comprobar que, de la forma que sea, salimos adelante. Que lo superamos. Y ya si después de saber eso tenemos que volver atrás y enfrentarnos a lo que sea, pues se hace con otro ánimo, con el convencimiento de que todo va a salir bien. O lo mejor posible, al menos.
Y es que yo estoy cagada de miedo, ooootra vez. Procuro recordar que he tenido miedo antes y que al final logré tirar pa'lante porque, mira, aquí estamos. Pero para muchos momentos eso no es suficiente consuelo así que, por favor, si alguien tiene el botón de Fast Forward, que lo pulse. ¡¡YA!!
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