martes, 31 de diciembre de 2019

Y tú más

Soy la tercera de cuatro hermanos, así que, como os podéis imaginar, cuando éramos pequeños y adolescentes con pavazo máximo, mi casa era la tercera guerra mundial permanente. Discusiones a todas horas. La ratio de insultos por segundo superaba ampliamente la media nacional y uno de los hitazos indiscutibles que nunca faltaba en cualquier conversación era, sin duda, el "y tú más".
Creo haberlo dicho en respuesta de todo tipo de insultos, improperios y acusaciones de robo, plagio y agresión.

-Me has dislocado un hombro porque me has empujado muy fuerte.
-Y tú más.

-Avergüenzas a la raza humana.
-Y tú más.

No recuerdo usar esa combinación de palabras para nada positivo nunca, en ningún contexto. A un "estás muy guapa" se contesta con "tú también", no "y tú más", ¿no? De toda la vida.

Bueno, pues en pleno proceso de desintoxicación tiburcística, la hija de puta de la Vida (porque no tiene otro nombre) mandó a Tiburcio a la misma calle y a la misma hora que yo para que no me quedaran más cojones que pararme, saludar y desear felices fiestas. A ver, soy una yonki en rehabilitación pero las formas no hay que perderlas, la educación lo primero. Así que puse mi mejor sonrisa fingida y...

-¡Feliz año! Que entres muy bien en 2020.
-Y tú más.

No "gracias, igualmente". No "y tú también". Y tú más.

Y TÚ MÁS.

Es una contestación guay, la verdad. La mejor que me han dado estas fiestas para "¡feliz año!", de hecho. Por cosas como esas son por las que sé que debo de haber hecho algo muy grave en mi vida anterior. Así que aunque Tiburcio no es ahora mismo mi persona favorita porque el hombre no se cosca, va a su bola y eso es una caca de la vaca Paca, su respuesta me la voy a agenciar para el cambio de década. Nunca viene mal ampliar el repertorio en estas fechas.

Y de paso aprovecho para desearos que el nuevo año os traiga todo lo mejor, que salgáis bien de 2019 y entréis genial en 2020.

¡¡FELIZ AÑO!!

domingo, 29 de diciembre de 2019

Qué balance ni qué balance...

Iba a hacer balance de 2019 pero creo que voy a pedir el comodín del público y pasar olímpicamente. No tiene pinta de que me haya cundido mucho, la verdad, a pesar de mis esfuerzos. He hecho varias apuestas que me han salido mal y ahora estoy, más que nunca, en la casilla de salida. Pero chica, yo ya paso de agobiarme, porque pa'qué. No voy a conseguir nada tampoco dándome mal.

Lo qué sí voy a hacer en 2020 es no olvidar que la vida son dos días y uno nos lo pasamos desenredando los auriculares, que más lirili y menos lerele y que pa'lante como los de Alicante porque ya saldrá el Sol por Antequera. Y como Irene lo dice mucho más bonito que yo, dejo esto por aquí.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Tiburcios everywhere

Tiburcio es guapo, inteligente y simpático pero, como me pasa con el chocolate, sé que a la larga no me sienta bien, así que estoy intentando desengancharme. Y lo hago con la misma técnica que con el chocolate y el azúcar: evitando todo contacto visual, táctil, auditivo, olfativo y, por supuesto, gustativo con la fuente de mi adicción.

Supongo que precisamente por eso, y por la inmisericorde ley de Murphy, ahora Tiburcio está por todas partes. Ese es el nombre de una tienda de móviles que tiene franquicias cada tres pasos. Los protagonistas de las pelis americanas en vez de Eddy o John de repente se llaman Tiburcio. Los científicos que entrevistan en las noticias para explicar las investigaciones sobre el cáncer son Tiburcio y su equipo. El tipo que me da la turra para que ordene las cuatro perras que tengo en el banco se presenta como Tiburcio. Entre los libros más vendidos este año, están el de Jaimito, Pepito y Tiburcio. Voy a ver cualquier peli al cine y en los títulos de crédito el primero que sale es Tiburcio. La cuenta de twitter de mi programa favorito de la tele la lleva Tiburcio. Mis vecinos acaban de tener un bebé y sabéis como le van a llamar, ¿no?

Basta ya. Stop Tiburcios. Así no hay quien se desenganche ni con toda la fuerza de voluntad del mundo.




martes, 17 de diciembre de 2019

Mis yos inventores

Los mecanismos psicológicos que hay detrás de una adicción (a una droga, a un alimento, a una actividad...) siempre me han intrigado mucho. Son enormemente complicados. Por eso, sin conocerlos, es difícil de entender que haya personas que ven claramente como esa dependencia les está destrozando la vida y aún así son incapaces de librarse de ella. Porque a veces parece tan evidente desde fuera, ¿no? Chico, si no puedes dejarlo solo, busca ayuda y sal de eso. Y sin embargo en la realidad no es tan fácil.

Este tema es todo un mundo en el que hay millones de factores a tener en cuenta, así que no pienso meterme en eso. Sólo lo menciono porque creo que a pequeña escala, en proporciones microscópicas, a todos nos pasa algo parecido a esto día sí y día también. Todos estamos "suavemente enganchados" (no hablo de enfermedad, ya me entendéis la licencia poética, ¿no?) a algo que a la larga no nos conviene. Puede que no ponga en riesgo nuestra salud, nuestras finanzas o nuestras relaciones, pero de una forma o de otra, eso que hacemos no nos sienta bien, lo sabemos y sin embargo no podemos dejar de hacerlo. O mejor dicho, no queremos dejar de hacerlo. Querríamos querer porque seguramente es lo más inteligente, pero en el fondo no queremos y POR ESO no podemos.

Y allí tienes a tus yos internos discutiendo. Tu yo racional no hace más que darte argumentos objetivos y reales de por qué tendrías que desengancharte: "No te aporta nada", "no lleva a ninguna parte", "te hace perder el tiempo", "mina tu autoestima".. Lo que sea. Y tus demás yos se dedican a inventarse excusas con apariencia de causas racionales por las que eso que tú sabes perfectamente que es malo, en realidad, no lo es tanto. Los yos inventores tienen margen porque las cosas a las que me refiero no son terremotos vitales a corto plazo. No digo que te despidan porque llegas borracho al trabajo o que no puedas pagar la hipoteca después de dejarte la nómina apostando al poker on line. A esos niveles los yos inventores lo tienen un poco más difícil, pero a escalas microscópicas, creatividad al poder.

Mi yo inventor más poderoso, con diferencia, es el de "chica, para una cosa buena que tienes en tu vida ahora...No le haces daño a nadie." Como los mejores maestros de la mentira, usa la técnica infalible de coger datos verdaderos para usarlos en un TODO que no es cierto, pero con apariencia 100 por 100 verosímil. "La vida es requeteperra", una verdad como un pinar de grande. "No es tu mejor momento", otra evidencia innegable. Pero lo de no hacer daño ya tal. La primera afectada es tu yo del futuro, a la que le estás cerrando posibilidades. Y si tu yo del presente no estuviera tan colgada ya veríamos lo que contestaba al preguntarle.

P*tos yos inventores, de verdad...

viernes, 13 de diciembre de 2019

Momento "Informe Maromazo"

Una de mis partes favoritas de las historietas romanticonas que están empezando son los preliminares. TODOS. No sólo los que tienen que ver conmigo y Maromazo de Turno en cuestión, en plan con qué propuesta me sorprenderá en la tercera cita o qué libros tendrá en su casa. En los preliminares yo incluyo también contarles a mis amigos que Maromazo de Turno existe y describírselo antes de que le conozcan.

Este momento es especialmente divertido con mis amigas de Capilandia porque nos vemos menos y al final no todos mis maromazos de turno tienen la suficiente entidad ni duración como para pasarles a ellas el informe oficial, así que las pocas veces que ocurre montan una verdadera fiesta. Por la falta de costumbre y porque les gusta el cotilleo más que mojar pan, eso también influye, supongo.

Total que el momento "Informe Maromazo" es todo un acontecimiento, para ellas por vivir aunque sea a distancia una parte importante de mi vida y para mi porque explicarles por qué me gusta el chico en cuestión es como explicármelo un poco a mi misma también, volver racional lo que a menudo es impulsivo e irracional.

La mayoría de las veces flipan bastante con lo que les cuento porque a mi me ha molado cada uno que ¡madre del amor hermoso!. A ver, que todos eran guays, claro, por eso llegaban a ganarse el calificativo de maromazo, pero reunían características llamativas que, de primeras y fuera de contexto, podían pegar poco conmigo.

-¿¿¿Que es campeón de qué???

Luego ya las de Capilandia conocían al chico en cuestión, encajaban las piezas y su cara cambiaba a un:

-Ahhhhh, coño, ahora entiendo todo.

Con algunas de las últimas incorporaciones el momento "Informe Maromazo" se ha complicado aún mas porque varios de los nuevos eran especialmente difíciles de definir, lo cual para mi es una de las mejores cosas que se puede decir de alguien. Que no es habitual, ni común, ni normal, sino que es peculiar, raro, especial. Llamadlo como queráis.

-Pues no sé, es que Maromazo actual no es "el típico..." nada porque no cuadra con ningún estereotipo. No es el típico musculitos ni el típico ratón de biblioteca. Tiene una trabajada condición física pero también es listo y ágil mental. Lleva tatuajes gigantes por todos lados y luego dice cosas tipo cuqui o culete. Es grande como un mayo y después te sorprende con su coordinación y sentido del ritmo. Puede perfectamente dejarse las llaves puestas por fuera de la puerta 2 veces al mes por puro despiste y también recordarte cualquier cosa ocurrida en los últimos 10 años porque su memoria es infalible y peligrosa. Cuando menos te lo esperas te cuenta los planes que ya ha pensado para 2021 pero no le preguntes que va a cenar hoy, que ni idea. Si te mira serio te pone firme, porque tiene un gesto durísimo que deshace con una sonrisa de 1500 vatios suficiente para iluminar una ciudad de tamaño medio.

Les diría a las de Capilandia que se parece a mi Zac, con otra mirada y un peinado distinto, pero lo cierto es que no. No se parece a nadie que haya conocido antes. Lo mío son las palabras y no sé cómo describirle. Con eso os lo digo todo.

lunes, 2 de diciembre de 2019

¿Y el tiempo del helicóptero?

Que esto no salga de aquí, que como se enteren en el SpeedyHogar me la lían, pero yo no tengo tele en mi superguarida. La SpeedyFamily se inventaría a partir de este hecho oscuras conspiraciones y sacaría dramáticas conclusiones económicas y emocionales que nada tienen que ver con la realidad, por eso no me conviene que lo sepan. Sobre todo porque no van por ahí los tiros ni de lejos.

El último televisor que tuve estuvo casi dos años agonizando antes de dejar este mundo para siempre. Era la tele guadiana, a veces se veía y otras no. Nunca conseguí identificar un patrón claro de este comportamiento, ni las causas para estos cambios de criterio, por lo que sospecho que básicamente funcionaba cuando le salía a ella del unicornio y no había más misterio. Ya nunca sabremos la verdad, supongo. En todo caso, entre que esta tomadura de pelo me hinchó un poco las pelotas en contra de este tipo de electrodoméstico y que tampoco es el aparato que más use en mi vida diaria, decidí no sustituirlo.

Tomé esta drástica decisión también porque notaba que esa pantalla era para mi un agujero negro de tiempo. No echaban nada que me interesara y aun así pasaba horas viendo capítulos repetidos de series, películas que competían al Oscar al Mayor Truño de la Historia y zurullos varios. Me ponía negra perder esos minutos de vida útil en algo que no me aportaba nada, así que tomé la muerte de mi tele como una bendición que iba a regalarme cantidades enormes del bien más preciado del mundo. Pensé: ¿Qué voy a hacer con todo el rato que ya no me robará esa basura audiovisual? Y la respuesta es tan triste como contundente: no tengo ni idea.

No sé donde se ha ido todo ese tiempo porque a mi sigue sin darme la vida para hacer las cosas. Vale que ahora veo por internet contenidos televisivos que me interesan como informativos, entrevistas o alguna que otra serie, pero están filtrados de anuncios y repeticiones, así que no me colapsan tanto como antes.

Por eso me pregunto lo mismo que se preguntaba Sabrina en ese precioso remake del clásico. Linus dice que va en helicóptero a los sitios para ahorrar 10 minutos de atasco diario y después no mira por la ventana del avión porque no tiene tiempo, está demasiado ocupado. Ella le pregunta: ¿Qué has hecho con el tiempo que ganaste con el helicóptero? Y él contesta: Lo voy ahorrando.

¿Ahorro yo el tiempo que ya no pierdo con la tele, lo disfruto o lo estoy dilapidando en algún otro zurullo sin darme cuenta? No quiero ni pensarlo...