domingo, 27 de febrero de 2022

Tufillo bloguero

Cuando leo libros buenos o malos pero que tienen elementos que me gustan, siempre pienso: "Me encantaría saber hacer eso así", o "qué chulo este recurso" o "estaría guay usar esto al escribir". Luego a veces me encuentro justo esos elementos en otras obras, a menudo posteriores, y me oigo a mi misma diciendo: "¡Ajá, te pillé! Hemos leído lo mismo". Y sé que es un tontería y que seguramente no, que tendrá más que ver con que juntar letras va por muchos caminos y que al final todos los caminos llevan a Roma. Pero igualmente mola ver esas conexiones.

Me recuerda a mis inicios blogueros allá por el Pleistoceno superior. Yo llegué tardísimo a los blogs y me abrieron todo un mundo. Me alucinaba la libertad con la que se escribía aquí, sin ninguna norma de estilo, sin ataduras, de una forma coloquial, casi oral. Podías poner colores en los diálogos, intercalar onomatopeyas, palabrotas, inventar palabras, conceptos. Usar conceptos creados en otros blogs y que todos los lectores conocían porque también los leían a ellos. 

De hecho, esa era otra cosa que me flipaba: ese sustrato común, ese "algo" compartido, ese tufillo a blog totalmente reconocible, por muy distintas que fueran las voces de sus autores: poéticos, cómicos, intensos, crudos, obsesivos, especializados... Escribieran lo que escribieran o como lo escribieran todos los textos olían a blog. Y eso molaba.

Como novata yo no sabía hacerlo y comencé imitando. Adopté "las costumbres" blogueras que me parecieron más comunes, como poner motes y no nombres a los personajes. Recurrir a la exageración, al humor, al autoescarnio. Observar el mundo con otra mirada.

Hice entradas mucho antes de abrir el blog, de tener clara una temática o un nombre. No sólo escribí textos, sino que las páginas del diario que tenía entonces se contagiaron totalmente de ese tufillo bloguero. Así que Speedygirl llegó a la blogoesfera cuando no aguantaba ni un segundo más estar fuera de ella.

Pienso mucho en esto ahora porque creo que con los años he adquirido una voz literaria muy peculiar, muy reconocible. Mejor o peor, eso es subjetivo, pero diferente, muy mía. Y conseguirlo ha sido un proceso natural que nació desde la admiración, desde la imitación de cosas que me gustaban en blogs que me encantaban como lectora. Así que espero que me pase lo mismo fuera de la blogoesfera, que todas esos recursos que me flipan en mis lecturas sedimenten y formen la base de mi estilo no bloguero.

Podría ser, ¿no?

jueves, 24 de febrero de 2022

Seguimos para bingo

 

Bueno, amics, pues pasamos de pandemia a guerra mundial sin solución de continuidad. ¿Cómo os quedáis?

Yo estoy que no me lo creo. En los peores momentos del CoronaApocalipsis resistía pensando que ese infierno era "la guerra civil" de nuestra generación y que cuando lo superáramos ya no nos tocaría sufrir un putadón de ese nivel. ¡Ingenua de mí! No me acordaba que desde el 2020 cada año le dice a su sucesor: ¡sujétame el cubata!

Ahora me parece increíble, pero hasta ayer no estaba ni mínimamente preocupada por este tema. A pesar de la mala vibra del transcurso de los acontecimientos, ni por un momento me llegué a plantear que hubiera una sola posibilidad de llegar a un ataque real. Salimos de una pandemia, pensaba. Todo el mundo está cansado, harto, ha muerto hasta el apuntador y las economías siguen tocadísimas. ¿Quién tiene ahora pasta, capacidad y SOBRE TODO ganas de meterse en una movida de tiros? Bueno, pues se ve que Putin tiene ganas por todos. Por él, por todos sus compañeros y por él primero. Yo flipo.

Que Putin es un transtornado queda más que demostrado en los acertadísimos millones de memes que hay de él en Twitter. Sin embargo, era un tarado que controlaba. O sea, sin ningún tipo de escrúpulo ni decencia, pero sabiendo los límites que no le convenía rebasar. Por eso ahora mi miedo es que esto no sea una muestra de que se le ha pirado la pinza total. Ojalá, eso sería el mal menor.

Mi miedo es que esto sólo sea el comienzo de un plan tipo villano de Marvel. Y que haya muchas cosas con las que no contamos. Un arma nueva letal decisiva en caso de bullullu bélico gordo. Un aliado potente que por ahora dice que la cosa no va con él, pero que en realidad está disimulando para intervenir cuando sea oportuno. Que ya tengamos al enemigo en casa, en nuestros ordenadores, en nuestros móviles... Puf, se me ocurren un millón de escenarios apocalípticos, casi mejor dejo de imaginar.

Por favor, 2022, baja revoluciones. No nos hace falta tanta emoción, en serio, no es necesario que compitas con pandemia. Al público ya nos va bien un poquito de tranquilidad. 


¡¡¡DE VERDADDDDDDDDDDDD!!!

domingo, 20 de febrero de 2022

Narrador de la cofradía del puño cerrado



Llamadlo como queráis, pero yo creo que en la vida de cada uno hay un narrador. (Bueno, en realidad dos, si contamos con el que muchos tenemos en la cabeza y que casi siempre es un troll profesional dedicado a insultar y hundir a su hospedador 24/7. Pero ese es otro tema, no nos vayamos para lo hondo.)

Me refiero a otro narrador, a uno que va inventando y trazando nuestra historia. Que no digo que lo decida todo, que la última palabra la tenemos nosotros porque es en plan "elige tu propia aventura" y que el tema acabe con bien o como el rosario de la aurora, al final, es cosa de cada uno. Que si se sabe votar para escoger las mejores opciones (y eso lo hemos aprendido a las malas los #cosistas de 2021 a base de muertes en pasillos) no tiene por qué ser un drama. Y bien, puedo estar de acuerdo con esto si vosotros admitís que el contexto en el que se producen las elecciones, los personajes y en general cada detalle de la trama también influyen en el desenlace. Y bueno, en fin, reconocédmelo: eso lo pone el narrador.

No es por criticar el trabajo de nadie, pero mi narrador es, por decirlo suavemente, rácano. Tacaño. De la cofradía del puño cerrado. No en todo, claro. En elementos surrealistas, por ejemplo, es rumboso como pocos. Le divertirá, supongo. O igual es que esas escenas se le dan mejor, todos tenemos nuestros puntos fuertes escribiendo, nada que reprochar ahí. Pero claro, si gastas todo tu tiempo y energías en tenerme metida en barullos absurdos que mucho jijijaja al contarlos pero no me llevan a ningún lado, luego te pilla cansado para inventarte personajes y situaciones de otro tipo. Y a tu protagonista, en este caso la menda lerenda, la tienes desesperadita y con muy pocas opciones para hacer avanzar la acción.

Que yo no dudo de sus buenas intenciones, ¿eh? Fijo que lo hace por mi bien. Las subtramas y personajes que elimina serán historias dañinas o agotadas que no dan más de sí. Puede ser. Peeeeeeeeero, como narrador, si te cargas algún elemento tendrás que añadir otro, ¿no? Preferiblemente del mismo tipo, para que puedan seguir generándose escenas variadas. No toda la novela pueden ser persecuciones de coches, luchas con espadas, tiroteos y alivios cómicos. También tiene que haber momentos tiernos, o filosóficos o dramáticos para que sea un libro entretenido, completo. Digo yo, vamos.

Está claro que a mi narrador hay temas que le dan muuuuuuuucha pereza y le veo ahí, repanchingado en su sofá, enganchado a la última serie de Netflix y pensando que le parte toda la tarde tener que inventarse ahora nuevos personajes para mi vida. Creerá que puedo ir tirando con lo que hay y después ya se verá. Él no tiene prisa ninguna, claro, el tiempo es relativo desde el otro lado de la pantalla. Pero dentro de las páginas de un capítulo a medias, a los personajes cada segundo paralizados se nos hace eterno.

Los #cosistas de 2021 me entenderán. En general en toda la edición, pero especialmente aquella fatídica jornada tuitera, votamos mal una y otra y otra vez. Nos regalaron tres vidas extras y aún así acabamos tiesos como la mojama. Por no poder, ni pudimos salir del pasillo. Escogiéramos lo que escogiéramos, siempre terminábamos volviendo allí. Al #cosistadeldia9 le dimos tanta pena, que terminó publicando las opciones completas de la trama para que supiéramos que había muchos finales felices, que si hubiéramos elegido otras alternativas, habríamos acabado bien. O al menos, vivos, que no es poco.

Mi narrador se sentirá muy identificado con el #cosistadeldia9, me imagino. Pensará que no hace más que inventarse encrucijadas para mi y que yo, indefectiblemente, voto mal. Que no me decido por la opción correcta para ir donde quiero llegar, que él no tiene la culpa, que está cansado y que ya se le acaban las ideas.

Y de verdad que a mí me da mucha lástima que a mi narrador le haya tocado una prota que vota tan mal como yo. Pero oye, se siente. Como decía el famoso chiste: haber elegido muerte. Y nunca mejor dicho...

miércoles, 16 de febrero de 2022

Locuras sintonizadas


El domingo fue San Solterín y el lunes San Valentín, así que, por mucho que este blog quiera escapar de los convencionalismos y de las celebraciones de centro comercial, esta semana tocaba hablar de amor. Hablemos, pues.

Creo que ya lo conté por aquí. Leí en un libro de Marian Rojas que no se encuentra lo que no se busca y que para encontrar cualquier cosa hay que dejar que el cerebro nos ayude con el sistema activador reticular ascendente. Y esto, que es un herramienta chachi casi en plan superpoder, tiene dos inconvenientes: un nombre terrible de recordar y que para usarlo es necesario saber con exactitud lo que se está buscando.

Si hablamos de amor y, por tanto, de buscar pareja, haría falta saber qué características son básicas para que un maromazo de turno random digievolucione a un maromazo fijo en plantilla. Yo no lo tenía del todo claro cuando escribí esa entrada y aún no me ha venido la iluminación más allá de lo típico, pero sí que se me ha ocurrido algo que sería bastante guay. ¿Básico? No sé. Pero muy muy guay: que tuviera un nivel de locura medio alto y SOBRE TODO sintonizada con la mía. A ver como os lo explico...

Que un chico sea imaginativo, creativo, siempre es BIEN. Pero lo que mola, lo realmente importante, es la capacidad de subirse al carro de cualquier historia, de meterse en las imaginaciones de otro, de conectarse a su ida de olla y mejorarla. Que alguien comente que cuando le toque la lotería se va a ir al Caribe con Curro y él conteste que le aconseja elegir las tumbonas blancas al bajar a la playa, que las azules son un poco menos anchas y no queda mucho sitio para apoyar las piñas coladas. Que veáis a un chaval en el metro con unas gafas que recuerdan a las de Harry Potter, tú digas que igual sin daros cuenta os habéis pasado al andén nueve y tres cuartos y vais de camino a Hogwarts y que él responda que ya le parecía que los periódicos del asiento de al lado se habían movido solos y que será que alguien está usando la capa de invisibilidad. O la situación de los armarios parlantes de la niña del tuit de arriba.

¿Locuras sintonizadas un básico? No sé. Puede que sí. Mola mucho. 

domingo, 13 de febrero de 2022

Benditas maldiciones

A veces tus maldiciones son una bendición.

No se puede decir que yo sea precisamente afortunada en amores, pero por lo que veo por ahí podría ser peor. Mi condena es la baja tasa de coincidencia, es decir, que muchos de los chicos que me molan pasan de mi. Y esto, bueno, pues en fin, regulinchi porque es una caca y duele, claro. Pero en mi desgracia tengo suerte porque la inmensa mayoría de ellos me mandan a freír espárragos a la voz de ya. O no me dejan entrar a su vida o me dan la patada rapidito, sin tonteos, ni marear la perdiz que si sí , que si no.... En un pis pas adiós y si te he visto no me acuerdo.

En el momento esto duele y a veces me enfada porque parece que les importo un bledo, pero visto con distancia he de reconocer que es lo mejor. Con mi legendaria incapacidad de cambiar de "canal mental", mi facilidad para obsesionarme y mi cabezonería absurda para determinadas cosas, si me dieran un mínimo (¡MÍNIMO!) de cuartelillo estaría encerrada en callejones sin salida para siempre. Bien ahí por mis maromazos de turno, punto positivo. Brutotes, pero honestos. Es lo mejor para todos, tienen razón.

Seguramente gracias a esto nunca he estado en una relación tóxica, ni difícil, ni en situaciones de maltrato o parecido. Antes pensaba que era porque tengo muy claras las cosas que no quiero tolerar y porque mi descomunal (y casi siempre malentendido) orgullo me impedía arrastrarme o hacer determinadas concesiones o peticiones. Ahora sé que ha sido pura suerte de no cruzarme con las personas equivocadas.

No hablo de maltrato físico y psicológico, que eso es mucho cartucho y este blog no es momento ni lugar. Hablo de relaciones de mierda (muy muy comunes si miráis a vuestro alrededor) en el que uno de los dos se aprovecha del otro, o le somete o no le considera al mismo nivel o le hiere de cualquier otra forma. Pequeños infiernos personales de los que la mayoría de la peña no sabe como escapar. O no es consciente de que necesita salir, o no se ve capaz o le da miedo o cree que no se lo merece. Pero allí se quedan, encerrados.

Solía creer que a mi eso no podría ocurrirme, pero cada vez tengo más claro que NADIE está libre de esto. Casi siempre es un proceso gradual en el que te metes sin darte cuenta con una persona que (a propósito o no) identifica tus puntos débiles y los usa para manipularte, para encadenarte, para bloquear tu capacidad de reacción.

¿Yo podría ser una víctima de maltrato? Desgraciadamente creo que sí. Y seguramente tú también.

miércoles, 9 de febrero de 2022

Ser el "por supuesto" de alguien

De las cosas que rodean a escribir y publicar un libro hay varias que me llaman mucho la atención. Una de ellas es la dedicatoria. "Parir" una novela, una historia, me parece un trabajo tan ímprobo como dar a luz un ser humano y por eso ponerle un título y decidir a quién se la dedicas me parece algo tan importante y tan difícil como escoger nombre para un hijo.

Por eso las dedicatorias me encantan y siempre las leo con curiosidad. El otro día encontré en Twitter un hilo que repasaba a quién se dedicaban algunas obras conocidas de autores famosos. Me gustaron muchas, la que más ésta de García Márquez en «El amor en los tiempos del cólera».

 


Me quedé pensando. Si sólo dijera "Para Mercedes" significaría que no necesitaba más aclaración porque era la única, la más importante y no hacía falta sumar ningún detalle ni motivo entre dos personas entre las que sobran las palabras. Y eso ya está bien. Pero que además añada un por supuesto como diciendo "faltaría más, ¿a quién si no?" es un nivel superior. Es pasar a la siguiente pantalla.

Sería bonito, ¿no? Ser el "por supuesto" de alguien.

domingo, 6 de febrero de 2022

Ganar y perder a la vez

 

A veces se gana y se pierde al mismo tiempo. Qué gran verdad. Cuántas veces pasa eso.

En las opciones más inteligentes.

En los males menores.

En los premios de consolación.

En los "piensa en el futuro."

En los "es lo que hay."

En los "es por tu bien."

En los "me duele más a mi que a ti." 

En toooodas esas veces que se tienen que hacer cosas aunque no se quiera.

Ya lo cantaba Mecano: 

"Y no sé si seré sensato

lo que sé es que me cuesta un rato 

hacer cosas sin querer."


jueves, 3 de febrero de 2022

Despedidas

He pensado mucho en las despedidas últimamente. Por cuestiones hospitalarias graves y por otros temas en absoluto graves, pero, aún así, dolorosos. Y la verdad, no sé qué deciros...

Porque, en el fondo de los fondos, una despedida, ¿qué aporta? ¿Qué le puedes decir en dos minutos a alguien que se va a ir para siempre? Si es alguien que quieres mucho, ¿no lo sabrá ya? Y si no lo sabía, ¿se lo va a creer porque se lo digas en el último minuto? Y si se lo cree, ¿le va a servir de algo? ¿De consuelo? ¿A él o a ti?

Yo creo que es más un tema de cerrar ciclos, ¿no? De poner puntos finales donde había puntos suspensivos y ayudar a pasar página. De compartimentar el dolor. De construir diques de contención.

Kilómetro 15, fin del putadon X. 

Kilómetro 16, principio del Putadon X 2.0. A otra cosa mariposa.

Al final no he tenido que despedirme, porque no ha hecho falta o porque no ha habido oportunidad. Y el pensamiento reflejo que surge es: "Jo, ni siquiera me he podido despedir." Pero, la verdad, no sé qué habría dicho si hubiera podido.