A causa del colapso estudiantil total al que me ha sometido la SuperMovida en los últimos tiempos hay algunos temas (muchos) de mi vida que han estado totalmente desatendidos. El que más (dejando aparte el orden y limpieza de mi superguarida, que ha llegado a niveles de juzgado de guardia) probablemente ha sido el ligoteo. Eso ha sido un erial absoluto. Y vosotros preguntaréis: ¿por? Y yo os respondo.
Hay chicas que van por la calle y cuando se paran en un semáforo el chico estupendísimo que se para a su lado les invita a un café. Hay chicas que llegan a una clase nueva, o a un trabajo nuevo o a un edificio de pisos nuevo y encuentran mil voluntarios para darles la bienvenida y contarles lo que necesitan saber. Hay chicas que se sientan en un terraza y a los 10 minutos mágicamente empiezan a llegarles copas gratis de aquel simpático caballero de la barra. Como seguramente habréis deducido a estas alturas del párrafo, yo no soy una de esas chicas.
A menos que yo haga algo para evitarlo, mi vida sentimental suele estar en encefalograma plano. Y sinceramente, si últimamente no me daba tiempo ni a comer y dormir, estaba yo como para pensar y ejecutar complicadas estrategias ligoteriles. Era una cuestión de pura supervivencia. Éramos yo o el amor. Y me elegí a mi, claro.
Ahora que por fin se ha acabado mi infierno estudiantil, he empezado a ponerme al día con mis miles de tareas pendientes. La de limpiar mi superguarida, que estaba en el número 1, misteriosamente sigue en el la columna de pendientes. La de volver a leer la abordé enseguida, pero debería haber pensado mejor qué libro devoraba primero, porque ahora los asuntos del corazón, que no estaban ni en el top ten, se han remarcado en fosforito, negrita y subrayado.
Y es que no se me ocurrió otra brillante idea que leer a Marian Keyes. Y,claro, ya os podéis imaginar. Me encontré con una protagonista buena y divertida, ni tan guapa, ni tan elegante ni tan exitosa como su jefa, pero que al final se lleva al Chico, uno de esos capullos integrales que resulta que en realidad no era ni capullo ni integral. Y que le dice cosas como:
"Tienes que salir conmigo porque interfieres en mis planes para dominar el mundo. No hago otra cosa que pensar en ti".
¡¡Joooooooooooooo, yo también quieroooooooooooooo!! ;P
jueves, 30 de junio de 2016
viernes, 24 de junio de 2016
Menudo panorama
He estado mucho tiempo desaparecida, así que para los que hace la tira que no me leen, para los poco habituales y los que han acabado aquí de casualidad gracias a los inescrutables caminos de San Google, resumen rápido:
Yo nunca he sido una persona lo que se entiende habitualmente por normal (partamos de esa base). Hace tres años se me ocurrió la brillante idea de meterme en la SuperMovida, que me ha tenido tres años estresadísima, colapsada total y al borde de la locura. Hubo muchos momentos en los que pensé que iba a morir en el intento, pero contra todo pronóstico la semana pasada terminó la tortura estudiantil y sigo viva. Ahora, lo que ya no se puede decir con tanta seguridad es que haya salido indemne, porque daños sí que ha habido, sí... Por lo menos mentales. Y de otro tipo seguramente también.
¿Que por qué digo esto? Pues muy fácil: porque si yo antes nunca había sido muy centrada, ahora estoy tarumba total. Hago cosas de juzgado de guardia. Cosas como despertarme en mi sofá, a las cuatro de la mañana, con la tele y la luz encendidas sin ni siquiera recordar haberme sentado allí. Combatir la ola de calor que ha invadido de repente Speedytown a base de gazpacho y pasearme por la calle amorrada a un tetrabrick de ese líquido al más puro estilo borracho abrazado a su cartón de vino. Acudir emocionada a mi primer día de piscina del verano y llegar sin un triste bañador que ponerme. Que ya es gordo olvidarse la toalla o la crema solar, pero dejarse el único elemento imprescindible para una jornada de diversión acuática es para nota.
Con este cuerpo y con este espíritu llego cada mañana a mi curro que todavía no ha salido por aquí, pero que ya saldrá, ya, porque hay mucha tela que cortar. El caso es que allí ahora es momento de máxima agitación porque coinciden muchas cosas y hay la tira de personas entrando y saliendo a todas horas. Aquello parece el camarote de los hermanos Marx. Y mis jornadas laborales transcurren tal que así:
-Que le diga a María que Enma ensaya el domingo pero vestida de comunión, que el disfraz ya se lo llevaron ayer. Ah, que no sabes seguro si es sábado o domingo. Que te suena que es en fin de semana...
-Bien, pues te reservo dos piezas, pero ¿de qué tipo? Ah, que no te acuerdas del nombre. Pero, ¿sabes para que sirven? Ah, tampoco. Y el tamaño que me pides... ese tamaño no existe: son de 10 o de 20, de 15 no hay. Pues nada, llama a alguien que sepa lo que quieres reservar y ya me dices.
-Ajá, que en esos papeles que hay que presentar en no sé qué institución y de los que yo no sé nada porque ni los he preparado, ni los he revisado ni entregado ni nada, falta no sé qué sello de no sé que certificado que casualmente ha emitido la misma institución desde la que me estás llamando tú. Bien, pues voy a ver si hago una carrera de cinco años para entender el recado que me estás dejando y se lo digo a alguien que sepa de qué leches me estás hablando.
-Estooo, sí, he hecho lo que he podido ordenando el almacén, pero claro, hay cosas que nunca sabes muy bien donde meter, porque a ver, seamos claros, una gallina de goma no encaja en ningún sitio.
-Que eres Pedro... muy bien... ¿qué Pedro? ¡Ah, claro! Sí, una persona con la que hablé hace un millón de años una sola vez, ¡cómo he osado no reconocerte por la voz! ¿Que te de el teléfono de una cliente sin su permiso y sin que ella sepa que me lo pides a mi ni nada? Si, si, claaaaaaaaaaaaaro, por supuesto, ahora mismo.
-¿Quieres siete de tamaño 10 o 10 de tamaño siete? Siete de 10 y 12 de 20... ah, que no, que ahora prefieres 10.. ah, que te llevas dos, uno lo dejas aquí con un nombre para que lo recojan cuando les de la gana, dos las pagas tú, pero es sorpresa y se las tengo que dar a otro que no sé ni quién es, ni qué cara tiene, pero que sea secreto...
-¿Que eres el de antes? ¿Quien de antes? He cogido 35 llamadas en las última hora...
Y todo el rato así. Menudo panorama.
Yo nunca he sido una persona lo que se entiende habitualmente por normal (partamos de esa base). Hace tres años se me ocurrió la brillante idea de meterme en la SuperMovida, que me ha tenido tres años estresadísima, colapsada total y al borde de la locura. Hubo muchos momentos en los que pensé que iba a morir en el intento, pero contra todo pronóstico la semana pasada terminó la tortura estudiantil y sigo viva. Ahora, lo que ya no se puede decir con tanta seguridad es que haya salido indemne, porque daños sí que ha habido, sí... Por lo menos mentales. Y de otro tipo seguramente también.
¿Que por qué digo esto? Pues muy fácil: porque si yo antes nunca había sido muy centrada, ahora estoy tarumba total. Hago cosas de juzgado de guardia. Cosas como despertarme en mi sofá, a las cuatro de la mañana, con la tele y la luz encendidas sin ni siquiera recordar haberme sentado allí. Combatir la ola de calor que ha invadido de repente Speedytown a base de gazpacho y pasearme por la calle amorrada a un tetrabrick de ese líquido al más puro estilo borracho abrazado a su cartón de vino. Acudir emocionada a mi primer día de piscina del verano y llegar sin un triste bañador que ponerme. Que ya es gordo olvidarse la toalla o la crema solar, pero dejarse el único elemento imprescindible para una jornada de diversión acuática es para nota.
Con este cuerpo y con este espíritu llego cada mañana a mi curro que todavía no ha salido por aquí, pero que ya saldrá, ya, porque hay mucha tela que cortar. El caso es que allí ahora es momento de máxima agitación porque coinciden muchas cosas y hay la tira de personas entrando y saliendo a todas horas. Aquello parece el camarote de los hermanos Marx. Y mis jornadas laborales transcurren tal que así:
-Que le diga a María que Enma ensaya el domingo pero vestida de comunión, que el disfraz ya se lo llevaron ayer. Ah, que no sabes seguro si es sábado o domingo. Que te suena que es en fin de semana...
-Bien, pues te reservo dos piezas, pero ¿de qué tipo? Ah, que no te acuerdas del nombre. Pero, ¿sabes para que sirven? Ah, tampoco. Y el tamaño que me pides... ese tamaño no existe: son de 10 o de 20, de 15 no hay. Pues nada, llama a alguien que sepa lo que quieres reservar y ya me dices.
-Ajá, que en esos papeles que hay que presentar en no sé qué institución y de los que yo no sé nada porque ni los he preparado, ni los he revisado ni entregado ni nada, falta no sé qué sello de no sé que certificado que casualmente ha emitido la misma institución desde la que me estás llamando tú. Bien, pues voy a ver si hago una carrera de cinco años para entender el recado que me estás dejando y se lo digo a alguien que sepa de qué leches me estás hablando.
-Estooo, sí, he hecho lo que he podido ordenando el almacén, pero claro, hay cosas que nunca sabes muy bien donde meter, porque a ver, seamos claros, una gallina de goma no encaja en ningún sitio.
-Que eres Pedro... muy bien... ¿qué Pedro? ¡Ah, claro! Sí, una persona con la que hablé hace un millón de años una sola vez, ¡cómo he osado no reconocerte por la voz! ¿Que te de el teléfono de una cliente sin su permiso y sin que ella sepa que me lo pides a mi ni nada? Si, si, claaaaaaaaaaaaaro, por supuesto, ahora mismo.
-¿Quieres siete de tamaño 10 o 10 de tamaño siete? Siete de 10 y 12 de 20... ah, que no, que ahora prefieres 10.. ah, que te llevas dos, uno lo dejas aquí con un nombre para que lo recojan cuando les de la gana, dos las pagas tú, pero es sorpresa y se las tengo que dar a otro que no sé ni quién es, ni qué cara tiene, pero que sea secreto...
-¿Que eres el de antes? ¿Quien de antes? He cogido 35 llamadas en las última hora...
Y todo el rato así. Menudo panorama.
lunes, 20 de junio de 2016
Reiniciando
Bueno... pues parece que la pizquitilla que le quedaba a la supermovida no era tan pizquitilla como yo pensaba, porque un poco más y muero en el intento. Madre del amor hermoso, ¡qué horror! Pero bueno, ya está. Ahora sí que sí. Supermovida neutralizada. Finiquitada. Caput. Aaaaaarrivederci.
¡¡¡SOYYYYYYYYYYY LIBREEEEE!!!!! ¡¡Oeeeeeeeee, oe, oe, oe, oeeeeeeeeeee, oe!!
Dicho lo cual, la cuestión es ¿qué voy a hacer con tanta libertad por delante? Pues de todo. Por ahora tengo listas y listas y listas y listas interminables de tareas pendientes. Las llamo 'tareas', pero la verdad es que ahí hay temas muy distintos: obligaciones, aficiones, cuestiones de ocio y acciones sencillas imprescindibles para la supervivencia. Llevo tres años en stand by, con mi vida puesta en espera porque la supermovida me colapsaba completamente. Es hora de reiniciar.
No sé por donde empezaré. Igual por arreglar el mando de mi tele, que por lo visto se debió de estropear en algún momento entre el comienzo de mi tortura estudiantil y ahora. Ni me había dado cuenta porque en este tiempo habré estado delante de esa pantalla, en total, no sé... ¿unos cinco minutos? De hecho, acabo de caer en que ni siquiera tengo el mismo televisor que en los inicios de este infierno. Me suena vagamente que mi tele del pleistoceno hizo pum y los Speedypadres me dijeron que heredaría una de las viejas que ellos tenían en el SpeedyHogar. así que debió de haber recambio de electrodomésticos en mi Superguarida y yo sin enterarme... ¡Qué nivel, Maribel!
Lo del mando es un ejemplo tonto, pero hay muchas facetas de mi vida que tengo que retomar sin falta. Este blog, POR SUPUESTO. Mi ritmo lector. La renovación de mi armario. Mi vida social. Mi vida amorosa. Mi vida, así, en general.
Toda caminata empieza por un primer paso. Este es el mío. Nos vemos.
¡¡¡SOYYYYYYYYYYY LIBREEEEE!!!!! ¡¡Oeeeeeeeee, oe, oe, oe, oeeeeeeeeeee, oe!!
Dicho lo cual, la cuestión es ¿qué voy a hacer con tanta libertad por delante? Pues de todo. Por ahora tengo listas y listas y listas y listas interminables de tareas pendientes. Las llamo 'tareas', pero la verdad es que ahí hay temas muy distintos: obligaciones, aficiones, cuestiones de ocio y acciones sencillas imprescindibles para la supervivencia. Llevo tres años en stand by, con mi vida puesta en espera porque la supermovida me colapsaba completamente. Es hora de reiniciar.
No sé por donde empezaré. Igual por arreglar el mando de mi tele, que por lo visto se debió de estropear en algún momento entre el comienzo de mi tortura estudiantil y ahora. Ni me había dado cuenta porque en este tiempo habré estado delante de esa pantalla, en total, no sé... ¿unos cinco minutos? De hecho, acabo de caer en que ni siquiera tengo el mismo televisor que en los inicios de este infierno. Me suena vagamente que mi tele del pleistoceno hizo pum y los Speedypadres me dijeron que heredaría una de las viejas que ellos tenían en el SpeedyHogar. así que debió de haber recambio de electrodomésticos en mi Superguarida y yo sin enterarme... ¡Qué nivel, Maribel!
Lo del mando es un ejemplo tonto, pero hay muchas facetas de mi vida que tengo que retomar sin falta. Este blog, POR SUPUESTO. Mi ritmo lector. La renovación de mi armario. Mi vida social. Mi vida amorosa. Mi vida, así, en general.
Toda caminata empieza por un primer paso. Este es el mío. Nos vemos.
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