lunes, 31 de agosto de 2015

Vacaciones-no vacaciones

Diría que este ha sido el peor verano de mi vida, pero no quiero ponerme dramática, así que lo vamos a dejar en que han pasado varias cosas adscritas a la categoría de "caca de la vaca paca" y absolutamente nada de lo demás. Pero cero pelotero, oye. Y claro, lo pongo todo en una balanza y no terminan de salirme las cuentas.

Supongo que esto tiene bastante que ver con que he estado dos meses encadenada a unas vacaciones-no vacaciones que me han colapsado a más no poder. Entraría en el detalle, pero me iba a costar dos párrafos explicarlo bien y hace mucho calor para entradas largas, así que os lo resumiré diciendo que tenía un mega-marrón que resolver y la búsqueda de una solución no me ha dejado tiempo para nada más. Al final esa solución no la he encontrado, así que a los efectos es como si hubiera estado estos meses cómodamente repanchingada en una tumbona de la playa bajo un cocotero. Mi absoluta falta de bronceado deja claro que el plan del cocotero ni lo he olido y la verdad es que me da rabia. Porque si te quedas sin días libres y sirve para algo, pues vale que vale... pero lo que me ha pasado a mi este año es de juzgado de guardia.

Ahora mis vacaciones-no vacaciones se han acabado y me espera un añito de agárrate y no te menees. La supermovida y otros marronazos del infierno acechan en el horizonte junto a nuevas ocupaciones que me imagino que ya irán saliendo por aquí porque tienen tela. El caso es que me huelo la que se me viene encima y me da más miedo de lo normal porque no me coge con las pilas cargadas. Y si algo voy a necesitar en los próximos meses es energía.

Así que bueno, ya puedo espabilar. O hacerme con una batería externa de colores chillones de esas que enchufas al móvil cuando está a punto de morir y lo hacen funcionar unas cuantas horas más. ¿Dónde venderán cacharros de esos adaptados para superheroinas agotadas?

miércoles, 19 de agosto de 2015

Si no vas a jugar, aparta

La parte buena de estar atravesando la mayor sequía sentimental de la historia es que hace mucho que no paso por una ruptura. Ni me han dejado ni he tenido que dar yo la patada emocional a nadie. Esto no quiere decir que me haya librado de comerme unas cuantas semi-calabazas (defino este tecnicismo por si no queda claro: minihistorietas medio parejiles que han acabado mal o no han llegado a empezar en condiciones) pero vamos, nada que vaya a matarme. Y con esa serenidad que da la distancia de no estar metida hace mucho en ningún bullullu me he puesto a pensar en el final de las relaciones y he tenido una revelación.

¿Vosotros tenéis claro lo peor que podrían deciros para cortar? No me refiero a la forma. No digo que él se ponga nervioso y lo exprese fatal o que no sepa qué momento elegir o que no sea capaz de suavizarlo minimamente o que lo suavice tanto que no llegue a quedar claro que está rompiendo y tengáis que tener la conversación otro día. No me refiero a la forma, sino al fondo. ¿Tenéis claro cuál es la peor razón que os podría dar alguien para no estar con vosotros? Yo la leí el otro día en un libro.

"Creo que tengo que advertírtelo: no voy a luchar por ti. El problema contigo es que no eres el tipo de persona por la que uno suele pelearse. Eres mi opción de vida fácil. En el momento en que dejes de serlo, dejas de ser una opción" 

(Juliet, desnuda. Nick Hornby)

Me parece brutal. BRU-TAL. No es que te digan que ya no les ilusiona estar contigo, que no hay chispa, que no hay magia, que no hay razones para intentar conservarte. Te están diciendo que nunca ha habido nada de eso. Que estaban por estar, porque no tenían otra cosa mejor que hacer. Que se estaban conformando. ¡Qué horror!

Conformarse no sólo afecta al que se conforma. También concierne, y mucho, a la persona con la que te estás conformando. Porque, como es tu premio de consolación, no te emociona. No tienes miedo a perderlo. Te da igual tenerlo que no, así que no te esfuerzas. No necesitas ser la mejor versión de ti mismo. No das lo mejor de ti. Es más, seguramente no des más que migajas, limosna. ¿Y qué tiene que ver eso con el amor? Ya os lo digo yo: NADA.

Conformarte con alguien no es sólo perder tu tiempo, es hacérselo perder a la otra persona también. Es mentirle, estafarle, retenerla, impedirle que se encuentre con alguien que la quiera de verdad, al cien por cien, a todo o nada. Es apartarla del amor no queriéndola. Que ya es gordo.

Yo nunca me he conformado. Puede que esto tenga bastante que ver con mis laaaaaaaargas sequías sentimentales,ahora que lo pienso, pero no lo he hecho nuca y espero no hacerlo jamás. Por mi, desde luego, pero también por respeto a la otra persona.

Todos nos merecemos ser alguna vez el todo o nada de alguien. Ya es bastante difícil lograrlo sin toparse con gente que va por la vida conformándose, así que, haz el favor, si no vas a jugar, aparta. No haces más que estorbar.

viernes, 14 de agosto de 2015

Rarunos

¿Soy yo o cada vez hay más raros por la vida? Raros. Gente rara. De esos de los que no entiendes como piensan o por qué reaccionan como reaccionan. De esas personas a las que en el 90% de las ocasiones les contestarías: ¿pero qué leches te pasa? Y ¡ojo! que no tienen por qué ser desagradables, incluso a veces te caen bien, pero no puedes comprender como viven, lo que les importa o NO les importa, por qué son como son. No entiendes nada lo que, obviamente, lo complica todo.

Seguramente por algún terrible crimen que cometí en mi vida anterior, yo tengo una inusitada facilidad para toparme con raros. Bueno, en realidad esto podría ser simple mala suerte. Lo que se debe a mi más que dudosa habilidad es mantenerlos en mi vida. Porque yo veo que hay mucha gente por ahí, seguramente más lista que yo, que detecta un nivel medio elevado de rarunidad en quien sea y le manda a tomar aire fresco por la vía rápida. Saben que les va a traer complicaciones y en aras de la sencillez y la tranquilidad se deshacen de ellos en cuanto pueden. A mi me cuesta más.

No sé... siempre creo que les terminaré entendiendo. O por lo menos que aprenderé a llevarles. En ese intervalo de tiempo les cojo cariño y después de eso se me hace difícil darles pasaporte. El problema es que eso de entenderles a la hora de la verdad ocurre poco. Lo que suele pasar es que me acostumbro a lo raruno y lo voy sobrellevando como puedo. Algunas veces lo consigo. Muchas otras, los días en los que los niveles de rarunismo se intensifican ampliamente, no entiendo nada, cosa que equivale casi siempre a un cabreo. O a un disgusto. O a una decepción. Es poco frecuente que no entender algo te provoque sentimientos positivos. Por lo menos a mi.

Al principio, cuando eres joven e inexperta,  preguntas, claro. ¿Por qué has desaparecido una semana? ¿Por qué has reaccionado así? ¿Por qué no has reaccionado en absoluto? Ayyyyyyy, bendita inocencia. Las explicaciones (si es que llegan, porque muchas veces los rarunos no saben, no quieren o no pueden explicar sus raruneces) aclararan poco, tirando a  nada. Y tú te quedas como estabas, con el mismo cabreo, disgusto o decepción que en el párrafo de arriba.

El truco sería la indiferencia, supongo. Ante una rarunez poder encogerse de hombros y decir, no sé, será que es raruno... Pero yo no puedo. No soy capaz. Y en el pecado llevo la penitencia.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Leer la vida pasar

Será `porque yo estoy estancada en la primera pantalla del videojuego de la vida, pero me asombra ver como evolucionan los demás, como cambian sus circunstancias, sus relaciones, su día a día. En la vida en 3D lo noto menos porque todos vamos a mil por hora, no hay tiempo de pararse a pensar mucho y enseguida nos olvidamos de como eran las cosas antes. Pero en la blogoesfera los eventos importantes quedan escritos y  muchas veces se linkan por diversos motivos. Y entonces lees la realidad de ese bloguero hace un año, o dos o cinco y piensas: "Jo, es verdad, eso era así hace nada y ahora es totalmente distinto". Y flipas, claro.

Yo me metí tarde en estos mundos interneteros y aún así llegué a tiempo de ver nacer noviazgos que finalmente se han convertido en familias. Por aquí he leído rollos casuales que pasaron a ser un "puff, qué complicado, a ver cómo evoluciona esto", después relaciones superasentadas y al final matrimonios. Por aquí he seguido preparativos de bodas y rebodas, retransmisiones en directo y diferido de algunos de estos eventos nupciales, embarazos, nacimientos y segundos embarazos. Tampoco han faltado por estos lares solter@s convencidísim@s de que lo serían siempre (y que han dejado de serlo), separaciones, divorcios y amores nuevos de segunda ronda. Porque Cupido nunca se rinde y después de la tempestad viene la calma.

En la blogoesfera también he visto a unos acabar sus estudios y a otros perder su trabajo y encontrar uno nuevo o poner en marcha proyectos profesionales por su cuenta que siguen a toda mecha. He leído a gente que ha pasado de escribir por diversión a convertirlo en su profesión. A blogueros que han publicado libros recopilando sus entradas o han creado novelas de ficción. A blogueros que ahora colaboran con revistas culturales o sitios web relacionados con su trabajo en la vida real.

Los peques también han crecido en este mundo digital. Hace nada eran casi bebés que pintaban dibujos geniales y al próximo cumple les tocará soplar ya 13 velas. Muchos en su día fueron protagonistas únicos de las entradas y ahora tienen que compartir su trono porque les ha llegado un hermanito. Incluso a algunos ya pronto casi ni se les podrá llamar churumbeles, porque se están haciendo churumbeles grandotes.

He vivido cambios de nombres en los blogs, en las plantillas, en los colores de fondo y la letra. He visto a blogueros volverse más radicales, moderarse, cambiar de opinión, coger manías de persona mayor, abrir nuevas webs para contar otros temas. He visto privatizar blogs, borrarlos de golpe, recuperarlos del limbo internetero. He visto a muchos blogueros desaparecer, a no tantos mantenerse al pie del cañón y a unos pocos resurgir de sus cenizas y volver a escribir con fuerzas renovadas.

Las cosas cambian, también en Internet y yo aquí sigo: leyendo la vida pasar.

sábado, 1 de agosto de 2015

Dándole a la tecla

Como ya os podréis imaginar, esto del superheroismo extremo es una de las profesiones más eclécticas que existen. Porque aquí parece que está toda la peña muy especializada, y que si Superman vuela y la Masa rompe muros y ElasticGirl se estira como el chicle, pero a la hora de la verdad lo que somos todos es superhéroes-orquesta porque nos toca hacer un poco de todo. Salvar el mundo y proteger a los inocentes es una tarea complicada para la que necesitamos todos los recursos que podamos obtener. Nunca se sabe lo que te puede ser útil en momentos cruciales para la Humanidad.

Así las cosas, ya supondréis que están los cursos de reciclaje suyperheroico hasta la bandera. Hay de todos los tipos imaginables: vuelo rasante, salto deportivo de rascacielo en rascacielo, técnicas para aminorar la resistencia del aire en movimientos a velocidades supersónicas... En fin, lo normal en este oficio.

De todas formas, también se organiza formación menos ortodoxa, porque oye, nunca se sabe. Yo, como ha quedado claro en este blog, soy una de las fijas en esas clases. He hecho teatro, improvisación, submarinismo, esgrima, lengua de signos, surf, alemán... casi de todo, vaya. Y aunque parezca mentira cada una de esas cosas ha sido alguna vez la clave para vencer a más de un supervillano, así que siempre me parece una gran idea meterme en un curso nuevo.

Mi última "adquisición" es la mecanografía. Que eso en los combates cuerpo a cuerpo igual no lo uso mucho, pero no sabéis la de papeleo que hay que rellenar en este negocio y la montaña de informes que tenemos que redactar (y más después de entrada en vigor de la nueva normativa europea.) Con mi velocidad tortuguil de tecleo tardaba mil años en cada uno, lo cual me sacaba de quicio, acababa con mi paciencia y me ha quitado una década de vida útil, tirando por lo bajo.

Pero ahhhhhh, queridos lectores, todos esos dramas se acabaron, porque ahora estoy aprendiendo mecanografía para escribir tan rápido como me muevo. Me las prometía yo muy felices pensado que, como llevo toda la vida dándole a la tecla en plan cutre, automatizar el proceso no iba a ser muy difícil. ¡¡¡¡JA!!! Mis lolailos 33. Se me da mal. Fatal. De pena. Y os diré por qué:

-Primero y principal tengo un millón de vicios adquiridos después de años y años de teclear sin orden ni concierto. Nunca puse los dedos donde tocaba y ahora no hay manera de acostumbrarme. De puro usarlas hay letras que sé donde están sin mirar, pero otras no hay forma humana (ni superheroica) de que se me metan en la cabeza. Lo cual me lleva directamente al punto siguiente.

-Me hago unos líos con el orden de las letras de flipar. Supongo que en el pleistoceno superior alguien muy listo diseñó esa disposición pensando en las que se usan con más frecuencia o en las que aparecen juntas más a menudo. Pero a mi nadie me ha explicado eso y yo como buena española he pasado de leer las instrucciones y he saltado directamente a los ejercicios. Que igual encontrándole el orden lógico al teclado adelantaba algo, pero oye, yo no, yo ahí a lo bruto, como los buenos.

-Si tengo que pensar donde está cada letra para no mirar abajo sino a la pantalla necesito estar concentrada y mis niveles de concentración empiezan a acercarse peligrosamente a cero. Esto es algo que ya había notado durante el curso porque tardaba mil años en quitarme de encima cada marrón de la Supermovida. No había manera de centrarse, iba de lado a lado haciendo mil cosas a la vez sin terminar ninguna y distrayéndome con el vuelo de una mosca. Pensaba que era cansancio o estrés pero las clases se han acabado y yo sigo igual de disfusa o más, así que debe de ser otra cosa. Vete tú a saber el qué, estoy ahora como para centrarme en encontrar el motivo.

Total, que voy de pena, pero no voy a desesperarme, que acabo de empezar. Ahora le pregunta es: ¿es esta entrada una parte de mis deberes de mecanografía? Puede ser. ¿Cuánto he tardado en teclearla? Nunca lo sabremos. Y mejor que siga así.