Me está costando retomar el ritmo actualizatorio (¡toma patada al diccionario!) de este mi blog porque últimamente me cuesta un mundo escribir. Pensaba que el problema es que había perdido el hábito, después de la abstinencia literaria a la que me ha sometido la SuperMovida y sus estreses. Pero empiezo a sospechar que no es lo único que pasa.
Hay bastantes más motivos, me temo. Uno es que estoy desfondada, desde luego. No quiero escribir, como no quiero andar, ni limpiar, ni bailar, ni hacer nada que exija un mínimo esfuerzo físico, por muy minimísimo que sea el esfuerzo en cuestión. Lo único que quiero es tumbarme en mi sofá y caer inconsciente (porque lo que yo hago es perder el conocimiento más que dormirme). Y claro, así no hay quien escriba nada.
Pero el cansancio no es lo único que me impide juntar letras por aquí. Estoy bloqueada y no sólo con las palabras. ¿Sabéis cuando el ordenador se colapsa, se queda una imagen fija en la pantalla y no hay manera de hacerlo reaccionar? Ni moviendo el ratón en círculos, ni dando golpecitos en el monitor, ni en la torre, ni pinchando frenéticamente en todas partes, ni siquiera acudiendo al administrador de tareas a la desesperada. El ordenador se ha colgado y aquello no va pa'trás o pa'lante ni a tiros,
Así estoy yo: colgada. Paralizada. No sé cuánto llevo en este estado, igual mucho y no me había dado cuenta por el agobio mortal estudiantil que tenía encima. No sé, pero ahora que he vuelto un poco a la normalidad me siento vacía. Miro mi vida, no me gusta lo que veo y lo preocupante del tema es que tengo la sensación de que no va conmigo. Que no me implica de ninguna forma porque no puedo hacer nada para cambiarlo. ¿Sabéis la típica película de sobremesa en la que adivinas desde la primera secuencia cuándo y de qué forma va a meter la pata la prota, pero te da igual, porque total es una peli y pasará lo que los guionistas quieran, no hay manera de evitarlo? Pues un poco lo mismo, pero en 3D.
No sé qué me pasa... Es como si estuviera en el centro de un laberinto, ya hubiera recorrido todos los caminos y aún no hubiera encontrado la salida. No hago más que pensar que ya he pasado por aquí, y por aquí y por aquí y por aquí y por aquí y por aquí y que ninguna de esas rutas me ha llevado fuera. Y de verdad que ya no se me ocurre que más puedo hacer.
lunes, 25 de abril de 2016
viernes, 15 de abril de 2016
Desfondada
En mi faceta estudiantil, toda la vida he sido una empollona. Me tiraría el folio diciendo que es gracias a mi sentido de la responsabilidad y a mi amor propio, pero la realidad es que la enorme cantidad de horas de mi existencia dedicadas a hincar codos se deben fundamentalmente a mi histerismo y a mi inseguridad crónica. Es decir, yo estudiaba sólo para aprobar, pero como muchas veces soy mi peor enemiga y no me fío de mí misma ni un pelo, nada me parecía suficiente para llegar al 5. Siempre creía que juuuusto lo que me dejaba de memorizar era juuuusto lo único que iba a caer en el examen, o juuuuuuuuuuusto lo único en lo que se iba a fijar el profe o juuuuuuuusto lo único importante para no catear. ¿Conclusión? Al final estudiaba todo lo que podía, que era mucho más de lo que hacía falta sólo para conseguir un simple aprobado.
La parte positiva de esto es que a veces sacaba buenas notas, lo cual está muy bien porque chica, ya que has invertido todo ese tiempo delante de los libros, por lo menos que se luzca, ¿no? La parte mala era, desde luego, el agotamiento. Y es que el agobio y el estrés cansan lo suyo y convierten el histerismo en una actividad física altamente exigente. Yo empollaba como una loca durante la tira de días a tope de nervios y llegaba al examen como si hubiera corrido un maratón. O peor. Totalmente desfondada. Y luego me extrañaba de que, a menudo, la liaba parda durante la prueba. Normal, si estaba que no podía con mi alma...
Total, que a lo que viene todo este rollo estudiantil es a que, ahora mismo, estoy igual de desfondada (o peor) que el día de un examen cualquiera. Los tres años de la SuperMovida me han dejado para el arrastre porque han sido un sufrimiento continuo. No entendía nada y no tenía todo el tiempo necesario para aclararme con las cosas porque estudiar y trabajar a la vez es un suplicio infernal cuando los días tienen sólo 24 horas. Así que no comía, no dormía, no salía, no iba al cine, no leía, no ligaba y básicamente no hacía nada que no fuera estudiar, trabajar y pasar unos agobios mortales. Y así he acabado, que no puedo con mi alma.
El caso es que para rematar la SuperMovida hay que hacer un Movidón. No tengo ni idea de como hacerlo, pero con calma, serenidad y echándome un novio experto en supermovidas varias que me ayude, la cosa no tendría por qué tener mayor complicación. El problema es que estoy desfondada y no me queda ni un gramo de fuerza de voluntad para ponerme a ello. Ha pasado un mes desde que comenzó el plazo y no he escrito ni una letra. Ni he levantado el boli, de hecho. Y lo que es peor no tengo ni mijiiiiiiiiiiiita de ganas de empezar. Porque estoy desfondada.
NO-PUEDO-MÁS.
La parte positiva de esto es que a veces sacaba buenas notas, lo cual está muy bien porque chica, ya que has invertido todo ese tiempo delante de los libros, por lo menos que se luzca, ¿no? La parte mala era, desde luego, el agotamiento. Y es que el agobio y el estrés cansan lo suyo y convierten el histerismo en una actividad física altamente exigente. Yo empollaba como una loca durante la tira de días a tope de nervios y llegaba al examen como si hubiera corrido un maratón. O peor. Totalmente desfondada. Y luego me extrañaba de que, a menudo, la liaba parda durante la prueba. Normal, si estaba que no podía con mi alma...
Total, que a lo que viene todo este rollo estudiantil es a que, ahora mismo, estoy igual de desfondada (o peor) que el día de un examen cualquiera. Los tres años de la SuperMovida me han dejado para el arrastre porque han sido un sufrimiento continuo. No entendía nada y no tenía todo el tiempo necesario para aclararme con las cosas porque estudiar y trabajar a la vez es un suplicio infernal cuando los días tienen sólo 24 horas. Así que no comía, no dormía, no salía, no iba al cine, no leía, no ligaba y básicamente no hacía nada que no fuera estudiar, trabajar y pasar unos agobios mortales. Y así he acabado, que no puedo con mi alma.
El caso es que para rematar la SuperMovida hay que hacer un Movidón. No tengo ni idea de como hacerlo, pero con calma, serenidad y echándome un novio experto en supermovidas varias que me ayude, la cosa no tendría por qué tener mayor complicación. El problema es que estoy desfondada y no me queda ni un gramo de fuerza de voluntad para ponerme a ello. Ha pasado un mes desde que comenzó el plazo y no he escrito ni una letra. Ni he levantado el boli, de hecho. Y lo que es peor no tengo ni mijiiiiiiiiiiiita de ganas de empezar. Porque estoy desfondada.
NO-PUEDO-MÁS.
jueves, 7 de abril de 2016
Refraneando
Hay veces que te temes que te van a tangar. Todo apunta a que lo que te ofrecen podría ser un timo, así que vas con pies de plomo. No te fías ni de tu sombra. No das un duro por nadie. Y dudas. Dudas de todo. Dudas de todos. Dudas a más no poder. Hasta que llega un momento que empiezas a dudar de tu propia duda.
¿Y si te equivocas? Ya ha pasado mucho tiempo y todavía no ha saltado la liebre. A lo mejor las apariencias engañan. Quizás, por una vez, no se cumpla eso de piensa mal y acertarás. Puede que seas la excepción que confirma la regla. Porque no hay que olvidar que cada uno cuenta la feria según le va en ella y a lo mejor no es el león tan fiero como algunos te lo habían pintado. Y claro, como cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo, decides que quien no arriesga no gana y que pa'lante como los de Alicante. Y así pasa lo que pasa.
Que el refranero es muy sabio y siempre termina llevándose la razón. Y al final no era oro todo lo que relucía. Y si el río sonaba, era porque llevaba agua. Y ya te pueden contar todos los bla bla bla bla que quieran, que lo único cierto es que obras son amores y no buenas razones, porque las palabras se las lleva el viento. Así que si al final hay mucho lirili y poco lerele es porque te han vuelto a dar duros por pesetas. Oooooooooooootra vez.
Y es que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
¿Y si te equivocas? Ya ha pasado mucho tiempo y todavía no ha saltado la liebre. A lo mejor las apariencias engañan. Quizás, por una vez, no se cumpla eso de piensa mal y acertarás. Puede que seas la excepción que confirma la regla. Porque no hay que olvidar que cada uno cuenta la feria según le va en ella y a lo mejor no es el león tan fiero como algunos te lo habían pintado. Y claro, como cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo, decides que quien no arriesga no gana y que pa'lante como los de Alicante. Y así pasa lo que pasa.
Que el refranero es muy sabio y siempre termina llevándose la razón. Y al final no era oro todo lo que relucía. Y si el río sonaba, era porque llevaba agua. Y ya te pueden contar todos los bla bla bla bla que quieran, que lo único cierto es que obras son amores y no buenas razones, porque las palabras se las lleva el viento. Así que si al final hay mucho lirili y poco lerele es porque te han vuelto a dar duros por pesetas. Oooooooooooootra vez.
Y es que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
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