A mi lo de los Brad Pitt de Facebook que timan a incautas me deja alucinada. A-LU-CI-NA-DA. Pero no por la inocencia, ni si quiera por la candidez o la falta de perspicacia de las pobres víctimas, sino por lo contrario. Yo las admiro, de verdad, sin ironías, desde el fondo de mi corazón. Las envidio. Porque, pensadlo: ¿qué pedazo de cacho de autoestima gigantesca hay que tener para creer que Brad Pitt quiere ligar contigo por cualquier medio? ¿Que se enamora de ti de la nada, sin conocerte? Imaginaos el altísimo concepto que estas chicas tienen que tener de sí mismas, lo muchísimo que se quieren, para plantearse si quiera que esto pueda llegar a ocurrir. Deben de andar por la vida pisando fuerte, ¿no? Con semejante Beyonce interna, no me digas...
Y no sólo eso. También me da envidia su fe en la vida, su confianza en los milagros, su deliberada omisión de la probabilidad, de la estadística. En serio, ¿cómo de difícil es que entre millones de millones de millones de perfiles de una red social que ya no usa ni el tato encuentre JUSTO el tuyo uno de los actores más famosos del mundo? Es que si crees que eso puede pasar tu esperanza no tiene límites, podrás creer cualquier cosa, eres invencible. El Gordo de Navidad, el Euromillón, un trabajo bien remunerado con buen horario en el que te traten con respeto, el ratoncito Pérez... Tu optimismo no tiene techo.
Y eso es lo que envidio. Qué felices tienen que ser estas chicas en su realidad paralela, en su mundo de piruleta en el que lo mejor no sólo es posible que ocurra, sino que les ocurra JUSTO A ELLAS. Da igual que esa candidez tenga un precio, que un listo les time cuatro euros, que el electricista les cobre más de la cuenta (nos lo hacen a todos, además) o que se encuentren con algún percance en el banco. Esa dicha, esa alegría, esa esperanza, esa paz no se paga con dinero.
Qué envidia.