domingo, 29 de agosto de 2021

Experimento bloguero 1

Lo de las 36 preguntas para crear intimidad os suena, me imagino. El experimento ese de Arthur Aron sobre lo que dice la ciencia que hay que hablar para que dos personas se enamoren o por lo menos aumenten su afecto o cercanía entre ellas. Ha salido en muchos sitios, incluso lo hicieron Sheldon y Penny en TBBT

Yo conocía el asunto, pero no sabía que había una novela sobre el tema, es decir, una historia inventada que parte de esa premisa. Se llama 36 preguntas para enamorarte de mi, está escrita por Vicky Grant y, la verdad, me ha gustado bastante. O sea... la prota femenina me ha parecido un poco tontaina y el prota masculino muy poco realista y la trama... pues en fin, es una historia romanticona sin más, tampoco nada del otro mundo. Pero el hecho de inspirarse en ese trabajo científico, que gran parte del libro sea sólo la contestación de la pareja a las cuestiones (en forma de diálogo) y la agilidad y el humor con lo que está narrado todo me han molado. En conjunto es una lectura que no está mal, os la recomiendo. No os va a cambiar la vida, pero echas un rato bueno, porque además es cortísima.

Total, que leyendo el libro he pensado que muchas de esas preguntas son difíciles de responder y me han dado ganas de comprobar si yo era capaz de hacerlo, así que se me ha ocurrido un experimento cutre bloguero. Voy a tratar de contestar al cuestionario en una serie de entradas. Para que el experimento fuera guay, lo ideal sería que otros blogueros os animarais a hacer lo mismo en vuestros blogs y comprobar si la ciencia tiene razón y con esto se pueden incrementar los niveles de afecto y cercanía en la blogoesfera. Ya sé que parece basta loco ir contando nuestra vida por los mundos interneteros pero, total, en las entradas normales también se nos ven un poco las costuras, ¿no? A unos más que a otros, claro, pero a todos se nos adivina algo debajo de la máscara.

Yo allá voy y que sea lo que tenga que ser, el mundo es de los valientes. Primeras seis preguntas.


1. Si pudieras elegir a cualquier persona en el mundo, ¿a quién invitarías a cenar?

Pero invitarle implica que hablamos el mismo idioma o que nos podemos entender de alguna manera, ¿no? Y que si le pregunto cosas me va a contestar y me va a decir la verdad, claro. Invitaría a un alto mandatario internacional (en los gobiernos o en la sombra) para saber como se rigen de verdad los destinos del mundo quién mueve los hilos para que ocurran las locuras que pasan y qué razones hay detrás de todo. También me gustaría invitar a alguien del pasado que haya conocido momentos históricos cruciales (a un hombre de las cavernas, a Colon, a Napoleón...) para que me contara como fue en realidad.

2. ¿Te gustaría ser famoso? ¿De qué forma?

Me gustaría ser famosa por hacer muy bien mi trabajo (tipo una escritora mega conocida cuyos libros le gustaran a todo el mundo) pero que no me reconocieran por la calle. Que me hicieran alguna entrevista (no muchas y siempre sin foto) porque a la gente le interesa lo que tengo que decir pero que no me abordaran directamente en mi vida diaria.

3. Antes de hacer una llamada telefónica, ¿ensayas lo que vas a decir? ¿Por qué?

No, a no ser que sea algo en otro idioma, un trámite oficial (tipo una reclamación a Hacienda) o una discusión difícil con un amigo. Pero en el tercer caso intentaría por todos los medios que no fuera por teléfono.

4. Para ti, ¿cómo sería un día perfecto?

Buen clima, buena compañía, dormir, leer y alguna actividad divertida al aire libre.

5. ¿Cuándo fue la última vez que cantaste a solas? ¿Y para otra persona?

A solas, ayer en la ducha. 

Con más gente casi nunca, prefiero evitarle esa tortura a otras personas. Seguramente en algún viaje en coche con mi familia cuando en la radio sonara alguna canción guay, pero sería hace mucho, supongo.

6. Si pudieras vivir hasta los 90 años y tener el cuerpo o la mente de alguien de 30 durante los últimos 60 años de tu vida, ¿cuál de las dos opciones elegirías?

El cuerpo de 30 para evitar las enfermedades que suelen llegar con la edad. La mente prefiero que evolucione y poder ir acumulando la experiencia que dan los años.

Bueno, sigo con el resto de preguntas otro día, que la entrada está quedando interminable. 

Venga, ¿alguien se anima a hacer el cuestionario en su blog? Luego no digáis que no se os ocurre con qué actualizar, que yo os estoy dando ideas para escribir...

miércoles, 25 de agosto de 2021

Inútil multifuncional

Antes de que este CoronaApocalipsis infinito que parece que no va a acabar nunca nos colapsara la vida, me gustaba hacer muchas actividades distintas. Varias han salido por aquí: surf, equitación, esgrima, submarinismo, remo, teatro, lengua de signos... Lo hacía porque me encanta probar cosas nuevas, para encontrar aficiones alternativas y para conocer gente. Eran acciones variopintas que solían tener un punto en común: mi inutilidad.

Ya lo sabéis, yo soy bastante patata oficial (sobre todo en el plano físico) y no destaco especialmente por mi agilidad ni coordinación, así que, se tratara de lo que se tratara, se me solía dar mal. Era la típica del grupo que se caía del caballo la primera, o tardaba cuatro días en subirse a la tabla o no conseguía que la piragua dejara de dar vueltas sobre sí misma. Era, sin paños calientes, la inútil de la clase. Y la verdad, no me importaba demasiado. O sea, sí que me frustraba un pelín ser inútil multifuncional en todos los campos porque, leche, habría molado tener destreza para algo guay. Pero a la larga me quedaba con la experiencia, con las risas que mi inutilidad provocaba en mí y en los demás y el resto me la refamfinflaba bastante.

Hasta ahora.

Ahora, amiguis, estoy haciendo un curso de escritura. Lo necesitaba porque llevo mil años escribiendo siempre en el mismo registro, con el mismo estilo, así que eso me sale sin esfuerzo, pero me falta pericia, conocimientos y DESDE LUEGO práctica en muchas otras modalidades que me gustaría dominar. Conclusión: como es lógico y como le ocurre a todo novato en cualquier materia, hasta que no practique, practique y practique también soy inútil en esa forma de juntar letras.

Y, a diferencia del resto de chorradas de cursos a los que me he apuntado en la vida, ser inútil en esto me cabrea. Me fastidia muchísimo. Porque escribir es lo que me gusta, lo que se me da bien. Se suponía que daba igual ser una negada para todo lo demás porque lo compensaba con esto que es lo que a mi realmente me importa. Si en esto también soy un zote, ¿qué me queda?

Sé que tengo margen de mejora. Sé que me hace falta aprender mucho en una materia que no he estudiado antes y que no conozco porque no es mi género preferido y, por tanto, tampoco mi lectura habitual. Sé que estoy malacostumbrada porque otras formas de escribir han brotado siempre de mi espontáneamente, sin esfuerzo, como si las llevara dentro y que esto no tiene por qué ser así siempre. No esperaba hablar alemán fluido de un día para otro, es una idiotez creer que en este caso va a ser distinto.  

O sea, que la teoría la tengo clara, ¿eh?, que ya os veo venir en los comentarios. Entiendo que es lo normal en todo proceso de aprendizaje y que ajo y agua. Pero en la práctica ponerme a escribir y que me cueste, que sea como nadar contracorriente, me desespera porque esta actividad había sido hasta ahora mi oasis, donde fluía, donde no me hacía falta esforzarme. Y además me indigna no conseguir buenos resultados, que me salgan mierdos. No lo soporto. Lo guay de escribir era quedarme contenta con lo que escribía. Que vosotros pensaréis "pues bueno, hija, tampoco es que te fueran a dar el Nobel, ¿eh?" y tenéis razón. Es decir, no soy una loca con delirios de grandeza, ya sé lo que hay. Pero a mi me gustaba lo que escribía. Como lectora me habría gustado leer algo así. Para gustos los colores, ¿no?

Por eso me cabrea tantísimo sentirme inútil TAMBIÉN  en esto. Inútil multifuncional vale, pero con alguna excepción, ¿no? Qué menos.

domingo, 22 de agosto de 2021

Teorías amorosas indemostrables

¿Creéis en el amor a primera vista? ¿Y en las almas gemelas?

Yo no.

O sea... como diría Chandler en Friends, no creo en las almas gemelas, creo en morenos altos y guapos que le tiran los tejos a mi mujer. Es decir, estoy de acuerdo en que alguien, de primeras, te puede llamar la atención por su apariencia. Que te parezca guapísimo. O que no sea tanto una cuestión estética como física: una manera de mirar, un tono de voz, un olor, una forma de moverse, de tocar... Me refiero a que puede ocurrir, aunque a mi no me pasa casi nunca, que te fijes en alguien por cuestiones ajenas a su personalidad (que aún no conoces) y que sólo eso te haga querer conocerle (y lo que surja). Con el riesgo medio alto de que cuando le conozcas resulte ser un mamarracho y se acabó lo que se daba, amiguis.

Si eso se puede considerar amor a primera vista... entonces, vale, sí, aceptamos pulpo como animal de compañía, sí que creo en eso. Pero creo más bien poco, ya veis, en plan bastante light.

En lo que creo más es en algo igualmente fantasioso y poco realista. Mucho menos realista que lo del amor instantáneo, de hecho. Me acordé el otro día viendo ese gran bodrio clásico en el que se ha convertido ya  Mientras Dormías. Hay veces que te gusta alguien y estás convencida, porque lo sientes con toda claridad en el fondo de tu corazón, que si esa persona llegara a conocerte bien se enamoraría de ti

El problema es que no abren la puerta y no te den la oportunidad de demostrarlo.

domingo, 15 de agosto de 2021

11º mandamiento: no darás la turra

Supongo que después de tantos siglos, no vendría mal un retelling de los 10 Mandamientos. No la película, sino el original, los de las Tablas de la Ley del Antiguo Testamento y toda esa movida. Aunque abarcan temas que son grandes clásicos de la debilidad humana y que, por tanto, no pierden vigencia con el tiempo, estoy segura de que les iría bien una actualización, más si cabe desde el inicio de internet y la versiones renovadas de los pecados típicos que ha traído consigo.

No me veo capaz de abordar yo sola la ingente tarea de actualizar la guía más antigua sobre el buen comportamiento de la humanidad, pero para que no se diga que escurro el bulto, haré mi aportación. En la lista de buenas prácticas que todos deberíamos seguir en el nuevo milenio, yo añadiría una fundamental, olvidada durante siglos: 

No darás la turra.

Que sea el decimoprimer mandamiento. U otro numero, ponedlo en el orden que queráis. Pero que no falte. Necesitamos con urgencia que la gente sepa que dar la turra ESTÁ MAL. A ver si así conseguimos que se contengan un poquito, porque hay tantísimo turrista por ahí suelto dando la murga a todas horas en todos los ámbitos imaginables, que la vida se está convirtiendo en un auténtico infierno. Y sin haber llegado si quiera al juicio final que nos condene al tormento eterno.

Yo tengo la desgracia de tener que soportar turras infinitas en demasiadas facetas de mi vida, por eso intento por todos los medios no ser el origen de esa tortura. En cada llamada que hago, en cada entrada que escribo, en cada conversación que tengo, la primera pregunta que me asalta es: ¿estaré torrando al personal con esta chapa? Si la respuesta es sí, aborto misión. 

Turristas del mundo, por favor, seguid mi ejemplo. Aunque sea sólo para no ir al infierno. ¿No veis que es uno de los nuevos mandamientos?

viernes, 13 de agosto de 2021

¿A vosotros os pasa?

Consideraciones previas:

-Yo no digo te quiero. Nunca. A nadie. Una mala costumbre, ya lo sé, pero es lo que hay.

-Cuando alguien me gusta disimulo cual agente secreto 007 en misión secreta. O más. Otra mala costumbre que seguramente explique mis sequías sentimentales eternas, pero qué le vamos a hacer.

-Cuando alguien me gusta y ya tiene el corazón ocupado o he intentado alguna cosilla (disimulada, of course) y se ha hecho el sueco de Estocolmo o no fluye el tema por la razón que sea, disimulo muuuuuucho más. Disimulo que casi parece que me cae mal en vez de gustarme. Una cosa ya exagerada, de verdad.

Bueno, pues en este tercer escenario se desarrollan los acontecimientos que paso a relatar y a los que no doy crédito. Os cuento.

Él es A. Nos conocemos hace años y coincidimos de vez en cuando. No somos amigos pero podría decirse que tenemos confianza. A nivel superficial, desde luego, pero hay cierta cercanía. Tanta como para hablarnos mal, para "ladrarnos", para estar metidos en un bucle eterno de discusiones de coña. Hubo un momento en que me pareció que estaba levemente interesado en mí. Al final resultó que le había malinterpretado, pero de eso me enteré después de hacer algunos intentos "disimuladillos" de averiguar si había tema o no.

¿Problema? Pues que (ya lo sabéis) yo soy de escribir, es como me siento cómoda, así que esos intentos "disimuladillos" los hice por escrito. Meeeec, error. Él se puso de perfil, fingió no pillar de qué iban esos intentos y los dos competimos por el Oscar a la mejor interpretación en la categoría "aquí no ha pasado nada y tan amigos". Que por mi guay, menos vergüenza y corte para todos. Peeeero, allí quedaron las pruebas gráficas, para la posteridad. Creía yo que dichos documentos estaban en el fondo del pozo del negro olvido porque jamás volvieron a salir en la conversación.... Hasta el otro día. A ver como os lo explico.

A y yo estamos enfrascados en una de nuestras tradicionales discusiones de coña."Pues tú tal", "pues anda que tú"... que si patatín, que si patatán, jijijaja risas mil. Va subiendo la escalada de violencia. 

La conversacion gira hacia un minidetalle que yo le he tenido con A. Es un tío majo y me echó un cable en un mal momento de mi vida, así que si le puedo hacer un favor, se lo hago, claro. Sin embargo, nuestra actual relación se inscribe en el "ladrido continuado versión coña", por lo que A me rompe los esquemas cuando me dice:

-Gracias por pensar en mi.

Nosotros nos ladramos. La mayoría del tiempo no llegamos ni a civilizados, el "modo amable" no está en nuestra configuración conversacional. Estoy tan descolocada que en lugar de contestarle una bordería suave (que sería lo típico nuestro), mantengo el tono borde pero se me va la pinza y le suelto:

-Si es que tú te crees que te odio, pero NO.

A ver, a ver, Speedy, tronca, qué coño haces. Llevamos AÑOS disimulando como leonas para que no se acuerde de que nos gustaba y tú poco más y le dices que le quieres. ¿Pero de qué vas? No podrías haberle respondido algo neutro tipo "ya ves, para que luego te quejes, con lo que yo te aguanto, si es que me estoy ganando el cielo"? No, señor, tú ahí, declarándole tu amor eterno. A ver qué hacemos ahora, colega...

No me da mucho tiempo a fustigarme mentalmente porque A vuelve a la carga:

-SÉ que no me odias. Lo sé DE SOBRA. Y tengo varios papeles que lo demuestran.

¡Madre mía! ¿En serio ha nombrado mis "intentos disimuladillos"? ¿Desde cuándo hemos dejado de fingir que eso nunca ocurrió? Y sobre todo ¿POR QUÉ? ¿Quiere matarme de vergüenza aquí mismo?

Me escapé de allí en cuanto pude y luego me quedé pensando en lo raro que es todo y en lo distintos que somos unos de otros. Si yo me entero de que le gusto a alguien que no me gusta me sentiría incómoda a más no poder, jamás hablaría sobre ello ni lo diría en voz alta, me limitaría a obviarlo, como si no lo supiera. Muchas veces veo series en el que el prota está enamorado de la prota pero ella todavía no de él y aún así no paran de comentar el tema y siempre pienso: "Esto nunca ocurriría en la vida real"...  Pero bueno, por lo visto sí que pasa.

Incluso poniéndome en lo mejor, y pensando que en su momento A no fingía y que REALMENTE no pilló mis "intentos disimuladillos", que interpretó las pruebas gráficas como muestras de amistad platónica total: ¿en qué contexto se tiene la conversación de "ya sé que te caigo guay?" O sea, no es tan incómoda como "sé que te gusto", pero tampoco se habla de eso, ¿no? Al menos yo no.

¿Vosotros sí? Porque igual soy yo la rara.

viernes, 6 de agosto de 2021

El club del ridi

Estaba pensando el otro día lo que me estaba costando llegar a las 1000 entradas en este blog. Llevo 11 años dando la turra por aquí, lejos no tendría que estar la cosa.... Bueno, pues no, todavía estoy por la ochocientosyMucho, ni siquiera he saltado la barrera de los 900. ¿Cómo puede ser? Y entonces me dio por mirar los borradores y... ¡tengo más de 300! ¡¡300!! Eso lo explica todo.

Vale que ahí hay muchas que son sólo ideas que se me ocurrieron en su día (dos palabras o menos que apunté por si llegaba el momento de desarrollarlas), cosas curiosas que encuentro y guardo aquí por tenerlas a mano en algún lado o incluso posts que llegué a publicar y que ahora, por lo que sea, no proceden y los he escondido en modo borrador. Pero aún así, ¿¡¡¡300!!?? Así claro que no voy a llegar a 1000 entradas publicadas en la vida.

Así que seamos ecologistas y démosle una segunda vida en internet a esta tontada olvidada en el baúl de los borradores eternos.

Yo hago mucho el ridículo (no creo que le sorprenda a nadie que frecuente habitualmente estos lares), por eso las protas de libros y los tuiteros que se sienten un poco así me caen en gracia, me hacen sentir que estamos todos en el mismo barco. Gran parte de las cosas que dicen me resuenan y las voy apuntando en cualquier lado como por ejemplo, un, dos, tres, responda otra vez, en los borradores de este mi querido blog. Aquí he encontrado algunas de esas perlas y aquí os las dejo, por si hay entre los lectores algún miembro de nuestro club. No os agobiéis, no estáis solos, somos más de lo que parece.


 



- ¿Has terminado? Le pregunté

-¿De ponerme en evidencia? Seguramente no

(Enlazados, Rainbow Rowell)


—¿Cuál es el plan? —preguntó ella.

—Mi plan es hacer cosas que te hagan querer salir conmigo de nuevo mañana. ¿Cuál es tú plan?

—Voy a tratar de no hacer el ridículo.

(Fangirl, Rainbow Rowell)


A juzgar por sus personajes... creo que Rainbow también está en nuestro club.

Ale, por la sombra, bombones.

 

domingo, 1 de agosto de 2021

Los hitazos olímpicos

Las Olimpiadas molan por la cantidad de deportes que se pueden seguir a la vez, disciplinas que no es habitual que se televisen ni se vean en prensa. Molan por esa mezcla de países, de culturas, de costumbres, porque siempre aprendes alguna bandera nueva que no tenías en la memoria. Molan por ver grandes leyendas en sus especialidades, verdaderos monstruos, compartiendo pista con algunos de los que, con suerte, les sustituirán en los primeros puestos cuando se retiren. Y molan, sobre todo, porque son impredecibles. Porque, aunque haya favoritos, siempre hay sorpresas. Casi desconocidos que, por casualidades de la vida, dan el campanazo (¿verdad, Anna Kiesenhofer?). Porque hay fijos en las apuestas de podium que se dan el batacazo (¿verdad, Djokovic?) y bronces que saben a oro (¿verdad, Carreño?). Molan porque ves pasión, entrega, dolor, frustración y la satisfacción indescriptible de dar el 1000 por ciento tras un esfuerzo titánico.

Y además pasan taaantas cosas que hay para llenar tres cuadernos de anécdotas y tuitazos. 

Hasta ahora para mi la mejor de estos juegos es esta, taaaan surrealista que parece invent


O plot twist tan inesperadísimos que también parecen fake


Luego ha habido más de dos y más de tres olvidos de deportistAs, que bueno, mejor no comentar porque pa'qué.



Y no han faltado, como no, las típicas coñas infantiles con los nombres, que siempre tienen su público.



Los JJOO nunca defraudan y aún no han terminado. A saber qué nos espera.