Nunca se me ha dado demasiado bien titular. Ya en mis tiempos de contadora de cosas las pasaba canutas, aunque en ese caso el mayor problema solía ser ajustarse el número de caracteres, más que decidir por donde tirar. Ahora en los medios digitales menos constreñidos será más fácil, pero les turrarán hasta el infinito con SEO, palabras clave, clickbait y demás. Pobres, me dan hasta lástima, me alegro de haberme librado de eso.
En este blog, lo de los titulares es directamente de echarse a llorar, ya lo sé. Pero aquí es que... no sé, para empezar no le dedico ningún esfuerzo. Escribo con prisa lo que sea, lo quiero publicar ya porque siempre voy tarde y le pongo lo primero que se me pasa por la cabeza. Y me da rabia, la verdad. Mis entradas suelen ser bastante inductivas (así se llamaban los textos que acababan en una conclusión según lo que nos contaron en el cole, ¿no?), llego a la idea central en el último párrafo y ese concepto es el que termina en el título el 90% de las veces, lo cual es hacerme autospoiler brutalmente. Que bien, que mis posts tampoco es que sean el culmen de la elaboración y la sabiduría, estamos de acuerdo. Pero que si me pongo a escribir, pues ya lo hago bien, intentando por lo menos mantener un mínimo interés a través de los párrafos, ¿no? Qué menos.
Demostrada mi inutilidad en el complicado arte de titular entradas mierdosas, no quiero ni pensar en un libro. Me daría un síncope antes de decidirme. Por eso comprendo que haya tantas obras taaaaaaan mal tituladas. Tantas oportunidades perdidas. Aunque, como se puede leer en el hilo de twitter al que pertenece el tweet de arriba, en este tema, como en todo, para gustos los colores y para colores las flores.
Algunos prefieren que el título corresponda a algo textual del libro: el nombre de un club, de una universidad (Saga de Torres de Malory, te estoy mirando a ti. Mucho espacio para la intriga no es que dejes, ¿eh? Pero bueno, das lo que prometes está claro, nadie puede quejarse de no saber qué esperar,) de un equipo. A algún concepto a los que los personajes hacen referencia en repetidas ocasiones o a una declaración especialmente intensa entre los protagonistas. A otros les gusta más que sea la idea general de lo que va la trama o el género al que pertenece, como pasa mucho en las de misterio que incluyen justo esta palabra en la portada, por ejemplo. Y a unos cuantos les mola que el título sea metafórico o reflexivo y que no de ninguna pista directa sobre el contenido para evitar cualquier tipo de spoilers.
Pero es innegable lo que dice el tweet de arriba: que descubrir por qué un libro se llama como se llama a medida que lees siempre mola. Unas veces más que otras, es verdad, pero siempre es como responder un acertijo. Unas veces es una respuesta más ingeniosa que otras, pero siempre es una contestación a una pregunta. Creo yo, vamos...
Esto... ¿y cómo titulo yo ahora esta entrada?