jueves, 23 de enero de 2020

Propósitos y PequePropósitos: Misión Corcho

Iba a hacer una entrada con mis propósitos para 2020 pero me estaba saliendo tan larga que he abortado misión para hacer un post por cada uno de ellos, con posibles subdivisiones internas si la cosa se pone muy turbia. Ya veremos. De momento, empecemos con el primero del años:

ORDENAR

Ya sé que lo digo siempre, pero el asunto ha alcanzado cotas tan exageradas que me veo en la obligación activar un código rojo. Mi superguarida ha pasado de ser un vórtice de entropía a una caos de tal magnitud que empiezo a tener miedo de que todo lo que está por medio se una para formar una montaña de basura al estilo de la de los Fraggle Rock pero mucho menos sabia y con más mala leche. De hecho, estoy segura de que no pararía de darme collejas a ver si espabilo, como si lo viera.

La amenaza me parece tan real (y tan aterradora) que pensé pedirle a los Reyes Magos una Roomba que me echara un cable con mi cruzada contra el polvo y la suciedad, sólo que lo dejé por imposible porque poco o nada podría hacer la pobre con mi panorama habitacional. Encontraría tantísimos obstáculos en su periplo limpiador que emplearía casi todo su tiempo en rebotar de un sitio para otro sin poder recoger apenas nada de suciedad a su paso. Y para que el pobre robot se vuelva loco de frustración mejor no le pongo en ese trance, porque con una chiflada en mi superguarida hay más que suficiente, ¿no?

Como he leído que los objetivos tienen que ser realizables y como para mi lo de ordenar es una gesta de la magnitud de la conquista del espacio sideral, lo he divido en PequePropósitos, a ver si consigo ir avanzando. Voy a ir por habitaciones y, en los casos de extrema gravedad, por focos infección dentro de cada estancia. Por ahora he vaciado el corcho.

12 años hacía que había cosas allí colgadas. Literalmente, no es una exageración. Tres capas de papeles se apretujaban en cada chincheta, así que los de detrás del primero ni siquiera cumplían el requisito mínimo de un corcho, que es mantener las cosas a la vista. No recordaba casi nada de lo que había allí y, desde luego, el 90% no tenía entidad suficiente para ser conservado tanto tiempo. Alguna sorpresa positiva me he llevado, por suerte. Allí, olvidado por los siglos de los siglos, estaba un billete de 5.000 pesetas. ¡¡PESETAS!!  De las que Leti nos explicaba antes de que entraran los euros en nuestra vida. Qué nivel, Maribel. Un fortunón. La versión premium de encontrarse un billete olvidado en unos pantalones de verano.

Previo paso por el Banco de España para cambiar semejante pastizal y emplearlo en regalos de Reyes retardados, mi corcho ya está prácticamente vacío y completamente bicolor, del contraste entre el tono que tienen las zonas que estaban vacías y les ha dado el sol con las que estaban repletas y resguardadas de la voracidad solar. Misión PequePropósito Corcho completada. A ver cuál es el siguiente reto con el que me atrevo.

Seguiremos informando.

domingo, 19 de enero de 2020

Si por mi fuera

-No me hagas la cobra.

-La cobra, dice. Madre mía, hijo mío, si yo te contara...

El pobre Tiburcio no se cosca. No se empapa. No se entera de la misa la mitad.

INEXPLICABLEMENTE Tiburcio no tiene ni idea de que, si por mi fuera, me escaparía con él a una isla desierta para no volver jamás. Y digo inexplicablemente porque, a pesar de mis denodados esfuerzos por ocultarlo, se me nota un montón. Yo intento disimular a tope porque el hombre no tiene el corazón libre y yo ahí, pues oye, respetos al máximo, qué le vamos a hacer. Pero mi profundo respeto no detiene el tsunami de sentimientos que me genera y que se me escapan por todas partes. Se me escapan en las miradas. Se me escapan en las sonrisas. Se me escapan cuando le toco a pesar de tratar con todas mis fuerzas de no tocarle. Se me escapan. No los puedo contener.

Mucho me temo que es algo tan evidente que todo el mundo lo sabe menos Tiburcio, que, por suerte para mi, está a por uvas. Mucho mejor así, más tranquilidad para todos, oye. Lo que pasa es que eso da lugar a situaciones surrealistas total.

-Eh, eh, choca esos cinco, no me hagas la cobra.

Yo estaba mirando al suelo y no me había enterado de que me iba a chocar y él estaba haciendo un comentario gracioso sin más trascendencia, pero cuando estás concentrando todos tus esfuerzos en no pegarle un muerdo a alguien, cuando te hacen estas bromitas lo que te gustaría es tener el flash ese de los Men in Black que borra la memoria para soltarle todo lo que te pasa por la cabeza sin pensar en las consecuencias:

-Mira, hijo mio, si por mi fuera no te hacía ni una cobra ni media. Es más, si por mi fuera te iba a costar levantarte por las mañanas de tooooooooooooodo el trabajo que íbamos a darle tú y yo a la cama por las noches, Suplementos vitamínicos ibas a tener que tomar para aguantar el ritmo, socio. Si por mi fuera, ese torso de Adonis que tienes iba a convertirse en mi almohada favorita para ver maratones de series en Netflix tirados en el sofá y tus brazacos con el punto perfecto de musculación (ni demasiado, ni demasiado poco) me iban a servir de abrigo complementario contra estos fríos polares con los que nos ha venido el invierno de repente. Si por mi fuera, apostaba todo a tu número, incluso a largo plazo, hijo mío. Como para hacerte la cobra...

Pero como no tienes el flash ese de los Men in Black, la cosa no tiene solución alguna y no quieres liarla parda, pones tu mejor sonrisa fingida y te alejas apretando los puños con todas tus fuerzas para aguantarte las ganas de pegarle un muerdo.

Qué le vamos a hacer...

domingo, 5 de enero de 2020

¡A tomar por c*lo!



En mi 2020 se va a cumplir más que nunca eso de año nuevo, vida nueva.

Y para que sea así, me he visto obligada a tomar una decisión que habría preferido no tener que tomar. Al principio fue un drama y una pena negra porque implicaba rendirme (algo que no me gusta nada hacer) y sobre todo aceptar el hecho de que he estado 20 años haciendo el canelo para nada. 20 años rompiéndome los cuernos, sacrificando vacaciones y viajes, aceptando mucho menos de lo que merecía, aguantando insoportables y en general dándolo todo para llegar a donde estaba convencida de que algún día llegaría. Después de dos décadas no sólo tengo serias dudas de que eso nunca llegue a ocurrir haga lo que haga, sino que además ha dejado de merecerme la pena. SOBRE TODO ha dejado de merecerme la pena. Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo, decía Kipling. O dicho en español castizo, como broma ya ha valido. Basta ya. Aquí trazo la raya. A partir de aquí vais a subestimar, a maltratar, a marear y a tomarle el pelo a otra porque lo que es con la menda, se acabó lo que se daba, amiguis. Y como dice el la imagen de arriba, ¡A TOMAR POR CULO!

Por un lado es liberador, en plan salir de una trampa en la que llevaba toda la vida dando vueltas como un hamster en la rueda de su jaula. Por otro lado es triste, claro, por todo ese tiempo perdido. Pero principalmente es aterrador porque ahora sí que sí estoy en la casilla de salida OOOOOTRA VEZ. Y no como hasta ahora, que volvía al inicio del mismo juego. Ahora toca cambiar de tablero, de fichas, de dados y de todo lo que se os ocurra. He trazado una raya que es como Finisterre, donde acababan los mapas y más allá había dragones...Y vete tú a saber qué más.

2020 lo dirá.

Deseadme suerte.