Siempre digo que mi curriculum vital ganaría mucho si lo miraran como los gurús de los negocios yankees, que valoran los fracasos iniciales. Ellos recomiendan que cuando presentes un proyecto nuevo no escondas que tu primera empresa se fue a pique, porque de eso aprendiste y ahora tiene más posibilidades de acertar que antes de que la pifiaras. Eres mejor emprendedor que un advenedizo que aún no se la ha pegado porque todavía no ha intentado nada.
Ya lo he contado muchas veces, soy una crack del gazapo y me caracterizo mucho más por la toñas que me he metido que por mis gestas afortunadas. Sobre todo por un tema de acumulación, de aguante, de lograr seguir de pie y (casi) entera después de tan duradera paliza. Un poco esto que dice Anton abajo, vaya.
Otro asunto sería detenernos en el matiz de ese "casi", porque entera puede, pero desgastada también. Muchísimo. Tanto que sería más ajustado decir mutilada. No sólo he hecho renuncias, también he perdido piezas, fragmentos. La vida me ha arrancado sueños, ilusiones, inocencia, fe, confianza y mucha de la luminosidad de mi carácter. Y eso, gente, eso sí que me fastidia. Me molesta lo más grande que una parte importante de mi no haya logrado sobrevivir.
Y siendo esto un mierdo no es, sin embargo, lo peor. Lo PEOR es que llega un momento que has perdido tantos pedazos que no sólo cambias, sino que te conviertes en una persona distinta. No un tú diferente, otro yo. La pregunta es: ¿quién?
De verdad os digo que yo ahora mismo no sé quién soy y precisamente por eso, no tengo ni repajolera idea de por donde tirar. No hay viento favorable para el que no sabe a donde va. Así que, si alguien tiene alguna sugerencia, soy toda oídos. Ahí están los comentarios.