Los japoneses que son muy apañados para muchas cosas (aunque para otras no tanto) han buscado una palabra para referirse a una realidad palmaria: que hay un segundo estómago para los dulces en el que siempre SIEMPRE hay sitio para más. Da igual la cantidad que se haya ingerido antes.
Como testigo de primera mano de esta verdad incontestable y como buena adicta al chocolate, os podéis imaginar con el dramatismo y la preocupación que estoy viviendo esta hambruna chocolatera. Para los afortunados que no se ven afectados por esta tragedia, resumo: hace meses que por diversos motivos el precio del cacao está por las nubes. hasta ahora nos habíamos enterado poco porque como todos los alimentos subían a lo bestia, uno más ya no nos sorprendía y porque tirábamos de las reservas que había en los almacenes al coste antiguo. Pero ayyyyy, amiguis, las reservas se acaban y las navidades se acercan. Y esto significa que en una de las épocas con más porcentaje glucémico en vena, "las tabletas de chocolate por debajo de los dos euros van a esfumarse de los estantes de las tiendas", dicen los expertos.
Y yo me pregunto: no tenemos suficiente con la pachamama en modo terminator intentando inundarnos, quemarnos o matarnos de sed a todas horas, con Putin y sus compinches tirando bombas a diestro y siniestro y con la vida de cada uno haciendo de las suyas para que nos manden también esta plaga bíblica? ¿Cómo se supone que vamos a resistir tanta desgracia sin un poco de ayuda chocolatera? Sin dramatismos: ¿qué hemos hecho nosotros para merecer esto?
Menos mal que no soy chocolatero, pero te entiendo, mi mujer sin su oncita después de cenar, es otra.
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