martes, 30 de agosto de 2022

Talento antiligoteril 1: fe en la telepatía (Cuenta atrás:17)

No vamos a ponernos a hacer una lista de mis innumerables "antitalentos" en cuestiones románticas-ligoteriles porque no acabaríamos. Y porque me imagino que habrá un montón de cosas que hago mal y que no me doy ni cuenta. A ver, que igual yo no soy la más espabilada de la sala, pero que ya acumulo unos añitos de desastres sentimentales, aunque sea a base de tortazos algo habría aprendido, ¿no? Un voto de confianza, por favor.

Cuestión, que una de las cosas en las que sí sé que la cago cuando me mola un chico es que tengo demasiada fe en la telepatía. Me da corte/miedo/terror decir o mostrar lo que siento y me convenzo a mí misma de que si lo pienso muy fuerte él lo va a pillar sin necesidad de palabras. No, el Nobel no creo que me lo den, no. Pero vamos, que no soy la única, estos dos de abajo están en mi club y quién lo diría porque son unos cracks

(Toda la entrevista está muy bien, pero a lo que me refiero lo cuentan en el minuto 3,44, por si tenéis prisa.)

No sé qué me hace ser tan cagona. Algo tendrá que ver el hecho de que el 90% son misiones imposibles en plan kamikaze, me imagino. Pero incluso cuando no es ese el caso, me puede la presión. Doy por sentado las calabazas (no contemplo otra alternativa) y me sepulta la avalancha de consecuencias que me imagino tras el rechazo: lástima, incomodidad, vergüenza, ridículo, distanciamiento. Todo el pack.

Me cabrea sobre todo las dos últimas porque, leche, sólo me machaco a mi con eso. El amor no correspondido no me parece una debilidad en los demás. Al contrario, lo veo sincero, apasionado, valiente, de tener dos cojones o dos ovarios bien puestos. Sin embargo, yo me siento patética queriendo a alguien que no me quiere y dejando que lo sepa. Una gilipollez, ya lo sé. Lo del distanciamiento también me irrita porque implica conformarse con nada. Si no le molo, al menos que sea mi amigo. Si no, que me hable de vez en cuando. Si no, que me mire. Migajas cada vez más y más pequeñas, como si no me mereciera el pastel entero. Sí me lo merezco. Todos lo merecemos.

Pero en fin, que no he venido aquí a lloriquear, sino a buscar soluciones a los talentos antiligoteriles de los que soy consciente. Y para este en concreto creo que acabo de encontrarla en la letra de una canción. Porque me pensaba que el problema es mío, incluso después de soltar la bomba, cuando, en realidad, cascarlo es pasarle el marrón al otro. La pelota está en su tejado, tú has hecho tu parte, todo lo que estaba en tu mano. A partir de ahí, que el otro arree, la cosa no va contigo. O dicho en bonito:

Si algún día me acerco y te miro 

Y te digo que te amo y ya está 

Tú verás lo que harás, tú verás lo que harás 

Yo te he dicho que te amo y ya está 

domingo, 28 de agosto de 2022

Hacer tapón (Cuenta atrás 18)


¿Os acordáis cuándo el Evergreen se atascó en el Canal de Suez y se lio parda porque se formó fila y los microchips nos llegaban con retraso? Estábamos megapreocupados. Luego ya pasamos de pantalla, llegamos a la de la guerra de Putin y su locura de precios de la energía. combustibles y escasez de alimentos y lo anterior nos parece un juego de niños. ¡Qué tiempos aquellos, en los que nuestro mayor problema era un atasquillo de nada!, ¿eh? Quién los pillara. 

En fin, no quiero ponerme nostálgica. A lo que iba es al tema de los atascos, que es todo un misterio. A menudo hay cosas, personas, acontecimientos, que se quedan ahí, haciendo tapón y no se ve claro el motivo. No son especialmente grandes, ni densos, ni duros, ni importantes, ni trascendentes, ni en general nada especialmente nada. Pero ahí se quedan, haciendo tapón. Y no hay forma humana de quitarlos, oye.

¿Dónde se compra un desatascador vital? Yahoo answers. 

Post post: Ay, que se me olvidaba la cuenta atrás para las mil entradas. Quedan 17)


lunes, 22 de agosto de 2022

Para ti la perra gorda, Ray (Cuenta atrás: 19)

Recuerden: la trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya han partido rumbo a destinos increíbles.

Ray Bradbury


No se lo digáis a Ray, que igual se cabrea por no hacerle caso, pero yo no me creía mucho lo de los personajes y la trama y tal. Porque al final lo importante es lo que pase, ¿no? Bueno, pues me como mis palabras. Ooootra vez. Os cuento.

Yo no iba a leer más libros de María Martínez. Leí dos que no me convencieron del todo. No veía esa pluma tan bonita que decían muchas críticas, las historias no me parecían nada del otro mundo y la manera de cerrarlas me decepcionaba un poco, así que pensé que no me iba mucho esta autora y desistí.

Tiempo después me topé de casualidad con una de sus obras recientes, no tenía otra cosa a mano, lo empecé y me lo bebí. Literal. Me gustó bastante y lo cierto es que la autora no había cambiado, seguía con el mismo estilo, igual forma de contar... ¿Qué era distinto? El protagonista. Elemental, querido Watson.

Y digo él porque ella (es una historia de amor, los protas son una pareja) no mola tanto. Se parece a las de sus otros libros. Me cae un poquiiiito mejor que las demás, pero muy poquito, la verdad. Sin embargo, él está escrito mucho mejor. Para mi gusto, al menos.

Tiene gracia, es ingenioso y con agilidad mental. Consecuente, responsable, atrevido, con talento. Y seguramente debido a su cultura (desciende de una familia coreana) respetuoso hasta el extremo y muy cuidadoso en todo lo relacionado con el contacto físico de cualquier tipo. Es un chico majísimo y aún así creíble, no parece exagerado ni idealizado. Él solito (con sus reacciones, con sus relaciones, con sus respuestas) sostiene la novela, que sin él habría quedado muy sosa. La trama discurre así por su forma de ser, si no, las cosas habrían ocurrido de otra manera.

Vale, Ray, tienes razón. Lo importante son los personajes.


(Por cierto, quedan 18)

jueves, 18 de agosto de 2022

A 20 entradas de las 1000

Interrumpimos la programación habitual para hacer un post-inciso explicativo y la razón por lo que lo voy a hacer es porque soy un desastre con patas. No hay más misterio.

Este es el tema: me faltan 20 entradas para llegar a las 1000 en este blog. ¡Aleluya, hermanos! Sólo me ha costado doce años alcanzar ese número redondo. Yo no sé como he tardado tantísimo con la chapa que doy por aquí, pero vaya, que los datos son irrefutables porque los señores de Blogger son de ciencias y se les da de cine contar. En 20 posts (restando este, 19) llego al millar.

Y diréis: Bien, ¿y a nosotros que nos cuentas? Ya nos informarás cuando toque. Y yo os respondo: Se me han pasado TOOOOODOS los aniversarios de este santo blog. Los cumples, las efemérides... todo. Incluso en los inicios, que se supone que estás pendiente porque te hace más ilusión. Creo que celebré los 100 seguidores y las 100 primeras entradas algunos días después, cuando me cosqué. Así de triste.

Las 1000 me molan. Soy consciente de que los blogs personales murieron hace décadas, de que en concreto el mío no es precisamente multitudinario y de que es un poco absurdo seguir como las locas hablándole (casi) a la pared, pero aún así, me mola. Es que no os lo sé explicar mejor. Leer mis textos antiguos es como revisar un archivo de mis ideas, de mis sentimientos, de mis vivencias. Otros les tienen cariño a sus álbumes de fotos y los guardan con cuidado, ¿no? Pues un poco lo mismo. Me asombra y me enorgullece haber aguantado hasta las 1000 entradas. Como sé que se me va a escapar el aniversario y no quiero, no me queda otra que tomar precauciones. No me gustan las cuentas atrás, pero a situaciones desesperadas, medidas desesperadas, así que la turra empieza aquí.

Quedan 19.

lunes, 15 de agosto de 2022

Poseída por el espíritu de Lawrence de Arabia

Como no podía ser de otra manera, el ChufaTour acabó por todo lo alto. Ya sé como funciona mi vida, así que no me ha cogido de sorpresa, pero yo me esperaba más algo como un golpetazo en el surf  o alguna cosa así, como más típica. Esto no lo vi venir y eso que estoy curada de espanto con mi surrealismo vital.

El caso es que, después de una semana escribiendo (o intentándolo), me merecía un descanso y decidí despedirme con un día tranquilo a remojo en la playita. Ingenua de mi, no contaba con que la meteorología podía tener sus propios planes y obsequiarme con una tormenta de arena que no se la salta un gitano y que sacó el espíritu de Lawrence de Arabia que no sabía que llevaba dentro.


No sé, igual vosotros estáis más acostumbrados a estas movidas y no os sorprende tanto, pero yo flipé. No hay manera de escapar de ese infierno, ¿eh? La arena te azota sin piedad desde todos los ángulos, se te mete por todas partes. Encima no ves nada, así que si hay diversión añadida, como sombrillas asesinas voladoras o papeleras rodantes, no tienes manera de esquivarlas. Que llegas a pensar: Bueno, si la palmo en una playa ni tan mal, por lo menos es un sitio con glamour y aires cinematográficos, ¿no? Siempre será mejor eso que se te caiga una teja en la cabeza mientras andas por la calle.

Eso sí, si logras sobrevivir  haces grandes descubrimientos de anatomía, como la cantidad de arena que un ser humano es capaz de almacenar detrás de las orejas. Llevo ya tres duchas desde la experiencia y podría construir un edificio de cuatro plantas con la tierra que sigue saliéndome de allí. SOLO de allí. Del resto del cuerpo se desprende tanta que voy haciendo caminitos por mi superguarida. Si me paro un rato en algún sitio sale suficiente material para enterrar una silla. Y si me esfuerzo una pizca, puede que también un coche biplaza. 

Total, gran fin de fiesta para el ChufaTour, en el que he cumplido este compromiso un poco, pero bastante bastante poco. Qué se le va a hacer. Os dejo con un temazo que viene muy al caso mientras me voy a dar una ducha. Una de las muchas que me quedan por delante, me temo.

 

jueves, 11 de agosto de 2022

Surf sesgo del superviviente

En una de las paradas del ChufaTour estuve haciendo surf. Bueno, o intentándolo, más bien. Como ya es tradición, hice surf MAL, debajo, al lado y detrás de la tabla, pero muy, pero que muy, PERO QUE MUY POCO encima de ella. Aún así, algo mejoré respecto a anteriores ocasiones, menos es nada. Me quedo con eso.

Total, que yo surfera FATAL, pero espectadora de surf a tope. Me iba al atardecer a la playa y me quedaba embobada viendo a los cabronazos que dominan las olas como quieren, admirándoles, odiándoles y envidiándoles a partes iguales. Bueno, no, creo que el odio prevalecía por encima de todo. Odio mezclado con unas ganas incontrolables de escaparme con algunos de ellos a una isla desierta a beber cocolocos y practicar el deporte en pareja destinado a encargar peque-surfistas. Un carrusel de emociones, ya lo veis.

El caso es que mirándolos, me extrañaba la cantidad de peña que surfea que te pasas. Vale que es una playa especializada en esa práctica, a la que, por tanto, van los que tienen ya mucha feria a sus espaldas. Vale que había 2000 surfistas por metro cuadrado, lo cual multiplica las probabilidades de que haya gente muy buena. Pero aún así, de repente, ¿el mundo entero cabalga las olas como campeones olímpicos?

Y entonces me dio por hacer zoom. Por intentar enfocar mi incontrolable atención difusa y fijarme de forma sostenida en alguna persona concreta. Y haciéndolo así, veías pobrecitas esforzadas que se metían en el agua, aguantaban diez minutos la paliza de las olas sin lograr subirse a la tabla y salían pidiendo clemencia. Localizabas maromazos con pinta de surferos pro que no aguantaban de pie ni cinco segundos. Y te dabas cuenta de la cantidad de peña que se metía en el mar y no los volvías a ver porque jamás llegaban a la orilla, es decir, que sus intentos acababan en caída una y otra y otra vez.

Sin embargo, abriendo el foco y sin tanta atención al detalle, parece que todo perro pichichi surfea que te cagas porque sólo te fijas en los que llegan hasta la playa, en los triunfadores. Todos los que se caen, los que no lo consiguen, desaparecer del plano. Y se forma una imagen sesgada que te deja como una inútil si te comparas con ella.

Voy a hacer mi contribución a la ciencia poniéndole nombre a este fenómeno psicológico, gran enemigo de los surfistas principiantes. Lo llamaré surf sesgo del superviviente. Y no es que a mi me haya afectado en algún momento, ¿eh? Qué va, para nada.

lunes, 8 de agosto de 2022

ChufaTour II, brainstorming

Haría una crónica de la segunda parada del ChufaTour 2022, pero no me veo capaz. Así que voy a tirar ideas a boleo y sálvese quien pueda.

-30.000 pasos y un bocadillo de caballa en todo el día.

-Nublado a 23 graditos, el tiempo ideal para el turismo infiniterrimo.

-Un Ben Affleck gigante saludándome desde el cartel del otro lado del paseo marítimo.

-Busques lo que busques está en lo alto de unas escaleras. Después de muchos escalones vienen más. A veces hay tantos que te ponen una terraza de cañas en la cima para que tengas un aliciente para seguir subiendo. Otras escaleras. Escaleras de las escaleras. Escaleras mecánicas en los parques, con eso no os digo nada y os lo digo todo.

-SurfNetflix. Al atardecer en vez de ponerse una serie, la peña se va a la playa a ver a los cabronazos que dominan las olas como quieren. El espectáculo es de tal magnitud que la gente se lleva patatas fritas y pipas en plan cine. Me extraña que no vendan palomitas a la entrada, veo una oportunidad de negocio perdida ahí.

-El primo surfero de Bradley Cooper, más moreno, más bronceado y con unas espaldas más fornidas. 

-El mar haciendo la envolvente: la marea sube por la orilla de delante y cuando te despistas se marca una finta por la izquierda, entra por el lado y te sorprende por detrás. No hay escapatoria.

-Señores de la RAE, piensen nuevas palabras para expresar las diferentes maneras en las que una ola puede golpearte, arrastrarte y dejar tu dignidad por lo suelos. No hay suficientes en el diccionario, hace falta añadir más.

-El mejor helado de trufa con mango que he probado jamás. 

-El surfero más guapo del mundo con el mayor nivel de bordería imaginable. O igual sólo tenía resaca. Ojalá. Me niego a creer que la vida permite un desperdicio así, sería una verdadera pena.

And so on... 

miércoles, 3 de agosto de 2022

El chufa tour 2022

En una vida promedio hay 4000 semanas. SÓLO 4000 semanas. ¡Qué shock!, ¿eh? Que sí, que la vida es corta y tal, pero 4000 parecen como poquísimas, ¿no?

A mi me preocupa el paso del tiempo, la verdad. Seguramente porque estoy metida en una cinta de correr perpetua en virtud de la cual por mucho que ando y ando y ando y ando no llego nunca a ninguna parte. Y claro, así los días, meses y años cunden un mierdo. Además, cuando me entra el bajón me bloqueo y no soy capaz de hacer nada mínimamente útil, lo que equivale a abrir la tapa del inodoro y tirar cubos y cubos de minutos por el retrete. Lo ideal para no estresar a alguien agobiada por el reloj, ¿eh?

Total, que seguramente por esto y porque últimamente he estado en lo más hondo del pozo negro, en cuanto he conseguido levantar un poco cabeza me he montado unas vacaciones pelín intensas a las que voy a tener que buscar un nombre a la altura porque tienen tela. Por resumir, la cosa va a a ir más o menos así: voy a no sé donde, toco chufa, voy a otro lado, toco chufa, me piro a un sitio más, chufa again. De chufa en chufa paso por mi superguarida cinco segundos sin margen para poner lavadoras ni gaitas, lo que significa que tengo que dejar preparadas tres maletas distintas. 

(*Inciso: Dado el limitado tamaño de mi fondo de armario esto va a suponer todo un reto y los outfits que conformen cada equipaje van a ser de órdago. Camisetas noventeras de un hombro al descubierto olvidadas en el fondo del cajón desde hace una década, calentad que salís. Fin del inciso*)

El chufa tour 2022 también implica horas y horas de bus, lo que me preocupa  menos de lo esperable por dos razones: mi facilidad para hacer teletransporte (cerrarlos ojos en origen, quedarme roque y abrirlos en destino) y que uno de los objetivos de las vacaciones es escribir. Y ya decía Azcona que si no te venía la inspiración, lo mejor era coger el metro o el autobús y pegar la oreja.

En fin, chavalada, que toda esta chapa es para deciros que me las piro unos días. Si entre chufa y chufa tengo acceso a mi portátil igual aparezco por aquí, pero no prometo nada. Así que sed buenos, disfrutad del veranito y por la sombra, bombones.