domingo, 26 de junio de 2022

Zen en el arte de escribir

Aprovechando que estos días esto parece un paisaje desértico del antiguo oeste por el que atraviesa dramáticamente una capitana arrastrada por el viento, voy a soltar una bastante unpopular opinion: hay algunos autores clásicos, ampliamente reconocidos, que me gustan poco tirando a nada.

 


Uno de ellos es, sorry not sorry, Chejov. Que si maestro de los personajes, que si el que mejor ha entendido el alma humana después de Shakespeare... Yo que sé, a mi me parece un rollazo y algunos de sus cuentos hasta me enfadan un poco, por las cosas que pasan. Que igual lo contaba para denunciarlo y yo no lo estoy pillando. Que quizá era la forma de escribir de la época. Que es problema mío se-gu-ro. Pero que no me gusta, qué le voy a hacer. No me gusta

Me pasa un poco también con Bradbury, aunque mucho menos, porque a él no se le puede negar una imaginación portentosa, titánica. Qué cabeza tenía ese tío, colega. Que fue ¿el primero? (yo diría que sí) en pensar eso de que si viajas al pasado y lo modificas, también cambias el futuro. Luego ya vino Spielberg y Michael J Fox y lo de la foto de su familia en la que desaparecían los hijos, pero al que se le ocurrió de primeras fue a Bradbury. Mis respetos.

Lo que ocurre con él es que tiene las ideonas de la vida y luego al escribir lo embarulla todo un montón y ¿qué necesidad? Que será su estilo, claro, y le gustará escribir así, supongo y ante eso, pues no hay más que hablar, por supuesto. Pero que como sobre gustos no hay nada escrito, a mi me molaría menos barullo. 

Y es que además, no es que no sepa escribir claro, que cuando quiere lo hace de maravilla. Por ejemplo en Zen en el arte de escribir, donde habla justo de eso, de darle a la tecla, del proceso, de sus trucos, de la inspiración. Dice cosas muy chulas, de forma muy chula y con mucho menos barullo que en otros de sus textos. Me ha molado casi todo, dejo por aquí algún ejemplo.

 -Recuerden: la trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya han partido rumbo a destinos increíbles.

-Todas las mañanas salto de la cama y piso una mina. La mina soy yo. Después de la explosión, me paso el resto del día juntando los pedazos.

-Debemos alzar las armas cada día, sin excepción, sabiendo quizá que la batalla no se puede ganar del todo, y que debemos librar, aunque más no sea, un flojo combate. Al final de cada jornada el menor esfuerzo significa una especie de victoria.

2 comentarios:

  1. Los gustos personales, ese terreno tan pantanoso. Lo que cuentas también es extensible a la música y al cine. A mí sí me gusta Chéjov y, por ejemplo, detesto hasta límites inenarrables la literatura erótica. Ese puto género es un quiero y no puedo. El arte de sugerir sin mostrar... Ja,ja,ja, ¡anda ya a la mierda! y viva el sexo real y el porno, lo que hay en nuestras vidas. En fin, qué tal, Speedy.

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  2. Cabronidas, sólo tú puedes empezar hablando de Chejov y terminar alabando el porno. jajaja

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.