La buena noticia es que parece que voy a sobrevivir a la guerra contra de los carbohidratos y que ningún nutricionista, por más motivado que esté, tendrá que morir en el proceso. La mala (no por sospechada, menos dolorosa) es que esa mandanga del aumento de energía era un poco cuento chino. O sea, no del todo, ¿eh? Creo que estoy menos agotada que antes. Aunque claro, igual es por comparación con el periodo de adaptación y los síntomas esos de la gripe fake, que me tenían por lo suelos. De hecho, ahora que lo pienso, creo que ese era el plan desde el principio: hundirte en la miseria del agotamiento máximo, que te olvides de la energía que tenías antes de toda esta locura y, estés como estés al final, siempre será mejor que durante el acoplamiento. ¡Jugada maestra! (que diría Puigdemont)
En fin, yo que sé, ya que he llegado hasta aquí, voy a aguantar lo que pueda, a ver si por lo menos consigo ganar algo de músculo, que falta me hace. Porque bueno, lo estoy llevando regulinchi, pero bastante mejor de lo que esperaba, la verdad.
-Ya no tengo ese hambre brutal, feroz, salvaje, atávica. Tengo un apetito normal, urbanita, manejable, del siglo XXI y no como una mujer de las cavernas. Y no he mordido el brazo de nadie en el proceso de adaptación, así que minipunto positivo para mí. Que si en mi regresión al estado de homosapiens original por lo menos hubiera pintado alguna obra de arte tipo las cuevas de Altamira pues aún, vale que vale, pero este viaje en el tiempo sin objetivo aparente, pues no me rentaba, claro.
-Me siento a la vez más y menos adicta al chocolate que siempre. MENOS porque soy capaz de pasar días enteros sin probar (casi casi) nada dulce, algo impensable hasta ahora. MÁS porque tengo comportamientos sospechosamente parecidos a los de una alcohólica en rehabilitación. ¿Sabéis esa típica escena de película en la que un ama de casa borracha en pleno síndrome de abstinencia busca desesperada el vodka que escondía en el fondo de la cesta de la ropa sucia y le da un trago urgente, desesperado, agarrándose fuerte a la botella y cerrando los ojos de alivio tras el primer sorbo? Pues esa soy yo un miércoles de la vida con media onza de chocolate. Y lo más preocupante es lo que me cuesta parar una vez que he empezado. Me resulta más fácil estar una semana a cero que detenerme cuando he comenzado. Lo que son las cosas, oye...
Dicho lo cual, si consigo salir viva de la guerra contra los carbohidratos, ya puede ganar músculo ya... Me va a hacer falta para sobrevivir a este tsunami (más que ola) de calor que tenemos encima... y lo que te rondaré, morena. De momento voy a ir acabando la entrada para apagar el ordenador, que el ventilador no da más de sí y noto el portátil a punto de estallar en llamas.
Pues nada, colegas, bebed mucha agua, poneos protección solar, evitad las horas centrales del día y ahora más que nunca... por la sombra, bombones.
Pero más vale ser adicta al chocolate que a la compra compulsiva innecesaria.
ResponderEliminarBueno, Cabronidas, ahí ahí está la cosa, ¿no? Uno acorta tu saldo de días de vida por colesterol disparado y otro te acorta el saldo de la cuenta bancaria.
ResponderEliminarSpeedy