La tormenta perfecta: últimamente estaba agotada a todas horas y el malicioso algoritmo de Youtube trajo a mi feed algunos videos random sobre nutrición. MEEEEEC, ERROR. Combinación peligrosa. Y, en efecto, así ha sido.
El caso es que leí que que haciendo algunos cambios en lo que comes podrías, (o eso dicen ) aumentar tus niveles de energía. Parece que, a grandes rasgos, la cosa va de reducir el índice glucémico de lo que ingieres tratando de bajar el porcentaje de carbohidratos que aportas cada día. La idea es evitar los picos de insulina y que el cuerpo recurra a gastar la grasa almacenada para mantener su actividad o algo así, tampoco os lo sé explicar muy bien.
Todo este bla bla bla bla se traduce en que ahora no sólo el azúcar es el EL MAL absoluto sino que cualquiera de sus primos, por lejanísimos que sean, también son villanos peligrosos. "¿Comerte una mandarina? ¿Con toda esa fructosa que lleva?¿Estamos locos? Si quieres suicidarte pégate un tiro en la sien, que es más rápido". En fin, de verdad, dicen que los andaluces son exagerados, pero eso es porque no se han echado a la cara a un nutricionista motivado. ¡Madre del amor hermoso, qué panda de drama queens forman esa tribu urbana!
Así que intentando ignorar todas esas amenazas de muerte inminente, tú haces lo que puedes por comer menos carbohidratos y cuando te metes en el maravilloso mundo de las etiquetas, lo flipas. Resulta que TODO en esta vida son carbohidratos, no sólo el arroz, la pasta, las tartas y la bollería industrial como tú, felizmente, creías. ¿Guisantes? Carbohidratos con fibra. ¿Acelgas? Carbohidratos con más fibra. ¿Cualquier fruta? ¡¡CARBOHIDRATOS Y AZÚCARES!! ¡¡Vamos a morir todoooossss!!
Esto simplifica notablemente tu lista de la compra porque puedes incluir en ella pocas cosas más que aire y agua. Y cuidado si una brisa ha pasado cerca de una plantación de patatas, que igual se le ha pegado algo y tampoco puedes respirar sin ingerir hidratos de carbono. La virgen, qué suplicio, de verdad os lo digo.
Total, que después de tres semanas de intentar esta locura lo primero que he notado es que estoy AGOTADA mentalmente de buscar opciones que sí me convenga comer, así que ya puede la dieta aumentar mis niveles de energía, ya. Lo necesito sólo para reponer el exceso que estoy gastando de tanto discurrir platos. El segundo efecto es que tengo un hambre voraz siempre. No lo que llamaba hambre hasta ahora, en plan unas ligeras ganas de comer. Hambre, HAMBRE, de la de verdad. De la de ver una cebra e imaginarte un filete, como le pasaba al pobre león de Madagascar. De la de estar tentada de comerte los cordones de las zapatillas porque tienen pinta mullidita. Esa hambre. Debe de ser porque nada de lo que puedes ingerir sacia tanto como los hidratos, excepto las grasas saludables. ¿Y qué son grasas saludables? Básicamente aceite de oliva, almendras y nueces. ¿Cuántos boles de frutos secos me tengo que comer para que me llene como un plato de macarrones con tomate? Pues eso.
Así pues, la situación right now está tal que así: voy por la vida famélica, más cabreada que una mona (pocas cosas estropean más el humor que el apetito descontrolado) y ENCIMA cansadísima, porque la magia del aumento de energía aún no se ha producido. Que hay que ser pacientes, dicen. Que el cuerpo tiene que cambiar su rutina, que eso le supone un estrés y que hay que darle tiempo y aceptar efectos secundarios parecidos a los de una gripe.
Mirad, queridos nutricionistas motivados, una cosita os voy a decir. Ahora mismo me arrastro por las esquinas de agotamiento y me duelen tanto los músculos de las piernas que me dan ganas de amputármelas. Como en dos semanas esta tortura no empiece a dar frutos, primero me voy a meter un atracón épico de hidratos de carbono y después voy a usar esa energía (poco saludable, tal vez) en pegaros con una funda de almohada rellena de patatas hasta causaros una muerte lenta, dolorosa y lo más carbohidratada posible, para que sufráis más. Quien avisa no es traidor.
Yo creo que, menos carne humana, a no ser que se dé el caso, hay que comer de todo.
ResponderEliminarUf, qué batalla. La verdad es que no poder comer lo que quieras es un fastidio gordo.
ResponderEliminarSi le preguntas a tu médico, igual puede darte algún consejo para hacerlo más llevadero: a veces ellos tienen dietas en las que proponen diferentes platos, y así te los dan pensados al menos.
Ánimo. Y procura no agredir a ningún nutricionista, anda.
Después de leerte he terminado agotada y hambrienta, chiquilla 🤣
ResponderEliminarBesos.
Cabronidas, carne humana cuando se de el caso y siempre que podamos condimentarla con algo de pimienta y ajo picado, ¿no? jajajaja
ResponderEliminarTarambana, respecto a lo de no agredir, estoy haciendo mi mejor esfuerzo, pero no puedo prometerte nada. Esta guerra es muy, pero que muy dura.
Devoradora, pues imagínate yo, ni te quiero contar.