Planeando las siguientes fases de la
Operación Sequía Infinita (y quien dice las siguientes, dice las primeras, porque la cosa está un poco parada) me he puesto a pensar cómo es posible que mi vida me proporcione tan poquísima materia prima para este asunto en concreto. Quiero decir... que no me gusta nadie ni a tiros y según la opinión mayoritaria entre mis confidentes, amigos, conocidos, blogueros, comentaristas y casi la totalidad del universo conocido, esto tiene que ser culpa mía. Vamos, que debe de ser algo que causo yo. Mi actitud, mi forma de ser, mi estilo de vida, mis decisiones... Algo de esto (o todo ello) hace que las cosas sean como son. Esa es la teoría estrella. A mí esta hipótesis no me termina de convencer, pero, a decir verdad, tengo la sensación de que no me gusta nadie desde el Pleistoceno superior, así que decidí revisitar mentalmente los últimos tiempos, no fuera la casi totalidad del universo conocido a tener razón. Mi memoria es un colador porque o estoy a un paso del alzheimer más absoluto o
mis neuronas siguen de vacaciones eternas, así que este viaje al pasado lo hice releyendo entradas antiguas de este blog. Y lo que me he encontrado, la verdad, me ha sorprendido y ha echado abajo varios falsos mitos.
-Mito 1: No te gusta nadie.
Meeeeeec, error. Desde luego no soy de las que se enamoran de uno el lunes y de otro distinto el viernes, pero en los últimos años me ha hecho gracia un montón de gente. Más jóvenes que yo, mayores, compañeros de clase, de juergas nocturnas, amigos de amigos, casi desconocidos, fantasmas del pasado... Ha habido de todo. ¿Moría de amor por ellos? Pues no. ¿Me habría metido en algo si las cosas hubieran tirado pa'alante? Seguramente. ¿A día de hoy me arrepentiría del 70% de esas historias? Mucho me temo que sí. Pero lo habría intentado, que es lo que dicen que no hago confidentes, amigos, conocidos, blogueros, comentaristas y casi la totalidad del universo conocido. Que soy muy exigente, dicen. ¡Jodo! Si vieran la lista de maromos candidatos que acaba de pasar ante mis ojos en formato post no dirían semejante gilipollez. Ni otras como las que detallo en el mito siguiente.
-Mito 2. Nunca pones nada de tu parte, lo tienen que hacer todo ellos.
Meeeeec. Otro error. Puede que no haga nada mínimamente útil que consiga resultados mínimamente aceptables, pero millones de entradas de este blog y una etiqueta propia demuestran que yo, hacer cosas, hago. Vale que, como no moría de amor por ninguno de los maromos candidatos, puede que esas cosas no hayan sido impedir que despegue un avión, ni parar una boda en el momento del "¿alguien conoce algún impedimento para que esta pareja se una en santo matrimonio?", ni irrumpir en una habitación llena de gente para una declaración apasionada tipo "tú me completas". Quizá lo que yo he hecho ha sido más comedido y pelín más discreto. Pero a ver, ¿cuántos de esos listos felizmente emparejados que me leen desde el otro lado de la pantalla ha impedido que despegue un avión en el aeropuerto por amor? ¡Ah! Ya me parecía...
-Mito 3. No buscas las circunstancias adecuadas para conocer gente.
Meeeec, y una mierda. Esto sí que es el no va más de la falsedad argumental afectiva. Quitando durante el infierno de la SuperMovida (que, desgraciadamente, no me ha dejado tiempo más que para comer, dormir, estudiar y trabajar) no he parado de hacer cosas. Teatro, escritura, esgrima, buceo, lectura dramatizada, improvisación, narración oral, monólogo cómico, japonés, inglés, alemán, lengua de signos, surf... No sé si serán las adecuadas, pero hacer cosas nuevas y distintas, he hecho. Y sigo haciendo. ¿Que no eran las cosas que a otros les han funcionado pero que no van mucho conmigo? Pues puede ser. Pero cada uno es como es, ¿no?
Así que confidentes, amigos, conocidos, blogueros, comentaristas y casi la totalidad del universo conocido, ya podéis ir buscando otros argumentos para convencerme, porque estos son reguleros. Y tengo un blog para demostrarlo.