jueves, 22 de diciembre de 2016

De algo hay que morir


Ya lo he dicho otras veces: no soy buena encajadora. Siempre intento usar mi supervelocidad para esquivar las leches porque cuando me dan, me tumban y tardo la misma vida en levantarme. No soy de las que sana rápido, no.... Ya me gustaría a mi.

Esto siempre ha sido así pero últimamente, además, tengo bajas las defensas. No sé qué pasa, pero de un tiempo a esta parte cualquier golpecito de nada me aboya la carrocería. Es como si de tanto usarlo mi muro de protección se hubiera desgastado y ahora fuera una finísima capa blandengue que no me protege nada de nada. Y así, claro, cualquier proyectil por poco potente que sea causa serios daños.

Vista la situación, y en aras de mi propia seguridad, había decidido replegarme sobre mis posiciones y evitar cualquier tipo de confrontación y de riesgo al menos hasta que mi muro ganara consistencia y volviera a servir para amortiguar los golpes. Parecía lo razonable. Comerse leches por comerse leches sin ninguna clase de seguridad podía acabar como el rosario de la aurora. Por eso el plan estaba claro hasta que leí esto:








Y pensé: "¡Qué coño! De algo hay que morir..."

lunes, 19 de diciembre de 2016

Un pingüino en mi salón (o varios)

Y en mi baño. Y en mi cocina. Y en mi dormitorio. Tengo pingüinos por todas partes. 

Por razones que no vienen al caso, ahora que por fin el invierno (el Invierno con mayúsculas, el de verdad, no esta broma que hemos vivido hasta ahora) se ha dignado a aparecer, la calefacción de mi superguarida ha hecho mutis por el foro. El resultado es que mi dulce hogar tiene ahora la acogedora temperatura de un secadero de jamones. Y por si hay por ahí algún desconocedor del proceso de elaboración cárnica añadiré un dato esclarecedor: mi nocilla no se puede untar en pan porque se encuentra en estado sólido. SO-LI-DO. Me la puedo comer partiéndola en daditos como el queso, pero vaya, que pierde toda su esencia de crema de cacao.

No sé esto os sirve para haceros una idea del dramatismo de la situación, pero vamos, confiad en mi palabra cuando os digo que hay drama a punta pala. Y como a grandes males, grandes remedios, me he visto obligada a tomar medidas drásticas:

-Mi bata de casa es un anorak de plumas viejo. No, no es una exageración, llego de la calle, me quito un abrigo y me pongo otro que abriga más. Así como os lo cuento.

-Duermo con una edredón, una manta y cuatro capas de ropa. Una camiseta, otra de manga larga, un jersey de cuello alto y otro gordo encima. Con todo eso, al final entro en calor, claro, lo cual sólo contribuye a aumentar el sufrimiento de la hora de levantarse. Salir de ese paraíso calentito y entrar en un auténtico infierno helado para ir a trabajar tiene un nombre: tor-tu-ra.

-El momento de acostarse tampoco es la panacea. El ambiente está tan frío que da la sensación de que las sábanas están mojadas. Da igual con cuanto sueño te vayas a la cama, eso despeja a cualquiera. ¿Solución? Pasar un momento el secador por debajo del edredón. Por suerte no puedo verme a mi misma durante los trabajos de adecuación de temperatura. Una loca despeinada empuñando una pistola de aire con cara de pocos amigos: la estampa tiene que ser como pa'verla. Estoy por usarla como felicitación navideña.

Lo bueno de todo esto es que si no pierdo ninguno de mis miembros por congelación se me va a quedar un cutis estupendo.

Es-tu-pen-do

domingo, 11 de diciembre de 2016

Invisible

Empiezo a sospechar que está comenzando a brotarme otro superpoder y aún no sé muy bien cómo encajarlo. Por lo visto (o precisamente por lo contrario) parece que me está apareciendo el don de la invisibilidad. Para unos cuantos en algunos momentos soy invisible. Al menos esa es la sensación que me da porque actúan como si no estuviera. La cosa es que sólo funciona con esos cuantos en determinadas circunstancias, así que todavía no pillo muy bien de qué depende esta novedosa capacidad extraordinaria ni cómo controlarla.

Optimista de mí, al principio pensé que como mi guerra contra los kilos estaba funcionando por fin (¡ah, sí, que no os lo había contado! Por fin hay noticias razonablemente buenas en ese terreno. Ya haré una entrada, ya...), mi contorno se estaba reduciendo, lo que hacía más difícil detectarme. Después crei que mi supervelocidad aceleraba el movimiento de las moléculas de mi cuerpo lo que me volvía borrosa y fácilmente confundible con cualquier fondo. Ahora sé que no.

Resulta que soy invisible. No existo. No cuento. De vez en cuando. Con ciertas personas.

Qué curioso.

Aún no sé si emplear este nuevo superpoder para el bien o para dominar el mundo.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Guardar en cajones lo que se merece incendios

Cuando los SpeedySobris peques están muy pesados y se acercan peligrosamente a los niveles máximos de aguante y paciencia de SpeedyDad, antes de que éste salte, les dice muy serio:

"Las legiones están dormidas, pero temed la cólera de las legiones"

Y ellos (que son pequeños pero  no tontos y que alguna vez que otra han visto enfadado a SpeedyDad) se calman, porque saben lo que les espera si la cosa se pone fea.

No sé de donde ha sacado esa perla Speedydad (o si se la ha inventado porque no la encuentro en Internet) pero yo me siento exactamente así. Al límite. A punto de estallar. Muy muy cerca de que se derrumbe mi muro de contención cerebral y venga la gran avalancha de basura emocional de todo tipo que llevo reprimiendo desde ni se sabe.

El otro día oí en esta canción la definición exacta lo que he hecho toda la vida: guardar en cajones lo que se merecía incendios. Disimular. Fingir que no me importaba, que no lo necesitaba, que no lo quería. Aparentar que no me molestaba, que no me enfadaba, que no me hería. Encubrir malestares, irritaciones, rencores. Falsear reacciones, expectativas, conductas. Ocultar verdades.

Todo eso lo he ido acumulando en mi trastero cerebral, apilándolo desordenadamente en torres altas e inestables de sentimientos negativos que he ido hacinando unas junto a otras hasta que me he quedado sin espacio. No cabe ni un alfiler. Los bultos emocionales amontonados hacen tanta presión que la puerta ha cedido y la presa de contención está a punto de romperse. No quiero ni pensar lo que puede ocurrir si lo suelto todo de golpe. Eso va a ser peor que Pompeya porque lo que hay en el trastero era casi todo rabia, ira incandescente. Miedo me da. Ayer ya tuve un escape de tamaño mini y se armó la marimorena. Como se desmorone el muro de contención... que el cielo nos coja confesados.

A todos.

domingo, 27 de noviembre de 2016

¿Elegir? pareja

Tengo curiosidad... ¿Vosotros creéis que elegís vuestras parejas? Quiero decir... No me refiero a cuando decides NO estar con alguien porque te trata mal, o porque no te puedes fiar o porque no te gusta, sin más. Creo que todos decidimos NO estar con alguien, eso SÍ es una decisión, pero ¿estar? Eso no estoy yo tan segura de que se decida. Y como lo que estoy escribiendo parece una memez y una perogrullada voy ver si consigo explicarme.

Primero voy a apartar los casos de la gente que decide estar o no estar con una persona por interés y no por sentimientos, Esos/as con un Cupido asombrosamente certero que misteriosamente SIEMPRE se enamoran de millonarios/as, o de gente que les puede favorecer en su trabajo o de cualquiera que les convenga de alguna manera.No digo que eso sea mejor o peor, simplemente es otra cosa distinta a la que estoy intentando analizar.

Y ahora, centrándonos en los que quieren que alguien sea su pareja porque les atrae, les gusta o están enamorados de ella: ¿Se puede decir que ellos/as escogen su pareja? Quizás si tienen una legión de "aspirantes para el puesto" y tienen que seleccionar uno de ellos. Y aún en esos casos, entiendo que no te gustan todos igual, que te quedarás con el que te haga más tilín, ¿no? ¿Y eso es una decisión? Quiero decir... ¿Se decide quién te atrae, quién te gusta, de quién te enamoras?

Por lo visto parece que sí. Que tu inconsciente busca determinados rasgos (por las razones que sean) y cuando los percibes en otra persona o incluso los intuyes aunque no se hayan mostrado de ninguna forma, te enamoras. Eso dicen. A mi eso no me termina de convencer, qué queréis que os diga. Si no sabes algo, no lo sabes. ¿Después de años de relación sin un problema ni medio de repente tu pareja te empieza a maltratar (física o de cualquier otra forma) y resulta que en realidad tu subconsciente ya sabía que él/ella era así? Pues hombre, no sé, un subconsciente muy listo me parece ese. O menos dramático: te cuelgas de un/una caradura porque te ha vendido una moto como un castillo. Tú te lo crees total, compras su historia y luego resulta que todo era una sarta de mentiras. ¿Se olía tu inconsciente que estabas con un/a sinvergüenza? Pues no creo. Me parece más probable que a ti y a tu inconsciente os hayan hecho el timo de la estampita. Una explicación mucho más plausible, qué duda cabe.

E incluso haciendo de abogada del diablo y creyéndome eso del inconsciente sabelotodo al que no se le escapa ni una... Aún en esos casos, ¿la pareja se elige? Quiero decir,.. ¿Puedes decidir esos rasgos que se supone que tanto busca tu inconsciente? ¿Puedes hacer que deje de buscarlos o que busque otros? No, ¿verdad? Entonces... ¿dónde está la elección?

viernes, 25 de noviembre de 2016

¡SABOTAJE!

"La autoestima-alta o baja- tiende a generar profecías que se cumplen por sí mismas"

"Hay personas que se sabotean a sí mismas cuando les va bien. Lo hacen cuando el éxito choca con sus creencias implícitas sobre lo que es apropiado para ellos. Les asusta alcanzar algo que esté más allá de los límites de la idea que tienen de sí mismos. Si el concepto personal no se puede acomodar a un determinado nivel de éxito y si el concepto de sí mismo no cambia, se podría predecir que la persona encontrará formas de autosabotaje"

"Más gente de la que parece prefiere quedarse en su territorio seguro, luchando por progresar pero sin llegar a despuntar. Allí se sienten cómodos"

"Cuando nuestra ilusión de autoestima se basa en el débil apoyo de no ser cuestionado nunca es sólo cuestión de tiempo que explote la bomba de relojería que llevamos dentro"

A ver si después de darle tantas vueltas, mil años y millones de entradas de este blog, resulta que tenía el enemigo en casa...

Me quedan 300 páginas por delante, pero por ahora pinta bien.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Poniéndome en forma (o intentándolo)

No se lo digáis a los supervillanos, pero últimamente andaba un poco baja de forma. Un poco nivel "se me sale el corazón por la boca cuando corro dos metros para coger el autobús".  Mis obligaciones laborales y mi encarnizada guerra contra los kilos no me dejaron más opción que ponerme las pilas en forma de gimnasio. Y sólo tengo una cosa que deciros: ¡Madre del amor hermoso qué horror!

Es que no sé ni por donde empezar... Así que empezaré por lo evidente: la ropa. Pero, pero, pero, pero... ¿qué se pone ahora la gente para ir al gimnasio? Esas mallas mega-apretadas, esas camisetas de escotes imposibles... Cuando yo hacía deporte, es decir en el Pleistoceno Superior, las prendas deportivas tenían la decencia de dejarte respirar de vez en cuando... Ahora no he sido capaz de comprarme nada de lo que se supone que hay que utilizar, así que llevo mis pantalones de chándal anchos y mis camisetas de propaganda.. y el resultado es que parezco la mamá de los demás usuarios de las instalaciones. La sensación es un poco como ir tan anácronica como estos de abajo...


... pero sin ese estilo tan retro y con un poco más de dignidad.

(Espero)

Ni que decir tiene que llevo dos semanas apuntada y ya me conocen todos los profes, encargados y miembros del personal del gimnasio. ¿Por mis dudosas habilidades deportivas? No hijos míos, no. Porque he liándola a cada momento, por supuesto.

-Primer día, primera máquina, primer ejercicio.
     -Te pongo este peso
     -Va a ser mucho cartucho
     -Te bajo un poco
     -Sigo sin verlo claro.
     -Pues te pongo el mínimo
     -Bien, ya podemos cambiarnos de máquina, no soy capaz de mover un milímetro con      el mínimo peso, así que aquí no tenemos nada más que hacer.

-Segundo día, segunda clase colectiva
      -Hacemos equilibrio sobre esta media pelota de nombre impronunciable. No, pero     con la pierna izquierda. No, pero sin el brazo. No, pero recta. No, pero encima de la     media-pelota. Bueno, mira, Speedy (¿te llamabas Speedy, no?) tú hoy tómatelo con     calma, puedes quedarte en el suelo riéndote como hasta ahora, que la risa también    ejercita los abdominales y ya si eso la clase la haces otro día. Con OTRO PROFESOR,     si es posible. Gracias.

-Tercer día, después de la tercera clase.
      -¿Y este señor con un martillo en las duchas?
      -Que las están arreglando, ¿te importa que esté mientras te duchas o le digo que     salga?
      -Chica, deja al hombre que trabaje, más se va a asustar él que yo con las pintas que    traigo después de la paliza que me han metido en clase.


Sólo os diré un cosa para que conste: si tienen que comprar pronto nuevos sacos de boxeo yo no sé nada del tema, ¿eh? No tiene nada que ver lo desestresada que estoy últimamente después de liarme a patadas y puñetazos como si no hubiera un mañana... Na-da-que-ver.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Finde horribilis

No es que este finde semana haya sido malo, no. Es que ha sido peor. Bueno, no, tampoco. Tendrían que inventar una palabra nueva y añadirla al diccionario para que yo pudiera expresar por escrito la castaña pilonga que han sido los últimos días. Un zurullo total, en serio.

¿Que por qué? Pues podría daros una lista infinitérrima de motivos, pero me voy a limitar a ir poniendo unos cuantos aleatoriamente tal como me vayan viniendo a la cabeza, para que os hagáis una idea.

-Para empezar (por empezar por algún sitio) este finde me ha tocado currar defendiendo a la Humanidad, lo cual ya es un mal comienzo de por sí. Que sí, que sí, que sí, que el Bien Común, que una gran poder conlleva una gran responabilidad, que si tal, que si Pascual... pero que los supervillanos podían atacar de lunes a viernes, que aquí todos queremos días libres, yo como la que más.

-Llevo la tira de días sin internet en casa, básicamente porque me he fundido todos mis megas antes de lo que debería y ahora mi velocidad de conexión se parece a la de una tortuga coja. Y por eso mismo en estos días me ha dado tiempo a preguntarme repetidamente: ¿Cómo conseguíamos sobrevivir en la era pre-Internet? Ni idea.

-Estoy desarrollando un nuevo superpoder que aún no sé si utilizar para el bien o para dominar el mundo. Por lo visto para algunos soy invisible. Supongo que estos nuevos poderes aún se me tienen que fortalecer porque no me pasa con todo el mundo, sólo con algunos. Y ni siquiera son los "algunos" que yo habría elegido para empezar a usar esa habilidad.

-Me duele todo. To-do. Y lo vais a entender perfectamente con una sola palabra: gimnasio. No voy a entrar en el detalle porque esto tiene un post. A ver si cuando vuelva a tener Internet lo escribo...

-Mi coche ha decidido hacer pum unilateralmente y sin previo aviso. Dos días después de pasar la ITV, de repente, di las luces y se encendió la radio, accioné el cierre centralizado y se bajaron las ventanillas. Y al final apareció un sospechoso piloto amarillo que supongo que significa que en el taller me van a sacar un ojo de la cara. Y eso si consigo llegar hasta el taller sin tener que llamar a la grúa, claro...

Diría que es una suerte que se haya acabado el finde, pero este lunes ha mantenido (e incluso incrementado) el nivel de zurullez de los últimos días. No quiero ni pensar lo que me queda por delante Voy a ir haciendo testamento.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Mi trauma Disney

Sé que últimamente estoy muy pesada con lo de los kilos. Lo sé. Pero es que, como a estas altura seguramente ya habréis sospechado, en la crisis de insubordinación de mi báscula el problema de fondo no son los gramos polizones que se me han colado al abordaje. Eso me joroba, claro, pero no es el problema de fondo. El problema en realidad es que mi vida va mal. No voy a entrar en el detalle porque pa'qué, pero el caso es que tengo la tira de temas que no encauzo ni a la de tres. Eso me entristece, me cabrea, me indigna y me desespera a más no poder. Y por eso mismo, cuando junto a los megaproblemones que no consigo controlar ni a tiros me aparecen miniproblemillas tocacojones, se me llevan los demonios, porque pienso: "Si, hombre, ya  y qué más, lo que me faltaba". Y como son problemas mini y por tanto más o menos controlables, los intento sacar del terreno de juego cuanto antes, porque a menos bulto, más claridad. Y porque ya tengo suficiente con lo que tengo, ¿no?

El asunto de los kilos insubordinados está resultando mucho menos controlable de lo que yo me esperaba y me cabrea especialmente porque las películas de Disney de institutos americanos han hecho mucho daño. Me voy a explicar. En estas joyas del Séptimo Arte en el que el mayor problema de los personajes es encontrar una pareja para el baile, siempre se produce en algún momento de la trama un cambio de imagen que consigue que el/la prota, hasta ese momento prácticamente invisible, sea de repente listo, divertido, popular y seguro de sí mismo. Yo, como todos, he sido niña y por tanto influenciable y por eso estos prodigios de la gran pantalla han colado en alguna parte de mi subconsciente que un cambio físico siempre ayuda a que todo mejore. Una tontada, ya lo sé, pero es la tontada que Disney plantó en mi cerebro y que allí sigue. Y que es, seguramente, la principal responsable de que estos kilillos de más me molesten como me molestan.

Porque aunque mi yo realista sepa que es mentira, mi yo absurdo quiere creer que cuando alcance mi peso ideal mis problemas van a desaparecer mágicamente. Que cuando vuelva a entrar en mis vaqueros imposibles, la gente dejará de tomarme por el pito del sereno. Que cuando necesite un agujero más en el cinturón, los planes guays se multiplicarán. Que cuando baje dos tallas, me dará igual que determinadas cosas no vayan a pasar nunca.

Cuando mi báscula me de el ok (si es que llega a dármelo algún día) no me quedará otra que admitir que mi yo absurdo era un iluso y que nada de eso va a ocurrir por arte de magia. Pero qué queréis que os diga, ya cruzaremos se puente cuando lleguemos a ese río.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Escritura hipocalórica VI

Ya os conté que mi guerra contra lo kilos iba regulera. Endurecí la política de ajuste y racionalización de ingesta de calorías, saqué las tijeras favoritas de Rajoy y sus compinches e hice recortes en mi dieta. Muchos recortes, de hecho. Peeeeeeeeeero, que si quieres arroz, Catalina. Mi báscula seguía sin darse por aludida.

Así que decidí recurrir a la artillería pesada,  hacer caso a la siempre sabia Pseudo y poner en práctica el consejo que me dio en esta entrada: sacar del terreno de juego alimenticio al gluten y la lactosa. Tarjeta roja, expulsión directa. Al banquillo.

No parecía un plan muy complicado, hasta que te introduces en el maravilloso mundo de las etiquetas alimenticias y descubres que todo, absolutamente todo, lleva gluten. O lactosa. O las dos cosas a la vez. Y claro, entonces empiezas a sospechar por qué quitar esos elementos de la dieta es tan eficaz: Porque reduce los productos permitidos a aire y agua. Y bien es cierto que el aire y el agua no engordan nada de nada, es verdad.

Así las cosas, yo estos días más que hambre, tengo ansia viva, que diría José Mota. Empecé el martes y ya me siento más o menos así.



Que vosotros me llamaréis exagerada hasta que os diga que un día ya no soportaba más mi jornada laboral sin comer algo y no encontré en la tienda de al lado de mi curro ningún elemento permitido excepto pepinillos en vinagre. Así que ya me veis allí, engulliendo pepinillos como si no hubiera un mañana ante el desconcierto general de compañeros de trabajo y clientes que no hacían más que preguntar: Pero, ¿a qué huele aquí? ¿A vinagre?

Si, hijos míos, sí, a vinagre. No me hagáis hablar, anda...

domingo, 30 de octubre de 2016

El dilema del bizcocho de chocolate

Las embarazadas fumadoras que quieren dejar de ser una chimenea andante aprovechan sus meses de gestación (en los que por el bien de la futura criatura no pueden ni oler un cigarrillo) para librarse de su vicio alquitranado. Convierten lo malo en bueno. Cogen ese tiempo de abstinencia obligatoria en aras de la salud del feto y lo reaprovechan para un objetivo personal en aras de la salud propia. Sufrimiento único, resultado doble. Dos por el precio de uno. No está mal pensado.

Así que creo que voy a hacer lo mismo. Y antes de que la audiencia se me revolucione y empiecen a correr rumorazos por la red, voy a aclarar que ni estoy embarazada ni fumo, así que ya os podéis imaginar que esta es una de las muchas entradas de este blog en las que no todo es lo que parece. Pero vamos, que la idea de fondo de mi nuevo plan sí que viene a ser más o menos esa.

Porque a mi me gusta el bizcocho de chocolate. Es dulce, agradable, tierno. Me ayuda a animarme en esos días en los que todo parece ir mal. Me hace sentirme bien, a gusto, cómoda. Hay momentos, muchos momentos, en los que el bizcocho de chocolate mola.

El problema es que el bizcocho de chocolate también tiene mucho azúcar y en el fondo sé que no es bueno para mi a largo a largo plazo. Engorda. Estropea el cutis. No es el plato ideal en un montón de ocasiones. No combina muy bien con el resto de los elementos de mi menú. Cuando no me controlo y como más de la cuenta, me sienta mal. Hay momentos, muchos momentos, en los que el bizcocho de chocolate no mola nada de nada.

Ahora han dejado de traer a mi supermercado el bizcocho de chocolate que yo como desde siempre. Podría mirar en otras tiendas a ver si lo encuentro. Podría intentar comprarlo por internet. Podría escribir a la web de la marca y hacerles un pedido. Podría buscar soluciones, no aceptar la situación. La cuestión es: ¿Me conviene?

Objetivamente,  creo que a la larga viviría mejor sin bizcocho de chocolate. Mi dieta sería más saludable. Me libraría de la pesadez de estómago post-atracón. Tendría oportunidad de probar otros productos que (quizá) sepan igual de bien con menos calorías. Objetivamente, parece la opción más inteligente. Pero no es lo que quiero, claro. Estoy acostumbrada a comer bizcocho de chocolate y me cuesta dejarlo. Tengo síndrome de abstinencia y estoy todo el rato pensando en salir a comprar un paquete. Ahora que en mi supermercado no hay, debería ser más fácil aguantarme. Tendría que aprovechar la situación y matar dos pájaros de un tiro, como las embarazadas, ¿no?

Y aunque soy una adicta al chocolate, no, esta entrada no habla de bizcochos. A pesar de lo que pueda parecer.

jueves, 27 de octubre de 2016

Mi nuevo mini-maromazo

He adquirido un nuevo maromazo catódico para mi colección. Sin más rodeos, os lo voy a presentar.


Ya lo sé, ya lo sé, cada vez me gustan más pequeños. Pero tranqui todo el mundo que por esto no me pueden meter en a cárcel. Esta ricura, ahí donde lo tenéis con esa carita de bebé, tiene 26 tacos. Quién lo diría, ¿eh?

En fin, os cuento. Se llama Charlie McDermott en la vida real y Axl Heck dentro de la pantalla, que es lo que me mola en realidad. Axl es el prota más gracioso de la serie que más me está haciendo reír últimamente, The Middle, y sólo por eso ya se merecía una entrada dedicada en este blog.

Seguramente os suena a chino, así que os voy a dar mas detalles. The Middle es una comedia malucha y sin grandes pretensiones que emiten normalmente a horas intempestivas en una de esas cadenas de la TDT de las que nunca te acuerdas si no caes por casualidad en ella haciendo zapping. No es una serie de culto tipo Lost o Juego de Tronos y no me he molestado ni en mirarlo, porque dudo mucho que haya ganado ningún premio de ninguna clase. Pero a mi me gusta. Es divertida. Caótica. Alocada. A veces tierna. De vez en cuando me recuerda lejanamente a la SpeedyFamily. Y me mola.

La trama cuenta el día a día de los Heck, una familia de clase media, que reside en los suburbios de Orson, un pueblo ficticio del estado de Indiana, justo en el medio de Estados Unidos. Son desordenados, despistados y mediocres para todo (de hecho, de ahí creo yo que viene el nombre de la serie). Se pasan el día discutiendo y siempre están liando alguna. SIEM-PRE.

Todos los personajes son divertidos, pero con el que más me río yo es con el hermano mayor: Axl (el maromazo guapérimo que os he puesto en la foto de arriba. Bueno... creo que no me voy a poder resistir a poner otra abajo). Axl es el típico adolescente holgazán, respondón y que siempre se está metiendo con sus hermanos. Ya sé que dicho así parece un horror, y a mi también me cayó fatal los primeros 20 segundos, pero enseguida queda claro que la cosa no es tan grave. Con su carita de pillo y su sonrisa profident es un caradura con suerte que le cae bien a todo el mundo y al que le gusta ir de duro y de pasota cuando en realidad no lo es. Ni de lejos. Y lo demuestra cada episodio.



Axl es un locatis que se tira desde el tejado para demostrar que él nunca se hace daño y que por eso sus padres pueden dejarle montar en moto. Axl es un ligoncete que busca el consejo de su hermano pequeño cuando su novia de turno le contesta tarde a los whatsapp. Axl es un chuleras que no quiere que su hermana rarita le hable en público, pero al que le falta tiempo para consolarla y ayudarla cuando ella le necesita. Axl es el típico "peor de la vida" con encanto.

A mi me encanta.

Me lo quedo para mi colección.

lunes, 24 de octubre de 2016

Quiéreme si te atreves

El otro día leí la frase del título en una cajita de música, de esas que se abre la tapa y suena una melodía. Me sorprendió bastante porque esas cosas suelen llevar una frase hecha o lugar común escrito en la parte delantera. Es raro que una cursilada como esa diga la verdad. Muy raro.

Y es que ya nos pueden vender la moto todo lo que quieran las pelis y novelas románticas, que si hay una verdad indiscutible es que decidirse a querer a alguien es, como diría Speedydad en su lenguaje ochentero, una machada. Un acto de valentía. Abrir tu corazón a quien sea es arriesgarte a no ser correspondido, a no recibir en la misma medida en la que das, a que, de repente, todo se acabe de un día para otro, sin previo aviso, y te quedes hecho papilla. Es, en realidad, exponerte  a que te hieran. Lo que dice Speedydad, una machada.

Y no es lo único por lo que hay que echarle un par. Querer a alguien es atreverse a hacer frente a las dificultades, que sin ninguna duda, surgirán. Porque la otra persona, como tú, tendrá unas rarezas a las que no te quedará más remedio que adaptarte. Y porque la otra persona, como tú, traerá una maleta llena de buenas y malas experiencias previas, que influirán, para bien y para mal, en el futuro que os espera. Y porque la otra persona, como tú, se encontrará con problemas para los que tendréis que buscar soluciones entre los dos. Y porque la otra persona, como tú, introducirá en tu mundo una familia, unos amigos y un entorno con los que tendrás que convivir, sean de tu cuerda o no. Y porque la otra persona, como tú, tendrá sus miedos y sus neuras y sus días malos y sus cabezonerías y sus achaques...

Querer a alguien es atreverse a que todo lo malo se multiplique por dos...

También lo bueno, claro. Ese es el truco.

Nadie dijo que fuera fácil, sino que merecería la pena.

lunes, 17 de octubre de 2016

Así os lo digo

Lo que no suma, resta y ya tenemos suficientes sustracciones con las hordas de politicuchos que nos mangan a manos llenas como para mantener además en nuestra vida a gente que  nos robe las energías, el pensamiento positivo y el buen humor. Eso iba a ser mucho cartucho. Así  que oye:

Adiós.

Goodbye

Arrivederci

Au Revior

T Chau

Auf Wiedersehen

Hasta más ver. O mejor casi no

Puerta a los vampiros energéticos. Carril a mutilados emocionales. Pista a los inadaptados sociales.

A tomar aire fresco los cabr*nes




Así os lo digo.


jueves, 13 de octubre de 2016

El tiempo pasa

Ayer fue fiesta nacional y día de descanso para todos, pero en mi casa, y concretamente en mi cuerpo, se libró una guerra encarnizada. Hace tiempo que me estaba rondando un catarro como la copa de un pino y ayer llegó la hora de la batalla definitiva: virus contra anticuerpos, malos contra buenos. Casi podía visualizar a los geniales personajes de Érase una vez la Vida enfrentándose en el interior de mi organismo.


Yo, como es lógico, me limité a hacer lo único que podía hacer: dormir 12 horas y no salir de la cama durante el resto del día. Eso le vino muy bien a mi cuerpo, que a última hora parecía estar bastante recuperado. Pero a mi mente... Bueno, a mi mente no le vino del todo bien tanto reposo.

Porque tumbada en la cama me dio por pensar (lo que el 90% de las veces es una mala idea) y no se me ocurrió otra cosa que pensar sobre el tiempo. Y sobre lo rápido que vuela.

Y es que al mayor de los speedysobris le acaban de romper el corazón (¡¡¡YA!!!) cuando hace ná y menos aún le tenía que cortar yo los filetes porque él era tan pequeño que no le dejaban usar cuchillo. Y lo que es peor, esta misma semana al que le he tenido que cortar los filetes ha sido a Speedydad por no sé qué lesión en el tendón que le impedía estirar los dedos. Y bueno, si sólo fuera lo de tendón, pues tira que te va. Pero la cosa es que últimamente cada vez que voy al SpeedyHogar me encuentro con algo nuevo: cuando no es un pie roto, es una pulmonía y cuando no una operación de cataratas o tres ristras de pastillas nuevas. Por eso, porque el tiempo vuela. Y a mi me da mucho miedo.

Aunque es verdad que hay veces que no da tanto miedo que pase el tiempo. Porque dándole vueltas a la rotura del músculo aórtico de mi SpeedySobriMayor y en las muchas que (seguramente) le quedan por delante al pobre, he pensado también que ya hace mucho, pero MUCHO, de la última vez que me partieron a mi el corazón. Tanto, que ya puedo mirar ciertas fotos y escuchar determinada música sin rastro de dolor, lo que es como recuperar una parte de mi vida que había perdido. Ya era hora.

El tiempo pasa.

Para bien y para mal.

jueves, 6 de octubre de 2016

Mi báscula según Twitter. Escritura hipocalórica V

Os contaría cómo va mi guerra contra los kilos, pero para qué, si ya lo resume Twitter mucho mejor que yo.


Aún no estoy teniendo mucho éxito que se diga, no... La verdad es que una de las patas de mi plan, la de hacer más ejercicio, está fallando un pelín. La culpa es de los elementos, que se conjuran para que no me de tiempo a ponerme los patines ni a apuntarme al gimnasio. Pero bueno, no inquietarse, que estamos trabajando en ello. Paciencia.

Lo curioso es que la otra pata de mi plan, la de ingerir menos calorías, sí que la estoy cumpliendo (más que nada porque comer más que en verano era humanamente imposible) y no se está notando ná de ná. Y estoy indignada, porque claro, yo soy mucho de este club




Con lo que, como os podéis imaginar, lo de la guerra contra los kilos me cuesta un dolor


Por eso últimamente voy por la vida en plan mártir, con la misma cara de tristeza de esas modelos de las que no hace falta recordar su nombre porque todas encajan bien con el apodo de Skeletor. Y es que ahora las comprendo bien.




En fin... todos esos esfuerzos y mi báscula ni caso, oye. ¡Será posible!

sábado, 1 de octubre de 2016

Autoarqueología blogueril

Últimamente he esta releyendo entradas antiguas de este blog. La verdad es que no hacía repaso desde el siglo pasado y de muchas ni me acordaba. Ya son seis años escribiendo por estos lares y a lo tonto he contado aquí la tira de cosas. La tira.

El caso es  que en este arrebato de arqueología blogueril me he quedado flipada. Primero, precisamente, por eso, por la CANTIDAD de cosas que he contado. Cosas DE VERDAD. No sólo tontadas, absurdeces o ideas de olla. Cosas de verdad, de lo que pienso, siento o espero. De hecho, estos días me he metido en entradas cuyos títulos ni me sonaban, pero que al bajar dos o tres líneas ya me hacían recordar clarísimamente qué es lo que dio origen a este post. Qué ocurrió. cómo me afectó, por qué decidí callarlo un tiempo y contarlo después o cuánto tiempo estuvo lo que fuera en borrador. Veo con qué naturalidad lo contaba y pienso que ahora me cuesta ser así. Que ahora me cuesta creer que determinadas cosas van a tener el mínimo interés para alguien. Para cualquiera. Que ahora no todo "tiene un post". Jamás lo habría dicho hace no tanto...

Y en esta arqueología blogueril no sólo estoy alucinando con LO QUE contaba sino con COMO lo contaba. De las formas absurdísimas (y por eso mismo diferentes) que encontraba para decir lo que fuera, cualquier cosa: que no paraba de llover, que se me había roto algún electrodoméstico en casa, que había algún iluminado dándome la brasa... Cualquier cosa. Ahora me cuesta encontrar esos caminos distintos. Es verdad que he adquirido práctica, tengo oficio y soy capaz de imprimir un determinado estilo a cualquier texto hable de lo que hable. Las palabras no son el problema. Lo que me echo de menos es la chispa, esos ideones locos que ahora no sé donde han ido a parar...

También he leído que no es la primera vez que pienso esto. Que muchas otras veces he estado atascada o he creído que nunca más se me iba a ocurrir nada y que al final la cosa siempre se terminaba reconduciendo. No sé si esta vez será así. Es cierto que la Supermovida y sus estreses me han tenido mucho tiempo castigada sin escribir y que puede que eso me haya oxidado un poco. Quizá cuando recupere el ritmo actualizatorio la cosa cambie. A ver si es verdad...

lunes, 26 de septiembre de 2016

Falsos mitos afectivos

Planeando las siguientes fases de la Operación Sequía Infinita (y quien dice las siguientes, dice las primeras, porque la cosa está un poco parada) me he puesto a pensar cómo es posible que mi vida me proporcione tan poquísima materia prima para este asunto en concreto. Quiero decir... que no me gusta nadie ni a tiros y según la opinión mayoritaria entre mis confidentes, amigos, conocidos, blogueros, comentaristas y casi la totalidad del universo conocido, esto tiene que ser culpa mía. Vamos, que debe de ser algo que causo yo. Mi actitud, mi forma de ser, mi estilo de vida, mis decisiones... Algo de esto (o todo ello) hace que las cosas sean como son. Esa es la teoría estrella. A mí esta hipótesis no me termina de convencer, pero, a decir verdad, tengo la sensación de que no me gusta nadie desde el Pleistoceno superior, así que decidí revisitar mentalmente los últimos tiempos, no fuera la casi totalidad del universo conocido a tener razón. Mi memoria es un colador porque o estoy a un paso del alzheimer más absoluto o mis neuronas siguen de vacaciones eternas, así que este viaje al pasado lo hice releyendo entradas antiguas de este blog. Y lo que me he encontrado, la verdad, me ha sorprendido y ha echado abajo varios falsos mitos.

-Mito 1: No te gusta nadie.
Meeeeeec, error. Desde luego no soy de las que se enamoran de uno el lunes y de otro distinto el viernes, pero en los últimos años me ha hecho gracia un montón de gente. Más jóvenes que yo, mayores, compañeros de clase, de juergas nocturnas, amigos de amigos, casi desconocidos, fantasmas del pasado... Ha habido de todo. ¿Moría de amor por ellos? Pues no. ¿Me habría metido en algo si las cosas hubieran tirado pa'alante? Seguramente. ¿A día de hoy me arrepentiría del 70% de esas historias? Mucho me temo que sí. Pero lo habría intentado, que es lo que dicen que no hago confidentes, amigos, conocidos, blogueros, comentaristas y casi la totalidad del universo conocido. Que soy muy exigente, dicen. ¡Jodo! Si vieran la lista de maromos candidatos que acaba de pasar ante mis ojos en formato post no dirían semejante gilipollez. Ni otras como las que detallo en el mito siguiente.

-Mito 2. Nunca pones nada de tu parte, lo tienen que hacer todo ellos.
Meeeeec. Otro error. Puede que no haga nada mínimamente útil que consiga resultados mínimamente aceptables, pero millones de entradas de este blog y una etiqueta propia demuestran que yo, hacer cosas, hago. Vale que, como no moría de amor por ninguno de los maromos candidatos, puede que esas cosas no hayan sido impedir que despegue un avión, ni parar una boda en el momento del "¿alguien conoce algún impedimento para que esta pareja se una en santo matrimonio?",  ni irrumpir en una habitación llena de gente para una declaración apasionada tipo "tú me completas". Quizá lo que yo he hecho ha sido más comedido y pelín más discreto. Pero a ver, ¿cuántos de esos listos felizmente emparejados que me leen desde el otro lado de la pantalla ha impedido que despegue un avión en el aeropuerto por amor?  ¡Ah! Ya me parecía...

-Mito 3. No buscas las circunstancias adecuadas para conocer gente.
Meeeec, y una mierda. Esto sí que es el no va más de la falsedad argumental afectiva. Quitando durante el infierno de la SuperMovida (que, desgraciadamente, no me ha dejado tiempo más que para comer, dormir, estudiar y trabajar) no he parado de hacer cosas. Teatro, escritura, esgrima, buceo, lectura dramatizada, improvisación, narración oral, monólogo cómico, japonés, inglés, alemán, lengua de signos, surf... No sé si serán las adecuadas, pero hacer cosas nuevas y distintas, he hecho. Y sigo haciendo. ¿Que no eran las cosas que a otros les han funcionado pero que no van mucho conmigo? Pues puede ser. Pero cada uno es como es, ¿no?

Así que confidentes, amigos, conocidos, blogueros, comentaristas y casi la totalidad del universo conocido, ya podéis ir buscando otros argumentos para convencerme, porque estos son reguleros. Y tengo un blog para demostrarlo.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Mínimos MUY MÍNIMOS

Estoy de los "yo soy así" hasta donde yo os diga. Parece que de un tiempo a esta parte es la frase del millón, la excusa arreglalo-todo. Dices es que "yo soy así" y se se acabó la discusión, no hay más que hablar:

-Que llegas tarde sieeeeeeeempre a todos los sitios (lo que es obviamente una falta de respeto, no de tiempo) pues no pasa nada porque, claro, "tú eres así"
-Que hay que andar detrás de ti todo el día arreglando las que vas liando en el curro por despistes y lo que no son despistes, pues ningún problema, por supuesto, porque "tú eres así"
-Que robas dos millones de euros en un banco porque necesitabas algo suelto y no te gusta ir al cajero de noche, pues todo ok, ya sabemos que "tú eres así".

Es muy fácil decir "yo soy así" y quedarse tan pancho. Todos somos como somos, pero no nos queda otra que aguantarnos un poco y hacer pequeños esfuerzos y concesiones para vivir en sociedad. Y para relacionarnos. Yo puedo ser muy de tirarme pedos a cualquier hora y en cualquier situación, pero tendré que contenerme para no ir atufando al personal, ¿no? Pues lo mismo con lo otro. No sé por qué lo que se ve asombrosamente claro en el tema de ventosidades corporales no se entiende igual de bien en otros asuntos.

Si te invitan a una fiesta a la que no tienen ninguna obligación de invitarte no tienes porqué ir, pero lo que es OBLIGATORIO es que contestes. Tienes que decir "no, GRACIAS". Porque han tenido un detalle contigo, han pensado en ti, te han incluido y no tenían porqué hacerlo. Así que mantén los mínimos, MUY MÍNIMOS, y contesta "no, GRACIAS". No tienes que explicarme la razón. No tienes que buscar una buena excusa. Tienes que decir "no, GRACIAS".

Si quieres ser amiga de alguien, tener con ese alguien una relación cercana, tendrás que poner algo de tu parte. Puedes ser cerrada. E incluso muy cerrada. Puedes no querer hacer íntimas revelaciones ni hablar de tus secretos mejor guardados. Bien, es eso aceptable. Pero no puedes ser una pared contra la que rebota todo. No puedes hablar sólo de chorradas y guardar atronadores silencios en todo (toooooooooooodo) lo demás. Alguna vez tendrás que abrir el muro y dejar entrar a alguien. Aunque sea sólo hasta el rellano. La gente se cansa de llamar y que les des con la puerta en las narices. Es normal.

Dices que "eres así". Como si no hubiera remedio. Como si no pudieras cambiar. Sí puedes, pero nadie te pide que lo hagas. Se te piden pequeños esfuerzos. Se te piden gestos simbólicos que signifiquen cosas. Se te pide que hagas algo que para ti no va a ningún lado pero para el otro sí. Se te pide que muestres que te importa. Se te piden unos mínimos MUY MÍNIMOS.

¿Eres así? Bien, pues yo así.¿Y ahora qué?

martes, 13 de septiembre de 2016

Jessica Fletcher digital

Siempre me ha flipado esa gente que se mete en internet y se entera de todo lo habido y por haber. Quiero decir, en plan pirata informático de peli americana que teclean dos segundos y ya puede decirte el numero de la seguridad social del sospechoso, su último domicilio conocido, la marca de cepillo de dientes que usa y su canción favorita.

Yo de naufragar en internet no suelo sacar nada en claro porque soy una dispersa de la vida y no consigo centrarme en nada. Googleo algo, me salen dos millones de resultados, me entra la pereza infinita y cuando decido por fin  meterme en la primera página sugerida ya la tengo liada.

Si, a ver, trámites para la declaración de la renta, pincho arriba... ay, mira, qué icono más feo para la sección de cita previa. Pero ese tono azul me gusta, podía usarlo para el blog. ¿Qué azul será? Voy a buscar tonos de azul en google a ver si sale algo...Uy, mira, quién diría que los distintos tipos de color tienen esos nombres tan chulos... y el tercer nombre de la lista ¿qué idioma será? ¿alemán? No creo, tengo el alemán que aprendí en los talones, pero no me suenan ni los artículos... Tendría que apuntarme a alemán otra vez, no me acuerdo de nada.... ¿Se habrá acabado el plazo de matriculación ya? Voy a mirar.. Uy, mira, ha puesto clases de chino...

Podría seguir así hasta el infinito, pero ya os hacéis una idea. El resultado de cualquier gestión mía en la red de redes suele acabar en fracaso. Peeeeeeeeeeeeeero, quién dijo que las cosas no pueden cambiar. Últimamente estoy hecha una Jessica Fletcher de los mundos interneteros. y en el fondo de esta cuestión, como en la de casi todos los cambios milagrosos de esta vida, hay unos increíbles ojazos azules.

Antes de que la audiencia se me revolucione... Sí, lo habéis adivinado: Los ojazos están en la cara de un maromazo estupendérrimo. Y NO, desgraciadamente no son de un ligue. Ni siquiera de un proyecto de novio. A no ser que decida dejar su existosa carrera como actor en Estados Unidos y tomarse unas vacaciones indefinidas en España, al dueño de los ojazos no lo voy a ver en 3D ni de coña. Pero ay, hijos míos, en youtube... en youtube me voy a hartar de verle.

Y en esas estoy. Buscando todas las pelis y series que ha hecho. Encontrando trozos de capítulos de tres minutos desordenados y haciéndome una idea de como debió de acabar la temporada en su día. Intentando descrifrar lo que dice en ese inglés tan cerradérrimo que tiene, que más que inglés parece chino. Usando los subtítulos automáticos para entender y acabar aún peor, porque mucho me temo que esos subtítulos los ha puesto algún gracioso para despistar. Leyendo los 202 comentarios de cada vídeo a ver si me entero del título de la canción de fondo de tal o cual escena, porque después de mucho leer estas perlas de sabiduría y que te sangren los ojos por las faltas de ortográficas, te das cuenta de que siempre hay alguien que lo pregunta y de que al final alguien termina contestando al que pregunta. Siempre.

Si no en la versión doblada al español, en la original. Y si no en la subtitulada en italiano. Y si no en el blog de esa superfan mega grillada que tiene una entrada de 200 líneas comentando cada episodio de la serie de turno. Y fotos. Y vídeos. Y recortes de prensa. Que piensas... a esta chica, después de recopilar toda esta información, ¿le quedará tiempo para comer y dormir? Porque jodo, ¡qué dedicación!

Pero en fin, gracias al trastorno obsesivo compulsivo de esta chica (desde aquí, hermosa, un beso y un consejo: búscate un buen psiquiatra), he encontrado esta preciosidad de canción que va a ir derechita a mi MP3... Y no me miréis con esa cara, que yo no es que esté tan obsesionada como ella... Yo simplemente soy la Jessica Fletcher digital.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Operación Sequía Infinita

Soy una superheroína con una misión: acabar con la mega super gigante sequía sentimental infinita en la que estoy metida desde hace ni se sabe. Supongo que una de las causas de que la sequía haya adquirido semejantes dimensiones es que yo soy de las que piensan que las cosas del corazón pasan cuando tienen que pasar y que sirve de poco o nada forzarlas. Por eso no suelo hacer gran cosa, la verdad. Pero el tema está alcanzando ya cotas preocupantes y el otro día leí que la definición de locura es hacer siempre lo mismo esperando resultados distintos, así que igual es el momento de cambiar de táctica. Sin prisa, pero sin pausa. Sin un agobio ni medio.Pero ponerme en marcha, yo qué sé, por lo menos para poder decir que por mí no ha quedado.

Total, que soy una superheroína con una misión, pero no tengo ni idea de cómo afrontarla porque, aunque yo siempre ando metida en muchos bullullus, nunca son de este negociado. En este tema estoy pez total, así que lo que he hecho, por empezar por algún sitio, es repasar la logística y el material que me hacía falta para las batallas que se avecinan. Os cuento:

-El tema vestuario necesitaba unos ajustes. Por suerte en verano, con dinero calentito de mis regalos de cumple, me dio un parrús y me fui una tarde de compras al más puro estilo Pretty Woman. El resultado fue una renovación de armario tal, que me costó lo que no está escrito conseguir guardar todas mis adquisiciones. Me encanta mi ropa nueva, que además cuenta con la aprobación de SpeedyMum (un juez exigente) y de mis amigas más expertas en moda, pero no sé si he terminado de acertar porque el otro día oí por la calle que alguien comentaba sobre mí: "¡Qué vestido más bonito lleva!". Esto sería estupendérrimo si no fuera porque la que lo comentaba era una (amabilísima) niña de cinco años, que no es que sea precisamente mi público objetivo. En finnnnn...

-La cuestión fotos (vitales en un mundo digitalizado con la manía de poner imágenes en los perfiles de todas las redes sociales habidas y por haber) tampoco era para tirar cohetes. Entre que no soy precisamente Miss Universo y que tengo el superpoder más contrario a la fotogenia que existe, lo de encontrar una fotografía mía medio decente se ponía bastante cuesta arriba. Por suerte, de nuevo el verano, trajo la solución. En mis días de surf, en los que todo era perfecto y maravilloso (ya os iré contando, ya...) no sé quién me hizo una foto de improviso en la que tengo una pose estupenda, un fondo estupendo y un pelo estupendo. ¡¡UN PELO ESTUPENDO!! ¡¡En la playa!! ¡Con la insubordinación capilar que me provoca la humedad del mar! Si eso no es un milagro surfero, yo no sé lo que es.

-El asunto chicos disponibles, majetes e interesantes estaba... en fin, para qué nos vamos a engañar, de pena. Estaba de pena. Por (mala) suerte, ni el verano ni el surf han podido arreglar esto.  Me temo que me va a tocar a mí encargarme de esta parte de la logística.

Puffff...

A ver qué se me ocurre...

jueves, 1 de septiembre de 2016

Escritura hipocalórica IV

Del verano se pueden traer muchas cosas. Fotos, si has tenido tiempo de viajar por sitios nuevos. Moreno, si has tenido tiempo de tomar el sol. MorenazOs, si has tenido tiempo de darte una (o varias) alegrías para el cuerpo con compromiso de permanencia tras los meses estivales... Del verano se pueden traer muchas cosas y yo me he venido con la peor de todas: unos cuantos kilos de más.

No es la primera vez que me pasa. Ya os he contado otras veces que a la vuelta de vacaciones mi báscula suele quejarse (con razón) y tengo que declarar la guerra contra las calorías. No suele servir de mucho hasta que a mi cuerpo le da la gana de volver a su estado habitual, pero en fin, yo hago lo que puedo por eliminar a los huéspedes no deseados. Y en esas estamos ahora mismo. Ooooootra vez.

Y este año más que nunca porque lo de este año ha sido de juzgado de guardia. No os digo cuantos kilos polizones se me han colado en la maleta de vuelta de vacaciones porque no quiero ponerme a llorar, pero en todo caso han sido muchos. Demasiados. Así que es hora de tomar medidas.

La primera ha sido empezar a comer normal y no como si lo fueran a prohibir, cosa que era imposible conviviendo con Speedydad y su manía de llenar el speedyhogar de cosas buenisisisimas que me llaman a gritos desde la nevera. Ahora en mi despensa casi todo son víveres de supervivencia de los que sólo sirven para cuando te daría igual comer eso o la pata de una silla, del hambre que tienes. Una circunstancia que hace mucho más fácil ingerir un número razonable de calorías al día, qué duda cabe.

La segunda medida ha sido buscar una manera de hacer ejercicio con pocos sufrimientos, dolores y sin que se me salga el  corazón por la boca. Y no os creáis que ha sido tarea fácil, dada la deplorable forma física en la que me encuentro. Pero bueno, después de mucho pensar, analizar, preguntar y googlear parece que por fin tenemos un ganador. Y tiene cuatro ruedas. En cada pie. ¡Cuántas leches, tortazos y guarrazos varios veo en el horizontes, madre mía!

Ya os contaré, ya...

viernes, 19 de agosto de 2016

SpeedySurfera

Diría que estas vacaciones he estado haciendo surf pero no estoy muy segura de que la Real Academia de la Lengua Española estuviera totalmente de acuerdo conmigo. Según el diccionario esta actividad es un "deporte náutico consistente en mantenerse en equilibrio encima de una tabla especial que se desplaza sobre la cresta de las olas" y lo que yo he hecho tenía poco de deporte, menos de equilibrio y nada de ENCIMA de la cresta de la ola. Debajo, puede. En el interior también sería aproximado. Pero encima, encima... regulín.

Aún así ha sido genial. Estupendo. Divertidísimo. Y agotador. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien en medio de mamporros y golpetazos. Puede que hayáis notado un descenso en el nivel del mar de todo el agua salada que he tragado, pero aparte de ese pequeño detalle, no ha habido grandes males que lamentar. Y en la parte de los positivos está el nacimiento de mi alter ego: SpeedySurfera, Despreocupada, intrépida y más despeinada que la Speedy normal (que ya es decir) SpeedySurfera aguanta estoicamente los envites de las olas (reales y figuradas). Y ha surgido de las entrañas de los océanos con marcas corporales que la identifican, como a buena superheroina:

-Las "caricias" de la tabla empujada por la furia del agua me ha dejado moratones por todas partes, pero tengo uno especialmente morado-negruzco, perfectamente redondo que más que un cardenal parece un tatuaje. Y me ha salido en el tobillo, juuuuuuuusto en el único sitio en el que yo me plantearía hacerme un tatuaje. Así lo considero una señal, mi marca surfera, y se lo voy enseñando a todo el mundo al explicar mis aventuras acuáticas.

-Como Clark Kent se diferencia de Superman por las gafas, yo me distingo de SpeedySurfera por el pelo. Ella tiene unas ondas informales sospechosamente bien fijadas gracias al salitre, supongo. Va despeinada a más no poder pero con un toque de estilo que pega a tope con su tono bicolor de piel, cambio corporal que paso a explicar en el siguiente párrafo.

-Lo de bicolor lo digo porque SpeedySurfera es mulata de cara, pies y manos y blanca caucásica en el resto de la superficie de su piel. Lo llaman moreno-neopreno y es el último grito en bronceados. Si no lo conocíais es que no leéis suficientes revistas del corazón.

Además de las evidentes diferencias físicas, mi nuevo alter ego y yo nos diferenciamos en el carácter. Ella es mucho más zhen que yo, y salvo algún grito desesperado de "¡¡quiero ir a tomarrrrr el sollll!!" entre olazo y olazo, suele estar feliz, relajada y positiva. No os digo más que ha estado a punto de traerse a un surfero buenorro metido en la maleta...

Dicho lo cual, sólo me queda una cosa que añadir. y parecía tonta SpeedySurfera cuando la cambiamos por el burro. ;P

sábado, 6 de agosto de 2016

Sobrinismo extremo

He pasado ya el ecuador de mis merecidísimas vacaciones. Voy a dejar a un lado el gigantesco peso dramático que encierra la idea de que ya me quedan pocos días libres más y voy a hacer un balance provisional.

Lo primero y principal a resaltar es que sigo viva. Este punto es reseñable porque llevo casi 15 días inmersa en infinitas jornadas de sobrinismo extremo que a punto han estado de acabar conmigo. Quien tenga sobrinos (en mi caso unos cuantos) sabe de lo que hablo. Yo no sé que esperan las autoridades para declarar el cuidado de pequeños superhéroes como deporte olímpico. Si se hubieran dado más prisa ahora mismo estaría en Río luchando por mantener alto el nivel de medallas de oro del equipo español. Tiembla, Nadal.

Y menos risitas irónicas de esos padrazos y madrazas que me leen desde el otro lado de la pantalla tomándome por una floja, que no es lo mismo ser progenitor/a que tío/a. Los que habéis dado la vida a vuestros churumbeles tenéis la autoridad de vuestra parte, podéis imponeros (o al menos intentarlo). Los que somos cuidadores temporales no contamos con esa arma. A mi, en concreto, mis adorables sobrinos me toman por el pito del sereno lo que convierte tareas teóricamente sencillas y rápidas como ponerse los zapatos en infinitas torturas chinas. In-fi-ni-tas. Y claro, de ahí la complicación.

Y a ello se suman inesperadas actividades que nunca habrías imaginado abordar en un día normal. Por ejemplo dejarte los pulmones en inflar un cocodrilo que en contra de la costumbre de sus congéneres va a ser un  buen aliado contra las olas. O perseguir a unos speedysobris para que salgan del agua antes de que les crezcan escamas y a otros para que pierdan el miedo y se metan de una vez. O jugar al Uno. La Escoba y Burro hasta que te duelan las manos. O esquivar millones de balonazos sentada en un banco mientras esperas el gol del desempate del emocionantísimo partido de unos diminutos futbolistas. O escalar la tira de árboles y tapias para recuperar pelotas colgadas por inexpertos lanzadores al otro lado de la valla y que eso ni siquiera sirva para conocer y trabar una conveniente amistad con el vecino de al lado, el que tiene en el jardín esa piscina tan enorme. Qué penita.

Así que. tras sobrevivir a este periodo de sobrinismo extremo es hora de cambiar el chip y dedicarme a un quehacer no menos emocionante dadas mis conocidas y notables habilidades físicas para los deportes: un curso de surf. Queridos lectores, en ná y menos me voy a cabalgar las olas unos días. Y ya os contaré, ya, porque me temo que esto va a tener un post. O dos...



jueves, 14 de julio de 2016

El botón de off

Es difícil de creer dado mi nombre y mis superpoderes, pero para algunas cuestiones soy lenta. Lentísima. Soy calmada a la hora de confiar en alguien nuevo. Llevo un ritmo relajado cuando se trata de dejar entrar a alguien en mi vida. Y me convierto en una auténtica tortuga en el momento de empezar a querer a alguien. Da igual si hablamos de amor o amistad, me cuesta un mundo abrir mi corazón. Un-mun-do.

Será por eso que tardo lo mismo o más en hacer el camino inverso, en sacar a alguien de mi vida. Algo muy gordo tienen que hacer y durante mucho tiempo para mandarles a freír espárragos. Incluso cuando ya lo he hecho, porque no me han dejado otro remedio, en realidad siguen ahí, alojados en mi músculo aórtico. Ellos nunca lo sabrán porque jamás lo admitiré, pero están ahí. La tira de tiempo, además.

Por eso me quedo alucina cuando la gente me deja de querer de un día para otro. Hoy soy 10 y mañana soy 2. El martes no podías vivir sin mi y el viernes no sabes como me llamo o si vendo libros puerta por puerta. Esta semana formo parte de tu futuro y la próxima ni siquiera estoy en tu presente.
¿Cómo lo harán? ¿Tendrán un botón de off? Y lo que es más impportante, ¿dónde puedo comprarme yo uno?

jueves, 30 de junio de 2016

Prioridades

A causa del colapso estudiantil total al que me ha sometido la SuperMovida en los últimos tiempos hay algunos temas (muchos) de mi vida que han estado totalmente desatendidos. El que más (dejando aparte el orden y limpieza de mi superguarida, que ha llegado a  niveles de juzgado de guardia) probablemente ha sido el ligoteo. Eso ha sido un erial absoluto. Y vosotros preguntaréis: ¿por? Y yo os respondo.

Hay chicas que van por la calle y cuando se paran en un semáforo el chico estupendísimo que se para a su lado les invita a un café. Hay chicas que llegan a una clase nueva, o a un trabajo nuevo o a un edificio de pisos nuevo y encuentran mil voluntarios para darles la bienvenida y contarles lo que necesitan saber. Hay chicas que se sientan en un terraza y a los 10 minutos mágicamente empiezan a llegarles copas gratis de aquel simpático caballero de la barra. Como seguramente habréis deducido a estas alturas del párrafo, yo no soy una de esas chicas.

A menos que yo haga algo para evitarlo, mi vida sentimental suele estar en encefalograma plano. Y sinceramente, si últimamente no me daba tiempo ni a comer y dormir, estaba yo como para pensar y ejecutar complicadas estrategias ligoteriles. Era una cuestión de pura supervivencia. Éramos yo o el amor. Y me elegí a mi, claro.

Ahora que por fin se ha acabado mi infierno estudiantil, he empezado a ponerme al día con mis miles de tareas pendientes. La de limpiar mi superguarida, que estaba en el número 1, misteriosamente sigue en el la columna de pendientes. La de volver a leer la abordé enseguida, pero debería haber pensado mejor qué libro devoraba primero, porque ahora los asuntos del corazón, que no estaban ni en el top ten, se han remarcado en fosforito, negrita y subrayado.

Y es que no se me ocurrió otra brillante idea que leer a Marian Keyes. Y,claro, ya os podéis imaginar. Me encontré con una protagonista buena y divertida, ni tan guapa, ni tan elegante ni tan exitosa como su jefa, pero que al final se lleva al Chico, uno de esos capullos integrales que resulta que en realidad no era ni capullo ni integral. Y que le dice cosas como:

"Tienes que salir conmigo porque interfieres en mis planes para dominar el mundo. No hago otra cosa que pensar en ti".

¡¡Joooooooooooooo, yo también quieroooooooooooooo!! ;P

viernes, 24 de junio de 2016

Menudo panorama

He estado mucho tiempo desaparecida, así que para los que hace la tira que no me leen, para los poco habituales y los que han acabado aquí de casualidad gracias a los inescrutables caminos de San Google, resumen rápido:

Yo nunca he sido una persona lo que se entiende habitualmente por normal (partamos de esa base). Hace tres años se me ocurrió la brillante idea de meterme en la SuperMovida, que me ha tenido tres años estresadísima, colapsada total y al borde de la locura. Hubo muchos momentos en los que pensé que iba a morir en el intento, pero contra todo pronóstico la semana pasada terminó la tortura estudiantil y sigo viva. Ahora, lo que ya no se puede decir con tanta seguridad es que haya salido indemne, porque daños sí que ha habido, sí... Por lo menos mentales. Y de otro tipo seguramente también.

¿Que por qué digo esto? Pues muy fácil: porque si yo antes nunca había sido muy centrada, ahora estoy tarumba total. Hago cosas de juzgado de guardia. Cosas como despertarme en mi sofá, a las cuatro de la mañana, con la tele y la luz encendidas sin ni siquiera recordar haberme sentado allí. Combatir la ola de calor que ha invadido de repente Speedytown a base de gazpacho y pasearme por la calle amorrada a un tetrabrick de ese líquido al más puro estilo borracho abrazado a su cartón de vino. Acudir emocionada a mi primer día de piscina del verano y llegar sin un triste bañador que ponerme. Que ya es gordo olvidarse la toalla o la crema solar, pero dejarse el único elemento imprescindible para una jornada de diversión acuática es para nota.

Con este cuerpo y con este espíritu llego cada mañana a mi curro que todavía no ha salido por aquí, pero que ya saldrá, ya, porque hay mucha tela que cortar. El caso es que allí ahora es momento de máxima agitación porque coinciden muchas cosas y hay la tira de personas entrando y saliendo a todas horas. Aquello parece el camarote de los hermanos Marx. Y mis jornadas laborales transcurren tal que así:

-Que le diga a María que Enma ensaya el domingo pero vestida de comunión, que el disfraz ya se lo llevaron ayer. Ah, que no sabes seguro si es sábado o domingo. Que te suena que es en fin de semana...

-Bien, pues te reservo dos piezas, pero ¿de qué tipo? Ah, que no te acuerdas del nombre. Pero, ¿sabes para que sirven? Ah, tampoco. Y el tamaño que me pides... ese tamaño no existe: son de 10 o de 20, de 15 no hay. Pues nada, llama a alguien que sepa lo que quieres reservar y ya me dices.

-Ajá, que en esos papeles que hay que presentar en no sé qué institución y de los que yo no sé nada porque ni los he preparado, ni los he revisado ni entregado ni nada, falta no sé qué sello de no sé que certificado que casualmente ha emitido la misma institución desde la que me estás llamando tú. Bien, pues voy a ver si hago una carrera de cinco años para entender el recado que me estás dejando y se lo digo a alguien que sepa de qué leches me estás hablando.

-Estooo, sí, he hecho lo que he podido ordenando el almacén, pero claro, hay cosas que nunca sabes muy bien donde meter, porque a ver, seamos claros, una gallina de goma no encaja en ningún sitio.

-Que eres Pedro... muy bien... ¿qué Pedro? ¡Ah, claro! Sí, una persona con la que hablé hace un millón de años una sola vez, ¡cómo he osado no reconocerte por la voz! ¿Que te de el teléfono de una cliente sin su permiso y sin que ella sepa que me lo pides a mi ni nada? Si, si, claaaaaaaaaaaaaro, por supuesto, ahora mismo.

-¿Quieres siete de tamaño 10 o 10 de tamaño siete? Siete de 10 y 12 de 20... ah, que no, que ahora prefieres 10.. ah, que te llevas dos, uno lo dejas aquí con un nombre para que lo recojan cuando les de la gana, dos las pagas tú, pero es sorpresa y se las tengo que dar a otro que no sé ni quién es, ni qué cara tiene, pero que sea secreto...

-¿Que eres el de antes? ¿Quien de antes? He cogido 35 llamadas en las última hora...

Y todo el rato así. Menudo panorama.

lunes, 20 de junio de 2016

Reiniciando

Bueno... pues parece que la pizquitilla que le quedaba a la supermovida no era tan pizquitilla como yo pensaba, porque un poco más y muero en el intento. Madre del amor hermoso, ¡qué horror! Pero bueno, ya está. Ahora sí que sí. Supermovida neutralizada. Finiquitada. Caput. Aaaaaarrivederci.

¡¡¡SOYYYYYYYYYYY LIBREEEEE!!!!! ¡¡Oeeeeeeeee, oe, oe, oe, oeeeeeeeeeee, oe!!

Dicho lo cual, la cuestión es ¿qué voy a hacer con tanta libertad por delante? Pues de todo. Por ahora tengo listas y listas y listas y listas interminables de tareas pendientes. Las llamo 'tareas', pero la verdad es que ahí hay temas muy distintos: obligaciones, aficiones, cuestiones de ocio y acciones sencillas imprescindibles para la supervivencia. Llevo tres años en stand by, con mi vida puesta en espera porque la supermovida me colapsaba completamente. Es hora de reiniciar.

No sé por donde empezaré. Igual por arreglar el mando de mi tele, que por lo visto se debió de estropear en algún momento entre el comienzo de mi tortura estudiantil y ahora. Ni me había dado cuenta porque en este tiempo habré estado delante de esa pantalla, en total,  no sé... ¿unos cinco minutos? De hecho, acabo de caer en que ni siquiera tengo el mismo televisor que en los inicios de este infierno. Me suena vagamente que mi tele del pleistoceno hizo pum y los Speedypadres me dijeron que heredaría una de las viejas que ellos tenían en el SpeedyHogar. así que debió de haber recambio de electrodomésticos en mi Superguarida y yo sin enterarme... ¡Qué nivel, Maribel!

Lo del mando es un ejemplo tonto, pero hay muchas facetas de mi vida que tengo que retomar sin falta. Este blog, POR SUPUESTO. Mi ritmo lector. La renovación de mi armario. Mi vida social. Mi vida amorosa. Mi vida, así, en general.

Toda caminata empieza por un primer paso. Este es el mío. Nos vemos.

lunes, 25 de abril de 2016

Colgada como un ordenador

Me está costando retomar el ritmo actualizatorio (¡toma patada al diccionario!) de este mi blog porque últimamente me cuesta un mundo escribir. Pensaba que el problema es que había perdido el hábito, después de la abstinencia literaria a la que me ha sometido la SuperMovida y sus estreses. Pero empiezo a sospechar que no es lo único que pasa.

Hay bastantes más motivos, me temo. Uno es que estoy desfondada, desde luego. No quiero escribir, como no quiero andar, ni limpiar, ni bailar, ni hacer nada que exija un mínimo esfuerzo físico, por muy minimísimo que sea el esfuerzo en cuestión. Lo único que quiero es tumbarme en mi sofá y caer inconsciente (porque lo que yo hago es perder el conocimiento más que dormirme). Y claro, así no hay quien escriba nada.

Pero el cansancio no es lo único que me impide juntar letras por aquí. Estoy bloqueada y no sólo con las palabras. ¿Sabéis cuando el ordenador se colapsa, se queda una imagen fija en la pantalla y no hay manera de hacerlo reaccionar? Ni moviendo el ratón en círculos, ni dando golpecitos en el monitor, ni en la torre, ni pinchando frenéticamente en todas partes, ni siquiera acudiendo al administrador de tareas a la desesperada. El ordenador se ha colgado y aquello no va pa'trás o pa'lante ni a tiros,

Así estoy yo: colgada. Paralizada. No sé cuánto llevo en este estado, igual mucho y no me había dado cuenta por el agobio mortal estudiantil que tenía encima. No sé, pero ahora que he vuelto un poco a la normalidad me siento vacía. Miro mi vida, no me gusta lo que veo y lo preocupante del tema es que tengo la sensación de que no va conmigo. Que no me implica de ninguna forma porque no puedo hacer nada para cambiarlo. ¿Sabéis la típica película de sobremesa en la que adivinas desde la primera secuencia cuándo y de qué forma va a meter la pata la prota, pero te da igual, porque total es una peli y pasará lo que los guionistas quieran, no hay manera de evitarlo? Pues un poco lo mismo, pero en 3D.

No sé qué me pasa... Es como si estuviera en el centro de un laberinto, ya hubiera recorrido todos los caminos y aún no hubiera encontrado la salida. No hago más que pensar que ya he pasado por aquí, y por aquí y por aquí y por aquí y por aquí y por aquí y que ninguna de esas rutas me ha llevado fuera. Y de verdad que ya no se me ocurre que más puedo hacer.

viernes, 15 de abril de 2016

Desfondada

En mi faceta estudiantil, toda la vida he sido una empollona. Me tiraría el folio diciendo que es gracias a mi sentido de la responsabilidad y a mi amor propio, pero la realidad es que la enorme cantidad de horas de mi existencia dedicadas a hincar codos se deben fundamentalmente a mi histerismo y a mi inseguridad crónica. Es decir, yo estudiaba sólo para aprobar, pero como muchas veces soy mi peor enemiga y no me fío de mí misma ni un pelo, nada me parecía suficiente para llegar al 5. Siempre creía que juuuusto lo que me dejaba de memorizar era juuuusto lo único que iba a caer en el examen, o juuuuuuuuuuusto lo único en lo que se iba a fijar el profe o juuuuuuuusto lo único importante para no catear. ¿Conclusión? Al final estudiaba todo lo que podía, que era mucho más de lo que hacía falta sólo para conseguir un simple aprobado.

La parte positiva de esto es que a veces sacaba buenas notas, lo cual está muy bien porque chica, ya que has invertido todo ese tiempo delante de los libros, por lo menos que se luzca, ¿no? La parte mala era, desde luego, el agotamiento. Y es que el agobio y el estrés cansan lo suyo y convierten el histerismo en una actividad física altamente exigente. Yo empollaba como una loca durante la tira de días a tope de nervios y llegaba al examen como si hubiera corrido un maratón.  O peor. Totalmente desfondada. Y luego me extrañaba de que, a menudo, la liaba parda durante la prueba. Normal, si estaba que no podía con mi alma...

Total, que a lo que viene todo este rollo estudiantil es a que, ahora mismo, estoy igual de desfondada (o peor) que el día de un examen cualquiera. Los tres años de la SuperMovida me han dejado para el arrastre porque han sido un sufrimiento continuo. No entendía nada y no tenía todo el tiempo necesario para aclararme con las cosas porque estudiar y trabajar a la vez es un suplicio infernal cuando los días tienen sólo 24 horas. Así que no comía, no dormía, no salía, no iba al cine, no leía, no ligaba y básicamente no hacía nada que no fuera estudiar, trabajar y pasar unos agobios mortales. Y así he acabado, que no puedo con mi alma.

El caso es que para rematar la SuperMovida hay que hacer un Movidón. No tengo ni idea de como hacerlo, pero con calma, serenidad y echándome un novio experto en supermovidas varias que me ayude, la cosa no tendría por qué tener mayor complicación. El problema es que estoy desfondada y no me queda ni un gramo de fuerza de voluntad para ponerme a ello. Ha pasado un mes desde que comenzó el plazo y no he escrito ni una letra. Ni he levantado el boli, de hecho. Y lo que es peor no tengo ni mijiiiiiiiiiiiita de ganas de empezar. Porque estoy desfondada.

 NO-PUEDO-MÁS.

jueves, 7 de abril de 2016

Refraneando

Hay veces que te temes que te van a tangar. Todo apunta a que lo que te ofrecen podría ser un timo, así que vas con pies de plomo. No te fías ni de tu sombra. No das un duro por nadie. Y dudas. Dudas de todo. Dudas de todos. Dudas a más no poder. Hasta que llega un momento que empiezas a dudar de tu propia duda.

¿Y si te equivocas? Ya ha pasado mucho tiempo y todavía no ha saltado la liebre. A lo mejor las apariencias engañan. Quizás, por una vez, no se cumpla eso de piensa mal y acertarás. Puede que seas la excepción que confirma la regla. Porque no hay que olvidar que cada uno cuenta la feria según le va en ella y a lo mejor no es el león tan fiero como algunos te lo habían pintado. Y claro, como cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo, decides que quien no arriesga no gana y que pa'lante como los de Alicante. Y así pasa lo que pasa.

Que el refranero es muy sabio y siempre termina llevándose la razón. Y al final no era oro todo lo que relucía. Y si el río sonaba, era porque llevaba agua. Y ya te pueden contar todos los bla bla bla bla que quieran, que lo único cierto es que obras son amores y no buenas razones, porque las palabras se las lleva el viento. Así que si al final hay mucho lirili y poco lerele es porque te han vuelto a dar duros por pesetas. Oooooooooooootra vez.

Y es que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

jueves, 31 de marzo de 2016

El post-it de la verdad

A estas alturas del partido no voy a decir que soy Santa Speedy de Calcuta, porque bueno, ya somos todos mayorcitos y aquí cada uno tenemos lo nuestro, eso está claro. Pero lo que sí que es cierto es que intento ir por la vida causando el menor daño posible y aplicando aquello de "no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti". No sé, es que me parece lo mínimo, ¿no?

Esto no me supondría mayor problema si no fuera porque la sección de mi cerebro dedicada a la Adaptación a la Cruda Realidad (ACR) no me carrula bien y me creo que todo el mundo va a poner en práctica el mismo lema. Y ayyyyyyyyyyy, amigos, nada más lejos de la realidad. Aquí cada uno va a su bola y dice, hace o dejar de hacer lo que más le conviene sin que le importe un mojón si eso afecta a los demás o no. A la gente, en general, se la chufla el resto de los mortales. Esto es así y es así.

Años de tristes experiencias y amargas decepciones han conseguido que esto lo tenga perfectamente claro en la teoría, pero no tanto en la práctica. Los desperfectos en la sección ACR de mi cerebro me causan amnesia selectiva que se manifiesta en el tú a tú con los demás. No sólo parto de la base de que las personas vienen, como yo, con buenas intenciones, sino que espero que me den lo que yo doy. Craso error.

Es un error creer que la gente va a decir la verdad sólo porque yo estoy siendo sincera.
Es un error pensar que alguien me dedica determinadas palabras a mi en exclusiva. Copiar y pegar es la función más usada de whatsapp. No hay que ser muy listo para sacar conclusiones.
Es un error dar por supuesto que quien sea va a dedicar tiempo y energía a pensar mi regalo de cumple sólo porque yo lo hice con el suyo.
Es un error suponer que interesarte por las cosas de los demás va a implicar que ellos se interesen por las tuyas.
Es un error priorizar a alguien y creer que, por las mismas, esa persona te priorizará a ti.

Es un error.

La gente va a su bola, siempre se me olvida.

A ver si me hago un post-it y me lo pego en la frente.

lunes, 28 de marzo de 2016

Los superpoderes de las macizorras

Vale, pues vamos a hablar de tías buenas. Y antes de que se emocione mi escasa audiencia masculina y algún navegante despistado de Internet que haya parado aquí por casualidad ya aclaro que esta entrada no va de lo que os estáis imaginando. Va de los superpoderes de las macizorras. Y de como los usan. O más bien de como los mal emplean. Algunas de ellas, no todas, claro.

Porque a ver, yo no seré precisamente Miss España pero de poderes extraordinarios sé un poquito. Y como bien decía mi compi Spiderman, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Usarlos a lo loco y sin pararse a pensar ni un segundo en las consecuencias siempre (y cuando digo siempre quiero decir SIEMPRE) trae problemas. Para el que los utiliza, para los demás o para todos.

Ya sé, ya sé, no se está entendiendo nada. A ver si con un ejemplo consigo explicarme.

¿Habéis visto ese capítulo de The Big Bang Theory en el que se muda al piso de arriba una tía buena, los protas se desviven por ayudarla sólo porque es guapa y ella se aprovecha?  Os pongo un trocito del episodio para que os hagáis una idea.



Por circunstancias de la vida últimamente he tenido que ver como se producía una situación muy parecida a esta pero en mi vida en 3D y me he quedado flipadísima. Porque vale, todo el mundo sabe que el físico es importante. Ser atractiva facilita la vida, eso es evidente. Ayuda a ligar, a hacer amigos e incluso a conseguir trabajo, Ahorra tiempo porque siempre hay algún "caballero" que te cuela en la fila del supermercado y esfuerzo, porque las posibilidades de que alguien se ofrezca a llevarte la maleta aumentan en proporción directa a la belleza de la damisela en apuros. Para las macizorras este es su día a día y entiendo que se aprovechen. ¿Vas a tener todo ese poder ahí y no lo vas a utilizar? Sería de tontos. Lo que no entiendo es que no fijen unos límites.

Me voy a  explicar... Lo del supermercado, lo de la maleta, aceptar ayuda de tíos que te la ofrecen sólo para aumentar sus posibilidades de llegar hasta tu cama no tiene la mayor importancia. Lo malo es hacerlo con conocidos, con amigos, con pobres incautos de tu día a día que seguramente han confundido deseo con sentimientos y se creen que eres el amor de su vida sólo porque estás buena. Tú puedes hacerte la tonta y fingir que no lo sabes porque es muy cómodo no darse cuenta. Puedes argumentar que aquí todos somos mayorcitos y que ellos lo hacen porque quieren, lo cual es verdad. Y lo que también es verdad es que está mal. Que te estás aprovechando. Y que eres una perraca del infierno a la que sólo le importa ella misma.

Macizorras del mundo, un gran poder conlleva una gran responsabilidad... Un   poquito de por favor.

((Post post: Antes de que todo el mundo se indigne y me llame machista por hablar de macizorras, aclaro que he hablado sólo de chicas porque es lo que he vivido. He visto a tío manipuladores que se aprovechan de las pobres incautas que se han quedado enganchadas de ellos (lo cual es igual de grave o peor) pero eso es un tema distinto que da para otra entrada. Se utilizan otras armas, no tanto el físico, quizá porque las mujeres reaccionamos de otra manera. Vamos, que es igual de malo pero en otra categoría, por eso no lo he metido aquí, para no mezclar))

lunes, 21 de marzo de 2016

Aquí otra vez

Después de tres meses sin decir ni pío lo normal sería empezar dando explicaciones, pero es un aburrimiento que pa'qué y en realidad mi ausencia se resume rápido: la Supermovida casi acaba conmigo. Y por suerte la palabra clave es "casi". Al final,  prácticamente de milagro, la que ha acabado con la Supermovida soy yo porque este infierno estudiantil por  fin ¡¡¡POR FINNNNN!!! ha terminado. Bueno, le falta una pizquitilla pero casi casi se puede dar por finiquitada. Y yo sólo tengo una cosa que decir ¡¡¡¡ALELUYA!!!!

Ha sido un horror. Un suplicio. Un sufrimiento. Una condena. Una tortura. Un martirio. Me ha colapsado la vida. No me ha dejado dormir, ni comer, ni salir, ni ligar, ni ver la tele, ni ir al cine, ni estar con mi familia, ni leer. No me ha dejado escribir. Y lo que es peor, casi me hace olvidar lo que sentía escribiendo. Lo cual es ya la repanocha montada en bicicleta.

Hoy descubro con asombro que hace tres meses que no abría este blog y que ni me había dado cuenta. Que casi no recordaba en qué parte del escritorio de blogger está la lista de lectura y en cual la edición de entradas. Que tenía aquí textos medio acabados que no recuerdo ni remotamente haber empezado a redactar. Pero vamos, ni de lejos.

Escribir soy yo. Las palabras son lo más mío que tengo, lo que me ha acompañado siempre, lo que en todos los momentos de mi vida ha sido parte de lo bueno y de lo malo. La Supermovida me ha colapsado a tal nivel que ha conseguido arrancarme un trozo de mi, uno importante. Y estaba tan metida en mi propia tortura que casi ni me doy cuenta.

Pero se acabó.

He vuelto.

 Ahora sí