jueves, 27 de junio de 2019

Suyas son las conclusiones

En la lotería genética te tocó el premio gordo de las habilidades sociales. Qué morrudo, que dirían los speedysobris más peques. Como quien es alto o tiene las pestañas largas y los ojos azules, eso te ha venido de fábrica. Casi siempre aciertas en lo que dices y en como lo dices para que el que te escucha se sienta bien, reconocido, aceptado y lo más gordo es que no creo ni que te des cuenta, lo haces por instinto. Que puede que con los años y la experiencia lo hayas potenciado, pero que se nota que es lo que te brota natural. Qué morrudo, de verdad...

Y digo habilidades sociales porque no es sólo que seas amable. Lo eres cuando hace falta, claro, pero muchas veces empleas otros recursos. Usas coñas que requieren cierta carga crítica y que, sin embargo, consiguen la complicidad de tu interlocutor. Sabes cuando preguntar y (más complicado aún) cuando NO preguntar, porque es mejor dejar al otro un poco a su aire. Tienes claro cuando insistir y cuando pasar del tema.

Todo lo haces con un tono agradable, cuidadoso. Por eso me sorprendí tanto cuando te oí hablarle distinto a esa mujer. No te dirigiste mal a ella, ni muchísimo menos, pero sonaste como más tajante, levemente más áspero que con los demás. ¿A qué me recuerda a mi esa forma de hablar?, pensé. Y luego caí: Ah, claro, al SpeedyHogar.

En mi familia nos hablamos así. No mal, ¿eh? Para nada. Es más como llevar al límite eso de que donde hay confianza da asco. Parece que con los de fuera de casa hacemos un poco más de esfuerzo, recubrimos todo con una capita extra de afabilidad, de gentileza. Eso es cansado y de puertas adentro nos lo ahorramos, por eso sonamos "distinto", no peor. De hecho, en el SpeedyHogar hay cachondeo porque a algunos se nos nota incluso al coger el teléfono sin identificador de llamadas. Hasta que nos enteramos de quién es, nos sale una voz. En cuanto sabemos que el que está al otro lado del aparato es de confianza, nuestro tono cambia. Es completamente involuntario y no lo podemos evitar

Total, que a esa mujer le hablaste así, a mi me recordó al SpeedyHogar y después resultó que, efectivamente, aquella señora era tu madre. Elemental, querido Watson. Y el otro día...

¡¡PERO NO TE COJAS ESE BUS, CÓGETE ESTE OTRO QUE TE VIENE MEJOR!!

No sé quién se sorprendió más, si yo o tú de escucharte a ti mismo hablándome así. Corregiste al instante, claro, pero ya era tarde, ya lo había oído. Ese tono, el del SpeedyHogar, el de confianza máxima, se te había escapado. Conmigo.

Y yo sólo te digo lo que te diría Ana Pastor:

Estos son los datos, suyas son las conclusiones.

lunes, 24 de junio de 2019

CarcaLlantos

¿Sabéis eso de que del amor al odio no hay más que un paso? Pues de la risa al llanto ni medio. Y en mi caso en concreto ni un cuarto porque las carcajadas son mi reacción a algunas situaciones en las que te esperarías de todo menos risas. Me pasa en situaciones de estrés y últimamente en mi vida en general, en la que empieza a hacerse necesario acuñar un término nuevo: el carcallanto.

Ya entraremos en el detalle en otra entrada, pero para que os vayáis familiarizando con el concepto os pondré un ejemplo. El otro día tenía mogollón de ganas de llorar. Pero UN MONTÓN. Por suerte, la sabia mano de la vida me condujo a mi muro de twitter, donde encontré unas cuantas joyas retuiteadas que me ayudaron a no hundirme demasiado en las arenas movedizas de la melancolía. O sea, que aunque el hilo conductor era la pena suprema, iba leyendo gracias para desdramatizar el dolor que me provocaban carcajadas. Carcajadas rematadas con lágrimas, bien es cierto, porque bueno, se me habían acumulado tantas tantas ganas de llorar que eso por algún lado tenía que salir. Pero después leía otro tuit, paraba la espiral tristona y la cosa no pasaba a mayores.

Ya lo sé, no se entiende nada. Ahora lo vais a entender.

Porque estaba pensando en el atasco vital que llevo encima desde ni se sabe y decidí que la próxima vez que alguien me preguntara "¿qué tal?" iba a responder.




Y si se interesaba por la razón y me pedía que le explicara qué cambiaría, mi contestación sería:



Porque bueno, no se puede decir que algunas de las técnicas vitales que aplicaba hasta ahora fueran de alta efectividad. Aquí un ejemplo claro.


Pero es que para las nuevas técnicas que se quieren introducir, no han implementado los sistemas de seguridad adecuados. Faltan cascos, coderas, espinilleras y prendas protectoras en general a porrillo.




Así que la próxima vez que alguien me venga a abrasar con sus padecimientos de que "mira tú, qué vida más dura, que tal, que Pascual" y que se raja, le contestaré que apechugue, que aquí cada uno tenemos lo nuestro.



Y que, efectivamente, no está el horno para bollos ni para momentos happy flowers.


Y si no, lo que os digo, una buena ración de carcallantos y se te va la tontería. Para ir tirando palante, al menos.

miércoles, 19 de junio de 2019

El club de los gráficos vectoriales

Los gráficos vectoriales se pueden ampliar todo lo que se quiera sin que se pixelen, aunque su tamaño original sea muy reducido. Os podría dar la explicación técnica de como se logra esto pero para qué os voy a liar la cabeza si os lo puedo resumir diciendo que la imagen se agranda "inventándose lo que falta" a partir de lo que hay. Es decir, no estira algo pequeño para hacerlo grande, sino que crea más material replicando exactamente lo poco que conoce, suponiendo que lo nuevo debe seguir el modelo, la estructura de lo ya existente.

Yo no soy un gráfico vectorial pero hago lo mismo con los chicos que me gustan. Coincido con ellos en un ámbito concreto (a menudo muy reducido) donde veo respuestas, reacciones y actitudes suyas que me molan. Los conozco sólo en ese ambiente, en esa parte de su vida, pero no puedo evitar inventarme todo lo demás. Extrapolo lo que veo y hago suposiciones (¡oh, sorpresa! siempre positivas) de cómo serán en otras facetas. Seguro que le encantan los perros, fijo que le molaría viajar a Nueva York, no hay duda de que le apetecerá ir al sitio ese nuevo de sushi que acaban de abrir...

Los llamo suposiciones, pero perfectamente los podría llamar invents porque no tienen ninguna base real. Incluso aceptando la premisa de que tengo buen olfato y que si me ha parecido en los ratos que hemos coincidido que Maromazo de Turno es guay, a lo mejor es guay a jornada completa, no tiene por qué ser guay de la manera en que yo lo imagino. Hay muchas formas de ser guay. Puede ser guay y que no le gusten los perros, por ejemplo. Puede preferir viajar a Australia antes que a Nueva York y seguir siendo guay. Veis por donde voy, ¿no?

Yo me monto películas, no lo puedo evitar. Visualizo a Maromazo de Turno en situaciones de mi día a día en los que no está realmente y le adjudico comportamientos. Lo hago tan a menudo que me acostumbro, me llego a creer que de verdad el chaval es así. Me olvido de que me lo he inventado y cuando coincidimos en esa situación en la vida real y él actúa de otra manera me sorprendo un montón. Ni para bien ni para mal, simplemente me quedo asombrada porque no me lo espero y se me nota a tope. Y claro, Maromazo de Turno se extraña mucho de mi gran sorpresa. Normal.

Pensé en esto el otro día porque a alguien que me ve frecuentemente (pero en un ámbito muy reducido de mi vida diaria) le extrañó muchísimo que yo dijera "tronco".Me resulta curioso porque es una palabra que uso un montón, se me pegó cuando vivía en Capilandia y ya no he podido quitármela. Se lo llamo a los speedysobris en plan cachondeo, a mis amigos de fiesta e incluso, si tengo un mal día, a algún listillo que se me quiere colar en alguna fila. No doy el perfil ni tengo el aspecto del estereotipo de la tribu urbana con el que se relaciona ese término, pero el que me conoce sabe que no es nada raro oírmelo decir. Por eso, cuando esa persona se sorprendió tanto, pensé: Mira, otro para el club de los gráficos vectoriales, ya somos un millón.

viernes, 14 de junio de 2019

La isla mínima

A mi me va mal. Esto es una realidad objetiva, se ponga SpeedyMum como se ponga. Que podría irme peor es otra verdad como un templo, desde luego. Podría haberme quedado en el sitio o lisiada para siempre cuando me dio el Jamacuco Supremo (JS) y aquí estoy, casi al 100%. Podría haber nacido en un país de África y caminar 10 kilómetros cada día para conseguir agua potable y en mi superguarida los grifos funcionan de fábula. De hecho, tengo una superguarida en la que vivir a mis anchas, todo un lujo asiático en estos tiempos, no nos vamos a engañar. Podrían haber abusado de mí de pequeña, o haber sufrido un accidente que me dejara paralítica o padecer alguna patología mental que me impidiera vivir plenamente y nada de eso ha ocurrido, así que sí, tengo suerte, soy muy consciente.

Aún así, me va mal. Esto es así y es así. Y podría emplear el mismo argumento de la comparación (pero esta vez con mi entorno cercano más normalizado) para poner ejemplos, pero no me voy ni a molestar porque sois lectores inteligentes y ya me entendéis. Me va mal en términos generales. Si entramos en el detalle a todos nos va mal, claro, porque cada uno tiene sus propias batallas y luchas, de eso nadie se libra. La diferencia es que, en mi caso, es una cosa de conjunto. Las grandes cuestiones vitales, las que la mayoría usamos de base para hacer pivotar el resto sobre ellas, no chutan. No tiran ni pa'lante ni pa'atrás.  Lo que confiere al TODO un tufillo a atasco monumental de padre y muy señor mío.

No os confundáis. Aunque parezca lo contrario, ahora mismo esto me la chufla. Me preocupaba más antes, pero entre que ya son muchos años y he ido haciendo callo y que el JS me ha traído la útil revelación de que en cualquier momento puedes cascar el peine y no merece la pena amargarse por casi nada, pues la verdad es que ahora este tema lo llevo bastante bien. O sea, soy consciente, pero me la repampinfla.

Y vosotros os preguntaréis, ¿entonces por qué das la brasa con esto, tronca? Y yo os respondo: porque me acabo de dar cuenta de algo. Y es que, como me iba mal, yo me dedicaba exclusivamente a buscar maneras de darle la vuelta al tema. Con poca serenidad, he de reconocer. Eso me convirtió en una loca que corría de un lado a otro  haciendo todo aquello que pensaba (sin un criterio muy contrastado, además) que me acercaba a una solución. Como no funcionaba, aún lo intentaba con más ahínco y menos tranquilidad y reflexión. No miraba a mi alrededor, no me paraba a pensar, no evaluaba los resultados con respecto al esfuerzo invertido y, desde luego, no disfrutaba. Es más, odiaba la mayoría de lo que hacía. Pero daba igual, yo había desaparecido, el objetivo era enderezar aquello costara lo que costara, y yo, lo que quería, lo que me apetecía, lo que me gustaba, no era ni un factor a tener en cuenta. Mi espacio era cada vez más pequeñito, una isla microscópica, mínima, rodeada de un mar de "debería", "me conviene", "sería útil", "es la opción más responsable", "es un sacrificio necesario", "es lo más inteligente"

Esta era yo asediada por el mar de "deberías" y es una isla tan pequeña que no cabía ni la palmera esa.
La mía sí que era una isla mínima


¡Ojo cuidao! Que soy una luchadora. A mi estos esfuerzos titánicos me parecen requetebién y soy muy fan para conseguir un objetivo concreto: un sprint antes de un examen, ese plan loco en post de ese proyecto vital loco y cuando falla ese plan más loco aún... O sea, esas cosas sí, claro. Pero cuando el tema se alarga, qué te diga yo, TODA LA VIDA, igual es momento de parar y plantearse otras opciones, como reconocer que, bueno, chico, es lo que hay, a mi me va mal. Igual tampoco merece la pena matarse para intentar darle la vuelta. Sobre todo porque igual mañana la cosa cambia.

Y es que esa es otra. Si yo ahora hago lo que me sale del unicornio, el karma más. Así que, si al karma le da la gana, a lo mejor mañana me toca la lotería vital. Nunca se sabe.

lunes, 10 de junio de 2019

Bloguera-escritora desorientada busca lectores que le echen un cable

¡¡Hoola!!

Apelo a vuestra sabiduría y experiencia como avezados lectores y escritores. Me he inventado estos dos textos a partir de 3 palabras obligatorias y ya varias personas me dicen que no se entienden los finales. Como está tan claro en mi cabeza, no termino de ver lo que no se entiende y sobre todo no sé como arreglarlo. ¿Me ayudáis?

TEXTO 1.-

-¡HE DICHO QUE NO!!, gritó enfurecido, golpeando brutalmente el fondo marino con su tridente.

Eso habrá provocado como mínimo un tsunami en alguna isla del Pacífico. Tendría que habérselo dicho después del primer café de la mañana, que ya está de mejor humor. Los habitantes de las islas del Pacífico me lo habrían agradecido.
-A ver, papá, no te pongas así, ni siquiera abandono el sector del negocio familiar. Los canales de Venecia también son agua.
-Que me da igual. Antes dejo que Zeus me pegue una paliza que ver a mi propio hijo trabajando en una góndola. ¡Con esas camisetas a rayas tan ridículas! No me lo quiero ni imaginar...
-Bueno, no te estaba pidiendo permiso, te estaba informando. Ya tengo edad para tomar mis propias decisiones.
-Harás lo que yo diga mientras vivas bajo mi techo... o en el fondo de mis mares, más bien.
-¿Nos lo jugamos? El que gane, decide. Elige tú el juego.

(......)

Mientras remaba para guiar a aquella dulce pareja a través del atardecer de Venecia, pensé:

-Tendrías que haber protegido al rey con el alfil, Neptuno, y no te habría hecho jaque. Pareces nuevo. Y eso que fuiste tú el que me enseñó es técnica....

TEXTO 2.-

Corría con todas sus fuerzas. Le quemaba el pecho, le ardían las piernas, pero no podía parar. Si ÉL la atrapaba sería el fin. Le había visto la cara, pagara o no su familia el rescate, ÉL no la dejaría vivir. Corría por si vida, pero estaba al límite de su resistencia. No podía aguantar más. Entonces reparó en la góndola. ÉL no la vería escondida bajo sus bancos, pero ¿Cómo iba explicarle todo al gondolero para que la dejara subir, si no hablaba su idioma? Con la desesperación más absoluta reflejada en su rostro, le suplicó:
-Ayúdame, por favor.
El gondolero la miró sereno, como si supiera todo lo que le estaba ocurriendo y le contestó.
-Sube, tranquila, estás a salvo
ÉL pasó de largo.

(…)

-Jaque mate. ¡¡Ayyy, ese alfil, que se te ha despistado!!, le dije con una sonrisa irónica.

Derribó sus piezas sobre el tablero en señal de derrota y se levantó con lentitud, con el rabo retorcido apoyándose pesadamente en su tridente. Ya desde el umbral, me miró y arrastrando las palabras contestó.
-El bien y el mal tienen que estar en equilibro. La vida funciona así. Tú deberías saberlo mejor que nadie, porque tú lo creaste todo. Has ganado esta batalla, pero no has ganado la guerra. Quien ríe el último...
Se me heló la sonrisa en la cara..

miércoles, 5 de junio de 2019

Surrealismo, copas y el escotazo de Schrödinger

Que estoy desentrenada en salir de fiesta porque todos mis amigos ahora tienen bebés y el ocio en horario nocturno se ha convertido en misión imposible es verdad. Y lo que también es verdad es que la cena del otro día alcanzó unas cotas de surrealismo que no se las salta un gitano, no habría podido hacer frente a esa cantidad de surrealismo extremo ni con todo el entrenamiento del mundo. Eso es así y es así.

Bien es cierto que algo me olía ya antes de ir, porque con determinados condicionantes previos es muy difícil que se generen situaciones ni medio normales. Y uno de estos condicionantes es, sin duda, el tipo de asistentes.

Porque si sales con amigos, ya sabes de qué palo ir. Si quedas con compañeros de trabajo a los que luego tienes que verles la cara en un entorno laboral, la cosa cambia. Si te juntas con familiares o vecinos qué te voy a contar. Pero, ¿qué haces con un batiburrillo de todo?

En la cena del otro día había conocidos, jefes antiguos, jefes recientes que (quién sabe, la vida da muchas vueltas) podrían volver a ser tus jefes en el futuro, maromazos, maromazos con posibilidades y maromazos con muchísimas posibilidades y una estupenda novia a los que quieres dejar claro que si un día, voluntariamente y sin ninguna injerencia por tu parte, deciden cambiar de novia, tú te has inscrito la primera en la lista de espera.

Y con ese panorama estás en casa con la puerta del armario abierta y no sabes ni qué ponerte. Pensando en algunos de los asistentes llevarías un escotazo favorecedor que evidenciara tu potencial como candidata a futura novia. Teniendo en cuenta a otros de los convocados optarías por un look menos arriesgado que no minara la imagen de trabajadora seria y responsable que tanto te ha costado forjarte. Tremendo dilema.

Por suerte, en una de esas maravillosas carambolas que tiene la vida, el otro día saliste de compras y encontraste un camiseta preciosa con el escote de Schrödinger, que es a la vez atrevido y recatado. Con el lazo deshecho y desde un angulo superior que suelen tener los maromazos de cierta altura, se pueden intuir tus encantos. Desde el mismo plano y con todo bien atado, no hay peligro de parecer excesiva. Nunca te has alegrado más de haber tenido un arrebato consumista y eliges ese look para una velada de la que no sabes qué esperar. Bueno, la verdad es que esperas surrealismo a raudales y lo cierto es que la cena no defrauda. Porque durante la noche se oyen cosas como estas:

-¿Dónde estáis que no os veo?
-De camino.
-Vale, le he preguntado a Organizadora y me ha dicho que Menganito está ya en el bar, voy para allá.
-Pero si Organizadora me acaba de decir que tú ya estás en el bar con Menganito.
-¿Yo? No, yo estoy llegando.
-¿Y con quién está Menganito entonces?
-A saber...

-A ver, por favor, desplazaos todos un asiento hacia la derecha. Sí, desplazaos los 12. Es que va a llegar tarde Jefa Intermedia y si le dejamos en las esquina va a creer que nadie quiere hablar con ella. Que es verdad que nadie quiere y que esto hace 2 minutos parecía el juego de las sillas para evitar sentarse a su lado, pero que mejor que no se de cuenta, ¿no?

-Tú vas mucho últimamente al gimnasio, ¿no?
-¡Sí! ¡Te has fijado, que ilusión!
-Sí, me he dado cuenta de que tienes unos biceps que si me das un bofetón me arrancas la cabeza.
-Vaya, muchas gracias, tú sí que sabes halagar a una chica.

-¿Quién quiere otra copa?
-Te voy a decir quien no quiere: tú. Mañana trabajas en mi turno y me niego a ser la única con el cerebro operativo.
-¿Me has cambiado el turno? No lo sabía...
-Ah, ¿no? Pues se me habrá olvidado mandarte el correo, pero vamos, ya te lo estoy diciendo ahora.
-Bueno es saberlo.

Seguiría, pero ya os hacéis una idea, ¿no? Surrealismo a punta pala.