jueves, 27 de octubre de 2011

Culpas

Dicen que si mantienes la calma cuando todo va mal es que ya has encontrado a quien echarle la culpa. Puede que eso sea una exageración, pero sí es cierto que hay formas muy distintas de adjudicar las responsabilidades cuando empiezan a acumularse una serie de desastres (o minidesastres) sucesivos. Hay personas que buscan siempre fuera las causas de sus problemas y otras que casi siempre sospechan que tienen que ver con ellos mismos. Y como me he explicado de pena y en este párrafo no se entiende nada, voy a poner un ejemplo, que seguro que acabamos antes.

Lo que os quiero contar se ve muy claro en las reuniones evaluatorias que hacemos los superhéroes después de perder una batalla. Cuando nos ganan los supervillanos (porque siento deciros que alguna vez, muy de vez en cuando, perdemos) nos reunimos para averiguar qué ha salido mal y evitar ese fallo en el futuro. Aquí no se trata de echar broncas ni de despedir a nadie, porque esto de salvar al Mundo se hace por la cara y ni cotizamos en la seguridad social ni estamos en nómina, ni nada de nada. Así que lo que se pretende en estos encuentros es saber de verdad qué se ha hecho mal para mejorarlo. Y en este punto hay dos posturas bien diferenciadas.

Por un lado están los llorones como Superman, que siempre encuentran un factor externo en los fallos. Que si su aliento helador no llegó a congelar al villano de turno porque la atmósfera estaba más seca de lo normal, que si sus fuerzas estaban menos potenciadas que de costumbre porque el Sol estaba en no sé qué ángulo respecto a la Tierra, que si el abuelo fuma, que si bicicletas de madera... siempre ha pasado algo, oye. Y que yo no digo que no lleven parte de razón, que hay un montón de factores en un combate que no se pueden controlar. Lo que dudo es que las derrotas sean resultado SOLO de esos factores.

El otro bando de las reuniones está capitaneado por La Masa, que allí donde lo veis con ese calor verde tan raruno y esa cara de bruto que tiene el pobre, es uno de los superhéroes más razonables que he conocido. Él es mucho más de sentarse con calma ante un buen tazón de chocolate caliente y repasar paso por paso el combate a ver donde la hemos pifiado. No en plan "vamos a fustigarnos por la panda de inútiles que estamos hechos", sino más bien para saber qué no hay que hacer y qué se puede mejorar para la próxima.

Y con esto no quiero decir, ni mucho menos, que haya que ir por la vida pensando que absolutamente todo lo que sale mal es culpa de uno. La cosas malas ocurren, sin más, y la mayoría de las veces nos pillan en medio sin comerlo ni beberlo. No lo podemos controlar. Pero a partir de ahí todo depende de nosotros: qué hacemos para minimizar los daños, qué plan nos sacamos de la manga para dar la vuelta a la situación, como nos protegemos para que eso mismo no nos vuelva a pillar fuera de juego... lo que viene siendo la capacidad de respuesta, vaya.

Que vale, es verdad, cuando ocurren faenones de tamaño XXL lo de la capacidad de respuesta sirve de más bien poco. Pero siempre que encuentre algo que he hecho mal, es algo que puedo mejorar para la próxima vez. Es algo, aunque sea mínimo, que puedo controlar. Y prefiero pensar eso que creer que mi futuro depende de cosas totalmente incontrolables como la humedad de la atmósfera o el ángulo en el que se encuentre el Sol respecto a la Tierra. Que si a Superman le vale para quedarse tranquilo me parece perfecto. Pero a mí no.

martes, 25 de octubre de 2011

De compras

Vas de camino al trabajo y ves en un escaparate un abrigo que te encanta. No salías con intención de comprarte nada, pero la verdad que el chaquetón mola y no puedes resistir la tentación de ponértelo a ver como te queda. Como suele pasar, cuando te lo pruebas nada es igual que en la percha. Tiene las mangas demasiado largas y la faltan un par de bolsillos delante para meter las manos. Además, te da la sensación que el tejido te va a picar un poco en el cuerpo si lo llevas mucho... y te entran dudas.

Y allí estás, en el probador, haciendo cuentas. Porque, la verdad, el abrigo es cómodo, caliente y te queda bien, cosa que no te pasaba con un chaquetón desde hace años. Pero este mes vas justa de pasta, y ya no te caben más cosas en tu armario y el color no combina muy bien con el resto de tu ropa...

Total, que estás terminando de sopesar los pros y contras cuando te das cuenta de que el chaquetón ya no está. Ha desaparecido, de repente. En un segundo. Preguntas a todos los de la tienda y nadie sabe qué ha pasado: ni lo ha comprado otra persona, ni lo han cambiado se sitio, ni lo han recogido... simplemente se ha volatilizado.

Primero te quedas perpleja y no paras de darle vueltas para entender qué leches ha pasado. Después te cabreas porque hayan hecho desaparecer el abrigo así, de repente, sin avisar. A ver, que todavía te lo estabas probando, un respeto... Y al final llega la reacción más absurda: no puedes parar de pensar en lo cómodo y caliente que era el chaquetón desaparecido. Y en lo bien que te iba a quedar con tus botas marrones y en todas las cosas divertidas que podrías haber hecho yendo tan abrigada.

Es una reacción absurda porque, perdida en esos pensamientos, no se te ocurren cosas perfectamente lógicas como que es posible que el abrigo no fuera tan bueno como te pareció en el probador. Que puede que enseguida le hubieran salido bolas, o que se te manchara de café el mismo día que lo estrenabas. En ese bucle de absurdez en el que has entrado, tampoco te acuerdas de lo mucho que picaba el chaquetón, de lo largas que te quedaban las mangas y de los pocos bolsillos que tenía.

Así que decides sacar alguna enseñanza del Misterioso Caso del Abrigo desaparecido y pegas un cartel en la puerta de la nevera que pone: "La próxima vez que vayas de compras, deja la memoria selectiva en casa"

Pues eso

viernes, 21 de octubre de 2011

No es lo mismo

Creo firmemente que las excusas están para darlas y para aceptarlas. La vida sería muy dura si todos dijéramos siempre todo lo que nos pasa por la cabeza. Si no te apetece asistir a la típica cena de compromiso, dices que tienes trabajo, si prefieres morirte antes que hacer un plan con los compañeros de curro en fin de semana, dices que tienes una boda y si de lo que tienes cero de gana es de ir a esa boda, aseguras (con tiempo suficiente, claro, que no es cuestión de hacer faenas) que tienes que quedarte cuidando a un familiar. Es así, todos los hacemos, mentimos como bellacos. Son mentirijillas piadosas para evitar momentos incómodos totalmente innecesarios. Y son inofensivas.


Ahora bien, hay que tener criterio para saber cuando viene bien soltar una pequeña trola que no va a ningún lado y cuándo es vital decir la verdad. Y hace falta tener ojo clínico porque a veces las situaciones son casi idénticas, pero lo que conviene en cada una es bien distinto.

Por ejemplo, si una amiga tuya que está baja de ánimos se hace un cambio de imagen radical y no te convecen mucho los resultados, no se lo digas. ¿Para qué? Ya se ha cortado el pelo, o teñido o tirado toda su ropa, así que ya es tarde para solucionarlo. Ser sincera sólo servirá para bajarle una autoestima que probablemente ya tiene a la altura de los tobillos. Sin embargo, si esa misma amiga te dice dos meses después que piensa cometer de nuevo tamaño estropicio capilar, di la verdad. Tu obligación es protegerla de sus decisiones, que son un peligro para sí misma y para los demás. Y si flipa con tus cambios de opinión... pues que flipe.

El terreno de las habilidades y aficiones son también arenas movedizas. Si a tu hermano le encanta tocar la guitarra y va el hombre haciendo sus cosillas con el grupo que se acaba de montar (y al que seguramente no le van a dar un Grammy mañana) tu obligación es convertirte en su fan número uno y gritar como la que más en sus conciertos. ¿Para qué le vas a quitar la ilusión, con lo mucho que liga el pobrecillo desde que ha aprendido a explotar su papel de músico atormentado? Ahora bien, si lo que quiere tu hermanito es dejar su trabajo y gastarse todos sus ahorros en grabar un disco que le servirá para forrar su habitación 100 veces con las copias que no va a vender... es el momento de coger el toro por los cuernos y decirle la verdad sobre su falta de oído. Aunque duela.

Tampoco es fácil acertar en las conversaciones-ruptura, las que ponen fin a una relación sentimental, ya sea de años o que ha durado cinco minutos (en cuestiones del corazón, la duración no siempre está directamente relacionada con el dolor que se genera). En estas horribles charlas yo recomendaría siempre la máxima sinceridad posible combinada con el mayor nivel de tacto que se pueda conseguir.

Decirle a alguien que no le quieres lo suficiente como para pasar toda la vida con él/ella siempre va a ser una leche descomunal. Por eso no está de más suavizarla con palabras cariñosas y destacando virtudes y buenos momentos. Pero ¡OJO! que no se te vaya la mano, que el que tienes enfrente se va a agarrar a un clavo ardiendo para hacerse ilusiones de que tu NO no es definitivo. Hay que ser claro, pero no brutal. Y se puede conseguir, que yo tengo varios amigos/as (no muchos, es cierto) que lo consiguen. Siempre les digo que pongan una academia, que a más de uno no le vendrían mal unas clasecitas para aprender el truco...

Y es que compañeros, como decía el famoso anuncio, no es lo mismo conducir, que conducir. No es lo mismo.

lunes, 17 de octubre de 2011

Primeras veces que van a dejar de serlo

A ciertas edades ya hay pocas cosas que puedas hacer por primera vez. A mí todavía me quedan unas cuantas por delante, en parte porque durante un tiempo fui un poco pava y en parte porque a veces la vida hay que cogerla como viene y no te da mucha opción a elegir. Aún así, como casi todos, la mayoría de mis acciones habituales y diarias no son nuevas. Pero queridos lectores esto... se ha acabado. He decidido sacar mi lista de tareas pendientes y empezar a tachar las típicas cosas que apuntaste en su día que querías hacer y que nunca llegaste a cumplir. Bueno, y de paso estoy improvisando lo que veo por el camino. Y estos son los resultados.

1.-Soy morena, por primera vez en mi vida, ya os lo he contado. Por si a alguno le pica la curiosidad, el cambio de look aún no ha tenido ningún efecto milagroso, pero bueno, es pronto... yo no pierdo la esperanza. Además, he pensado que si al final da resultado, voy a patentar la fórmula y así mato dos pájaros de un tiro: me convierto en una suertuda reina absoluta de las buenas épocas y además me gano algunos milloncejos, que nunca está de más, ¿no?

2.-Voy a hablar japonés, por primera vez en mi vida. Bueno, quién dice hablar, dice intentarlo con toda ganas y toda mi buena intención. Por lo pronto lo que he hecho es apuntarme a clases y después ya se verá. Suerte tenéis de que mi teclado no tenga los símbolos del alfabeto japonés, porque si no, ya sabéis quiénes iban a ser mis pobres conejillos de indias ¿no? Pues eso.

3.-Escalar, por primera (y espero que no última, dada mi torpeza infinita) vez en mi vida. Esto me hace ilusión, últimamente no hago maś que conocer gente que le encanta la escalada, así que algo tendrá, supongo. Por supuesto, como me conozco, empezaré con el rocódromo maś facilito que encuentre en Speedytown y si veo que no me mato, pues pasaremos a otros temas. Y ya tenéis más que claro que todo el proceso (y los numeritos que vaya generando mi inutilidad mientras tanto) van a dar para un post (y dos, y tres...)

4.-Hacer parapente. Esto también me apetece desde hace años, pero me pasa un poco como con la escalada, que tengo enooooooormes posibilidades de liarla. De todas formas, en este caso no hay vuelta atrás, porque ya tengo fecha y plaza reservada. Y claro, también lo contaré por aquí. Madre mía, no quiero ni pensar la que voy a armar. No diréis que no hago esfuerzos por conseguir material para el blog...

Estas primeras veces van a dejar de serlo pero-que-ya y ya estoy maquinando otras cuantas. Se admiten sugerencias.

viernes, 14 de octubre de 2011

Daños curativos

Ya os podéis imaginar que, siendo como soy una superheroína que lucha a todas horas contra los malos, sé un rato largo sobre heridas de guerra. Da igual la habilidad que tengas o lo espectaculares que sean tus superpoderes, los combates siempre tienen consecuencias. Pueden ser rasguños sin importancia o lesiones graves que tardan meses en curar, pero un recuerdo de la batalla siempre te queda.

Por eso a veces me gustaría tener el poder autocurativo de Lobezno. Mi supervelocidad está bien, mola y me sirve para esquivar los golpes y marear a mis enemigos en las peleas. Pero cuando te hieren (y siempre te terminan hiriendo) ser superveloz no sirve para nada. Después de las luchas, cuando te escuecen las heridas, lo único que quieres es que ese dolor pase cuanto antes. Que cicatricen inmediatamente, como le pasa a Lobezno.

Yo no tengo esa habilidad ni por el forro. De hecho, hago todo lo posible por esquivar las leches porque soy mala encajadora y cuando me dan, me tumban. Las heridas que me hacen se me infectan, se complican y a veces incluso las empeoro yo quitándome la costra, como lo niños pequeños. El horror total, vaya.

Sé mucho de heridas y aún así me siguen sorprendiendo las novedades. El último grito en lesiones son los daños curativos. A ver como lo explico... Cuando te dan una superleche, te dejan muy tocada. Si el guantazo es de tamaño XXL es normal que la convalecencia sea larga, pero si tardas demasiado en levantarte, la lesión se vuelve crónica. Tu muñeca, tu brazo, tu pierna, lo que sea que tuviera que curarse ya está sano, pero a tí te queda el recuerdo del dolor y te parece que te duele al apoyar. O te da miedo a apoyar porque crees que te va a doler. Y te conviertes en una especie de zombie que no se mueve para no volver a caerse.

En casos extremos como ese lo único que te saca del círculo vicioso en el que estás es un daño curativo. Que te den otra buena leche, aunque de tamaño más comedido que la anterior, que reactive tus defensas. Que anime a tu organismo a generar anticuerpos contra la nueva infección. Que te concentres tanto en curar la última lesión, que llegues a olvidarte de la antigua.

Parece una locura... pero funciona.

martes, 11 de octubre de 2011

Feng shui capilar

Morena. Eso soy. Por primera vez en mi vida. Una chica morena. Ya sé por anteriores posts que algunos pensabáis que era pelirroja y otros que tenía el pelo tan negro como mi foto de perfil. Pero no. Siento deciros que era rubia. Siempre lo he sido, de hecho, aunque unas veces más que otras. De pequeña tenía la melena más clara y al crecer se me oscureció, menos en verano, que el sol me la volvía a aclarar. Así que sí, esa era yo, la rubia del grupo. Pero se acabó.

La semana pasada me dio un flus (¿se escribirá así? No viene en la RAE), me metí en la peluquería con el pelo largo y rubio y salí una hora después con una melena cortísima y negra. Mi gente flipó cuando me vio, porque no había comentado con nadie mis planes de golpe de estado estético y les pilló por sorpresa. Cuando me preguntaron el porqué de ese cambio les dije que había sido eso, un flus. Pero no es del todo cierto. A vosotros os puedo decir la verdad.

Cuando mi profe de teatro ve que se acerca la fecha de la función y que la obra de turno sale de pena, decide tomar medidas drásticas y aplica su peculiar Feng shui teatrero. Cambia la disposición del decorado, la orientación de la escena, la hora de los ensayos... Cambia todo lo que le pilla a mano. A nosotros nos hace un lío de flipar y durante un tiempo la obra sale aún peor, pero luego el Feng shui surte efecto, las cosas mejoran y la función acaba siendo un éxito. ¿Como? No se sabe, es un milagro.

Bien, pues yo he tomado prestada su idea del Feng shui teatrero y lo he convertido en un Feng shui capilar. Ya os conté el otro día que estoy metida en una mala racha que no termina de acabarse y que me tiene más que harta. En este tiempo he hecho todo lo que se me ha ocurrido para intentar invertir la tendencia: llevarme la contraria, aficionarme a nuevas actividades, conocer gente... de todo. Hasta ahora nada ha funcionado, así que mi nuevo gran plan es el Feng Shui capilar. La base de mi teoría es que si últimamente de rubia las cosas me iban reguleras, seguro que de morena mejoran. No sé si la idea tiene un fundamento muy científico pero oye, nunca se sabe, igual hasta funciona.

¡Eh! Venga, va, ya, ¡ya vale! Dejad de reiros de mi idea. Que de ilusiones también se vive, hombre...

sábado, 8 de octubre de 2011

Protección contra veletas

De sabios es rectificar. Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión. Las personas evolucionan, las circunstancias se modifican, la vida te va poniendo pruebas delante que hacen saltar por los aires tus planes y pensamientos. Cambiar de opinión no es sólo comprensible, sino recomendable cuando los acontecimientos lo exigen. Pero leñe, vamos a poner unas normas mínimas para que no nos pille el toro a todos.

Porque compañeros, esa es la cosa, que no vivimos solos. Todo lo que hacemos, pensamos, decidimos, afecta en mayor o menor medida a un número variable de personas, que se ven involucrados por nuestro comportamiento. Por eso "los veleta" (los que cambian de opinión a la mínima, vamos) no hacen más que provocar tsunamis emocionales y físicos a los pobres incautos que tienen alrededor y que se ven arrastrados por sus continuas variaciones de parecer. Para los que somos de procesos lentos y de ideas más bien duraderas, esto es una forma de terrorismo intelectual de baja intensidad que nos machaca todas las resistencias.

Así que por mí y los que son como, yo he pensado unas normas para intentar minimizar los efectos adversos de los veletas. Por favor, si algún veleta pasa por aquí y las lee, que las comparta con el resto de los de su especie, a ver si hay suerte, las empiezan a cumplir y adelantamos algo. Al lío.

1.-Si eres un veleta, ponte un cartel bien grande y fosoforito para avisarlo, como los chalecos reflectantes que se usan en los accidentes de tráfico. Que el que se cruce contigo sepa lo que hay: hoy tu color favorito es el azul, pero mañana será el naranja. El que se quede a tu lado, que se atenga a las consecuencias.

2.-Como siempre va a haber algún pobre incauto que decida quedarse a sufrir, por lo menos mántenle informado de tus cambios repentinos. Para que lo sepa, más que nada. Si pudiera leerte el pensamiento, no estaría dejándose llevar por tus continuas idas y venidas, sino adivinando las acciones que van a subir su cotización en bolsa, invirtiendo en ellas y en un plis disfrutando en la playa de su feliz vida de millonario. Tú ve cambiando de opinión, que ya si eso él te espera tumbado en la hamaca y bebiéndose una piña colada.

3.-Explica tus cambios de opinión, a ver si el pobre incauto logra entenderlos y adaptarse a ellos con mayor facilidad. Que sí, que eres un veleta y tal, pero alguna razón habrá para que ahora pienses distinto, ¿no? Pues explica, tronco, explica, que para eso tienes boca.

Bueno, éstas para empezar y ya se me irán ocurriendo más. Veletas del mundo, por favor, cumplidlas, que si no, sois un auténtico coñazo.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Apoyos de familia

Hace tiempo que estoy metida en una mala racha que me tiene hasta los mismísimos. Ilusa de mí, como últimamente algunas cosas daban las sensación de estar empezando a aproximarse a estar un poquito más cerca de mejorar, pensaba que los malos tiempos se habían acabado y que empezaban los buenos. Tururú. Debíamos de estar en el descanso o algo, porque la pelea ha empezado de nuevo y me ha cogido desprevenida.

El caso es que, por poco que dure, a lo bueno te acostumbras enseguida y volver a habituarme a que todo sea EL HORROR me está costando un poco, la verdad. Por eso esta semana estoy enfurruñada y gruño a todas horas. La Speedyfamily no se aclara muy bien con mis idas y venidas, pero enseguida notan que algo no va bien e intentan poner su granito de arena para ayudarme a sobrellevarlo. A su manera, claro.

Ya os he contado alguna vez que en mi familia no somos muy aficionados a hacer demostraciones de cariño entre nosotros. Tampoco se nos da bien dar ánimos de palabra. De hecho, creo que los Speedypadres podrían ganar el concurso mundial al comentario menos apropiado en situaciones de drama total. No me entendáis mal, que ellos lo hacen con su mejor intención, pero te dicen verdades como puños en momentos en los que simplemente no tienes el cuerpo como para resistirlas. Y claro, después de una charla con ellos, no sabes si tirarte al tren o al maquinista.

Total, que como saben que lo de las palabras no es su fuerte, te apoyan con gestos que para ellos significan cosas, aunque posiblemente para el resto del mundo no. Y así pasa lo que pasa, que últimamente el Speedyhogar es un poco caos.

Speedysister Peque, que es la asesora de imagen de la familia, está todo el día dejándome sus camisetas nuevas y ofreciéndose a hacer lo que pueda para peinar mi pelo indominable. Speedymum no para de comprarme plantas para mi superguarida y de arreglarme cojines y cortinas para que lleve a mi nuevo hogar. Speedybrother emplea el arma más poderosa, su hija L., la Speedysobri más chiquitina. L. me quita todos los males, así que estos días me la dejan más rato, aunque la pequeñaja tiene una agenda de compromisos tan apretada como el Rey de España.

Y luego está Speedydad... que es otro que tal baila. Habitualmente se conforma con hacerme canelones para comer (que sabe que me encantan) y llenarme el frigo de exquisiteces, pero el otro día no le debió de parecer suficiente y me dio propina. ¡Toma ya! Llevo ocho años luchando por mantenerme en el mundo laboral como puedo, hace tres que vivo en mi propia superguarida, tengo poderes extraordinarios y he salvado al mundo de la destrucción total miles de veces... ¡y Speedydad me da propina! Aja, muy bien, veo que para él estoy en la misma categoría que los Speedysobris. Me apuesto lo que queráis a que la próxima vez que le vea me habrá comprado unos cromos de Bob Esponja.

lunes, 3 de octubre de 2011

Supervillanos... ¡que os fundan!

Speedydad suele decir que lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos. Normalmente estoy de cuerdo con su inmensa sabiduría, pero esta vez discrepo. Lo PEOR que hacen lo malos es intentar quitarnos la esperanza, ese leve y lejano resplandor de luz que nos permite pensar que el final del un túnel interminable e insoportablemente negro llegará en algún momento. Los supervillanos hacen lo posible por tapar esa luminosidad, porque saben bien que así olvidarás que hay una salida y dejarás de caminar para buscarla. De esta forma te habrán vencido sin necesidad siquiera de luchar contigo.

La última técnica que se han inventado los supervillanos para no dejarnos ver la luz al final del túnel es bombardearnos constantemente con "uyyyyyyyyyyy casi" de todo tipo. Los "uyyyyyyy casi" son situaciones en las que está a punto de pasar algo muy, pero que muy bueno, pero que se estropea en el último momento sin razón aparente. El ejemplo por antonomasia de estas siuaciones sería el típico proceso de selección para el puestazo de tu vida, en el que superas miles de pruebas dejando atrás a millones de candidatos y al final te quedas con tres pares de narices porque le dan el curro al suegro del jefe (que es un inútil de cuidado, además). A todos nos ha pasado alguna vez algo parecido, así que entendéis de lo que hablo, ¿no?

Lo más curioso es que los "uyyyyyyyy casi" es que, de uno en uno, no son malos. Vamos, que si te pasan de vez en cuando, son más positivos que negativos, porque te hacen darte cuenta de que estás en el camino correcto. Piensas "esta vez no, pero a la siguiente quizá los consiga, me he quedado cerca" y tiras p'alante con fuerzas renovadas.

Sin embargo todo supervillano experto sabe que la clave está en la intensidad y que si un "uyyyyyyyy casi" sienta bien, uno detrás de otro, de tipos muy variados y sazonados con situaciones agravantes, ya no son tan buenos para la salud, porque empiezan a hacerte dudar. Te da por recordar que el anterior salió mal y el otro y el otro y el otro... y te cuesta creer que algo vaya a terminar bien alguna vez. Y así... ¡chas, magia! objetivo cumplido, los malos ya han conseguido taparte la luz al final el túnel y hacer que te sientes en la oscuridad. Y sin despeinarse.

Así que, supervillanos, si estáis por ahí, tengo algo que deciros. A mí no me la dáis con queso. Ya podéis dispararme todo lo que queráis escondidos detrás de la pared y con vuestra ametralladora de "uyyyyyyyy casi" marca ACME recien engrasada, que conmigo no va a funcionar. Primero, porque he descubiero vuestro plan y segundo porque he encontrado una canción mágica super-energética que me quita todos los males, como la aspirina.

Ésta

(No la puedo colgar, últimamente estoy atecnológica perdida, pero si pincháis en el enlance serán 4 minutos bien empleados, ya os lo digo)

Y a vosotros, supervillanos...

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡QUE OS FUNDAN!!!!!!!!!!!!!!!!