Los poquísimos que quedamos en este tinglado de los blogs (de los blogs de este estilo, tipo "escribo lo que me peta, cuando me peta, no tengo una temática ni un hilo conductor y es más bien mi pensamiento tal y como me viene", no blogs de moda o tecnología o con un fin y un público concretos, que esos van como un tiro) nos decimos unos a otros sin parar que hay que seguir como sea, que el blog no se puede dejar. Y, efectivamente, yo después de doce años no quiero abandonar esto. La pregunta que muchas veces me hago es, ¿por qué? Y es que lo cierto es que, en realidad, no hay demasiadas razones objetivas ni lógicas.
-En mi caso la cabezonería pesa lo que más, yo creo. Soy muy perseverante, me gusta acabar lo que empiezo. Después de más de una década dando la turra por aquí, parar ahora sería como meterme en los vestuarios antes de que pitaran el final del partido. La cosa es que, a no ser que explote Internet o que Blogger decida cerrar el chiringuito (señor Blogger, por favor, no lo haga, no tengo copia de seguridad de los contenidos) no hay pitido que valga. ¿Y entonces cuando considerará mi cerebro que hemos terminado la tarea? ¿Nunca? Nunca, supongo.
-También influye que el roce hace el cariño, claro. Son 12 años de contar por aquí mis penas, mis alegrías, mis ideas de olla, mis obsesiones, mi desesperación. Este blog (sí, lo trato como un ser vivo, no me juzguéis) sabe cosas que muchos de mis amigos no saben. Tengo 300 borradores sin publicar. Con eso no os digo nada y os lo digo todo.
-Es, además, un disco duro de mis recuerdos, un álbum de fotos de mis pensamientos. No sólo lo que me pasa, sino mis ideas y mis estados de ánimo, de una manera o de otra, acaban saliendo por aquí. Es releer las primeras líneas de cualquier entrada, por muy absurda o metafórica que sea, y acordarme de lo que la provocó. Cosas que, dada la velocidad a la que mueren mis neuronas, habrían desaparecido. Que sí, claro, podría tener un diario para eso... Pero me cuesta menos esfuerzo llevar al día el blog porque es como una "obligación". Una obligación flojita, flexible y voluntaria, pero una obligación al fin y al cabo.
-Por otro lado me lo tomo como un gimnasio de escritura, una manera de forzarme a escribir, al menos, dos veces por semana. El problema es el mismo que me pasa en el gym en 3D. Cuando estoy cansada hago sólo abdominales y flexiones porque los tengo tan trabajados que ya no sufro, no me duele nada. Tampoco mejoro porque me mantengo en mi zona de confort, claro, esa es la vaina. Pues aquí tres cuartos de lo mismo. Podría escribir así hasta dormida, es lo que me sale natural y llevo años de práctica. Así que es un gimnasio de escritura regulinchi que me quita tiempo y me da excusas para no escribir cosas con las que me dolieran los músculos escritores. Culpable, no me escondo.
-Y luego estáis vosotros, claro, los lectores, pocos pero BUENOS. Muchos de vosotros también tenéis blogs, así que os paso la pelota. ¿Por qué lo mantenéis? Os leo.