Quedó pendiente en esta otra entrada contaros mis hombres grises que todavía recortan más mis ya de por sí preocupantemente exiguas reservas de tiempo. Aquí van algunos ejempolos, como, un dos, tres, respodna otra vez:
-Cambiarme
Ropa de calle, ropa de deporte, ropa de calle, ropa de trabajo, ropa de calle, ropa de trabajo (de nuevo), ropa de calle (otra vez), pijama. Repetir al día siguiente. Qué tortura. Y eso que gracias al cielo soy tolerante al estilismo capilar desastrosos perpetuo, porque si no, después de cada "ropa", vendría un "peinarse" y no me veo capaz de soportar un bucle así con el pelo. Prefiero aceptar que todo el mundo me confunde con la bruja Averías y que el día menos pensado los electroduendes me harán una fiesta de bienvenida en mi superguarida que la alternativa de peinarse a todas horas. Ni de broma, vamos.
-Esclavitud tecnológica
Encender el ordenador, poner contraseña, cargar el móvil, reiniciar el teléfono siete veces al día por la nueva moda de se desconecte la tarjeta SIM sin razón aparente, cargar el portátil, cargar la tablet, poner pilas a todos los dichosos aparatejos que tienen la manía de quedarse sin pilas cada dos por tres, cargar las pilas, borrar el spam del blog, borrar el spam de cuenta 1 de correo, borrar el spam de cuenta 2 de correo, borrar el spam de cuenta 3 de correo, leer en diagonal millones de mensajes irrelevantes de trillones de grupos de whatsapp prescindibles y absurdamente obligatorios, eliminar chistes sin gracia, memes absurdos y fotos varias porque la memoria del móvil está petada. Repetir al día siguiente.
-Las transiciones.
No los desplazamientos, que ya los he computado como trabajo, sino las transiciones, las acciones previas a comenzar una tarea, la mentalización y la preparación del material seriamente dificultada por...
-El ritmo vertiginoso al que mueren mis neuronas.
Coger calcetines y camiseta para la bolsa del gym, ir al tendedero a por la toalla, pasar por el salón, ver el boli que perdí una semana antes, llevarlo a mi habitación, volver con la bolsa del gym que, ¡oh, sorpresa!, sigue sin toalla, nueva expedición al tendedero, coger de la mesa el libro que le voy a dar el finde a una speedysobri, regresar a la bolsa del gym para darme cuenta que mágicamente no le ha crecido de la nada una toalla, tercer viaje al tendedero, pasar por la cocina, acordarme de que tengo sed, beber, coger una onza de chocolate del frigo que la vida es muy dura, sacar a descongelar la carne para la siguiente comida, pensar que esa semana he comido pocas proteínas, comprobar planificación semanal a ver que me he saltado, quedarme con la duda porque no he cumplido ni el 5% de la planificación semanal. Media hora después en el gym sorprenderme de que no me he llevado toalla.
-La despiadada tiranía del algoritmo de Youtube con mi gigantescamente desproporcionada curiosidad por todo
¿Por qué necesitamos dormir ocho horas?, me interesa. Esta es la mejor distribución del tiempo según la ciencia, me interesa. En qué se diferencian las personas extrovertidas de las introvertidas, me interesa. ¿Por qué la banda sonora de Harry Potter suena mágica?, me interesa. Recomendaciones de lecturas del mes, me interesa. Siete recetas de desayunos nutritivos, me interesa. Y así hasta la desesperación.
-Escribir en este santo blog
Se sabe cuando se empieza pero no cuando se acaba una entrada. Que os voy a contar que no sepáis.
And so on....
Deberían estar más automatizadas y optimizadas las cosas a estas alturas, tal vez.
ResponderEliminarEstá claro: tienes que dejar el gimnasio. El blog no se puede dejar.
ResponderEliminarAlexander, ya me guatría poder automatizar un poco mi vida, la verdad. ya me gustaría ami.
ResponderEliminarCabronidas, eso de que el blog no se puede dejar tiene un post, que seguramente llegará en breve. Porque, ¿por qué? ¿por qué no s epuede dejar? Yo piendo lo mismo, pero en realidad muchas razones objetivas para nod ejarlo no hay, ¿eh? Se viene post. jajaja
Speedy