Pensé en buscar la lámpara de Aladín y pedirle tres deseos al genio que saliese de ella. Pero después me di cuenta de que eso implicaba que los eligiera yo y dado que mi historial de malas decisiones podría cuadrar perfectamente con esta conversación de abajo íbamos a hacer un pan con unas tortas.
Así que creo que lo que me vendría bien ahora es que apareciera mi hada madrina. Pero no un hada madrina de esas de voz dulce, aspecto entrañable y maneras tiernas. No. Un HADA MADRINA potente, en plan sargento de hierro. Un hada madrina en modo madre-imponiendo-orden que me pusiera las pilas y me escoscara un poquito la vida diciéndome por donde tengo que tirar a la vez que me da un pequeño empujoncillo mágico para que las cosas salgan. Porque un poco de magia me hace falta para atajar el atasco vital que llevo encima desde ni se sabe, pero una colleja moral para ver si espabilo de una vez tampoco me estaba de más, ya os lo digo.
Por eso mi Sargento Madrina no aparecería de repente de la nada tras un sonido de arpa, sino que entraría por la ventana vestida con mallas, deportivas y haciendo sonar un silbato ensordecedor. O igual con la banda sonora de la película Rocky, quién sabe. Dejaría de meter en mis bullullus turbios a ratones y pajarillos y utilizaría sus polvos mágicos para aumentar mi supervelocidad y que me diera tiempo a mi a coserme el vestido del baile y a conducir yo misma mi propia carroza-calabaza. Bueno, ni eso, porque ella sabría que menos es más y que no me haría falta ninguna carroza, que ir andando a los sitios evita los atascos, reduce las emisiones de Co2 a la atmósfera y contribuye a mantener un culete respingón que viene mejor que nunca ahora de cara al verano.
A mi Sargento Madrina ni se le ocurriría la tontada del zapatito de cristal sabiendo el desastre perpetuo que son mis pies y no me pondría de hora límite las 12 porque eso sería darme un excusa si la Misión Baile resultara un fiasco. "Nada de es que no me ha dado tiempo. Estate en el baile el rato que tengas que estar. Despliega tu encanto. Impresiónale con tu inteligencia. Sorpréndele con tu ingenio. Deja caer tu @ de twitter por si es lento de reflejos y necesita ver la repetición de la jugada al día siguiente. Y si con todo eso no se pispa, aborta misión y ya fijaremos otro objetivo. Y ni un drama ni medio, ¿eh? Que hay muchos peces en el mar. Será por príncipes azules..."
Y es que Sargento Madrina me seguiría la bola con lo del príncipe porque sabe que a mí me va el salseo y que el aburrimiento es muy malo, pero también tiene claro que soy un cítrico completo, así que lo de ir buscando mitades por la vida no le parecería algo prioritario. Le preocuparía más que le echara bemoles y que le dijera a mi madrastra que ahí se queda, que yo me basto y me sobro para buscarme un curro y un piso donde vivir a mi bola. Le importaría más que terminara de encontrarme a mi misma porque nadie podrá conocerme si yo no sé bien quién soy. Le interesaría más que consiguiera tener claro qué quiero hacer con mi vida, sobre todo para pensar un par de conjuros que me ayudaran a lograrlo. Porque por mucho sargento de hierro en mallas que fuera, mi hada madrina no dejaría de ser, como todas, una madraza y un corazón con patas.
Así que, Sargento Madrina, si estas por ahí, te espero con los brazos abiertos.
¡ABRACADABRA!
¡HOCUS POCUS!
No sé cuáles son las palabras mágicas, pero aparece, anda...
Por favor.
sábado, 28 de abril de 2018
domingo, 22 de abril de 2018
Ser como Damon, pero sin colmillos
Hoy me he acordado de Ian porque... bueno, para empezar porque nunca está de más recordar un maromazo como Ian. De hecho, ya que estamos, me voy a recrear un poquito que estoy teniendo una semana muy dura y me lo merezco. Regreso después de la pausa para el disfrute visual.
Vale, ya estoy aquí, volvamos a lo que nos ocupa: la entrada. Decía que aunque nunca está de más recordar a un cucazo de ese nivel, lo cierto es que hoy me he acordado de él por uno de sus personajes: Damon. Este vampiro de ficción es un chuleras de manual que se pasa las tres primeras temporadas de su serie vacilando a la peña y básicamente creyéndose el más listo, el más fuerte y el más guapo. Lo curioso del tema es que en esas tres primeras temporadas Damon está enamorado de una chica que no le quiere y lejos de sentirse un perdedor o un pagafantas para él es un orgullo que le cuenta a todo el que quiera escucharle. Se lo dice a ella, al novio de ella, a sus compañeros de copas, a sus colegas y hasta a sus peores enemigos. Está enamorado de alguien que pasa de él, ESE es el drama. Que lo sepa más o menos gente ni le quita ni le pone sufrimiento.
Bueno, pues toda esta chapa del párrafo de arriba viene, además de a darme una excusa para poner fotos de tíos buenos en el blog que siempre es BIEN, a que me gustaría ser como Damon. .En lo de chupar sangre, arrancar cabezas y otras manías poco higiénicas de vampiro no, claro, pero en la faceta concreta de vivir con naturalidad los amores no correspondidos sí. Y es que yo, en eso, soy el polo opuesto. Un puto horror.
A mi que me guste alguien al que yo no le gusto me da mucha vergüenza. MUCHISISISIMA. Muchísima más de lo conveniente y DESDE LUEGO de lo razonable. El amor no correspondido me parece que tiene algo de humillante. Sólo para mí, ¿eh? En los demás me parece genial, honesto y valiente. Pero cuando la implicada soy yo no tengo piedad. Me fustigo día y noche.
Total, que ¿qué es lo que provoca esta paranoia absurda? Que me ponga la venda antes que la herida y cuando alguien empieza a hacerme tilín disimulo a full. Del todo. Sobre todo. Delante de todos. Hasta del implicado. ESPECIALMENTE del implicado. Vaya, que me falta decirle "¿tú quién eres, vendes libros puerta por puerta?" de todo lo que disimulo. Y así me va, claro.
Porque a ver, la escasa puntería de Cupido ya hace bastante difícil coincidir, pero que yo me haga la sueca de Estocolmo tampoco ayuda precisamente. Así que mi siguiente propósito en el Desafío Aórtico es dejar de esforzarme para que me den el Oscar a la Mejor Actriz protagonista y de reparto. Echarle más ovarios y disimular un poco menos.No avergonzarme de cosas totalmente naturales de las que no hay ninguna razón para avergonzarse.
Vamos, ser como Damon, pero sin colmillos.
Vale, ya estoy aquí, volvamos a lo que nos ocupa: la entrada. Decía que aunque nunca está de más recordar a un cucazo de ese nivel, lo cierto es que hoy me he acordado de él por uno de sus personajes: Damon. Este vampiro de ficción es un chuleras de manual que se pasa las tres primeras temporadas de su serie vacilando a la peña y básicamente creyéndose el más listo, el más fuerte y el más guapo. Lo curioso del tema es que en esas tres primeras temporadas Damon está enamorado de una chica que no le quiere y lejos de sentirse un perdedor o un pagafantas para él es un orgullo que le cuenta a todo el que quiera escucharle. Se lo dice a ella, al novio de ella, a sus compañeros de copas, a sus colegas y hasta a sus peores enemigos. Está enamorado de alguien que pasa de él, ESE es el drama. Que lo sepa más o menos gente ni le quita ni le pone sufrimiento.
Bueno, pues toda esta chapa del párrafo de arriba viene, además de a darme una excusa para poner fotos de tíos buenos en el blog que siempre es BIEN, a que me gustaría ser como Damon. .En lo de chupar sangre, arrancar cabezas y otras manías poco higiénicas de vampiro no, claro, pero en la faceta concreta de vivir con naturalidad los amores no correspondidos sí. Y es que yo, en eso, soy el polo opuesto. Un puto horror.
A mi que me guste alguien al que yo no le gusto me da mucha vergüenza. MUCHISISISIMA. Muchísima más de lo conveniente y DESDE LUEGO de lo razonable. El amor no correspondido me parece que tiene algo de humillante. Sólo para mí, ¿eh? En los demás me parece genial, honesto y valiente. Pero cuando la implicada soy yo no tengo piedad. Me fustigo día y noche.
Total, que ¿qué es lo que provoca esta paranoia absurda? Que me ponga la venda antes que la herida y cuando alguien empieza a hacerme tilín disimulo a full. Del todo. Sobre todo. Delante de todos. Hasta del implicado. ESPECIALMENTE del implicado. Vaya, que me falta decirle "¿tú quién eres, vendes libros puerta por puerta?" de todo lo que disimulo. Y así me va, claro.
Porque a ver, la escasa puntería de Cupido ya hace bastante difícil coincidir, pero que yo me haga la sueca de Estocolmo tampoco ayuda precisamente. Así que mi siguiente propósito en el Desafío Aórtico es dejar de esforzarme para que me den el Oscar a la Mejor Actriz protagonista y de reparto. Echarle más ovarios y disimular un poco menos.No avergonzarme de cosas totalmente naturales de las que no hay ninguna razón para avergonzarse.
Vamos, ser como Damon, pero sin colmillos.
miércoles, 11 de abril de 2018
AudioParrafadas1.- Ojalá
Yo aquí dramo mucho con el tema amoríos porque sé que os va el salseo, pero lo cierto es que no llevo mal estar desparejada. En parte por costumbre y en parte porque valoro un montón hacer lo que me peta si tener que negociar nada con nadie, la verdad. El asunto se lleva peor desde que todo mi entorno está abriendo sus propias sucursales por una simple cuestión logística de no tener con quien hacer determinados planes, pero vaya, más allá de poder recurrir a una persona de extrema confianza para pedirle favorazos cero apetecibles como que te recoja la ropa de la tintorería y cosas así, no echo de menos mucho más.
Es decir, que no es que eche de menos tener novio, sino más bien estar enamorada. Bueno, no, yo creo que ni eso. Empezar a enamorarse. El proceso. Cuando no sabes aún lo que está pasando y te vas encontrando señales, pequeñas pistas casi imperceptibles, miguitas de pan que te indican el camino hacia no se sabe muy bien donde.
Tengo ganas de hablar, así que como diría el famoso monologuista, "no lo explico, lo hago". En mi caso "no lo escribo, lo cuento".
Dadle al play
(En algunos navegadores no funciona el enlace, os lo pongo aquí para que sepáis cuál es https://soundcloud.com/user-714148524/montaje-blog/s-jrGrt)
sábado, 7 de abril de 2018
Compro giratiempo. Razón aquí
Con la mano en el corazón os lo digo: a mi la vida no me cunde. No sé qué leches pasa. Tengo claro que no es una desincronización planetaria de ninguna clase porque el otro día hice otro vuelo de reconocimiento por la atmósfera para asegurarme de que la Tierra no giraba más rápido que antes y os puedo confirmar que está todo en orden y que SÍ, que sigue tardando lo mismo en dar una vuelta completa y que por tanto los días siguen teniendo 24 horas. Vamos, como siempre. Entonces, insisto: ¿qué leches pasa?
Que a ver, a mi esto de que los minutos se me escurran entre los dedos y que no de tiempo a hacer ni la mitad de lo que me gustaría cada día me ha pasado un poco desde siempre, pero es el tema está alcanzando últimamente cotas preocupantes. De verdad. No hago más que robarle minutos a mis horas de sueño para tener más margen, pero no hay tutía, oye. Sigo yéndome a dormir dejando pendientes un montón de cosas que se acumulan de un día para otro. No sé. Será que no me concentro lo suficiente o que no domino los trucos para ser productiva o qué sé yo. Pero mi rendimiento tiende a cero.
Por eso precisamente me da tanta envidia esa gente a la que le cunde tanto todo. Los típicos que siempre se han visto todas las temporadas de la serie de turno, que se han leído todos los libros que tú todavía tienes en la lista de pendientes y que han ido a todos los conciertos y musicales que quitaron de cartelera antes de que tú pudieras comprar una entrada.
Los típicos que trabajan, viajan, hacen stories en Instagram, se enteran de todas las movidas de Twitter, van siempre perfectamente depilados, nunca se les ven las raíces de las mechas del pelo y seguro que su casa está limpia y ordenada a más no poder. Los típicos que jamás se les queda la nevera vacía porque siempre han tenido tiempo para hacer la compra antes de agotar existencias y los típicos que en su vida se han visto obligados a llevar calcetines de deporte con zapatos negros porque nunca les ha faltado tiempo para hacer las coladas que sean necesarias. Los típicos insoportables.
Mi estatura es bastante normalita, así que siempre me he preguntado qué se sentirá siendo alta, viendo la vida por encima de las cabezas de los demás y sin que nadie te tape la pantalla en el cine ni el escenario en los conciertos. Tampoco soy Miss España así que siempre me ha dado curiosidad cómo se llevará el día a día siendo guapísima, notando que te miran y que te tratan de forma distinta sólo por tu cara bonita. Pero lo que más me gustaría saber, realmente, es cómo se vive cuando te da tiempo a todo. Cuando en lugar de tener listas interminables con tareas pendientes lo que tienes es una columna entera llena de ticks que señalan que todas esas tareas ya están hechas. Sería genial.
No sé. Igual me hace falta el giratiempo de Harry Potter. O el Delorean de Regreso al Futuro. O una lámpara maravillosa de la que salga un genio que me conceda el deseo de ser más eficiente y productiva. Yo qué sé. Pero algo tengo que hacer, ¿eh? Con la mano en el corazón os lo digo.
Que a ver, a mi esto de que los minutos se me escurran entre los dedos y que no de tiempo a hacer ni la mitad de lo que me gustaría cada día me ha pasado un poco desde siempre, pero es el tema está alcanzando últimamente cotas preocupantes. De verdad. No hago más que robarle minutos a mis horas de sueño para tener más margen, pero no hay tutía, oye. Sigo yéndome a dormir dejando pendientes un montón de cosas que se acumulan de un día para otro. No sé. Será que no me concentro lo suficiente o que no domino los trucos para ser productiva o qué sé yo. Pero mi rendimiento tiende a cero.
Por eso precisamente me da tanta envidia esa gente a la que le cunde tanto todo. Los típicos que siempre se han visto todas las temporadas de la serie de turno, que se han leído todos los libros que tú todavía tienes en la lista de pendientes y que han ido a todos los conciertos y musicales que quitaron de cartelera antes de que tú pudieras comprar una entrada.
Los típicos que trabajan, viajan, hacen stories en Instagram, se enteran de todas las movidas de Twitter, van siempre perfectamente depilados, nunca se les ven las raíces de las mechas del pelo y seguro que su casa está limpia y ordenada a más no poder. Los típicos que jamás se les queda la nevera vacía porque siempre han tenido tiempo para hacer la compra antes de agotar existencias y los típicos que en su vida se han visto obligados a llevar calcetines de deporte con zapatos negros porque nunca les ha faltado tiempo para hacer las coladas que sean necesarias. Los típicos insoportables.
Mi estatura es bastante normalita, así que siempre me he preguntado qué se sentirá siendo alta, viendo la vida por encima de las cabezas de los demás y sin que nadie te tape la pantalla en el cine ni el escenario en los conciertos. Tampoco soy Miss España así que siempre me ha dado curiosidad cómo se llevará el día a día siendo guapísima, notando que te miran y que te tratan de forma distinta sólo por tu cara bonita. Pero lo que más me gustaría saber, realmente, es cómo se vive cuando te da tiempo a todo. Cuando en lugar de tener listas interminables con tareas pendientes lo que tienes es una columna entera llena de ticks que señalan que todas esas tareas ya están hechas. Sería genial.
No sé. Igual me hace falta el giratiempo de Harry Potter. O el Delorean de Regreso al Futuro. O una lámpara maravillosa de la que salga un genio que me conceda el deseo de ser más eficiente y productiva. Yo qué sé. Pero algo tengo que hacer, ¿eh? Con la mano en el corazón os lo digo.
lunes, 2 de abril de 2018
¿Qué harías si no tuvieras miedo?1.- GimnasioMan
En realidad esta etiqueta podría ser un spin off de las entradas de "no me lo creo ni yo", porque aquí también me voy a inventar mi vida lo más grande. Aunque estas entradas serán tipo "Anatomía de Grey" y esas series en las que en cada capítulo se cuenta una historia que el protagonista de turno puede aplicar a su situación personal. En plan, ¿qué pasaría si esto o si no lo otro...? Bueno, no se entiende nada, menos explicar y más escribir, que va a ser la forma más rápida de hacerme entender. (Espero) Vamos al lío.
Mi gimnasio está a petar. Pero a petar, oye, qué barbaridad. Más que a meternos unas palizas brutales parece que vayamos a que nos repartan cheques al portador. Una pasada, en serio. Por eso, aunque yo voy bastante y siempre a la misma hora, aún no conozco a casi nadie porque es muy difícil coincidir con los mismos. Vamos casi a turnos porque no cabemos todos...
A pesar de ello ahí andamos unos cuantos irreductibles galos que acudimos llueva o no llueva y que por eso ya nos tenemos un poco vistas las caras. Es complicado entablar conversación porque bastante tenemos con sobrevivir a las dos millones de series de abdominales que nos mandan, mientras intentas que el que está delante de ti no te meta el pie en el ojo al hacer las flexiones (apenas hay espacio de separación entre usuarios) y tratas de respirar algo del poco oxígeno que queda entre resoplido y resoplido. Ya veis el percal: la posibilidad de vida social y ligoteo tiende a cero.
Lo del párrafo de arriba lo he aclarado porque uno de los irreductibles galos del mediodía es GimnasioMan, un chico que no es para nada el típico cachitas, pero que no está mal. Es guapete de los que me van a mi, con carilla listo y de buena persona: no es guapísimo que te mueres pero lo compensa con lo majo que parece. Tipo este.
Me imagino que, sin darme cuenta, mientras pienso toda la chapa que os he soltado en el párrafo de arriba, me debo de quedar mirando fijamente al pobre GimnasioMan cuando nos cruzamos en la sala de ejercicios. Él, que ve que le miro, debe de creer que nos conocemos de algo y a su vez me mira a mi para ver si cae. Y no cae, claro, porque no nos conocemos de nada. Pero como a mi no me hacen falta sardinas para beber agua, aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid y me saco un cuento chino de la manga para hablar con él:
-Perdona, ¿por casualidad eres Pedro?
-No, no, no soy Pedro.
-Ah, disculpa, es que llevo varios días pensando que me sonaba tu cara pero no estaba segura y como hoy me parecía que te me quedabas mirando he pensado que era porque eras Pedro y en realidad sí nos conocíamos. Pero ya veo que me he equivocado, así que perdona.
-No, si sí que te estaba mirando, pero no porque te conozca sino porque quería conocerte y estaba pensando en una excusa para acercarme, sólo que no se me ocurría.
(¡Toma ya, por lista! El cazador cazado. Ahora me daría el mute de la vida y me quedaría sin palabras por el corte, pero como esta es una entrada de "no me lo creo ni yo" no me achanto y contraataco)
-¿Dices una excusa como inventarte que te llamas Pedro y que nos conocemos de antes? No, a mi tampoco se me habría ocurrido. (Sonrisa angelical)
Y claro después de una conversación así vienen unas cañas. Un cine. Unas palomitas. Y un vivieron felices y comieron perdices, desde luego. Qué menos.
Total que, como ya os podréis imaginar, este post es real hasta la foto. A partir de ahí todo es trola trolera cascabelera. La cuestión es: ¿Por qué? ¿Cuál es la razón de que no haya hecho una cosa así ni tenga la más mínima intención de hacerla? Y la respuesta no está tan clara como parece.
Diría que es porque soy una culocagao, pero lo cierto es que eso no influye mucho, la verdad. Yo a GimnasioMan no lo conozco de nada, no me interesa (seriamente) en absoluto y su rechazo me iba a resbalar total. Me abollaría un poco la carrocería por aquello de la autoestima y eso, pero ni siquiera mucho, porque en realidad le comprendería perfectamente: que me aborde una loca stalkeadora de gimnasio con el moño más cutre del mundo en la cabeza tampoco sería mi mayor ilusión. No es una autocrítica, ¿eh? Que no es por que sea yo, sino en general, si me pasara a mi con otro tampoco lo consideraría un premio de la lotería, vaya, ya me entendéis.
El tema me preocupa porque no es que no lo haga por miedo sino porque estoy firmemente convencida de que no serviría de nada. De que la conversación acabaría en "no, no soy Pedro". Estoy absolutamente segura, sin atisbo de duda. Por eso no me merece la pena hacer la patochada. El problema es que yo NO debería estar segura de eso. Debería creer que en la vida nunca se sabe y que todo puede pasar. Confiar en que, de vez en cuando, ocurren cosas buenas. Tener fe en que lo mejor está por llegar.
Me doy cuenta de que ya no la tengo.
Y eso sí que me da miedo...
Mi gimnasio está a petar. Pero a petar, oye, qué barbaridad. Más que a meternos unas palizas brutales parece que vayamos a que nos repartan cheques al portador. Una pasada, en serio. Por eso, aunque yo voy bastante y siempre a la misma hora, aún no conozco a casi nadie porque es muy difícil coincidir con los mismos. Vamos casi a turnos porque no cabemos todos...
A pesar de ello ahí andamos unos cuantos irreductibles galos que acudimos llueva o no llueva y que por eso ya nos tenemos un poco vistas las caras. Es complicado entablar conversación porque bastante tenemos con sobrevivir a las dos millones de series de abdominales que nos mandan, mientras intentas que el que está delante de ti no te meta el pie en el ojo al hacer las flexiones (apenas hay espacio de separación entre usuarios) y tratas de respirar algo del poco oxígeno que queda entre resoplido y resoplido. Ya veis el percal: la posibilidad de vida social y ligoteo tiende a cero.
Lo del párrafo de arriba lo he aclarado porque uno de los irreductibles galos del mediodía es GimnasioMan, un chico que no es para nada el típico cachitas, pero que no está mal. Es guapete de los que me van a mi, con carilla listo y de buena persona: no es guapísimo que te mueres pero lo compensa con lo majo que parece. Tipo este.
Me imagino que, sin darme cuenta, mientras pienso toda la chapa que os he soltado en el párrafo de arriba, me debo de quedar mirando fijamente al pobre GimnasioMan cuando nos cruzamos en la sala de ejercicios. Él, que ve que le miro, debe de creer que nos conocemos de algo y a su vez me mira a mi para ver si cae. Y no cae, claro, porque no nos conocemos de nada. Pero como a mi no me hacen falta sardinas para beber agua, aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid y me saco un cuento chino de la manga para hablar con él:
-Perdona, ¿por casualidad eres Pedro?
-No, no, no soy Pedro.
-Ah, disculpa, es que llevo varios días pensando que me sonaba tu cara pero no estaba segura y como hoy me parecía que te me quedabas mirando he pensado que era porque eras Pedro y en realidad sí nos conocíamos. Pero ya veo que me he equivocado, así que perdona.
-No, si sí que te estaba mirando, pero no porque te conozca sino porque quería conocerte y estaba pensando en una excusa para acercarme, sólo que no se me ocurría.
(¡Toma ya, por lista! El cazador cazado. Ahora me daría el mute de la vida y me quedaría sin palabras por el corte, pero como esta es una entrada de "no me lo creo ni yo" no me achanto y contraataco)
-¿Dices una excusa como inventarte que te llamas Pedro y que nos conocemos de antes? No, a mi tampoco se me habría ocurrido. (Sonrisa angelical)
Y claro después de una conversación así vienen unas cañas. Un cine. Unas palomitas. Y un vivieron felices y comieron perdices, desde luego. Qué menos.
Total que, como ya os podréis imaginar, este post es real hasta la foto. A partir de ahí todo es trola trolera cascabelera. La cuestión es: ¿Por qué? ¿Cuál es la razón de que no haya hecho una cosa así ni tenga la más mínima intención de hacerla? Y la respuesta no está tan clara como parece.
Diría que es porque soy una culocagao, pero lo cierto es que eso no influye mucho, la verdad. Yo a GimnasioMan no lo conozco de nada, no me interesa (seriamente) en absoluto y su rechazo me iba a resbalar total. Me abollaría un poco la carrocería por aquello de la autoestima y eso, pero ni siquiera mucho, porque en realidad le comprendería perfectamente: que me aborde una loca stalkeadora de gimnasio con el moño más cutre del mundo en la cabeza tampoco sería mi mayor ilusión. No es una autocrítica, ¿eh? Que no es por que sea yo, sino en general, si me pasara a mi con otro tampoco lo consideraría un premio de la lotería, vaya, ya me entendéis.
El tema me preocupa porque no es que no lo haga por miedo sino porque estoy firmemente convencida de que no serviría de nada. De que la conversación acabaría en "no, no soy Pedro". Estoy absolutamente segura, sin atisbo de duda. Por eso no me merece la pena hacer la patochada. El problema es que yo NO debería estar segura de eso. Debería creer que en la vida nunca se sabe y que todo puede pasar. Confiar en que, de vez en cuando, ocurren cosas buenas. Tener fe en que lo mejor está por llegar.
Me doy cuenta de que ya no la tengo.
Y eso sí que me da miedo...
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