Es difícil de creer dado mi nombre y mis superpoderes, pero para algunas cuestiones soy lenta. Lentísima. Soy calmada a la hora de confiar en alguien nuevo. Llevo un ritmo relajado cuando se trata de dejar entrar a alguien en mi vida. Y me convierto en una auténtica tortuga en el momento de empezar a querer a alguien. Da igual si hablamos de amor o amistad, me cuesta un mundo abrir mi corazón. Un-mun-do.
Será por eso que tardo lo mismo o más en hacer el camino inverso, en sacar a alguien de mi vida. Algo muy gordo tienen que hacer y durante mucho tiempo para mandarles a freír espárragos. Incluso cuando ya lo he hecho, porque no me han dejado otro remedio, en realidad siguen ahí, alojados en mi músculo aórtico. Ellos nunca lo sabrán porque jamás lo admitiré, pero están ahí. La tira de tiempo, además.
Por eso me quedo alucina cuando la gente me deja de querer de un día para otro. Hoy soy 10 y mañana soy 2. El martes no podías vivir sin mi y el viernes no sabes como me llamo o si vendo libros puerta por puerta. Esta semana formo parte de tu futuro y la próxima ni siquiera estoy en tu presente.
¿Cómo lo harán? ¿Tendrán un botón de off? Y lo que es más impportante, ¿dónde puedo comprarme yo uno?