Ya lo he dicho otras veces: no soy buena encajadora. Siempre intento usar mi supervelocidad para esquivar las leches porque cuando me dan, me tumban y tardo la misma vida en levantarme. No soy de las que sana rápido, no.... Ya me gustaría a mi.
Esto siempre ha sido así pero últimamente, además, tengo bajas las defensas. No sé qué pasa, pero de un tiempo a esta parte cualquier golpecito de nada me aboya la carrocería. Es como si de tanto usarlo mi muro de protección se hubiera desgastado y ahora fuera una finísima capa blandengue que no me protege nada de nada. Y así, claro, cualquier proyectil por poco potente que sea causa serios daños.
Vista la situación, y en aras de mi propia seguridad, había decidido replegarme sobre mis posiciones y evitar cualquier tipo de confrontación y de riesgo al menos hasta que mi muro ganara consistencia y volviera a servir para amortiguar los golpes. Parecía lo razonable. Comerse leches por comerse leches sin ninguna clase de seguridad podía acabar como el rosario de la aurora. Por eso el plan estaba claro hasta que leí esto:
Y pensé: "¡Qué coño! De algo hay que morir..."