sábado, 26 de septiembre de 2020

Tetris



Siempre me ha pasado un poco, pero desde que empezó el CoronaApocalipsis este de los huevos mucho más. ¿No tenéis la permanente sensación de estar jugando al Tetris en la parte final ya, cuando la música empieza a ser estresante y las piezas aparecen más rápido y en posiciones imposibles?

Yo sí. Todo el tiempo me siento así. Haciendo lo que puedo por colocar bien los marrones que me van cayendo del cielo, sin lograrlo del todo y contribuyendo a formar la montaña de errores que me acercan cada vez más a la altura del GAME OVER. Porque lo PEOR de perder al Tretis es que era tu propia inutilidad la que creaba la situación que te empujaba de cabeza al final. Como la vida misma, vaya.

La velocidad creciendo. La puñetera musiquita agudizándose, taladrándote los oídos. Tu pulso acelerándose. Tus dedos cada vez menos precisos, menos ágiles, más temblorosos. Y que de las alturas no cae ni una sola barra de esas estiradas que arreglaban cualquier desaguisado en cualquier posición. Ni un cuadrado, que bueno, te hacían menos papel pero tampoco estorbaban demasiado. Ni siquiera un L, que mal puesta te la liaban pero en la posición adecuada tampoco eran el apocalipsis. Noooooooooooooooooo. Todo Z y la cosa esa que no sé ni como llamarla pero que te amargaba la vida cayera donde cayera y tuvieras la situación previa que tuvieras porque con esa protuberancia justo en el centro no encajaba en ningún lado. Qué horror de pieza. La odiaba.

El bicho lleva desde la fase cero tirándonos fichas. Primero a cámara lenta y poco a poco cada vez más rápido. Preocupados por que no se enfriara la cervecita que nos estábamos bebiendo, apagando la pantalla de vez en cuando para ahorrar batería, ignorando a los que sabían del tema y buscando culpables antes que soluciones hemos dejado que las piezas fueran amontonándose desordenadamente unas sobre otras hasta que se ha formado una montaña que llega casi a la parte alta de la pantalla, juuuusto donde aparece el GAME OVER. Y ya me explicaréis de donde vamos a sacar más monedas para seguir jugando.

Me alucina que la gente esté tan tranquila, de verdad, me alucina. No sé, igual jugaban al Tetris mejor que yo, supongo.

Será eso.

domingo, 20 de septiembre de 2020

El milagro de las risas

Tienes unas espaldas increíbles. Unos hombracos impresionantes. Un torso de Adonis de flipar tipo prota de peli de superhéroes. En la vida real nunca he visto unos biceps tan torneados y tan proporcionados (ni demasiado ni demasiado poco) como los tuyos y estás tan fibrado que no tengo dudas de que si me tropezara y me golpeara la cabeza con la parte blanda de tu brazo me haría un chichón. En serio, estoy convencida. En medio de mi sequía infinita, (inmisericordemente agudizada por este puto CoronaApocalipsis) a veces me quedo mirándote y me da miedo darte un mordisco porque no he podido contenerme (en plan Phoebe en esta escena de Friends pero sin que me sirvan los tobillos de Chandler de antídoto). No es una exageración. Puedo oír perfectamente a la YO cuerda de mi mente intentando desesperadamente agarrar a mi YO loca para que no se te acerque gritándole: "Pero ¿qué haces? ¡Que vas a conseguir que nos manden la trullo por acosadoras!"

Después de la turbia imagen que acabo de insertar en tu cerebro supongo que te haces una idea de las GANAZAS que tengo que darte un muerdo y aún así me apetece más que nos riamos. Pero de verdad. Que pase algo que nos provoque un rato de carcajadas incontrolables. De esas que no te dejan ni hablar para explicarle a los demás qué os hace tanta gracia. De las que se van apagando, uno de los dos se encuentra con la mirada del otro y vuelven a arrancar, sin razón. De esas.

¿Por qué?

Primero por el efecto terapéutico, claro. Creo que una buena sesión de risas de calidad podría mitigar, al menos, la mitad de los daños que el CoronaMierda está infligiendo en mi fortaleza mental. De hecho, creo que este infierno lo estoy llevando regulinchis porque no tengo mucha gente con la que reírme EN SERIO. No medias sonrisas o muecas de compromiso. Reírme a fuego, a todo o nada, casi sin poder respirar. Si voy a tener hipoxia o disnea, que sea por esto y no por el maldito bicho.

También me apetece reírme contigo para confirmar sospechas. Y es que me huelo que eres un compañero de risas high level, de los que no sólo aguantan el tirón sino que alimenta el motor con comentarios irónicos, agudos y exagerados hasta el absurdo. Me juego algo, además, a que tienes ese humor indignado que tanto me gusta, ese manejar el cabreo a base de bromas que es todo un arte menos reconocido de lo que debiera. Me apuesto lo que sea a que estás hecho todo un maestro de eso. Si no lo fueras esa cara de mal genio que sabes poner cuando quieres sería un triste desperdicio...

Y bueno... no lo voy a negar. Puede ser que, además, un poquito, en el fondo de los fondos de los fondos de los fondos, espere que ocurra el milagro de las risas. A veeeerrrr, no estoy loca, un poco como en la lotería de Navidad, que sabes que no te va a tocar pero juegas porque, bueno, al fin y al cabo, nunca se sabe, ¿no? A mi, el 90% de los chicos que me han gustado se abrieron paso hacia mi corazón después de una buena sesión de carcajadas. Teóricamente te puede pasar a ti lo mismo. 

Nunca se sabe...

lunes, 14 de septiembre de 2020

Truños navideños clónicos

Nunca se me han dado bien las matemáticas y jamás llegué a entender del todo el asunto turbio de los números racionales, irracionales y toda esa mandanga. ¿Infinito? ¿Qué es eso de infinito? El espacio es infinito. Los decimales de pi son infinitos. Pues muy bien, pues vale, pero qué queréis que os diga, no lo terminaba de ver claro. HASTA HORA.

Infinito. ¿Sabéis qué es infinito? El numero de películas de sobremesa relacionadas con la Navidad que hay en el internet profundo, medio y superficial. Qué barbaridad. Es inabarcable, inacabable, descomunal. No se terminan nunca, jamás. Increíble.

Bueno, las llamo películas de sobremesa para que nos entendamos y porque llamar bodrios a semejantes pestiños me da pena, pero vamos, me imagino que ya veis por donde voy. Me refiero a esas joyas del Séptimo Arte sin un mínimo argumento coherente, con unos personajes planísimos y unos diálogos que dan vergüenza ajena. Lo que viene siendo los requisitos indispensables para ser considerada peli de serie B de sobremesa pero con un extra: que esté relacionada con las celebraciones navideñas. ¿Hay un límite de veces en las que se pueda contar la misma sosísima historia plagada de clichés por todos lados y sin la más mínima originalidad? Parece ser que no.

Amor en Navidad. Navidades dulces. El chocolate de la Navidad. Aires navideños. Navidad en Roma. ¿Detectáis un patrón?

Y bueno, si los títulos se parecieran pero por lo menos contaran tramas distintas... pero no es el caso. 

Chico conoce a chica. La chica es periodista, o escritora o se dedica a organizar bodas o tiene una cafetería y/o pastelería. Siempre. Por lo visto es imposible enamorarse teniendo otro tipo de empleo o profesión. Él trabaja en una gran empresa o regenta un negocio. A uno de los dos le encantan las fiestas y el otro las odia. Coinciden por una casualidad absurda que de alguna forma aún más absurda se alarga y les obliga a pasar tiempo juntos. Él suele ser viudo con una adorable hija pizpireta y moñas a partes iguales. Ella suele estar sola con sus vástagos porque quien sea la ha dejado tirada. Al principio SIEMPRE se caen mal. SIEM-PRE. A los 2 minutos surge el amor todo el rato siempre. No os lo esperabais, ¿eh?

Pero las coincidencias de unas pelis con otras no acaban ahí, claro. Siempre se cocina en algún momento del metraje. Normalmente galletas navideñas o pan de gengibre. Las casas son gigantes, sus luces decorativas podrían divisarse desde la subestación espacial y hay muérdago por todas partes. Y siempre SIEM-PRE se compra y se decora un árbol de navidad. Otro sorpresón inesperadísimo, ¿verdad?

A mi lo que más me alucina del fenómeno de los truños navideños clónicos no es tanto que se cuente la misma historia una y otra y otra vez porque, bueno, en realidad la Humanidad lleva dándole vueltas a lo mismo desde los clásicos griegos. Temas atemporales, los llaman, o turra infinita para los amigos. Lo que me flipa es que ni se molestan en darle un giro, en explicarlo de manera mínimamente original. Son copias descaradas unas de otras. descaradísimas. Los personajes, las situaciones, los diálogos, los malentendidos... todo es idéntico. De hecho, hasta los actores suelen ser los mismos. Firmarán los proyectos en pack, supongo, en plan oferta del hipermercado. Tardarán poco en memorizar sus frases que son casi iguales en unas cintas que en otras. Lo complicado será distinguir en qué rodaje están, me imagino.

Y el tío trajeado del despacho que aprueba estos proyectos se irá a la cama cada noche descansado, satisfecho por un trabajo bien hecho, por su inconmensurable aportación al mundo del arte, ¿no? Las conversaciones con los guionistas convenciéndose mutuamente de que no ruedan LA MISMA peli una y otra vez tienen que ser de traca,

-Y, agárrate bien a la silla no te vayas a caer de culo con la innovación que he introducido, la protagonista de se llama Mary Anne y no Mary Sue y ¡OJO! tiene el pelo ondulado y no liso.

-Madre mía, que torrente de imaginación, si su hijo pequeño es moreno en vez de rubio rompemos el inventómetro.

-Te habrás fijado, además, que la portada de este guión es roja. ¡ROJA! El resto no lo he tenido que imprimir. Me quedaban copias del libreto de la anterior película y sirven igual porque para el caso patatas, pero la portada es un carrusel de emociones, no me lo negarás...

En finnn... Si las hacen es que las teles las compran porque la gente las ve, ¿no? Y luego me extraño de las los productos más locos de la teletienda... Tenemos lo que nos merecemos.

domingo, 6 de septiembre de 2020

La NO entrada de la NO queja

 


No me quiero quejar. Bueno, mejor dicho no me PUEDO quejar. El bicho aún no me ha pillado ni a mi ni a mi familia y ni siquiera se ha cebado SERIAMENTE con nadie de mi entorno cercano. Contra todo pronóstico todavía tengo un trabajo y por ahora no me echan de mi superguarida. Así que no, no me PUEDO quejar. Pero la cabrona de mi regla se está retrasando más que nunca y el hijo de la grandísima puta de mi síndrome premenstrual me está pegando con tanta fuerza que llevo una semana al borde de cortarme las venas, así que por necesidad terapéutica SÍ me voy a quejar. Se siente. Saltaos esta entrada y tan amigos. Nos vemos en la siguiente.  

Como dice en la foto de arriba el siempre acertadísimo Seth, no, al contrario de lo que esperas, cuando recibo tus correos no estoy bien. Indudablemente podría estar peor, pero bien no estoy. 

Este ha sido un verano bluff total. Ni siquiera se merece el calificativo de verano, pasará a la historia como el NO verano y estoy siendo generosa de no llamarle algo peor.

No me he bañado en la piscina. Ni una vez.

Por exigencias del guión no me queda otra que ir del trabajo a casa y de casa al trabajo desde ni me acuerdo.

No tengo grupo estable de convivencia. así que el reto no es sólo buscar un plan seguro y responsable que se pueda hacer sino encontrar con quien hacerlo.

Hace 7 meses que nadie me abraza, De otro tipo de contacto menos casto e igualmente necesario ni hablamos, claro.

La semana pasada quise jugar al Uno con los SpeedySobris al aire libre y toneladas de desinfectante mediante. Misión imposible. Dos metros de distancia de seguridad le impiden a cualquiera robar del mazo las cartas que le haya tocado robar. Y más con la escasa longitud que tienen todavía los bracitos de los SpeedySobris.

Hoy ha sido el primer día que he entrado en casa de los SpeedyPadres. Me he sentado en una banqueta de plástico que se pudiera desinfectar después, en la otra punta del salón, con mascarilla y con las ventanas abiertas. Ha sido una experiencia magnífica, como supongo que ya podréis imaginar.

Ni siquiera me puedo pintar las uñas porque no hay esmalte que resista mi frecuencia de lavado de manos. Me están saliendo escamas entre los dedos y dentro de nada tendré que ir a mi primera reunión de hidroalchólicos anónimos.

Estoy a tal nivel de desesperación que me he enganchado a las películas navideñas de sobremesa, que son igual de malas de que las serie B de asesinatos, tipo "Vigilada por su vecino" o "Amistad obsesiva" pero en tono más amable y relacionadas con la Navidad. Es increíble la gigantescamente ingente cantidad de bodrios que se hacen relacionados con este tema y que son, esencialmente, la MISMA historia contada una y otra y otra y otra vez con pequeñísimas diferencias. En serio, son infinitas. Nunca se acaban. Jamás. Y la originalidad de los títulos que tienen que incluir sí o sí la palabra "Navidad" ni os cuento. Pero vamos, que este asunto tiene tanta miga que merece su propia entrada, no os voy a hacer aquí spoiler. Nos leemos en el próximo post.