viernes, 20 de marzo de 2020

Escribir en tiempo de coronavitus III: mi curva

Desde que empezó este infierno, hay dos palabras de moda, que son claramente trending topic en conversaciones, informativos y tertulias. La primera es coronavirus, claro. Y la segunda curva. La curva de propagación hay que frenarla, doblegarla, achatarla, aplanarla o como lo quieras llamar y para eso ¡¡¡QUÉDATE EN CASA!!! (que hace cinco segundos que no lo decía ;P)

Sin embargo hay otra curva de la que se habla menos y que mucho me temo que todos llevamos por dentro, confinados en nuestros hogares: la curva del ánimo. Estamos viviendo un infierno, un horror sin precedentes y cada uno lo lleva como puede. Unos mejor y otros peor. Pero en cualquiera de los casos estoy segura de que todos tenemos ratos, picos de positividad y negatividad.

Yo me informo mucho, demasiado, así que mi curva de angustia asciende rápidamente desde que cojo el móvil y miro las noticias nada más levantarme. Allí leo artículos de fondo y sesudas comparaciones con los datos de Italia que nos hacen spoiler de lo que nos espera y que empinan la pendiente de mi desesperación hasta que alcanza su pico máximo, a las 12, cuando dan las cifras diarias. En ese momento me coloco la borde del colapso y ya ni la asombrosa serenidad de Fernando Simon y su infinita capacidad de encontrar ínfimos puntos positivos que resaltar me calman. Entonces me doy cuenta de que me falta poco para que se me produzca un cortocircuito mental y tratando de no saturar aún más el sistema sanitario intento bajar revoluciones. Cierro internet, hago lo posible por escribir, rescato chistes antiguos. Recuerdo como hemos salido de otras movidas tochas (¿os acordáis de riesgo y la pesada de su puta prima en crisis anteriores, ¿verdad?) Me repito que esto también pasará. Y con todo eso la curva cede poco a poco y empieza a bajar.

La clave es que no se produzcan picos inesperados. Que no te manden ese WhatsApp de algún sanitario desesperado y llorando porque la situación en su hospital es límite. Que no te digan que alguien que conoces está infectado. Que no te enteres de algún hijo de las grandísima puta que monta fiestas en hoteles, o que escupe a la policía cuando van a detenerla y después da positivo. Eso ya no te angustia, eso te da, ya directamente, ganas de matar. Por lo menos a mi.

Pero bueno, yo soy un poco drama queen, no sé como serán vuestras curvas. Espero que algo más planas y que, en todo caso, hagáis también todo lo posible por aplanarlas, porque la desesperación, el miedo, la angustia y la negatividad se expanden más rápido aún que el coronavirus, a través de internet y a más de un metro y medio de distancia. Así que calma, ánimo, mucha fuerza y...

(exactamente, lo habéis adivinado)

¡¡¡NO SALGÁIS DE CASA!!!

1 comentario:

  1. es inevitable no caer en la angustia... se leen cosas horribles y la empatìa hace que los números de Italia y España duelan, Y mucho.

    Espero en poco tiempo la caída de esos números y que se haya llegado a un pico. Como veras aunque este en Argentina y lejos, se espera lo peor igual. A veces se puede ser optimista. Elijamos serlo entonces cada vez que nos levantamos. Besos...

    ResponderEliminar

¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.