domingo, 10 de abril de 2022

La misteriosa mancha viajera

Para disgusto de SpeedyMum, yo no me miro mucho al espejo. Digo para su disgusto porque ella cree que si me mirara más, me daría cuenta de mi estilismo capilar desastroso perpetuo y le pondría remedio. Spoiler: eso no va a pasar. No se lo digáis a SpeedyMum, que no queremos quitarle la esperanza de un hipotético milagro estético en el futuro, pero da igual el número de espejos en los que te reflejes si algo no está lo suficientemente arriba en tu escala de prioridades. Y, por suerte o por desgracia, ir peinada no está en el top ten de las mías.

Cuestión, que no me miro mucho al espejo, menos que nunca en estos años marca CoronApocalipsis de mascarillas eternas, exigua vida social vía confinamientos reiterados y estado anímico regulinchi, en general. Así que para que me de cuenta de cambios en mi carrocería externa tienen que producirse hechos concretos que los evidencien. 

No me caben unos pantalones- habré engordado.

La gente me pregunta por la calle donde me he dejado la tabla de surf- hace demasiado que no me tiño y las raíces me llegan tan abajo, que la peña cree que llevo mechas californianas y que he venido directa desde la costa estadounidense a cabalgar las olas.

En esta secuencia de acontecimientos, el otro día se produjo un extraño suceso digno de Expediente X. O más bien de otro gran peli de extraterrestres: Los hombres de negro.  No sé muy bien ni como explicároslo, así que mejor que os lo cuenten ellos mismos.


 

Me está pasando lo mismo que al pobre Edgard, o más bien lo que a la cucaracha alienígena gigante que le roba el cuerpo a Edgard: que se me está escurriendo la piel.

Inquietante, que diría Iker Jiménez.

¿Que como lo sé? Pues porque este verano se me olvidó ponerme crema un día en la playa, me quemé la cara y se quedó una mancha marronácea justo en el puente de la nariz. Cómo llegó el sol a la única zona de mi rostro que estaba protegida (llevaba gafas oscuras) es otro misterio que deberá ser investigado en otra ocasión. El caso es que la mancha esa ha estado casi a la altura del entrecejo ocho meses y el otro día me la vi en medio de la  tocha, en plan disimulado. No se ha extendido, se ha desplazado.




No sé, a lo mejor ha sido algo gradual y como no me miro al espejo no me he dado cuenta hasta que ha estado, literalmente, no delante de mis narices sino en la misma punta de mi protuberancia nasal. O quizá ha sido un salto repentino, tipo movimiento ninja. A saber.

Lo más extraño del caso es que tengo dos lunares a cada lado de la cara que siguen más o menos donde estaban (o eso espero), así que no se han escurrido con el resto de la piel. A lo mejor son como dos chinchetas que sujetan el resto de la epidermis y como se suelten se me quedan todos los músculos al aire, en plan video de Robin Williams. A estas alturas ninguna hipótesis es descartable.

Pero siempre nos queda apostar. ¿Hasta donde creéis que llegará la maldita mancha en su emocionante viaje por la superficie de mi anatomía? ¿Se detendrá en el ombligo? ¿Continuará su expedición hasta mis rodillas? ¿Se desplazará hasta la punta de mi dedo gordo del pie, pondrá la bandera de terreno conquistado y saltará a otro cuerpo, en busca de nuevas aventuras?

Os mantendré informados. 

Mulder (y queridos lectores): la verdad está ahí fuera.

2 comentarios:

  1. Bueno, si la mancha se hace más grande se requiere una visita al dermatólogo. Si la ciencia dermatológica no puede con la mancha, quizá debieramos pensar en otra clase de soluciones. Por si acaso, te puedo pasar el número de móvil del padre Damien Karras, que me debe un favor y el sabrá qué hacer con la mancha que te ha poseído.

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  2. Cabronidas, por ahora la mancha se dedica a viajar por la superficie de mi anatomía, demasiado ocupada para poseerme o meterse en mi mente. Así por suerte todavía no me hacen falta exorcismos. Crucemos los dedos. ;P

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.