Soy muy pero que muy fan de Nadal y de Federer. Cada uno a su manera me parecen fenómenos extraordinarios del tenis, de verdad. Y aún con mi ceguera fanática puedo ver que se han mantenido tantísimo tiempo como cabezas de ranking no sólo por su valía (que es indiscutible, desde luego) sino porque no hay relevo. Y es que si ahora llegara uno con un talento mínimamente comparable al suyo o incluso algo menor pero con la potencia y el impulso de la juventud, los sentaba en el banquillo a la voz de ya. Y muy a mi pesar quizá fuera hasta bueno. La renovación es necesaria y sana.
Yo lo sé bien porque a mi me cuesta un mundo dar relevos en el alquiler de mi músculo aórtico (¡Toma cambio de tema! No os esperabais este salto fuera de lo deportivo, ¿eh?) Llega un notas, que ni siquiera es siempre un dechado de virtudes precisamente, se apoltrona entre mis aurículas y ventrículos y ya no hay manera de echarlo de allí, oye. En parte es porque soy una cabezota, en parte porque como me invento todo a veces les subo a pedestales que no tocan y en parte (sobre todo) porque no hay relevo. Me cuesta un mundo encontrar candidatos (y no es por exigir demasiado, que ya os veo venir, eso lo hablamos en otra entrada si queréis) y mientras no hay nadie nuevo, el antiguo sigue en el puesto. Con poco entusiasmo por parte de todos los implicados, todo hay que decirlo, pero allí sigue.
Tiburcio lleva de okupa en mi músculo aórtico desde ni se sabe. Yo lo calculé el otro día y flipé en colores así que si él llegara a enterarse se quedaría de piedra, el pobre. Sobre todo porque (por lo poquísimo que lo conozco si restamos lo inventado) tampoco es nada del otro mundo. A ver, que el chaval es majo, pero claramente ha batido el récord de permanencia por las circunstancias, claro. Primero me dio el Jamacuco Supremo (JS) que me dejó blandita y sin poder buscar alternativas durante bastante tiempo. Luego estuve colapsada con mis movidas varias y no tenía el coño para farolillos (nunca mejor dicho) y después ha llegado el puto bicho del demonio que ha paralizado todo y más que nada esta área donde la distancia de seguridad ya tal. Conclusión: Tiburcio inquilino cardíaco AÚN. Y sin pagar ni un duro, el tío. Qué morro.
Bueno, en realidad sí aporta, claro, si no ya habría encontrado la manera de desahuciarlo, supongo. Sin él saberlo, durante el JS fue mi lugar feliz y me ayudó a dormir en noches muy duras y llenas de miedo. Sin él saberlo, suplió la parte de fuerza de voluntad que me faltaba para hacer cosas que ahora me alegro de haber hecho. Y sin él saberlo ha contribuido a soportar este confinamiento, poniéndole cara a las esperanzas de una vida mejor cuando esta pesadilla acabe de una vez por todas. A veeeerrr, tranquilidad en el frente, que le ha puesto cara en plan light, ¿eh? No estoy loca ni soy una stalker. Si no hubiera estado él le habría puesto cara mi Zac o el protagonista super-majérrimo del último libro que me estoy leyendo. Vamos, que era una cosa más bien simbólica, ya me entendéis. Pero bueno, ahí ha estado, contribuyendo a la causa de no cortarme las venas. Sin saberlo, claro.
Tiburcio es un okupa duradero porque no da mal. No pone la música alta, ni causa problemas con los vecinos, ni estropea las paredes. Ayuda a aligerar la bruma en días grises pero no tiene entidad suficiente para provocar sentimientos negativos, así que es inofensivo. Por eso no le echo, me imagino.
Aún así, ¡qué ganas de que llegue su relevo! ¡Qué ganas!
Mira que te gustan los símiles y las metáforas.Y se te dan bien.
ResponderEliminarOye, casi me enfado y todo con el cambio de tema tan brusco 😆
ResponderEliminarMientras esperas el relevo yo creo que Tiburcio te hace muy buena compañía, por lo que cuentas, así que más vale malo conocido...
Besos.
Pseudo, sí que me gustan, sí
ResponderEliminarDevoradora, soy cinturón negro en cambiar de tema, no lo puedo evitar jajaja ¿Tiburcio buena compañía? Buenoooo, pues sí, más o menos. Podría decirse así.