Al principio de este infierno pandémico que parece que nunca va a tener fin (porque cuando creíamos que ya estábamos saliendo, otra vez al hoyo ¡no me lo puedo creer!) pensaba mucho en que, con este bicho del demonio más que con nada, quien ríe el último, ríe mejor. ¿Os acordáis que el primer mes encerrados? Entonces se leían muchos titulares del tipo "Villabotijo de arriba, ejemplo de control de la pandemia" y quince días después "Situación completamente descontrolada en Villabotijo de arriba." Pasaba una y otra y otra vez que el tema estaba tranquilo donde fuera hasta que el micro cabronazo éste decía"allá voy" y todos cuerpo a tierra. Por eso, en esa época me apetecía más que nunca tener una máquina del tiempo para saber como iba a acabar todo. Asomarme un momento a una década en adelante y ver quién consiguió hacerlo bien. O menos mal, como mínimo.
Porque Italia y nosotros pagamos el pato de los novatos. Nos llegó el bicho antes que a nadie, no teníamos mascarillas, ni respiradores, ni una mínima información y, claro, murió hasta el apuntador. A los otros les cogió avisados y con un mes de tregua y luego que si menos mortalidad y menos colapso. Sí, claro, así cualquiera. Pero de una forma u otra, todos han terminado cayendo.
Nueva Zelanda fue rápida de reflejos como buena isla, cerró fronteras y apostó por ZeroCovid. Dos años después, tienen que resignarse a convivir con el maldito bichillo. Imposible escapar en un mundo interconectado, a no ser que seas una dictadura como la china en la que encerraban a la gente con muros en los barrios para que no saliera. Y aún así es el ciclo sin fin de controlar brotes y brotes y brotes y brotes. No hay más preguntas, señoría.
Y no me hagáis hablar de Alemania. Los santurrones, los "ay, que bien lo hacemos todo obedeciendo a los científicos". Pues menuda tienen liada allí ahora, los listillos. Y encima disponiendo ya de vacunas, que es el colmo de la absurdez suprema.
Y es que, igual que el primer verano quería que nos invadiera Portugal y acabara con nuestro sufrimiento, ahora le daría a cada español un par de gallifantes. Por molones. Por vacunarnos todos como si no hubiera un mañana. No sé si es por el trauma de la primera ola, porque somos demasiado perezosos para informarnos sobre peligros y efectos secundarios de los fármacos, porque leer más cosas negativas nos da bajona, porque somos solidarios y queremos proteger a nuestros abuelos o porque nos pinchamos lo que sea o vendemos hasta a nuestra madre con tal de que nos dejen salir de cañas. No sé cuál es la razón y me da igual. Lo único que me importa es que somos líderes en vacunación, que ahora mismo es lo más eficaz que se puede hacer para mantener a raya, aunque sea un poco, al maldito bastardo. Y que por eso estoy orgullosa de vosotros. De todos.
Así que, gracias.
Bien, esta movida aún no ha pasado, pero pasará como pasa todo. Cuando pase eso, si estoy vivo, veremos cómo nos sentimos el resto. De momento, ha pasado y está pasando justo lo que me esperaba.
ResponderEliminar¡Yo quiero un gallifante!
ResponderEliminarBesos.
En España hay mucha afición a autocriticarnos por todo, pero también hay que reconocer que tenemos una gran proporción de gente buena, razonable y solidaria. Y eso hay que valorarlo mucho.
ResponderEliminarTienes toda la razón, para una cosa que hacemos medianamente bien.
ResponderEliminarYa si pusiéramos el mismo empeño en que se manden y distribuyan vacunas a los paises con menos recursos seríamos la bomba.