miércoles, 1 de septiembre de 2021

Epaminondas

Me acuerdo de un cuento que había en casa de mi abuelo cuando yo era pequeña. Se llamaba Epaminondas y me horrorizaba, me parecía tristísimo. Iba de un niño negrito muy pobre, que como no tenía nada más, su madre le ponía el nombre de un general famoso y reputado para que por lo menos tuviera eso en la vida, un gran nombre. Y por no fuera ya suficientemente triste, al chaval le explicaban las cosas y como no se terminaba de enterar el pobrecillo, le dejaban poco menos que por lerdo en la historia. Aquello me indignaba. "Igual el crío no es tonto, igual lo que ocurre es que no se lo estáis enseñando bien, cabrones.", pensaba yo.

Total, que se me ha ocurrido buscar el cuento ahora y resulta que va precisamente de eso, de la dificultad de hacerse entender en el proceso de aprendizaje. En las versiones actuales le han quitado todo el tema de la raza y la miseria, que no venía muy a cuento tampoco (nunca mejor dicho) y algo mejora porque el prota parece ligeramente menos lerdo. Pero aún así queda como un tonto y me cabrea. El niño se limita, como es lógico y normal, a cumplir con lo que le dicen los mayores. Si le explicas que la mantequilla hay que llevarla fresquita para que no se derrita, él lo hace. Y es lo que va a hacer las siguientes veces, porque es lo que le has dicho que tiene que hacer. Luego las siguientes veces son casos distintos y hay que hacer otra cosa y el chaval hace lo mismo. Pues claro. ¿Cómo lo va a saber él si es un crío y no tiene ni idea de la vida? En fin, me indigno.

El caso es que yo estos días me siento muy Epaminondas. Siempre lo soy, de hecho, cuando aprendo algo nuevo. Las teorías abstractas y las explicaciones generales no me sirven para mejorar. Necesito algo concreto sobre lo que corregir o modificar para visualizar, asimilar o intuir qué es lo correcto. Necesito hacer una propuesta sobre la que se señalen los errores para comprender qué es lo acertado. ¿Qué peligro tiene esto? Algo que me ocurre, desgraciadamente, muy a menudo: aprender la lección equivocada. Ver una corrección y pensar que es por A cuando en realidad la causa es B. O aplicar esa misma corrección en las siguientes ocasiones y que, como le pasa a Epaminondas, sean casos distintos en los que había que hacer algo diferente.

Mogollón de mis malentendidos como contadora de cosas tuvieron este origen (mezclado con unos jefes insufribles que, en realidad, ni sabían ni querían enseñar). En la supermovida era el pan de cada día. Y ahora lo sufro aprendiendo a escribir otras cosas. Creo entender algo, lo aplico a la siguiente y resulta que para ese contexto no sirve. Y yo sólo pienso, como Epaminondas: "Si he hecho lo que me dijisteis, jooooooooooo"

5 comentarios:

  1. Yo también me acuerdo de ese cuento. Me tocó leerlo en la escuela de pequeño. Después de leerlo, pensé lo que se ha ido afianzando en el transcurso de mi vida hasta hoy: adultos hijos de puta, a ver si os aclaráis y dejáis de putear al crío.

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  2. No conocía el cuento, pero ya te puedo decir que yo a veces (demasiadas) también me siento Epaminondas.

    Besos.

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  3. Cabronidas, "a ver si os aclaráis y dejáis de putear", la GRAN reivindicación a cualquier edad jajaja

    Pseudo, pues es un nombre un poco grandilocuente para una gato, ¿no? jajaja

    Devoradora, todos somos un poco Epaminondas a veces, yo creo. Y casi nunca es culpa nuestra.

    Alexander, pues tampoco te has perdido mucho, a mi no me gusta demasiado, la verdad.

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.