miércoles, 28 de octubre de 2020

27 veces absurda

Mi ordenador nuevo va como un tiro. CUANDO QUIERE, claro, porque yo ya he aceptado que la tecnología que me rodea tiene siempre mucha personalidad y planes propios y no puedo esperar que haga siempre lo que a mi me viene bien. Mi tele guadiana agonizó durante años encendiéndose SÓLO cuando le salía del unicornio y qué os voy a contar de mi antiguo portátil (predecesor del actual que tiene, por tanto, de quien aprender) que llegó, incluso, al chantaje. El de ahora no ha alcanzado esos límites pero disciplinado, disciplinado, lo que se dice disciplinado, no se puede decir que lo sea.

Así, en breve, el conflicto que tenemos es que cumple órdenes bastante bien y muy rápido hasta que se le hinchan las pelotas. Creo yo que es eso, vaya, porque explicaciones técnicas, lógicas y racionales no le encuentro. En un momento determinado decide que está hasta la pepitilla y que se bloquea un rato, hasta que se le pase el agobio. Y el problema no es que le mande muchas cosas a la vez, porque se china a veces recién encendido, con una sola tarea en marcha, con mil ventanas abiertas o cuando llevamos toda la tarde metiéndole caña. Trabajando en local y en remoto. Cuando hace calor y cuando caen chuzos de punta. En lo peor del confinamiento y cuando aún vivíamos felices (sin saberlo) en la era preBicho del demonio. De verdad, es que, de nuevo, no es posible detectar un patrón para este comportamiento y así poner en marcha medidas que lo prevengan. Por tanto, cuando llega, yo me limito a respirar muyyyyy profundamente, entrenar la serenidad y esperar a que escampe. 

Me resigno porque años de tormentosas relaciones con aparatos tecnológicos de todo tipo me han enseñado que contra esta característica concreta de mi vida no se puede luchar. También porque mi portátil tiene poca credibilidad en general: a la primera me dice que es imposibilisisérrimo ir a no sé qué web dado que mi navegador no tiene flash o java o lo que sea y al segundo intento entra sin problemas (vaaaaaaaaya, qué casualidad, el flash ese ya no es taaan necesario). YYYYYYYYYY por una cosa que no debería contar porque es de VERGÜENZA AJENA y que espero que no salga de aquí: dejaría mi reputación por los suelos en la vida en 3D. En el mundo virtual ya no tengo nada que perder.

Allá por el Pleistoceno superior, cuando estrené el predecesor de mi actual portátil, salió un recuadro rojo en la pantalla que no me dejaba usar nada. Que configurara no sé qué en no sé donde, decía. Mi escasa habilidad informática y el menor conocimiento de cualquier cosa que había por aquel entonces en Internet no me permitieron encontrar una solución, así que apliqué el único remedio que me quedaba: darle a cancelar.

CANCELAR, desaparece recuadro, CLIIIIINNNNNCCC, aparece de nuevo.

CANCELAR, desaparece recuadro, CLIIIIINNNNNCCC, aparece de nuevo.

CANCELAR, desaparece recuadro, CLIIIIINNNNNCCC, aparece de nuevo.

CANCELAR, desaparece recuadro, CLIIIIINNNNNCCC, aparece de nuevo.

27 veces aparecía el recuadro. 27. Después el ordenador debía de cansarse, decidía que no le merecía la pena mantener por más tiempo ese pulso con una loca como yo y que para mí la perra gorda y se rendía. El recuadro se iba... hasta la siguiente vez que encendía el portátil. El mismo proceso otras 27 veces. Así fue durante MESES, ME-SES. Finalmente ocurrió algún milagro que desconozco, un hacker anónimo de buen corazón se coló en mi casa para acabar con mi tortura informática o el ordenador se rindió definitivamente ante mi absurdez extrema (no lo sé) pero el recuadro maldito desapareció para siempre y yo no le di más vueltas.

Pero ahora sí. Ahora lo pienso bastante. Pienso en lo preocupante que es que yo supiera que a las 27 veces ¡¡a las 27!! el aviso porculero se iba. Como puede nadie insistir hasta en 27 ocasiones en algo que no ha funcionado antes. La definición de locura es hacer siempre lo mismo esperando resultados distintos. 

Fue casualidad que descubriera el número, claro. En realidad lo que ocurrió es que, frustrada porque mi precioso ordenador nuevo no funcionaba, le di como una loca a "cancelar" como forma de protesta, sólo para descargar mi rabia sin esperar nada y milagrosamente el recuadro desapareció. Y pensé, ¿y si pasa de nuevo? Y la siguiente vez ocurrió también, así que a la tercera conté las repeticiones que hacían falta para no desesperarme pulsando el botón eternamente. Qué horror. Qué manera de cronificar una situación incómoda y aberrante para la que lo más lógico sería encontrar una alternativa mejor.

Yo busco soluciones. Es un rasgo de mi del que me enorgullezco, de hecho. Para muchas cosas es guay. Pero mezclado con un tesón mal entendido y una fuerza de voluntad a veces peligrosa me confina (palabra de moda) en situaciones, en relaciones, lacerantes o simplemente absurdas en las que la opción correcta no es insistir sino CAMBIAR. Sí, con esto tiras pa'lante, es cierto pero es MAAAAAAALO. Busca algo mejor. Hay por ahí algo mejor. Te mereces algo mejor. Ponte las pilas. Pero rápido. No después de 10 siglos y 25 millones de intentos.

Supongo que esto explica muchas cosas de por qué ahora estoy como estoy. 

¡Madre mía 27 veces! Hay que ser absurda. No se lo digáis a nadie, por favor. Confío en vosotros.

2 comentarios:

  1. y el día que escribo algo, decido leer lo que escriben otros... ya sé, es tonto (pero espero cierta comprensión de la que pulsó 27 veces)

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.