lunes, 23 de diciembre de 2024

Desahogo

Esto no me he atrevido nunca a decirlo en serio en voz alta, pero hoy necesito soltarlo. Sin bromas, sin medias tintas, sin quitarle importancia. Pienso más de lo que me gustaría en la muerte. No como el final inevitable de todos, sino como una opción. Una alternativa preferible a otras y perfectamente escogible.

Y me sorprende porque yo siempre he creído que la vida es sagrada, que no somos nadie para darla y para quitarla y que coger la salida de emergencia es una pena y un error. Pero pasan los años y cada vez estoy menos convencida de eso. Pienso que vivir tiene que ser un premio, no un castigo y que hay que quedarse mientras merezca la pena, mientras lo bueno compense lo malo. Fuera de eso, quedarse por quedarse, aguantar por aguantar, como en la juergas infinitas, es tontería.

A ver, no soy una niñata que se cree "con derecho a ser feliz" ni que piensa que "el universo le debe nada". Ya sé que la vida es dura, que no todo puede ser perfecto, que aquí todo el mundo tiene lo suyo y se come sus marrones. La clave es que también haya cosas buenas lo suficientemente grandes para compensar esas mierdas. No a todas horas, no todos los días, asumiendo que la existencia son ciclos y que hay épocas mejores y peores, pero que en conjunto la balanza se incline hacia lo positivo. Quedarse para sufrir todo el tiempo es absurdo, no le veo sentido.

Por eso no me sirve de nada el típico argumento de que hay gente que está peor. Ya, ¿y qué? Pero no porque sea una egoísta a la que le de igual el resto, sino porque tampoco le veo sentido en su caso. ¿Merece la pena vivir en guerra, soportando violaciones, estando gravemente enferma sin posibilidad de cura? Para mi no. Otra cosa es que para ellos si porque en su día a día tengan cosas suficientemente buenas para compensar, que oye, genial, me alegro por ellos. Pero de verdad que considero ilógico, innecesario, tener que madrugar, resolver problemas, discutir, enfermar, aguantar insoportables, superar decepciones y lidiar con todo tipo de mierdas a cambio de nada lo bastante significativo, con la suficiente entidad para contrapesar, para resarcirse de lo malo.

El truco está, claro, en que siempre se espera que mejore porque en este mundo lo único permanente es el cambio y cada día es un continuo plot twist. Las cosas son de una manera hoy, pero mañana nunca se sabe. Todo pasa. Yo solía agarrarme a esto, de hecho. El problema es que cada vez me sirve menos por puro agotamiento. Llevo andado como mínimo la mitad de mi camino vital y nada de lo que realmente me importa ha salido bien. He ido tirando de lo pequeño para ir aguantando mientras llegaba algo con verdadera enjundia para nivelar, pero estoy extenuada y sobre todo se me ha acabado la confianza en el futuro. Como Pedro y el lobo en el cuento, ya no me lo trago. Es decir, racionalmente SÉ que podría ser, que hasta el rabo todo es toro, que el partido no se acaba hasta que el árbitro pita el final, que los goles mágicos pueden llegar en la prórroga. Mi cerebro lo sabe, pero mi corazón no se lo cree. Y, sinceramente, tanto esfuerzo para estos resultados está empezando a dejar de merecerme la pena.

1 comentario:

  1. A mí tampoco me
    sirve que me digan
    que hay gente que
    están peor que uno,
    si tú no piensas en
    tu bienestar, quién
    lo hará por tí, además
    está sociedad es
    bastante egoísta, nos
    tendrían que señalar
    a todos entonces,
    eso si , leo todo lo
    que escribes, y da
    la impresión, que
    estás cabreada
    con el mundo
    entero .


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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.