viernes, 18 de marzo de 2022

Bombonazo Al, desafortunado en amores

Este miércoles no ha habido en este blog la entrada correspondiente y eso sólo tiene un culpable. 

 

                                                                 Mi Al

 


Yo no he tenido nada que ver. Poquísimo. Casi cero.

¿Por? 

Porque este bombón (inexplicablemente no añadido hasta ahora mi colección de maromazos, fallo imperdonable que procedo a subsanar sin la menor dilación) me ha tenido colapsada estos días. Me ha quitado el aliento, horas de sueño y las pocas neuronas operativas que quedaban en mi cerebro.

De nuevo: ¿por?

Yo que sé, colegas. Porque no es que sea nuevo, precisamente. Quiero decir, que este dios griego lleva paseándose por las pantallas de pelis y series desde antes de que le salieran los dientes de leche. Ya le tenía visto. Y aunque parezca increíble, antes era hasta más guapo que ahora. Bueno, por lo menos con rasgos faciales más  perfectos, más simétricos. Pero no sé, es que con los años ha ido ganando en magnetismo, ¿no? Como más intensidad. Ya no son los ojos, sino la mirada. O me lo parece a mi que estoy bajo los efectos de la sobreexposición, que también podría ser.

El caso es que esta semana he visto muchos trabajos suyos de diferentes épocas, más que nada por curiosidad, por hacerme una idea de qué trayectoria había tenido. Y metida en la vorágine de vídeo varios, se me han colado algunas entrevistas y reportajes y, claro, para qué queremos más. Resulta que aparte de guapérrimo, este bombonazo es simpatiquete. Y bromista. Y sensible. Y humilde. Y saludable. Y bastante centrado. Lo que me faltaba para el duro.

 Porque todo eso le hace merecedor de lugar destacado en mi galería de maromazos, por supuesto. Pero ¿no os da como rabia cuando alguien lo tiene todo? En plan guapo, inteligente, simpático, con dinero, con éxito profesional, personal...

Ups. 

Personal no.

Personal, regulinchi.

Y en este quinto párrafo viene, por fin, el meollo de la entrada. El plot twist. Porque esta preciosidad, como otros de su calaña tipo George Clooney y Leonardo Dicaprio, se considera, o eso dice, desafortunado en amores. Tiene una novia y otra y otra y otra y otra y otra, a cual más buenorra y maravillosísima, y nunca termina de encontrar a la definitiva. Lo mismito que le pasaba a mi George (hasta que se cansó de dar tumbos y se quedó con lo que, estaremos todos de acuerdo, es más una amiga que otra cosa) y Leo.

Y me da igual cuál sea la causa, ¿eh? Me da lo mismo que sean ellas las que les han roto el corazón, que ellos sean tan insoportables que nadie les aguanta o que no tengan capacidad de quedarse con alguien, que padezcan la maldición del "necesito siempre algo nuevo" (porque eso, chavales, tiene que ser a largo plazo una maldición. Os pongáis como os pongáis. Estar perennemente insatisfecho. Menudo suplicio.)

La razón no importa. Lo importante es que los ricos (y en este caso los guapos) también lloran por amor. Y a mi, que soy pelín mala persona, eso me consuela un poco, ¿no? Son dioses griegos, pero sufren, como todo hijo de vecino. Bienvenidos al club. Mal de muchos consuelo de tontos, pero por lo menos es un consuelo.

Dicho lo cual, Alex, bombón, tengo un  mensaje para ti. Si necesitas poner fin a tu sufrimiento amoroso, aquí tienes una voluntaria. Yo me sacrifico y me quedo contigo. Por las bromas que te he visto hacer en las entrevistas, tenemos el mismo nivel de tontuna en sangre. Nos íbamos a reír mogollón. Piénsatelo.

2 comentarios:

  1. La paradoja de la elección...

    ResponderEliminar
  2. ¿Tú crees? Puede que sea eso... o movidas mentales de cada uno, a saber.

    ResponderEliminar

¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.