viernes, 28 de enero de 2022

El veneno está en la dosis

No se puede decir que no lo hayas hecho poco a poco. Eso es verdad.

Y no era mala idea. Tratar que me desenganchara de forma gradual, sin traumatismos, sin (tanto) sufrimiento. Enseñando a mi cuerpo a tolerar el síndrome de abstinencia, entrenándole para soportar cada vez más cantidad de ausencia conforme disminuías la dosis.

Y menos mal, porque me acuerdo del principio que era todo una explosión, para lo bueno y para lo malo y no podía ni imaginarme pasar ni un día a cero. La intensidad era tal que quitármelo de golpe me habría destruido. Habría colapsado.

Así que fuiste reduciendo la aportación. Poco a poco, así como sin querer. 

Menor concentración. Menos horas. Un día sí, uno no. Uno de cada tres. Una semana en blanco. Una quincena de vacaciones.

Hasta tuvimos un par de ensayos generales, meses de carencia, simulacros de fin. Pero luego, de alguna manera, siempre había una resurrección.

Por eso igual ahora lo llevo tan mal, supongo. Porque cuando fui consciente del proceso, pensé que llegaría  a meta sin darme cuenta, que habría normalizado tanto la nada que ni me acordaría de que antes había algo. Sin embargo hoy, al tocar el nivel cero, he sentido como si me arrancaran una tirita de golpe. Se acabó. No hay un quizá, ni un milagro posible. Nadie va a resucitar. Qué dolor.

Y lo haces por mi bien. Lo sé. Es lo mejor para mi. Lo viejo tiene que salir para dejar espacio a lo nuevo.

Pero no quiero. 

Querría querer. Me encantaría querer. 

Pero no quiero.

Duele.


3 comentarios:

¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.