Uno de los mejores profes de inglés que he tenido me dijo la milésima vez que me presentaba al último curso de la Escuela Oficial de Idiomas que la única manera de aprender bien una lengua es echarse un novio que sea hablante nativo de ella. Una verdad como un pinar de grande, sin duda. No hay motivación más fuerte que el amor.
Por otra parte, SpeedyBrother me aconseja últimamente que haga menos ejercicio porque empiezo a tener unos bíceps que si le doy un bofetón le arranco la cabeza. (Ahí lo lleváis, os he dejado muertos con este vuelco argumental, ¿eh? Que noooooo, que soy cinturón negro en cambiar de tema, pero que esto tiene que ver con lo que estaba hablando, lo prometo, un poco de paciencia)
SpeedyBrother es un exagerado, pero tiene razón en que me está cambiando el cuerpo porque de un tiempo a esta parte voy mucho al gimnasio. Ahora, como los lectores espabilados que sois, hilaréis rápido, tiraréis por lo del amor (que os conozco como si os hubiera parido) y pensaréis que lo mío con GimnasioMan va viento en popa a toda vela y no. Siento deciros que guardéis el confeti y los matasuegras porque el tema no va por ahí AÚN. (Me gusta poner eso de aún, que la esperanza es lo último que se pierde, pero vaya, ahora mismo GinmasioMan está a sus cosas -bien por él, es lo que tiene que hacer- y no hay garantía ninguna de que eso vaya a cambiar en un futuro. Estoy en paz con ese hecho y no me provoca sufrimiento alguno, así que no preocuparse). Total, que mi reciente afición al gimnasio no se debe a eso, aunque algo tiene que ver con el amor, no estrictamente romántico. Me explico.
Cuando estaba recién salida del Jamacuco Supremo, tenía un miedo que lo flipas. Terror. Me asustaba que me volviera a pasar y que la pierna que se me había quedado tocada no volviera a ser la misma. Estaba cagada y muuuy blandita y de lo poco que me dejaban hacer los médicos al principio era ir al gimnasio a hacer los ejercicios de rehabilitación. Así que me plantaba allí cada día con todo mi miedo y mi carita triste y allí encontré gente que se portó muy bien. GimnasioMan entre ellos, pero no el único. Hubo compas y profes que fueron amables y empáticos, cosa que, dado lo blandita que estaba, me tocó la patata, la verdad. Sentirme acompañada en un momento de mierda de mi vida lo hacía un poco menos malo. Me animaban, me preguntaban, se interesaban por mis leeentas mejoras. Incluso los monitores con los que más confianza tenía siguieron al milímetro mi recuperación porque iba aumentando gradualmente el tiempo que me metía a sus clases según iba cogiendo fuerzas: hoy 10 minutos de bici, mañana 15, dentro de 3 días 25... era como verme salir del hoyo poco a poco.
Ese proceso ha convertido el gimnasio en un lugar Speedy friendly, un sitio al que voy a gusto. No he sacado de allí novio (AÚN, la esperanza es lo último que se pierde), ni una chupipanda para tomar cañas, pero el que pasará a la historia como el equipo Jamacuco Support fue todo un hallazgo en su momento. Hacer ejercicio se ha quedado vinculado dentro de mi cabeza a una manera de escapar del miedo y el gimnasio ha dejado de ser un lugar de tortura. Por eso voy tanto.
Y ahora tengo unos biceps que si le doy un bofetón a SpeedyBrother le arranco la cabeza. Eso dice, el colega. Hace falta ser exagerado...
Estás como tu imagen de avatar entonces!! 😊😊
ResponderEliminarHay que tener mucha fuerza de voluntad.Emhorabuena.
ResponderEliminarEs que al gimnasio, como a cualquier sitio que vayas en tu tiempo de ocio, hay que ir para entretenerse. Si entras pensando que vas a pasarlo mal, a cansarte, a ver si sales cuanto antes, lo terminas dejando en poco tiempo. Además, hoy en día con los teléfonos móviles puedes ponerte series de televisión o vídeos mientras haces ejercicio, lo cual lo hace más ameno. También hay gente que va a ligar, pero yo no les veo futuro, no me convence ¬¬
ResponderEliminarpd: no he ido al gimnasio en mi vida, Hulia ;P
Qué suerte ir al gimnasio motivada y con ganas. Yo voy como el que va al matadero, de mal humor, enfadada y de mala leche. Un suplicio, vaya. Me gustaría cogerle el gusto y disfrutar un poco, pero no.
ResponderEliminarVoy muy poquito, claro, con estas expectativas cualquiera va más de un par de veces al mes. Pero todo y con eso sigo yendo porque cuando salgo me siento un poco mejor y creo que he hecho algo positivo por mi y por mi salud. Esa es mi única recompensa.
No he hablado jamás con nadie del gimnasio.
Y esta es mi triste historia del entrenamiento físico :(
Besos!
JLO, ajajaja, pues no lo había pensado, pero ahora que lo dices un poco... me faltan las muñequeras esas tan molonas ;P
ResponderEliminarBueno, Pseudo, no sé si tanta
Doctora, te pega todo no haber ido al gimnasio nunca. To-do jajajaja
Maribel, es que cuanto menos vas, más cuesta, claro, hay que hacer un esfuerzo titánico cada vez. Svas mucho coges el hábito y ya no cuesta tanto.