Me encanta decir tacos. Bueno, no, voy a matizar. Realmente me parece un horror ser malhablada, pero es que NECESITO (y cada vez más) usar palabras malsonantes. LO NECESITO. Para mi es la manera más eficaz de liberar estrés, de aplacar cabreos, de relajarme cuando vienen mal dadas. Las suelto y como que me quedo descansada, no sé, tienen un efecto calmante en mi ánimo. Y eso es lo que me encanta de emplearlas.
Lo que ya no me mola tanto es la imagen que quizá yo doy al decirlas. Que alguien pueda entenderlo como una falta de educación. Por eso durante un tiempo intenté quitarme la costumbre de soltar palabrotas y como las tenia integradísimas en mi discurso, no me quedó otra que buscarme estratagemas. Una fue, como no, el clásico del duro en la hucha. Esto lo hemos hecho todos alguna vez, así que no tiene mayor misterio la explicación. Cada vez que se me escapaba un taco, pagaba un duro (o 10 céntimos, que esto lo he hecho en la era pre y post euro). Y ni os cuento la de cañas que me tomaba con el pastón que se me iba en multas palabratoriles. Si hubiera ahorrado todo ese dinero a estas alturas estaría en el Caribe con Curro disfrutando de mi feliz vida de millonaria. Ahora bien, cuando lloviera y no pudiera ir a la playa seguiría cagándome en la p*uta, porque sería rica pero igual de malhablada que a día de hoy. Y es que la estratagema no dio unos resultados muy impresionantes que digamos.
Bueno, pues a pesar de la clara moraleja que se saca de esta historia (a saber: efectividad de la estratagema = cero pelotero) voy a emplearla de nuevo, pero con otra cosa que me hace más falta. La batalla de los tacos la doy por perdida para empezar una que me parece más importante: dejar de hablar mal de mi misma. Que me he convertido en mi peor enemigo y esto no puede seguir así.
Porque a ver... que yo soy una peor de la vida está claro y más en este blog donde os cuento todas mis cagadas épicas, mis rayadas mentales y las millones de veces que me cubro de gloria. Pero lo que también está claro (y con el paso de los años cada vez me doy más cuenta) es que en mi nivel de peoridad hay mucha gente. Unos cuantos están por encima, otros tantos por debajo y la inmeeeeeeeeeeensa mayoría de la peña es de mi estilo, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero unos peores de la vida. Como aquí la menda.
Sin embargo, noto que en algunos ambientes y situaciones se me valora menos a mi que a otros y ahora, por fin, me he dado cuenta de que es por mi culpa. Porque tengo la mala costumbre de hacer permanente propaganda de mi peoridad. "Yo canto fatal...", "Con lo mal que dibujo...", "Hago unas fotos tan horribles...". Y ¡ojo! que lo cortés no quita lo valiente, eso son verdades como templos. Mis fotos, mis dibujos y mis canciones dan pena, pero quizá ni más ni menos que los de las personas que me están escuchando. Sin embargo ellos no lo dicen, porque no hay ninguna necesidad. Si luego les toca hacer un selfie al final de la cena de empresa y sale todo movido ya se descubrirá el pastel de su falta de talento fotográfico pero hasta entonces esa carencia no tiene porqué salir a la luz y menoscabar su imagen. Para qué decirlo de primeras.
No sé de donde me viene a mi esta maldita manía de ir pregonando mis defectos pero lo cierto es que la tengo tan integrada en mi discurso como los tacos que os contaba en el primer párrafo de esta entrada. Y me hace mucha más falta quitarme esa costumbre que la de decir palabrotas, porque me perjudica mucho más, yo creo. Así que, a partir de ahora, cada vez que yo me meta conmigo misma, un duro (o a estas alturas más bien 10 céntimos) a la hucha. A ver cuanto tardo en tener suficiente para irme al Caribe con Curro y cagarme en la p*uta cuando no haga sol para estar en la playa.
Yo digo muchas también sobre todo cuando me enfado, si no exploto
ResponderEliminar¿Diez céntimos?...un euro mona, que menos.
ResponderEliminar¡Ainsssss! cómo te entiendo, odio esa gente que se vende todo el día, pero me he dado cuenta de que con la inmensa mayoría, que no se paran observar al otro, funciona.
Si bien no hace falta llegar a eso, es verdad que malvenderte tampoco es necesario.
Peor es la gente que hace las cosas fatal y encima va presumiendo de lo bien que lo hacen todo.
ResponderEliminarNo creo que venderte así te perjudique mucho. Denota humildad y además te quitas responsabilidad.
Dicen que los monos no hablan para que no les pongamos a trabajar ;)
¡PorCu! ¡Te habla el FBI! (aquí ponemos al Clooney ese con un megáfono). ¡Estás rodeado, sabemos que tienes a Speedy! ¡Suéltala! ¡Si dejas que se ría un poco más consigo misma te mandamos a ti al Caribe! (al penal de la Guayana, en cuanto se descuide).
ResponderEliminarPapaCangrejo, las palabrotas evitan que mucha gente vaya a la cárcel. Si no existieran, más de uno se liaba a leches con tontacos. No es que me haya pasado a mi, qué vaaa!! jajaja
ResponderEliminarPseudo, ¿¿¿un euro??? ¡¡Me arruino!! jajaja. Ya, ya, a mi me pasa eso, que me da repelús la gente creída y por no ser de esos me voy al otro extremo. Pero claro, el otro extremo si es exagerado también es malo. Y yo creo que es un poco mi caso...
Doctora, por ahí van los tiros yo creo, por intentar que la gente no espere mucho para no decepcionar... pero claro, si es muy exagerado, como mi caso, al final te perjudica. Una cosa es humildad y otra ser una perraca contigo misma. ;p
Mannelig, si viene Clooney a buscarme a Porcu que le den bola, me voy yo con Clooney al Caribe o al fin del mundo jajajaja
Yo hago lo mismo, y aunque ya me había dado cuenta de que no es muy positivo que digamos, tampoco me había parado a pensar en lo negativo que resulta.
ResponderEliminarMi madre hace lo mismo (dato a tener en cuenta para futuros estudios psicológicos).
En mi caso creo que lo hago para mostrarme más cercana y accesible, pero tampoco lo tengo muy claro.
Le daré alguna vuelta a ver si descubro algo.
Besos!
Maribel, muchas cosas son hereditarias, esto va a ser una de ellas, yo creo jajaja. Y sí, yo creo que todos lo hacemos en ese plan, para que se vea que somos majas y de "andar por casa"... Pero que yo creo que no hace falta tanto, que al final parecemos las peores de todos y tampoco es así. Ni mejores ni peores, igual que los demás más o menos. Todos tenemos nuestras cosillas ;P
ResponderEliminar