viernes, 8 de octubre de 2021

Reflexiones entre zanahorias

El otro día estaba comiendo una zanahoria y pensé: "¡Qué gran invento es el pelador de patatas!". Porque lo es: ahorra tiempo, estreses varios originados en pieles y cáscaras rebeldes y la  perenne frustración de tener que lidiar con un tubérculo que parece más cardado que despellejado. Lo venden en todas partes y cuesta un euro. Y yo me he pegado toda (y cuando digo toda, quiero decir TODA) la vida sin él.

No es una exageración. Lo compraría hace ¿dos meses? cuando me vino la iluminación en una expedición rutinaria al súper. La cosa es que yo veía a SpeedyDad disfrutando de felices jornadas de cocina facilitadas bastante por este utensilio pero, por razones que desconozco, nunca pensé que esa mejora en la calidad de vida pudiera aplicarse en la mía. ¿Por? Vaya usted a saber. Porque no soy la más espabilada de la sala, eso desde luego. Pero también por causas más escondidas, que este blog es superficial, pero tanto como para dedicarle una entrada entera a un pelador de patatas, no, hombre. Confiad un poco más en mi.

El caso es que el tema del pelador no es más que un ejemplo paradigmático de mi mala costumbre de complicarme la vida. O de no facilitármela, que viene a ser el mismo perro con distinto collar. Yo doy por supuesto que la vida es una carrera de obstáculo mierder (que para disgusto de MrWonderful eso es verdad la mayoría del tiempo) y cuando me encuentro con estas vallas metafóricamente mierdosas ni me planteo que igual se pueden retirar del camino. O bajarlas de altura. O por lo menos, no añadir más. Eso ni se me pasa por la cabeza, para mi no es ni una opción. Me encuentro vallas y tengo que saltarlas. Punto. Si me canso, o me tropiezo con ellas y me hago daño, ajo y agua. Es el mercado, amigo.

Y luego veo a gente abandonando proyectos que le gustan, que funcionan, pero que le ahogan y le colapsan la vida. Y tan felices, oye. O cambiándose de piso, de ciudad, de país porque creen que en otro sitio les irá mejor. Y ni una duda ni media. O invirtiendo tiempo y dinero AHORA en comprar algo que está roto para así ahorrarse sufrimiento y juramentos en arameo en un FUTURO. Veo a toda esa peña y pienso: "¡Qué cabritos! Yo quiero ser así."

Pero no lo soy. Para nada. Yo termino libros que me están horripilando. Yo finalizo cursos que me llevan por la calle de la amargura, incluso cuando se ve claro ya a la mitad que no van a ser estudios que me ayuden mucho a mejorar mi situación. Yo alargo relaciones que me hacen mucho más mal que bien. Yo sigo utilizando cosas que obviamente ya no funcionan por una enorme variedad de razones, ninguna de las cuales justifica esa decisión de forma cuerda. Yo tardo varias décadas en comprar un simple pelador de patatas que me podría haber ahorrado horas de tareas cocineras ingratas.

Y luego que no sé en qué se me va el tiempo... Pues igual esto va a tener algo que ver. 

 

Por formular una hipótesis, vaya.


4 comentarios:

  1. En lo de los libros coincido. A mí no me vence ningún libro, aun sabiendo de sobras que eso es una gilipollez como un castillo. Eso sí, prepararte tu propia comida y no haber tenido un pelador de patatas, es como haber sido policía municipal y no saber dónde estaba el ayuntamiento.

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  2. A mi no me gustan los peladores,las patatas que consumimos en casa son muy deformes y con ojos y no me hace apaño.

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  3. Cabronidas, lo de los libros parece a veces una cuestión de honor, un duelo al amanecer, ¿eh? jajaja, son ellos o nosotros

    Alexander, al final casi todo en la vida se puede comparar a algo relacionado con una patata jajajaja

    Pseudo, dos cosas: ¿patatas con ojos? Muy de peli de terror, ¿no? jajaja y sobre el pelapatatas, al final para lo que menos sirve es para las patatas, hace más apaño con las zanahorias y los calabacines. Porque, como tantas cosas en la vida, el nombre está para despistar. ;P

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.