(Hace mucho que no hablamos de Casona, ¿no? Hace mucho sí, ya toca.)
Después de mi aventura marinera pasé unos días en la playa con los SpeedyPadres, lo que suena mucho más relajado de lo que es en realidad. Ir a su casa de allí suele significar hacer todas las tareas que hará MI EQUIPO cuando yo sea millonaria y quiera instalarme en mi mansión de verano. En la realidad actual de mi yo pobre esto se traduce en un peaje de cortad el césped, podar, limpiar, hacer la camas y llenar la despensa antes de poder pegarte tu primer bañito en el mar. Y para más inri, como continúa la digievolución de Speedymum en los hermanos del programa de reformas de Divinity, han aparecido estupendas ocupaciones nuevas tipo vaciar el garaje y reordenar las estanterías altas. Tan divertido como suena, sí.
La parte positiva es que soy mucho más eficiente tirando trastos allá que en mi superguarida, donde me cuesta un mundo deshacerme de cualquier mierda. En hogar ajeno, sin vínculo afectivo ninguno, todo a tomar aire fresco a la voz de ya. Haaasta que llegamos a los libros, claro. Ahí mi escudo de hielo contra el apego a cosas innecesarias se resquebraja. Da igual que sean nuevos o viejos, comedias o dramas, grandes clásicos o pestiños totales, todos merecen mi compasión para salvarlos de la quema.
Total, que haciendo este higiénico periplo por mi pasado literario me reencontré con títulos significativos de muchas etapas de mi vida. Allí estaban los 12 tomos de Mafalda y sus compinches, que se vinieron conmigo a mi superguarida, como no. Desde las baldas altas me saludaron también obras de Lope de Vega, novelas históricas, culebrones victorianos y hasta libros de humor de Goma Espuma y Buenafuente. Y como no, el segundo tomo de los más destacado del teatro de Casona. El primero ya lo tenía a buen recaudo, era hora de "mangar" el segundo, sin duda.
Y ahí habéis tenido a la defensora de "la vida es muy corta para releer libros" releyendo textos de este autor ya leídos 10.000 veces en el pasado. Y disfrutándolo. Igual hago una continuación de esta entrada con frases destacadas, no lo descarto. Por ahora, que esto está quedando ya largo para días de 40 grados, sólo traigo aquí una que me ha resonado. Seguramente porque estos meses he andado corta de esperanza y optimismo. Ni siquiera voy a dar contexto ni una explicación, porque lo mejor es que lo leáis por vosotros mismos para que lo disfrutéis. Esto es de Los árboles mueren de pie.
-"Era una ramo de rosas rojas y un papel con una sola palabra: ¡Mañana! ¿Quién fue capaz de encentar entre tantas palabras inútiles la única que podía salvarme?"
(...)
-"Cuando despertó había debajo de su puerta una tarjeta azul diciendo: No pierda su fe en la vida. La esperamos."
Un poco de esa fe no me vendría a mi mal, no....
Te comprendo perfectamente con respecto a los libros. Me puedo deshacer de muchas cosas cuando vuelvo a casa pero los libros que no me los toque naide. De hecho si me deshago de otras cosas es para dejar espacio para más libros jajaja.
ResponderEliminarMe ha gustado la última frase y espero que le hagas caso, por la cuenta que me trae como lector tuyo.
Gracias una vez más.
Yo he conseguido deshacerme de los trescientos que no me gustaron, por 45 céntimos cada uno...te los recogen en casa.
ResponderEliminarAntonio, ya, es que con los libros cuesta soltar, ¿eh? jajaja
ResponderEliminarAnonimo, ¿te los recogen en casa? ¡¡¡¿Donde has visto ese servicio, en una web o app?!!! ¡Suena muy bien!
Speedy