Virgina Wolf quería una habitación propia. Yo ni siquiera pido tanto. Un ordenador. Un portátil. Una tablet. Un móvil con pantalla grandota. Lo que sea, de verdad, cualquier aparato pequeño o cutre que me permita hacer mis cosas. Pero para MI SOLA. ¡¡POR-FA-VOR!!
Creo de verdad que no hay situación más desesperante que querer hacer algo y que no te dejen en paz. Ya conté por aquí el incesante diluvio de interrupciones que cada minuto de cada día se interpone entre yo y la finalización de cualquier tarea, por simple o rápida que sea. De verdad os lo digo, ni los doce trabajos de Hércules, ni las 12 pruebas de Asterix, ni el laberinto del Minotauro. No habéis conocido tal infierno de desesperación en los días de vuestra vida. En serio.
Bueno, pues a ello se añade ahora un tormento aún más nocivo para la productividad: el co-informating.
Explico el término para los que no lo conozcan. El co-informating es como el coliving a compartir piso, un eufemismo moderno para intentar suavizar la tortura china de SUFRIR un ordenador comunitario. Igual no os hacéis una idea porque ahora hay una media de tres pantallas y media por cabeza a cualquier edad, pero tener un sólo equipo informático para varias personas es la HEZ absoluta, el ZURULLO máximo, el megalodon de los MIERDOS maxi pro doble sorround. Es que, de verdad, me faltan palabras para expresarlo, ¡DENME MAYÚSCULAS MÁS GRANDES!
Para empezar porque es la interrupción elevada a la máxima potencia, claro. No terminas una frase que ya hay un "déjame un segundo", un "perdona, sólo esto y ya está" o un "a ver, ábreme ese documento" enseñando la patita por debajo de la puerta. Cualquier texto al que no le hayas dado a guardar cada milésima de segundo corre el peligro de que alguien lo cierre sin querer y se pierda para siempre. Y POR SUPUESTO olvídate de hacer cualquier tema personal en los momentos libres so pena de que lo vea media población mundial y salga en el telediario de Antena3.
Cuando no es una cosa, es otra. Cuando no es por Pepito, es por Juanito. En verdad en verdad os digo: suplicios así pocos. Desesperante, exasperante, agobiante, inaguantable. Ganas de irse con Dante a ver si en alguno de los nueve círculos del infierno está la cosa un poco más tranquila. Si tengo que estar horas y horas encadenada a un tormento de fuego o de un tipo más mundano (como es el caso), qué mínimo que me dejen un poco a mi bola, ¿no? Por compasión..
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