Total, que he estado de puente en un pueblito típico de montaña con la estampa más típicamente invernal de película cutre navideña de sobremesa que os podáis imaginar. Y no lo digo en plan mal, ¿eh? Qué va. De hecho, me hacía ilusión. Hasta me había comprado un outfit al efecto. Y allí que me fui, con mi gorro de lana y bufanda rosa fosforito, mis botas con forro de borreguillo y mis 3500 jerséis gordos, al más puro estilo de Cameron Diaz en The Holiday.
Si no sois nuevos en este blog, ya supondréis que las semejanzas con cualquier trama de película romántica navideña se acaban aquí. Este finde no he conocido a ningún atractivo veterinario viudo con una hija encantadora, ni he renunciado a ningún ascenso en mi carrera para reencontrarme con la felicidad de la vida sencilla, ni he vuelto a conectar con mi amor del instituto que ahora es bombero voluntario y el alcalde de pueblo más comprometido con sus vecinos del mundo.
Nieve ha habido (un poco). Y chocolate caliente con nubecillas (bastante más). Y aparte de eso sólo puedo enumerar algunos de los descubrimientos de estos días, que ningún guionista querría incluir en su christmas film ni de coña, supongo.
-Si te pones mala y no tienes drogas legales que te alivien, prueba con panettone de Lacasitos. Mano de santo. Baja la fiebre, quita la tos y hace desaparecer el dolor de garganta por arte de magia. No se como no lo ponen en el vade mecum porque mucho más efectivo que el paracetamol y el ibuprofeno y sin tantos efectos secundarios.
-La nieve resbala. El barro resbala más. Si tienes pensado empezar tu carrera de patinaje artístico, mejor hazlo con protecciones y en pista de entrenamiento. Para los demás escenarios, busca un calzado que agarre bien en el suelo.
-Maleta pequeña + ropa de invierno que ocupa mucho espacio= pocos outfits disponibles. Ensuciarlos todos el primer día te lleva a parecer una pordiosera el resto del viaje y a anular tus posibilidades de emular a cualquier prota de historia navideña.
-Creer que el incontrolable estilismo capilar deja de ser un problema cuando se lleva gorro es de una ingenuidad muy tierna que cae por su propio peso cuando entras a cualquier sitio con calefacción y te lo quitas. Pensar dos veces esta cuestión habría ahorrado alguna que otra situación incómoda. Y mirarse en el espejo también. Pero no le pidamos peras al olmo, claro.
Ya que todo parece indicar que no he comenzado este puente una meteórica carrera en la pantalla grande (ni en la pequeña de las pelis de sobremesa) mañana no me queda otra que ir a currar, así que os deseo una buena semana. Que la fuerza os acompañe en la vuelta al cole. Y por la sombra, bombones.
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