Si le preguntáis a cualquier miembro de la SpeedyFamily os dirá que soy desordenada a más no poder. Y bueno, no voy ahora a dármelas de metódica y pulcra porque con el caos que me sale del cerebro y que ha quedado patente en años y años de este blog no se lo tragaría nadie. AHORA BIEN, pocas cosas en esta vida son absolutas, siempre hay matices y tengo OPINIONES sobre esa opinión relativa a mi. Y aquí vengo, a hacer un alegato en mi defensa.
Porque a ver, yo era muy desastre, pero he ido mejorando con los años. Vamos soplando velas, teniendo nuestro propio espacio y a quien más y a quien menos empieza a surgirnos la necesidad de tener nuestras cosas localizadas y de reducir el barullo, así en general. El lío (y quienes estamos instaladas en el caos permanente lo sabemos bien) cansa mucho y llega un momento en el que lo que quieres es ahorrar energía y reservarla para lo que te interesa. Así que, llegados a este punto, tratas a toda costa de reducir el jaleo en el cerebro, en tu agenda, en tus relaciones, en tu vida y ya que nos ponemos, en tu entorno. Y eso se hace muy difícil con el ruido visual al máximo volumen.
"Ruido visual" se define como todo aquello que nos resulta desagradable o molesto desde un punto de vista estético y los de la RAE podrían haber venido perfectamente a mi superguarida a inspirarse para la definición porque es un gran ejemplo del concepto. Con todo el dolor de mi corazón, de hecho. Pero es que si recoger se basa en la máxima de "un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio", yo no la puedo cumplir ni de coña porque no se me ocurre donde guardarlo todo. Tengo pocos muebles, menos cajones y a pesar de mi incansable esfuerzo por comprar taburetes con compartimentos internos, baúles decorativos y cajas monas nada parece suficiente para dar cabida a todos mis pertrechos.
Y aquí, claro, llegaría el rayo iluminador de Marie Kondo a decirme: tienes demasiadas cosas, sólo debes conservar lo que sientas realmente que te hace feliz, no puede entrar nada nuevo en casa si no sale otro elemento antes. Si, ya y que más. Es que no puedo, Marie, de verdad, no soy capaz. Tendrías que encerrarme en una habitación bajo llave y tirármelo tú todo sin que lo vea o volverme a organizar un mierderTsunami que no me deje más alternativa que deshacerme de lo que huela a zurullo. Pero es que yo sola no lo consigo, en serio, send help.
Siempre pienso que los pantalones que me aprietan volverán a valerme tras una oportuna gastroenteritis, que en breve el no va más serán las camisetas anchas y no esas diminutas que venden ahora, que el maquillaje de color sospechoso que compré en un impulso me servirá para una fiesta, que si dejo a la vista los libros pendientes acabaré leyéndolos. Sé que es mentira como sé que es casi imposible que me toque la lotería de Navidad, pero compro porque hay una yo loca que tiene más fuerza a determinados niveles que la yo racional. Y desde luego el orden es uno de esos niveles.
Yo querría ser ordenada, de verdad, en mi fuero interno lo soy, pero mi vida hace imposible materializar en la práctica ese yo que existe a nivel teórico. Soy una persona ordenada no practicante, que dirían los expertos. Apiadaos de mi, que bastante tengo con lo que tengo.
Seguro que con mucha frecuencia tu pareja de calcetines acaba desparejada.
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