Desde que mi televisor hizo su declaración unilateral de independencia catódica no veo la tele y la verdad, mejor, porque perdía mogollón de horas de vida útil tragándome truños que en realidad ni siquiera me gustaban. Ahora todas esas horas de vida útil se me van igual o más en el agujero negro que es para mí internet y sus caminos inescrutables, pero bueno, siempre me aporta algo más lo que veo navegando por la Red porque por lo menos lo elijo yo. Algo es algo.
A lo que iba, que incuso sin ver la tele hay cosas de la programación de las que no puedes escapar, porque los formatos de moda lo inundan todo. Las redes sociales se llenan de comentarios, de vídeos, de gifs y quieras o no quieras terminas conociendo las expresiones de los concursantes de turno y las polémicas más sonadas.
Pensando en estos concursos siempre me sorprende darme cuenta que yo me fijo en cosas totalmente distintas a las de la mayoría de los espectadores. En los pocos que he seguido (y normalmente muy por encima, la verdad) nunca me han interesado demasiado las discusiones de unos con otros, ni sus amores, ni siquiera sus habilidades más específicas al cantar, bailar o lo que sea para lo que entraron en el programa. Lo que me llama la atención son sus reacciones ante la presión
En estos formatos siempre suele haber muchos participantes y de perfiles muy diferentes. Y aunque soy consciente de que en televisión está todo preparado y queda un espacio pequeño para la naturalidad, sí que es cierto que poco se puede esconder cuando te vigilan mil cámaras las 24 horas, cuando millones de ojos te escrutan día y noche. Y por eso mismo es interesante ver de qué forma personas muy distintas hacen frente a las críticas, a los juicios, a los retos. Porque me da por pensar cómo lo encararía yo.
Me fijo sobre todo en los típicos que empiezan mal, que le gustan poco al jurado, a la audiencia o a quien sea que decida el ganador de ese concurso en concreto. Algunos se hunden, lloran, se cabrean con las injusticias de la vida. Yo flipo con los que relativizan, con los mantienen la positividad. Los que mejoran lo que les piden, reajustan las velas pero sin dudar de sí mismos ni de sus capacidades y siguen trabajando hasta que los vientos cambien.
También me llama la atención cómo se aceptan las críticas, las nominaciones, las correcciones. Siempre es duro que te juzguen, más aún si es delante de toda España. Hace falta mucho temple para recibirlas bien en el momento (cara, voz, gestos...) y más aún para que no te afecten a la autoestima o no determinen tu comportamiento posterior. Y lo que es más importante, hace falta clarividencia para distinguir cuáles de esas críticas son parte del show y cuáles tienen un fondo de verdad. Asumir los mejor posible éstas últimas es clave.
Otra cosa que me interesa es la convivencia y la competición. En esos formatos en los que los participantes están aislados, pasan juntos las 24 horas y son al mismo tiempo compañeros y contrincantes, porque todos aspiran a ganar. Algunos llevan el concurso en la sangre y en cada gesto, en cada decisión, en cada reacción se intuye un atisbo de estrategia. Otros consiguen olvidarse del concurso y se hacen amigos. Se ayudan, se apoyan, se piden consejo confiando plenamente en que la recomendación que les den será sincera y no para obtener una ventaja.
Es llamativa, igualmente, la resistencia emocional de unos y de otros cuando aumenta la carga de trabajo, bajo presión y alejados de sus apoyos habituales de familia y amigos. Con el tiempo eso hace mella, claro, y algunos se van apagando, como si se les estuviera acabando la batería. Se vuelven tristones, irritables. Otro consiguen sujetar las riendas y patalear con sus trucos para no hundirse en las arenas movedizas del desánimo. Y si en alguna ocasión no lo logran, están en el hoyo sólo un segundo. Después salen rebotados como con un muelle y empiezan de cero, día tras días tras día tras día...
Todo ello sin olvidar lo más evidente cuando se trata de enfrentarse al público. Los que mantienen la serenidad frente a los que los nervios del directo les juegan malas pasadas. Los que se crecen en el escenario y son su mejor versión en los momentos clave, incluso cuando en los ensayos no han estado perfectos. Y los que saben darle la vuelta a las cosas, que empiezan mal una actuación (por un fallo de sonido, por un gallo..) y lejos de dejar que cunda el pánico se centran y terminan clavándola. Los que van de menos a más frente a los que se empequeñecen ante las dificultades. Esos privilegiados.
Las pocas veces que he visto algo de esta clase de concursos no me he planteado quién era más guapo o más simpático, quién lo hacía mejor, quién tenía más estilo o quién podría ser el ganador. Yo siempre pensaba: ¿qué tipo de concursante sería yo?
No veo ningún concurso de esos, sólo dibujos y cuando se acuestan, si me quedan energías, alguna serie.
ResponderEliminarEs importante saber sobreponerse a las situaciones de tensión sin perder los nervios, más que nada porque esa es la manera de encontrar alguna solución. Desde luego sería bueno intentar ser de ese tipo de concursantes.
ResponderEliminarY hasta ahí puedo comentar, porque últimamente no veo concursos de estos. Yo me quedé en la época de Bisbal, Chenoa y Rosa de España. :D
Yo no he visto ni un programa de Operación Triunfo, ni La Voz, ni nada así en mi vida. Ni la primera edición, que fue un boom enorme me interesó. Ahora te lo comentan hasta en el telediario, pero enseguida lo quito.
ResponderEliminarImagino que si hubiera participado en un concurso así me habrían echado enseguida, porque en cuanto algo no me cuadra o empiezan a presionarme me pongo muy borde, así que si no me hubiera echado el público me habrían echado los directores de la academia ;P
Besos
Yo odio profundamente los concursos de cocina. Los dos tipos del máster chef sacan lo peor de mi lado neurótico asesino.
ResponderEliminarPapaCangrejo, ya, ya, lo de los dibujos pones de excusa a los peques, pero fijo que a ti te encantan también, ¿eh? jajaja
ResponderEliminarTarambana, ¿tí viste el OT de Bisbal y Chenoa? Pero si tenías que ser superpequeño en esos años, ¿no?
Doctora, no sé yo, depende de qué programa sea, ser borde sale muy rentable, que da audicencia jajaja
ECDC, hombre, ¿eso no tendrá que ver algo con que te da envidia lo bien que cocinan algunos? jajaja Es que no lo pillo, sólo los de cocina te dan rabia, ¿por qué?