Ya lo decía el romanticón de Gustavo Adolfo...
"Los suspiros son aire y van al aire
las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adonde va?"
Pues ni idea, Gus. Hay tantas cosas que no se sabe donde paran... Igual están en el universo paralelo donde acaban todos los compañeros de los millones de calcetines que aparecen misteriosamente desparejados después de hacer la colada. O en las vacaciones eternas en las que viven las exclamaciones e interrogaciones de apertura desde que alguien decidió que ya no hacía falta ponerlas en español. Antes estos pobres signos ortográficos trabajaban como negros en libros, documentos oficiales, cartas, faxes y telegramas. Luego llegaron los correos electrónicos, los sms y los whatsapp, dejaron de necesitarse y les concedieron una excedencia sine die. Y ahora ahí los tienes a todos, bebiendo cocolocos y bronceándose en el Caribe con Curro. Que ya se han merecido un descanso después de una estresante vida permanentemente rodeados de preguntas, sorpresas y gritos.
Y aunque no dispongo de datos confirmados, me atrevería a asegurar que tienen de compañera de tumbona a la cabina telefónica donde Superman se ponía sus mallas y su traje, porque esa (y todas las de su especie, menos famosas pero igualmente innecesarias) se fueron un día a comprar tabaco y ya no volvieron. Lo mismo que pasó con los walkman y tocadiscos que perdieron la batalla contra los diminutos MP3 para demostrar que en cuestión de tecnología no siempre el pez grande se come al chico, sino más bien al revés. A no ser que seas el iPphone 6, en cuyo caso el tamaño SÍ importa y cuanto más grande mejor. Porque además, si luego no cabe en algún sitio, pues se dobla y aquí paz y después gloria.
Sobre el resto de desapariciones quizá podamos preguntarle a Trasgu, un duendecillo travieso que se divierte escondiéndonos las cosas en casa. Él se lleva esas llaves que juraríamos haber dejado en la entrada y que misteriosamente no encontramos allí o ese libro que recordamos a la perfección haber guardado en la estantería y del que después no hay ni rastro. Todo está en su guarida, quizá al lado de esos besos que nos moríamos por dar, pero para los que no tuvimos cojones. Y cerca de todas esas carcajadas que antes se nos escapaban por cualquier tontada (o sin razón ninguna) y para las que ahora necesitamos un máster en humor, siete monólogos cómicos y puede que gas de la risa. Supongo que en la guarida de Trasgu habrá también mucha espontaneidad, confianza, entusiasmo, inocencia e ilusión, esa ilusión de la que vienes de fábrica con un tanque lleno, pero que después se te va evaporando.
Así que, Gus, ¿que donde va el amor? Pues vete tú a saber...
Qué maravilla de entrada. Me he sentido un poco viejuno, eso sí. Pero me encanta. (¡Que vuelvan los signos de apertura!) :D
ResponderEliminarA mi de pequeño me decían que el trasgu no es malo, sino travieso. No hace desaparecer las cosas, sólo las esconde para reirse de nosotros. Así que al final es posible encontrarlas si buscamos bien. Si es él quien se ha llevado las risas, los besos y todo lo demás, tan solo tenemos que tomárnoslo con buen humor y seguir buscándolos, porque seguro que al final aparecen. ;)
A mi también me has hecho sentir viejo. Y no es que te odie por ello, si me encanta quedarme calvo, lo que pasa es que me inquietan los cambios y temo a las novedades.
ResponderEliminar¿Qué tiene este post que nos hace decrepitar por momentos mientras lo leemos?
Insisto en lo de preciosérrimo: una mezcla emocionante de gracia y melancolía.
ResponderEliminarEl Trasgu dichoso es que es acaparador como una urraca: tiene también la mercromina roja-roja, el papel de estraza en las tiendas, los bancos de madera casi cómodos en los parques y esa importancia tan dramática que uno se da a sí mismo cuando se es un pipiolo.
Tarambana, es que Trasgu es un poco perraco del infierno, ¿eh? jajaja
ResponderEliminarHolden,no sé yo si eso es culpa solo del post jajajaja
Silvia, gracias. Ah! Y la mercromina roja es otro de los grandes clásicos desaparecidos! jajaja
Se nota que sois de pueblo. En Madrid lo más parecido a los trasgos fueron aquellos enanos a los que detuvo la poli porque tenían montada una fábrica de dinero falso en un sótano.
ResponderEliminarA mí me ha parecido un poco melancólica, y vista la entrada anterior me ha hecho levantar una ceja. Pero poco ;-) Gracias por la entrada Speedy, me ha encantado.
ResponderEliminarAnónimo F
Jo, Speedy, qué exceso de confianza ese de llamar al insigne señor Becquer, Gus.
ResponderEliminar¿¿Dónde se ha visto?? (abro y cierro signos de exclamación) :p
Doctora, si es que Madrid es lla selva! jajaja
ResponderEliminarAnonimo F, gracias a ti.
Oye, JuanRa, que Gus tiene un nombre muy largo como para no buscarle un diminutivo... y estoy segura que a él le habría encantado .¡¡FIJO!! (Abro y cierro DOBLE signo de exclamación) jajaja