Mi pulsera de actividad está manchada de chocolate. Este hecho tan sorprendente como contradictorio puede ser sumamente esclarecedor y decir de mí más de lo que me gustaría. Y es que estar hecha una deportista total y practicar todo el ejercicio posible no está reñido con mantener mis vicios chocolateros y mi glotonería imparable. Una pasada, en serio. Qué horror.
Lo que también es verdad es que mi pulsera de actividad nunca ha sido una pulsera de actividad al uso. Desde luego, no una de esas mega profesionales y carísimas que se compran los motivados para controlar sus mejoras. La mía es cutre total, la pillé de oferta y mide los pasos (a su manera) y poco más.
Y ahí quiero llegar yo, a como mide los pasos. Con buena voluntad, sin prejuicios ni remilgos. Vamos, que le da igual si entre paso y paso te has trapiñado unos huevos rotos porque estás de tapas o si las piernas las ejercitas de probador en probador durante una agitada mañana de compras en la que de vez en cuando también te sientas o incluso si el movimiento viene de unos bailoteos alocados en una noche de concierto. Mi pulsera se limita a sumar pasos sin hacer preguntas, sin juzgar y manteniendo todo lo posible su mejor diagnóstico: calidad de deportes excelente. Claro que sí, jugando con el equipo.
Si vas a ser una pulsera de actividad cutre salchichera por lo menos que tengas actitud positiva y buen rollo, ¿no?
Personalizada vamos.
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