sábado, 6 de agosto de 2016

Sobrinismo extremo

He pasado ya el ecuador de mis merecidísimas vacaciones. Voy a dejar a un lado el gigantesco peso dramático que encierra la idea de que ya me quedan pocos días libres más y voy a hacer un balance provisional.

Lo primero y principal a resaltar es que sigo viva. Este punto es reseñable porque llevo casi 15 días inmersa en infinitas jornadas de sobrinismo extremo que a punto han estado de acabar conmigo. Quien tenga sobrinos (en mi caso unos cuantos) sabe de lo que hablo. Yo no sé que esperan las autoridades para declarar el cuidado de pequeños superhéroes como deporte olímpico. Si se hubieran dado más prisa ahora mismo estaría en Río luchando por mantener alto el nivel de medallas de oro del equipo español. Tiembla, Nadal.

Y menos risitas irónicas de esos padrazos y madrazas que me leen desde el otro lado de la pantalla tomándome por una floja, que no es lo mismo ser progenitor/a que tío/a. Los que habéis dado la vida a vuestros churumbeles tenéis la autoridad de vuestra parte, podéis imponeros (o al menos intentarlo). Los que somos cuidadores temporales no contamos con esa arma. A mi, en concreto, mis adorables sobrinos me toman por el pito del sereno lo que convierte tareas teóricamente sencillas y rápidas como ponerse los zapatos en infinitas torturas chinas. In-fi-ni-tas. Y claro, de ahí la complicación.

Y a ello se suman inesperadas actividades que nunca habrías imaginado abordar en un día normal. Por ejemplo dejarte los pulmones en inflar un cocodrilo que en contra de la costumbre de sus congéneres va a ser un  buen aliado contra las olas. O perseguir a unos speedysobris para que salgan del agua antes de que les crezcan escamas y a otros para que pierdan el miedo y se metan de una vez. O jugar al Uno. La Escoba y Burro hasta que te duelan las manos. O esquivar millones de balonazos sentada en un banco mientras esperas el gol del desempate del emocionantísimo partido de unos diminutos futbolistas. O escalar la tira de árboles y tapias para recuperar pelotas colgadas por inexpertos lanzadores al otro lado de la valla y que eso ni siquiera sirva para conocer y trabar una conveniente amistad con el vecino de al lado, el que tiene en el jardín esa piscina tan enorme. Qué penita.

Así que. tras sobrevivir a este periodo de sobrinismo extremo es hora de cambiar el chip y dedicarme a un quehacer no menos emocionante dadas mis conocidas y notables habilidades físicas para los deportes: un curso de surf. Queridos lectores, en ná y menos me voy a cabalgar las olas unos días. Y ya os contaré, ya, porque me temo que esto va a tener un post. O dos...



2 comentarios:

  1. Ya te veo surfeando, juas, juas, juas....si es que te estoy viendo, juas, juas, juas....

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  2. ¿Te vas a las olas y no te llevas el cocodrilo de tus sobris? Y eso que ya sabes soplarlo, ¿eh? Eso sí que es no tener visión XD

    ¡Pasalo bien! ¡Vuelve descansada! ¡Trae regalos para todos a tu vuelta!

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.